VI — Eternidad

Scarlett pov 

Existen tres sentimientos que nunca olvidas en tu vida.

Uno de ellos es cuando encuentras al amor de tu vida... 

El día que conocí a Nathan tenía tan sólo dieciséis años, estaba pintando en el jardín cuando lo encontré de pie frente a los rosales blancos de mi madre, algo en su mirada despertó una sensación, hasta ese momento, extraña en mi pecho. Sus ojos estaban vacíos y llenos de lágrimas al mismo tiempo, en ese momento no supe distinguir que era ese deseo creciendo en mi interior, las incontrolables ganas de saber que acongojaba su alma para buscar la forma de darle de nuevo la paz. 

Quizá cuando mis pies se movieron por propia voluntad mi cuerpo me estaba diciendo que incluso él había entendido ese remolino de emociones antes que mi propia mente. 

Los días siguientes a ese, Nathan me había vuelto a mirar muchísimas veces, sin embargo la mirada de aquel día… el día que nuestros destinos se chocaron, esa jamás podría olvidarla.  

—  Dicen que las rosas blancas simbolizan la paz, y que aquellos que las observen podrán experimentarla si se dejan llevar por su color— murmuré con timidez

El muchacho apretó la chaqueta que llevaba en la mano derecha y volteó sobresaltado. 

Sus ojos me observaron con asombro y fijeza, pronto me encontré hipnotizada por aquel iris verdoso. Sus ojos afinados me recordaron rápidamente al prado que en primavera tomaba un color de verde esperanza. Los suyos eran especiales, se podía ver detrás de su tristeza un brillo inquebrantable, una picardía encendida y un noble corazón. 

— Dice la leyenda que ellas fueron las primeras en existir— El extraño joven sonrió tirando de sus labios y cortó con cuidado una de las rosas más pequeñas— Pero se tornaron rojas por el rubor de un beso

Extendió la rosa hacía mí invitándome a tomarla, aproveché la ocasión para observar su porte. Llevaba el cabello azabache bien cortado, algunas hebras rebeldes caían sobre su frente pero parecía no importarle, en su mentón se notaba la barba mal cortada, lo que extrañamente me pareció adorable. 

— Mi nombre es Nathan—murmuró— Nathan Marchat, soldado del ejército 

— Scarlett Lefebvre— Sonreí extendiendo mi mano, pero él jamás la tomó— Oh, yo… 

El soldado retorció los dedos de sus manos con notable incomodidad y negó con la cabeza agitando su cabello. 

— No debe disculparse— Sonrió— no quiero ser irrespetuoso con usted bella dama, pero es un placer conocerla… créame 

Quizá fue la falta de sueño de la noche anterior, o quizá fue el tono con que pronunció aquellas palabras, cualquiera fuera el motivo había acelerado mi corazón de manera furtiva. 

— ¿Usted es la hija del teniente Lefebvre, verdad? 

Asentí— La misma ¿usted es nuevo, soldado?

Nathan pasó una mano por su cabello desordenandolo—Fui asignado al escuadrón de vuestro padre, el teniente está siendo de gran ayuda para mí

 — ¡Veo que ya os conocisteis!— vociferó la voz cantarina de mi padre 

Volteé a verlo siendo envuelta por sus grandes brazos, llevé sus manos a mi cabello y revolvió desarmado mi amarre.  

— Soldado, ésta es mi pequeña Scarlett, mi mayor tesoro—murmuró

— Ma fille, éste es el soldado Nathan Marchat, estará en mi escuadrón 

— Me lo ha comentado hace un momento— Sonreí

— Oh, se me ha adelantado supongo… él se quedará en nuestro hogar por unos días, Ma fille—informó— Quizá podrían conocerse y formar buenos vínculos  

Entonces sin saber el motivo me encontraba sonriendo abiertamente. Observé al joven frente a mi quien también sonreía agradecido a mi padre, me dedicó una mirada y guiñó un ojo a hurtadillas de mi padre. 

En aquel entonces supuse que tendría que verlo unos cuantos días, pero los días pronto se volvieron semanas, luego meses y finalmente años. 

Y un simple día de otoño, mientras las hojas caían de los árboles y una sopa de cebolla se cocía en el caldero llegó el momento en que mi mente aceptaría al fin lo que mi corazón rugía… 

— Yo también estuve enamorada alguna vez— comentó Nana MacKenzie risueña— Era un sentimiento tan bonito

— ¿Y qué pasó?

— Él se enamoró de otra mujer— suspiró hincando los hombros

— Eso es horrible, Nana—negué molesta- Así no debe ser el amor 

— ¡Oh, pequeña!— Sonrió acariciando mi cabeza— Cuando aceptas que el corazón de aquella persona que amas no te pertenece y le permites irse sin culpa, eso mi niña es el significado más puro del amor…  Cuando amas a alguien quieres hacer su mundo mejor, velas por esa persona, te vuelves algo demente y anhelada librarlo de todo mal. Cuando tú te enamores, entonces lo entenderás 

Negué sonriendo— Nana eso no pasará, aún no encuentro al hombre indicado 

La mujer carcajeo— Y yo que creía que andaba deambulando por ahí vistiendo de soldado 

— Ahora visto de sargento— comentó una voz risueña— quizá así sea más fácil encontrarme 

Volteé ruborizaba hasta el cabello. Nathan se encontraba de pie bajo el umbral de la cocina, llevaba una chaquetilla verde con insignias en la solapa derecha. 

— Nathan, y-yo… — maldije para mis adentro al oírle balbucear— Espera ¿Has dicho sargento?

— Así es mon chéri, he sido ascendido a sargento del escuadrón ciento seis

Nuevamente mi cuerpo entendió todo antes que mi mente. Mis piernas corrieron hacia él y pronto me encontré rodeándolo con mis brazos fuertemente. Estaba feliz y orgullosa de él, quería verlo feliz, quería ver esa sonrisa en su rostro todo el tiempo, quería que cumpliera sus sueños, yo… 

— Ahora estoy un poco más cerca de su altura, mon chéri— susurró en mi oído 

El corazón me estalló de alegría. No podía negarlo, aunque quisiera no podía hacerlo, quería a Nathan… estaba completa y perdidamente enamorada de Nathan. 

Dicen que enamorarse es como, irónicamente, ir a la guerra sin armas. Es seguro que perderás, que saldrás lastimado y que en el transcurso verás caer el mundo como lo conocías, aún así nos convertimos en soldados leales, dispuestos a ir a la guerra con la esperanza de ganar, de salir victoriosos y a salvo.  

Pero en el mundo real para que una guerra se gane alguien debe perder eminentemente. 

El segundo sentimiento que nunca ira, es cuando lo pierdes, cuando tus sueños se desvanecen en una sola palabra, y aunque quieras cambiarlo todo sólo resta gritar y llorar. 

No hay forma humana de describir ese aberrante dolor. Quizá podría asimilarse a que quebraran uno por uno cada hueso de nuestro cuerpo, ves como lo que alguna vez fue un hueso formidable se vuelve añicos de una forma dolorosa e imparable. Quizá también podría compararse al desespero de hundirse con cadenas en las profundidades de un océano, no puedes escapar del inminente final, sólo resta darse por vencido y dejarse arrastrar hasta que el corazón se detenga. 

Cualquier dolor puede asimilarse, pero nunca jamás será igual. 

Perder a esa persona nubla tus sentidos y pronto te encuentras perdido en el vacío de tu propia alma en pena. Cada fibra del cuerpo comienza a llenarse de veneno, te sientes tan enfermo y podrido que crees que fácilmente podrías morir de dolor. 

O ese… ese desespero que arrebata el juicio de tu cuerpo para que te encuentres de un momento a otro corriendo en la inmensidad de un bosque en busca de cualquier cosa que pueda traerlo de vuelta… aún sin importar las consecuencias que eso pueda conllevar. 

— Ma petite (mi pequeña) ¿en qué momento fue que creciste tanto frentes a mis ojos?— Mi madre sollozó tomando un mechón rebelde y colocándolo tras mi oreja— Extrañaré arreglar tu cabello 

Tomé con cuidado sus manos enguantadas— Mére (madre)… voy a casarme solamente, no me iré al otro lado del mundo

La mujer que me dio la vida libró sus manos de las mías y enjuagó sus lágrimas antes de que cayeran.

— Prométeme algo, Scarlett— susurró mordiendo sus labios—. Prométeme que serás una mujer revolucionaria, que no permitirás que nadie te diga cuándo hablar y cuándo no… mujeres como tú le enseñarán a mujeres como yo que ningún hombre vale más que nosotras, se que lo harás 

Me acerqué a ella y la abracé jalando sus hombros hacia mí. Los volados de mi falda se mecieron por el movimiento enredándose entre mis piernas. 

— Todo lo que soy, mére—murmuré—, todo es gracias a ti 

Mi madre se alejó de mí con lentitud, tomó el largo y blanquecino velo de encaje sosteniéndolo por la pequeña corona de rosetas blancas  y lo colocó con cuidado sobre mi cabello.

— Ma petite, hay una sola cosa de la que me arrepiento en esta vida— susurró acariciando mi mejilla

— ¿Qué es, madre?

— Me arrepiento de haber dejado que el mundo entero me hiciera creer que falle al tener una hija mujer en vez de un varón— Sus ojos se escondieron tras una pantalla de lágrimas— Pero tú… tú de entre miles de millones me demostraste que estaban equivocados, Scarlett fuiste tú quien me enseñó lo valioso que es ser mujer, sé que serás de las próximas mujeres que cambien a Francia y al mismo entero 

— ¡Oh, madre!— Y como si fuese una niña pequeña volví a aferrarme a sus brazos— Te amo muchísimo, gracias por todo lo que has hecho por mí 

— Ya, ya— me riñó—. Ha costado que el peinado y el maquillaje te quedara, no vamos a arruinarlo con lágrimas, le diré al doctor que vuelva a verte una…

— ¡Mére!—interrumpí riendo— Estoy bien ¿lo ves? Sólo han sido los nervios por la boda 

Mi madre sonrió— Entonces te dejaré un momento para avisar que ya está todo listo ¿estás segura, verdad?

Asentí— Voy a casarme con el amor de mi vida, no hay nada que pueda hacerme cambiar de opinión 

Ella asintió felizmente y salió de la habitación a paso acelerado. 

Dejé caer la cabeza hacia abajo. Hacía semanas que todos se encontraban alerta por mí salud, desde aquella noche en el porche me he convertido en una muñeca de porcelana que puede romperse con un movimiento brusco. 

Incluso el Doctor Dickson pasaba horas enteras conmigo asegurándose que no se tratara de alguna extraña enfermedad.

También había oído a Nathan llorando por las noches. Podía sentir el miedo a perderme que corría por sus venas. 

Quizá sólo era una simple enfermera preparada para la guerra, pero inclusive yo sabía que ninguna enfermedad albergaba en mi cuerpo… Aquellos desmayos tan repentinos, la pérdida de apetito y las alucinaciones de las cuales aún nadie tenía conocimiento, todo aquello era el precio que la magia oscura estaba decidiendo debía pagar. 

En aquel momento ignoraba el porqué. Quizá sólo mala suerte… 

Desde aquella noche no había podido librarme del maldito camafeo que Anoushka había colocado en mi cuello, siempre que lo quitara volvería a mí de nuevo. Había intentado arrojarlo al agua, pero a unos pasos de distancia volvía sobre mi pecho, también lo había arrojado al fuego del caldero, pero claramente regresó quemando mi piel. 

— Señorita Lefebvre— La voz baja de Thompson llamó mi atención— He venido a llevarla 

Asentí suspirando nerviosamente, tomé el ramo de lirios blancos y comencé a caminar hacia la puerta dejando atrás la que alguna vez había sido mi habitación. 

***

Omnisciente pov 

Nathan se encontraba de pie con el estómago revuelto por los nervios mientras observaba a su futura esposa caminar al altar completamente vestida de blanco. 

El velo blanquecino caía por su espalda hasta el suelo cubierto por una gran alfombra roja, su rostro lagrimoso se escondía bajo aquel trozo de tela fina mientras admiraba al hombre de traje a unos metros de ella. 

El soldado sonrió en grande al verla cada vez más cerca, el corazón le latía desbocado y se vio obligado a pellizcar disimuladamente la piel de su muñeca para reafirmar que aquello no era un sueño. Estaba a punto de casarse con la mujer que había estado en sus sueños desde hace años, la pequeña muchacha de abundante cabellera que había conocido frente a los blancos rosales. La única persona que le hacía sentir de aquella forma tan alegre por las mañanas al despertar y embriaga sus noches con sonrisas encantadoras y la mera sensación de sentirse en casa. 

Ambos estaban perdidamente enamorados, uno del otro. Los amantes perfectos para cualquiera que tuviese dos ojos en frente, la mujer que estaba dispuesta a dar su alma por su amado y el hombre dispuesto a perderlo todo por conservarla a ella.  

Dicen que todos tenemos destinados un alma gemela en alguna parte del mundo… 

El teniente Lefevbre soltó con pesadez el brazo de su pequeña dejándola frente al hombre que estaría a su lado hasta el final. 

— Cuidala bien, Nathan— Le advirtió antes de alejarse 

El padre Becker ladeó la cabeza hacia el soldado— Ahora quizá si deba estar nervioso— susurró sólo para ambos 

Nathan sonrió y negó con la cabeza risueño. Su pecho estallaba de alegría, solamente quería abrazarla y besarla, sólo la quería a ella. 

— Hermanos y hermanas—pronunció Becker dando inicio a la ceremonia— Estamos aquí reunidos para presenciar la unión de dos almas destinadas a encontrarse por nuestro Dios padre

Los hilos invisibles que unen a las almas gemelas pueden cruzarse de repente… 

El padre Becker tomó las manos de los dos jóvenes con emoción— ¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del matrimonio, durante toda la vida?

Ambos asintieron y sin dudarlo respondieron:— Si

Pueden enredarse… 

Becker sacó con cuidado los anillos de plata brillante de su bolsillo— Nathan ¿aceptas recibir a Scarlett como esposa y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad,en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

Nathan sonrió temblorosamente, sus ojos se iluminaron cuando descubrió el rostro que amaba— Prometo que cada día le haré recordar cuánto la amo, y aún así la vida nos alejara, puede estar segura que siempre volveré a sus brazos…  acepto

— Y tú, Scarlett ¿aceptas recibir a Nathan, como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

Scarlett sollozó— Prometo ser tu sostén cuando tu corazón se derrumbe, tu mejor amiga y tu esposa por siempre… acepto

— El Señor bendiga estos anillos que vais a entregaros uno al otro en señal de amor y de fidelidad

E incluso pueden romperse… 

Nathan tomó con rapidez la sortija y la observó aún ensoñado antes de colocarla en su dedo— Scarlett, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Scarlett tomó la pieza de metal y sonrió tomando sus manos— Nathan, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Pero si esa persona está destinada a ti, entonces se volverán a reencontrarse…  

— Con el poder que me es conferido, bajo la eterna mirada del Dios padre como testigo, yo los declaro marido y… 

Mujer…

Eso fue lo que tuvo que haber dicho, pero nunca llegó a hacerlo. 

Una balacera comenzó a originarse interrumpiendo con la boda y dándole un trágico final. 

Scarlett observó con horror cómo un grupo de soldados irrumpieron en la propiedad cargados de armas y disparando al aire. Su cuerpo se petrificó cuando los cuerpos comenzaron a caer al suelo tiñendo el césped con su sangre. 

— ¡Mon chéri!

Nathan jaló con brusquedad de su brazo obligándole a reaccionar. La castaña se dejó caer al suelo hiriendo su pierna en el proceso. Aunque el soldado hubiera deseado ayudarla como ella lo merecía se vio obligado a arrastrarla consigo para ocultarse de los disparos. 

— ¡Mon chéri, escúchame!— gritó desesperado 

Scarlett presionaba su espalda contra el tronco mohoso del pino manchando su vestido. Sus ojos eran un mar de lágrimas, se encontraba totalmente fuera de sí, negaba con desespero su cabeza. 

 — Duele— sollozaba apretando su pierna derecha con fuerza 

Nathan por primera vez sin importarle ser descortés tomó su falda y la levantó dejando ver un corte profundo en su piel desnuda. El soldado rompió parte de la manga de su traje y lo ató rodeando la herida y cortando el flujo de sangre.  Nathan tomó su rostro con brusquedad sujetando sus mejillas mojadas

— Scarlett necesito que me escuches—

La chica intentó huir de sus manos pero él no lo permitió— ¡Scarlett, escuchame! 

— Nathan…— sollozó asustada 

— Eres el sol que ilumina mis mañanas y la luna que da paz a mis noches… eres la alegría que enciende mi corazón, la esperanza que mantiene mi vida, el consuelo que siempre necesito para no caer, mi única familia… eres mi amada esposa, y mientras haya vida en mi pecho juro que te protegeré sin importar que deba hacer 

Scarlett dejó escapar un jadeo— ¿Por qué…? ¡¿Por qué suena como una despedida?!—indagó furiosa—Nathan… 

El soldado limpió las lágrimas que había dejado escapar con el dorso de su mano y sonrió temblorosamente antes de abrazarla. 

 — Pase lo que pase, te mantendré con vida Scarlett— prometió susurrando en su oído— Si tu vives, entonces nada más importa 

La muchacha observó sus ojos verdosos plagados de lágrimas, sus mejillas estaban mojadas por ellas y sus manos temblaban sobre su cuerpo. Nathan estaba asustado… aterrorizado por perderla al igual que ella no concebía la idea de perderlo de nuevo. 

— Si tu vives, entonces nada más importa— susurró ella en su oído—Pour l'éternité

Nathan se permitió observarla aún en medio del caos, con sus manos tapó sus oídos bloqueando el rugir de las armas cargadas. Se veía bellísima aún con el rostro lleno de lágrimas, aún temblando contra su cuerpo. El soldado maldijo para sus adentros sabiendo lo que pasaría a continuación. 

Con lentitud se acercó a ella presionando sus labios sobre los suyos, pero aquel beso tenía algo distinto. Ya no era como antes, no era dulce y tranquilizador… ahora era frío, repentino, asustado… era un adiós. 

— Pour l'éternité

El soldado tomó su brazo y ambos echaron a correr hacia el jardín trasero. 

La mayoría de aquellos que habían amado y consideraban amigos yacían en el césped agonizantes. Nathan buscó con desespero al teniente y su esposa pero al no dar señales de ellos arrastró más rápido aún a su esposa consigo. 

Scarlett sintió un ardor instalarse en su cuello, la marca de su maldición estaba brillando bajo su cabello alborotado.  La chica soltó las manos de su prometido separándose y perdiéndose entre el caos. 

— ¡Scarlett!

La castaña volteó buscando a su esposo pero sólo se halló rodeada de difuntos, pero algo la hizo flaquear sus piernas. 

— ¿Qué…? ¿Qué está… pasando…?

Observó los cuerpos muertos esparcidos en el jardín, llevaban prendas de épocas pasadas, allí sobre el verde césped azotado de sangre se encontraban personas que nunca había visto en su vida. 

Tapó sus oídos cuando en su cabeza comenzaron a retumbar gritos desgarrantes, lamentos agonizantes y aullidos pidiendo libertad. 

El sonido de los disparos comenzó a hacerse cada vez más cercano. Hasta que sintió su voz entre todo el desastre, destapó sus oídos y observó a Nathan gritando a unos metros de ella gritándole que se acercará y corriera. 

Pero fue tarde cuando volvió a erguirse, un disparo sordo la petrificó sobre sus pies. El rostro del soldado se apagó y de su pecho comenzó a brotar un líquido escarlata cubriendo con rapidez su uniforme. Nathan observó a su esposa a la distancia, aún con los ojos nublados de lágrimas y cediendo al peso muerto de su cuerpo logró articular un lo siento. 

— ¡Nathan…! 

Scarlett echó a correr viéndolo desplomarse en el suelo, su pierna flaqueaba dolorosamente haciéndola tropezar entre los cuerpos que aparecían sobre el césped. Sus pasos se detuvieron abruptamente cuando una punzada fría le atravesó el corazón, con los dedos temblorosos palpeó su pecho manchando sus dedos con su propia sangre, lentamente su vestido blanco se fue tiñendo de rojo mientras su cuerpo caía al suelo. Con el cuerpo cediendo al dolor enterró los dedos en su piel sin encontrar daño alguno, no había herida alguna, pero dolía y sangraba arrastrando su vida. 

Con sus últimas fuerzas arrastró su cuerpo hasta el del hombre que amaba, tomó con esfuerzo su mano sintiéndola fría y sin vida, entrelazó sus dedos con los suyos y con el último soplo de vida corriendo por su cuerpo dejó escapar sus lágrimas bañando sus mejillas. 

— Pour... l'éternité 

El último sentimiento…

Cuando te pierdes a ti mismo, cuando tu corazón ya no late pero aún hay vida en tu pecho.

Cuando la maldición despierta, las entrañas se pudren y tu vida se condena. 

Sean bienvenidos, al Legado maldito de Scarlett Lefevbre. 

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