5-El Jardín.

Èliàn caminaba hacia su cama distraída, pensando en todo lo que había hablado con Sula. De pronto sonrió, estaba feliz de poder ver la tumba de su madre. Siempre había querido ir a su lugar de descanso y llevarle flores. Imaginaba que era un lugar bonito, lleno de paz y de olores relajantes

En cuanto llegó a la celda que le fue asignada se sentó en la cama sin percatarse de la presencia de Neithan.

- ¿Y ahora tú? ¿Todo bien? – Le preguntó Neithan a la muchacha en cuento ella llegó a la celda donde dormirían. – Andas en las nubes.

- Si. – Dijo la muchacha sonriendo y entregándole la caja de madera. – Sólo pensaba.

- ¿En que pensabas? – Preguntó Neithan recibiendo la caja, pero sin siquiera prestarle atención. - ¿Qué te dijo Sula?

- Que el medallón no se encuentra aquí. Sólo mi madre conocía su exacta ubicación y no se lo dijo a nadie.

- ¿Por eso estás feliz? – Ella se encogió de hombros - Entonces ¿Qué es lo que hay aquí? – Preguntó Neithan y ella sonrió.

- La llave.

- ¿La reliquia de Niana? – Ella asintió.

- Sula me dijo que todas las que están en manos de Mordana se encuentran en sus respectivos planetas bien custodiadas. Recuerda que aún hay algunas que no han sido encontradas y eso incluye el medallón.

- Claro.

- Sula me dijo que mi madre había programado el navegador para ubicar todas las reliquias y en cuanto todas estén en nuestras manos, el medallón aparecerá en el radar.

- El problema es que no tenemos el navegador.

- No has abierto la caja.

Él la miró con curiosidad y luego abrió la caja.

- ¿Dónde lo encontraste’?

- Al parecer mi madre tomó sus precauciones. Sula también me dijo que ella sabía que el navegador tenía un transmisor. – Neithan no respondió al momento y volvió a mirar el navegador que tenía en las manos.

- Está programado de la misma forma supongo. – Y lo encendió.

- Si lo hizo con el primero, tuvo que hacerlo con este.

- Si. – Dijo Neithan. La luz roja que indicaba la presencia de la reliquia apareció casi al instante en la pantalla. Luego Neithan lo apagó y volvió a guardar el navegador en la caja y lo puso en una mesita que estaba junto a las dos camas. - ¿Cuándo iremos por la llave?

- Sula dijo que nos ayudarían a entrar. – Sonrió con melancolía. – Pero antes me llevará a ver la tumba de mi madre.

- Que bueno. Era lo que querías desde que llegaste aquí.

Ella asintió complacida. Luego suspiró

- Sula tiene razón en algo.

- ¿En que?

- En que debemos dormir.

- Si ella nos ayudará a sacar la llave de aquí, debemos descansar.

Ella rió y asintió. Luego cada uno se acostó en la cama que habían ocupado.

***

Èliàn caminaba por un sendero en medio de la noche y llevaba la ropa de Neithan, incluyendo esa pequeña cadena que colgaba de su pretina. Ella la tocó sin mirarla y sin detenerse. El suelo tenía algunas partes verdes, pues no toda la grama había crecido.

La muchacha miraba hacia delante con curiosidad, había un espejo a poca distancia de ella.

- ¿Un espejo en medio de la nada? En medio de la noche. Es extraño – Se dijo en un susurro.

Se detuvo frente al espejo. Durante un momento mirando su reflejo. Aún no comprendía por qué llevaba puesta la ropa de Neithan. De pronto la imagen del espejo se distorsionó y rápidamente no era ella a quien miraba, sino a un hombre, era muy familiar para ella, pero no lograba recordarlo. Se parecía mucho a Neithan, pero era mucho mayor.

- ¿Quién eres? – Preguntó Èliàn.

Él hombre le sonrió y señaló hacia la cadena que pendía de su bolsillo. Ella la miró y cuando levantó la vista, la imagen había cambiado, ahora era Mordana quien se reflejaba en el espejo. Su tía le sonreía con malicia, luego sacó su mano del espejo y la dirigió hacia ella, hacia la cadena que pendía de su cintura.

Ella trató de alejarse, pero mientras más lo intentaba, más se acercaba al espejo.

Èliàn se despertó sobresaltada, se puso la mano en el pecho, su corazón latía con mucha prisa. Comenzó a pasear la mirada por todas partes tratando de orientarse y recordar donde se encontraba.

- Hola dormilona. – Dijo Neithan. De pronto se percató que estaba asustada. - ¿estas bien?

- Si. – Dijo ella sentándose. – Fue sólo un… - Lo miró por un momento. - Un sueño.

- ¿Qué soñaste? – Èliàn lo miró durante un momento y luego negó

- No es importante, sólo fue un sueño. ¿Qué sucede? ¿Qué hora es?

- Todo está casi listo para irnos. Ya amaneció.

- Tan rápido.

- Así es – Dijo Sula que había aparecido repentinamente. – Todos trabajaron toda la noche para poder recuperar la reliquia. Tenemos nuestras esperanzas puestas en ti. – Le sonrió. – ¿Vamos? – Èliàn sonrió y asintió levantándose de la cama y ella y Neithan salieron de la celda siguiendo a Sula que iba explicándoles los detalles del plan. - El refugio estará protegido mientras no estemos aquí. – Decía mientras Èliàn miraba a todas direcciones, todos estaban trabajando para lograr librarse de Olar. – Algunos saldrán para vigilar cerca de la entrada y otros para distraer a los centinelas que estén cerca. También habrá otros que alejarán a los que se encuentran en las entradas del castillo.

“Seis de los nuestros entrarán con ustedes para cubrirles las espaldas y uno los guiará hacia la ubicación de la reliquia.”

- ¿Saben donde está? – Preguntó Neithan sorprendido.

- Por supuesto. – Dijo Sula.

- Y ¿Por qué no la sacaron si sabían que estaba aquí? – Preguntó Èliàn sorprendida.

- Porque no tenemos forma de salir del planeta. Todas las naves fueron destruidas.

- Pero nosotros no podremos sacarlos Sula. – Èliàn la detuvo. – No podemos llevarlos con nosotros.

- Eso ya lo sabemos pequeña. – Le sonrió. – Lo único que queremos es deshacernos de Olar. Después, nuestros viajes fuera del planeta irán por nuestra cuenta. - Reanudaron la marcha. – Bien. – Llegaron al final del pacillo. - ¿Todos están preparados?

- Espera. – Dijo Èliàn. - ¿Cómo saben donde se encuentra ese tal Olar en este momento? Podría estar cerca de la reliquia y vernos en cuanto lleguemos.

- No tenemos certeza de eso. A pesar de que conocemos cada uno de los pasos de Olar y de que muchas veces sabemos que puede o no hacer, no lo subestimamos del todo. Ha habido momentos en que nos ha sorprendido.

- Entonces estaremos atentos en caso de que aparezca. – Dijo Neithan.

- Así es. – Sula le sonrió al muchacho. – Todos lo estaremos. – Sula iba a decir algo, pero Èliàn la detuvo.

- Sula. – Èliàn estaba impaciente. – Por favor. Quiero….

- Tranquila, lo sé. – Le sonrió a la muchacha. Luego se volvió a todos los naýneses que tenía en frente. – Preparen todo lo que falta, por favor. Yo iré a los jardines con Èliàn y regresaremos en poco tiempo.

- Yo me quedaré para ayudar aquí. – Dijo Neithan y le sonrió a Èliàn.

- Bien. – Dijo Sula. – Sígueme pequeña.

Las dos comenzaron a caminar de regreso y en cuanto se alejaron de la zona iluminada de las celdas viraron a la derecha y siguieron derecho hasta llegar a una puerta de madera algo desgastada.

- Esta es la salida hacia los jardines del castillo. Olar no acostumbra a salir y este lugar no está vigilado, no al menos esta parte de los jardines, está oculto por los muros, los jardineros del castillo ni siquiera saben que esta parte de los jardines existe. Nosotros lo cuidamos durante mucho tiempo hasta la llegada de tu madre y seguimos manteniéndolo, por ella. – Miró a la muchacha y le sonrió. – Aun así ten cuidado, no estamos tan seguros de que lo conozcan ya. – Sula abrió la puerta y las dos salieron.

En medio del terror que se vivía en Niana, el jardín era un lugar que hacía a las personas olvidar todas las tristezas dentro del planeta. Era un lugar pequeño rodeado por muros del castillo, como había dicho Sula. Los árboles eran tan altos que cubría todo el lugar de los rayos del sol y al mismo tiempo lo iluminaban filtrándose por entre las densas ramas. A pesar de que era de mañana, por la espesura de los árboles el jardín se veía oscuro repleto de las sombras de las frondosas ramas y por eso se podían ver  luciérnagas flotando en el ambiente. El suelo estaba cubierto con grama de un verde muy vivo. En resumen, el jardín era un lugar que llenaba el alma de paz y esperanza a quienes lo visitaban.

Èliàn entró seguida por Sula y las dos caminaron hacia el centro del lugar, hacia el roble más grande que se encontraba en el centro. Se detuvo justo al pie del roble, donde se encontraba una especie de lápida de madera y en el centro de la lápida había una figura extrañamente familiar para Èliàn: parecía un diamante con la forma de un dragón. Èliàn se dedicó a mirar la lápida durante un momento y luego se dejó caer de rodillas. Debajo de la figura que estaba dibujada en la lápida había unas palabras escritas: Para Ìhan: Juntos hasta la eternidad.

- Estás aquí. – Dijo en un susurro perfectamente audible. Sus ojos se enrojecieron – Te encontré. – Unas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. – Por fin te encontré. ¿Por qué te fuiste? ¿Qué estabas haciendo para dejarme sola?

- Ella intentaba protegerte pequeña. – Dijo Sula acercándose a la muchacha y poniendo sus manos en sus hombros.

- Pero yo quería verla, hablarle. Quería compartir con ella. ¿De que me estaba protegiendo?

- Eso ya lo sabes Èliàn. – Dijo Sula y la muchacha cerró los ojos. – Aunque le dije que se lo reprocharías, ella se mantuvo alejada para evitar que te buscaran hasta que tuvieras la edad suficiente para cuidarte.

- El medallón no está aquí. Nadie más que ella sabe dónde está.

- Así es, solo ella lo sabe. ¿Y sabes? Fue mejor así. De ese modo no tendría que mentir para ocultar su ubicación.

Èliàn asintió. Luego se levantó.

- Bien. – Miró a Sula – Creo que quería ver donde estaba.

Sula asintió.

- Vamos por la reliquia. – la muchacha asintió y las dos salieron del jardín en dirección a su objetivo.

En unos minutos se encontraban junto a Neithan y los demás. El muchacho la miró y se dio cuenta que tenía los ojos rojos.

- ¿Estás bien? – Preguntó Neithan poniendo la mano en su hombro con preocupación.

- Si. No te preocupes. – Le sonrió.

- Bien. – Dijo Sula. – ¿Cómo quedó todo?

- La entrada al refugio está vigilada y tenemos centinelas cerca del castillo. – Dijo uno de los naýn.

- Estuvimos investigando y no hay guardias en los calabozos. – Dijo Neithan. – Podremos entrar sin problemas, pero las cosas se complican llegando a los límites de los calabozos. Creo que eso podremos solucionarlo en cuanto nos topemos con esa dificultad.

Èliàn rió.

- Las improvisaciones son nuestro fuerte.

- Entonces no perdamos más tiempo. – Dijo Sula. Puso la llave en la cerradura de la puerta y la abrió.

Con una rapidez asombrosa, los naýn entraron y desaparecieron de la vista de Èliàn.

- ¿A dónde fueron? – Preguntó la muchacha sorprendida.

- Eso fue asombroso – Dijo Neithan.

- Tranquilos. – Dijo Sula. - Están ocultos, los cubrirán. Vayan. Yo cerraré aquí. – Besó a Èliàn en la frente. – Tengan cuidado. – Dicho eso cerró la puerta.

- ¿Tienes el navegador? – Preguntó Èliàn.

- Si. – Dijo Neithan y lo encendió. – Vaya, que tecnología.

En la pantalla se visualizaba un mapa completo del castillo, mostraba la ubicación de donde ellos se encontraban y la de la reliquia.

Comenzaron a caminar.

- Hay una entrada por aquí. – Dijo Èliàn y los dos viraron hacia la derecha y comenzaron a subir unas escaleras. Cuando estaban llegando al final de estas, Neithan la detuvo.

- Espera. – Dijo, la adelantó hasta llegar a los últimos escalones. Se asomó con cautela, luego volvió la mirada a Èliàn. – Hay un guardia en la entrada. – Le dijo en un susurro casi inaudible.

- ¿Qué vas a hacer?

- Los naýneses no han hecho nada aún.

- No podemos esperar Neithan. Debemos actuar ahora.

- Bien. – Neithan sacó un arma de su cinturón y le apuntó desde donde se encontraba. Pero el muchacho no tuvo tiempo de disparar, el vigía cayó repentinamente. Luego se materializó un naýn, les sonrió y luego les indicó que pasaran.

- Gracias. – Dijo Èliàn  y el naýn desapareció.

En pocos segundos se encontraban en los límites de los calabozos. Las puertas estaban entre abiertas.

- Mira – Dijo Neithan. – Las puertas están abiertas. Que extraño. – Miró a Èliàn. - ¿No dijo Sula que estas puertas permanecían cerradas?

- ¿Crees que sea una trampa?

- No lo sé. Podría ser.

- ¿Qué vamos a hacer?

- Arriesgarnos. Necesitamos recuperar la reliquia. – Le sonrió. – Sabíamos que algo como esto sucedería.

Ahora Èliàn sacaba su arma y el muchacho abrió la puerta para entrar, también con su arma en la mano.

Neithan le hizo señas a Èliàn para que fuera hacia la izquierda y él se dirigió a la derecha. Pero no encontraron nada.

La estancia era larga y tenía muchas columnas. Las paredes estaban cubiertas de cuadros y el suelo parecía ser de mármol gris y negro. Èliàn y Neithan caminaban con cautela y cubriéndose con las columnas. Al final de la estancia había una gran silla de respaldo alto sobre tres escalones, lo que les confirmaba que se encontraban en la sala del trono del gobernante de Niana.

No habían llegado a la mitad de la estancia cuando las puertas se cerraron detrás de ellos con un gran estruendo. Neithan y Èliàn se sobresaltaron y miraron hacia atrás, intercambiaron miradas y luego siguieron adelante, pero no lograban encontrar una entrada.

- ¿Qué aquí no hay alguna entrada? – Preguntó Neithan en un susurro.

- Sula dijo que había una cerca del trono, del lado derecho.

- Espera. – Dijo el muchacho y ambos se detuvieron. – Revisaré si vamos en el camino correcto. – Dijo Neithan y sacó en navegador.

En ese momento Èliàn corrió hacia él y lo empujó, y metió su espada para evitar que la hirieran. Neithan cayó al suelo y ella se enfrentaba con algo que el muchacho no podía ver, pero el ruido de las espadas al tocarse le indicó que había alguien más ahí. El muchacho se levantó y sacó un arco y una flecha de no se sabe donde y apuntó hacia donde estaba Èliàn, pero no a ella directamente, sino a donde debía estar la figura con la que se estaba enfrentando. En cuanto pudo, disparó la flecha y la criatura cayó muerta, rápidamente se materializó. Era un felino con armadura.

- Vaya. – Dijo Neithan. – Los felinos también están aquí. – Suspiró. – Veo que han aprendido mucho, ya hasta usan ropa.

- Los naýneses son buenos maestros. – Dijo Èliàn riendo.

Neithan volvió a revisar el navegador.

- Es impresionante esta tecnología.

- ¿Por qué lo dices?

- Muestra a todos los que se encuentran aquí, a pesar de que no puedes verlos.

Èliàn se quedó mirando al muchacho que pareció comprender lo que él le había dicho y la miró.

- Lo que significa que…

Todo fue muy rápido. Neithan guardó el navegador y sacó su espada, pero nadie los atacó, todos seguían sin moverse en la estancia.

- ¿Serán los naýneses? – Se preguntó Neithan.

De pronto, uno a uno todos comenzaron a aparecer, eran los felinos y algunos tenían de rehenes a los naýneses que los habían estado cubriendo.

- Fue una proeza que hayan podido entrar en el castillo. – Rió un hombre un poco robusto que vestía con una toga azul y varias estolas negras. No era un naýn, era un roulan, del planeta stubar, que se encontraba en la galaxia Ols. Tenía tres ojos y el cabello era vino tinto. También tenía cuatro pies y dos manos. No era muy blanco, pero tampoco era moreno. – supongo que eso es lo que creen. – rió con sarcasmo. – Como se que no me conocen, me presentaré ante ustedes. – Se detuvo y luego hizo una reverencia. – Yo soy Olar y… - Se interrumpió al ver a Èliàn un tanto sorprendido y rápidamente su semblante se tensó.

- Pues usted parece conocerme. O tal vez me confunde. – Èliàn sonrió con sarcasmo. – Me presentaré para sacarlo de dudas. – Èliàn hiso una reverencia. – Mi nombre es Èliàn de Shainy – La tensión de Olar se disipó casi por completo y Èliàn rio. – imaginé que me confundiría con mi madre.

- Así que la hija de Èhlian. ¿Por qué apareces ahora? ¿No crees que sea muy tarde ya? ¿Y cuándo se supone que Èhlian tuvo una hija? Ni siquiera sabía que estaba casada.

- Muy tarde. ¿Para qué? Para hacer lo que vine a hacer necesitaba solo tomar la iniciativa. Sin importar si hacerlo antes, o después o cuando fuera.

“Mi madre me mantuvo oculta para que nadie supiera de mí. Ni siquiera mi tía sabe que existo.”

- Eso ya no es importante. – Le sonrió. – Seas o no la hija de Èhlian, ambos serán apresados por invadir mi propiedad.

- ¿A que se refiere con su propiedad? – Preguntó Neithan. – Si usted no se ha dado cuenta se encuentra en un planeta donde nadie es igual a usted. Está en un lugar donde no debería estar.

- Creo que ustedes también. – Dijo Olar cansinamente y comenzó a mover la mano de un lado a otro señalándolos – No caeré en polémicas. – Luego miró a los guardias. – Aprésenlos.

Los felinos que quedaban libres fueron hacia ellos. Ella y Neithan ya tenían sus espadas desenfundadas y comenzaron a defenderse.

- Y yo que pensaba que sería fácil. – Dijo Èliàn

- Todo tiene sus dificultades, preciosa. – Dijo Neithan que se agachó y pasó su espada por las piernas de los felinos que lo atacaban.

- Lo se, - Dijo Èliàn que en ese momento saltaba y luego le cortaba la cabeza a uno de los felinos que luchaba con ella. – Pero no pensé que llegara a esto.

Neithan se agachó y la muchacha golpeó a uno de los felinos que iba hacia ella, luego levantó la mano y un brillo azul salió de esta y de ahí varios rayos del mismo color que tocó el pecho de todos los felinos que se encontraban ahí, desintegrándolos.

Èliàn miró a los naýneses que se encontraban con ellos, aquellos que habían sido apresados, ella asintió y los naýneses se desvanecieron. Unos segundos después una puerta cerca del trono se abrió de golpe, Neithan comenzó a correr hacia allá y Èliàn miraba hacia todas direcciones.

- ¿Dónde está Olar? – Preguntó.

Neithan se volvió y para su sorpresa se desvaneció.

- Neithan. – Dijo la muchacha, pero él no se encontraba por ninguna parte. – NEITHAN.

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