4-Niana

- ¿Cómo llegaste a la vía láctea?

Habían pasado tres días desde la repentina visita del caballero de fuego. Neithan y Èliàn se encontraban en la sala de mando de una nave y la ella había entregado el navegador a Neithan para conectarlo a la nave y tener más alcance para rastrear las reliquias. En ese momento Èliàn estaba empacando lo que llevarían en el transbordador para estar preparados para el momento que les toque descender.

- Por las reliquias. – Dijo Èliàn. Una vez terminar con la tarea que se asignó, fue a sentarse junto a Neithan. – Hasta que no tuve contacto con Alanna, no sabía que estaban ahí. El navegador dejó de emitir señal alguna en cuanto visualicé la tierra.

- ¿Y por qué entraste entonces?

- Porque la señal del navegador me había llevado hasta ahí. Después de eso descubrí que había Drakens y eso me desvió. La presencia de Mirjana y los portales fue muy poderosa. Hacía mucho que no sentía una energía tan grande como esa.

- ¿Había dragones ahí? A parte del hijo de Mot– Preguntó Neithan sin apartar la vista de la pantalla.

- Si. – Èliàn sonrió. Luego lo miró. – Nuara y Rembrand.

En ese momento la señal apareció en la pantalla del navegador con más intensidad. Comenzaron a manipular los controles para seguir la señal.

- A la derecha. – Dijo Èliàn, Neithan y la nave viró. Después ambos levantaron la mirada y observaron un planeta verde con dos estrellas girando a su alrededor.

- ¿Niana? – Preguntó Neithan sorprendido. – Pero ¿Cómo es posible? Ya estuvimos aquí. – Neithan miró a Èliàn. – Aquí no hay reliquia.

- ¿Estás seguro?

- Ya estuvimos aquí. – Repitió Neithan. – y se supone que el navegador estuvo aquí y no emitió señal alguna. ¿Por qué ocultarían una reliquia en Niana?  Son personas pacíficas. Una reliquia aquí sería… como decirlo. Ilógico, no se opondrían a Mordana. - Èliàn comenzó a reír. -¿De qué te ríes? ¿Qué es lo gracioso? – Preguntó Neithan con curiosidad.

- Te recomiendo que no subestimes a una raza sólo por ser pacífica.

- Lo dices por Drake ¿Cierto? Pero ellos siempre se protegieron, manejaban las espadas. Aunque fueran pacifistas, sabían como defenderse.

- Nunca creas lo que vez.

Neithan la miró unos segundos y luego desvió la mirada hacia el planeta.

- De todos modos, una reliquia en Niana es extraño. Aun no comprendo por qué la reliquia está aquí.

- A lo mejor es la reliquia del planeta. – revisó el navegador. – Según esto, a ellos les pertenece la llave de oro. – Miró a Neithan - ¿Crees que Mordana no la tenga todavía?

- Si, es lo más probable. Tal vez Mordana la dejó, lo que no creo es que no esté protegida.

- Entones es posible que esté en Armond. Cerca de ella. – los dos se miraron. – cualquier ataque y cualquier intento de robo…

- Sí. Tiene sentido. Pero pienso que si las tiene en Armond, es sólo para entregarlas al Emperador. No se arriesgaría a tenerlas cerca de ella, el Emperador podría tomarlo como una traición. - Neithan detuvo la nave. - Bien. – Dijo el muchacho levantándose de la silla. - ¿Qué esperamos?

Ella le sonrió, tomó su navegador y lo siguió. Subieron al trasbordador y se alejaron de la nave rumbo al planeta.

- Quien estará gobernando este planeta. – Preguntó Neithan.

- No lo sé. Los reyes y/o Emperadores están prácticamente muertos. O al menos los que estuvieron bajo el mando antes de la caída de Shainy.

- A Mordana solo le interesa tener gente que pueda manipular.

- Entonces, tal vez este planeta esté bajo el mando de alguien leal a Mordana. – Ninguno volvió a hablar y se limitaron a observar la inmensa cantidad de ciudades artificiales que rodeaban el planeta.

- Deben haber soldados ahí. Si atacan la nave, descubrirán las reliquias. ¿No debería quedarse alguien dentro? – Èliàn lo miró. Y Neithan rio.

- No te preocupes. Tengo mis precauciones.

La muchacha lo miró sin comprender. Luego volvió la mirada al navegador.

Hubo una especie de turbulencia cuando el transbordador entró en la atmósfera del planeta. Unos segundos después el cielo azul tenía los colores del atardecer, y el la lejanía, en el horizonte los dos soles se estaban ocultando tras las montañas verdes. Los dos miraban maravillados el paisaje sin decir nada más. Neithan maniobró los controles del  trasbordador y en poco tiempo aterrizó.

- Siempre he pensado que este lugar es hermoso. – Dijo Èliàn mientras bajaba de la nave seguida por Neithan.

- Ah, veo que ya habías estado aquí. – quiso confirmar Neithan. Cerró la puerta del transbordador y los dos comenzaron a caminar con parsimonia alejándose de este.  

- Antes de que mi madre muriera. Ella me trajo aquí. – Neithan se detuvo y la miró sorprendido.

- ¿Èhlian murió? – Preguntó incrédulo.

- Si. – Dijo la muchacha. - ¿No lo sabías?

- ¿Lo sabe mucha gente?

- Pues… no lo sé la verdad.

- Claro que no. Para todo el mundo Èhlian desapareció, pero nada más.  – Neithan comenzó a caminar de nuevo y la muchacha lo siguió. - ¿Has venido a ver su tumba?

- No – Dijo Èliàn. – Ni siquiera sabía que la tumba de mi madre estaba aquí. Me enteré hace unos pocos años. – Suspiró - Ella desapareció después que vinimos y no volví a verla.

- ¿Y que sucedió con el medallón? – Èliàn se encogió de hombros.

- No lo se. – dijo la muchacha y suspiró. – supe que ella tenía la reliquia de Shainy pero no fue sino hasta que se fue y me dejó aquí. Y supe de su muerte antes de un año. Después de eso nadie mencionó el medallón de nuevo.

- ¿Y cómo supiste de su muerte si no volviste a verla?

- Por un naýn. – dijo la muchacha. – En mi niñez viví en una nave, de una ciudad artificial a otra. Al parecer mi madre, después de desaparecer seguía cuidándome. Siempre estuve rodeada de naýneses y fui criada por una de ellos. Actualmente vive aquí, en su planeta.

- ¿Fue él quien te dijo que tu madre había muerto?

- Ella – Corrigió Èliàn – Y sí. Ella me lo dijo.  

Neithan estuvo reflexionando sobre las palabras de Èliàn, luego se detuvo y la miró.

- Espera. ¿Dices que la tumba de tu madre está aquí?

- Si.

- ¿Sabes quién la trajo? ¿O cuándo?

- No. – Dijo y reanudaron el paso. - Supe que la tumba estaba aquí hace unos años. Pocos años. Intenté venir varias veces pero siempre había algo que me lo impedía.

- ¿Quién te lo dijo? – Èliàn iba a responder pero se contuvo. - ¿Èliàn? – De pronto se detuvo y lo miró.

- ¿Crees?... ¿Tú crees…? – De pronto rio escéptica. – No. No creo que…

- ¿QUÉ? – Preguntó Neithan con insistencia.

- ¿Crees que el Medallón esté aquí? – Los dos se miraron. Entonces Èliàn sacó el Navegador y lo encendió. Durante unos minutos no ocurrió nada y de pronto comenzó a emitir un sonido y en la pantalla apareció un punto rojo. Volvieron a mirarse. – Hay una reliquia. – Neithan asintió y comenzaron  gritar eufóricos y a abrazarse.

- ¿Crees que sea el medallón? – Preguntó Èliàn.

- Puede ser. O puede ser la llave de oro.

- Tal vez Sula sabe algo. Ella conocía muchas cosas de mi mamá. Me atrevo a decir que sabe cosas muy secretas de ella.

- ¿Crees que sabe dónde está el medallón?

- No lo sé. Pero de lo que sí estoy segura es que ella nos puede ayudar mucho. – Aceleraron el paso y no dijeron nada más y cuando llevaran media hora caminando se escuchó una explosión cerca y ambos se detuvieron. A lo lejos, a pesar de la oscuridad que estaba comenzando a caer se pudo observar una gran nube de humo entre los árboles.

- ¿Qué perturba la tranquilidad de este lugar? – preguntó Neithan.

- No lo se, pero no es buena señal. – Comenzaron a correr mientras sus capas se elevaban a sus espaldas – Lo que sea está en la ciudad.

Después de correr durante varios minutos, tuvieron que disminuir la velocidad para adentrarse entre los árboles en dirección a la ciudad. En cuanto llegaron a los límites del bosque, se ocultaron entre los árboles para poder observar.

Afortunadamente la ciudad quedaba cerca y desde donde se encontraban tenían una vista casi perfecta.

Había muchas casas destruidas, algunos naýneses estaban en el suelo y también algunos felinos. También había humanos vestidos de negro, llevaban pantalones, botas y chaquetas que parecían ser de cuero. Había un muchacho de cabello negro y liso, era muy blanco y estaba vestido también de negro con algunos tonos grises. Por lo que Èliàn y Neithan pudieron entender, era el que mandaba a los felinos.

Los naýneses eran de piel verde manzana, cabello rojo, ojos azules y algunos llevaban lo que parecía ser un vestido color azul, otros vestían de amarillo. Las mujeres tenían un cuerpo de modelo casi perfecto, pero algunas parecían tener exceso de piernas y otras de brazos.

- Es Sula – Dijo Èliàn señalando a una de las mujeres que tenían como prisioneras, la mujer era un poco mayor, estaba vestida de beige, pero ella no tenía los brazos o las piernas gruesas, en su lugar tenía los pies muy grandes y gordos. - ¿Qué es eso?

Èliàn señaló a los hombres que vestían de negro. Se dio cuenta que en la manos tenían dos dedos.

- Son del planeta siete – Dijo Neithan, - de la galaxia neutra, son siebras.

- Jamás los había visto. ¿Quién ordenó este ataque? – Èliàn no apartó la vista de lo que estaba sucediendo.

- Posiblemente Mordana.

- Pero, ¿Por qué? – Preguntó la muchacha. - ¿Cuál pudo ser el motivo? Nadie en su sano juicio atacaría este planeta. Nadie sabe que mi madre se encuentra aquí.

Neithan reflexionó sobre las palabras de la muchacha, la miró unos segundos y luego abrió los ojos en señal de comprensión.

- Dame el navegador. – Le dijo a Èliàn.

- ¿Por qué? – Preguntó ella con curiosidad.

- Sólo dámelo.

Èliàn lo miró durante unos segundos y luego lo sacó de su cinturón y se lo entregó a Neithan. Ella no tuvo tiempo de decir o hacer algo, Neithan lo sacó del forro y lo lanzó al suelo y lo pisó hasta destruirlo.

- ¿Neithan por qué…?- La muchacha se interrumpió. Neithan se agachó y comenzó a buscar entre los trozos del aparato ya destrozado y tomó un pequeño cubo transparente con el centro negro. Parecía tener un extraño líquido.

- Saben que estás aquí. – Dijo Neithan, dejó caer el cubo al suelo y lo pisó esparciendo el líquido. – Colocaron un pequeño transmisor en tu navegador.

- ¿Cómo no me detectaron antes?

- Es un transmisor muy antiguo. – dijo Neithan y volvieron la mirada hacia la ciudad. – se activa cuando el aparato donde se coloca es encendido.

- ¿Qué haremos ahora? – Preguntó Èliàn sin apartar la vista de la escena.

- Supongo que lo que vinimos a hacer.

- Pero esto lo cambia todo Neithan. Ellos están detenidos. – señaló hacia la ciudad.

- Lo se. – Dijo el muchacho. – Supongo que los ayudaremos. Creo que es la única forma de saber donde está la tumba de tu madre.

Estuvieron mirando hacia la ciudad durante un rato, buscando una forma de llegar hasta los naýneses.

- Creo que si esperamos a que anochezca podemos acercarnos sin que nos vean. – dijo Neithan.

- Espero que tengamos el tiempo que necesitamos. – Dijo Èliàn.

En realidad no tuvieron que esperar mucho pues cuando llegaron faltaba poco para que comenzara el ocaso y ya habían encendido algunas fogatas, muchos de los prisioneros estaban amarrados a un árbol y otros atados en grupos sentados en el suelo.

- ¿Están dormidos? – Preguntó Èliàn.

- Eso creo. – Dijo Neithan. – Es nuestra oportunidad.

- Si. – dijo ella y comenzaron a rodear el campamento caminando con lentitud para evitar hacer el menor ruido posible. – Si nos movemos hacia allá, podremos estar más cerca. – señaló unos árboles cerca de aquel en el que estaban amarrados los prisioneros. Neithan asintió y los dos se dirigieron hacia donde ella había señalado. En poco tiempo ya se encontraban a unos pocos pasos de los prisioneros.

- ¿Sula es la que tiene los pies grandes? – Preguntó Neithan y Èliàn asintió.

- La del vestido azul.

Neithan cerró los ojos y Èliàn no apartaba la vista de los prisioneros. De pronto Sula se sobresaltó y comenzó a mirar a todas partes, luego dejó de hacerlo y unos segundos después asintió. Neithan abrió los ojos.

- ¿Qué le dijiste? – Preguntó Èliàn.

- Que estás aquí conmigo. Que no se preocupe que los ayudaremos pero que tiene que tener un poco de paciencia y que no haga o diga nada que nos pueda delatar.  

- Bien. – Dijo la muchacha. - ¿Qué haremos?

- Hay centinelas allá – Señaló hacia los árboles que estaban frente a él, del otro lado del bosque. – Allá – Señaló hacia unos árboles un poco más cerca de del bosque, pero del lado derecho. – Y allá. – Señaló hacia un sendero que se encontraba a la izquierda de donde ellos se encontraban. – No son muchos, pero si nos descubren no tendremos el tiempo suficiente para neutralizarlos y pueden descubrirnos.

- ¿Cuántos hay? – Preguntó la muchacha.

- Están divididos de dos en dos.

- No son muchos. ¿Por qué no podríamos neutralizarlos?

- Pensé que habías venido.

- No comprendo.

- Ese sendero – Señaló a la izquierda. – lleva directamente a la ciudad principal, donde se encuentran los refuerzos y los gobernantes del planeta. – Dijo Neithan. – Si nos descubren, pueden dar la alarma.

- Pero podremos evitar que lleguen al sendero.

- No a todos. – Dijo – Puedo ver a los centinelas cercanos, pero no puedo ver a los que se encuentran entre los árboles más adentro del bosque.

Èliàn rió.

- Entiendo. – Dijo ella. – A esos puedo buscarlos yo.

- ¿Cómo? – Preguntó Neithan extrañado.

Ella sonrió y luego cerró los ojos y comenzó a explicarle a Neithan mientras no los abría.

- Mi madre me enseñó a hacer esto. Cierro mis ojos y pienso en todos los puntos límites del busque. En mi mente puedo visualizar el mapa exacto de todo el lugar, es como una vista en infrarrojo.

- ¿Cómo lo haces? – Preguntó Neithan.

- Conectando mi mente con la de los centinelas.

Abrió los ojos y estaban completamente blancos, luego el color cambió era como un camaleón.

- Hay uno allá – Señaló hacia el frente, - otro allá – señaló hacia una parte cerca del sendero. – Otros dos a la derecha de los que viste en frente y unos tres más lejos.

La muchacha suspiró y cerró los ojos.

- Son demasiados. – Volvió a abrirlos.

- Se de alguien que puede ayudarnos. – Dijo Neithan.

- ¿Quién? – Preguntó Èliàn. El muchacho sonrió.

- Ya lo verás.

Neithan sacó un aparato parecido a un radio y tenía una pantalla sobre unos botones con unos símbolos extraños que se parecían a las figuras geométricas.

- ¿Qué es eso? – Preguntó Èliàn.

- Deja de ser tan impaciente. Espera un poco.

Ella no dijo nada, lo miró unos segundos y luego volvió la cabeza hacia el campamento de los siebras. Unos minutos después un ruido se escuchó seguido de unos pasos apresurados.

- Intenta ver si los centinelas del bosque siguen ahí.

La muchacha volvió a cerrar los ojos y luego los abrió, al igual que momentos antes, sus ojos cambiaban de color.

- Se mueven. – Dijo. – Se alejan, algunos van hacia el sendero y otros se alejan del bosque hacia el norte. – Cerró los ojos y cuando volvió a abrirlos, volvieron a ser normales.

- ¿Qué hiciste? – Lo miró.

- ¿Recuerdas que dije que tenía precauciones para cuidar la nave? – Ella lo miró

- Si.

- Esa es una de las cosas que puede hacer. – Volvió la mirada hacia el campamento. – Creo que ya podemos acercarnos.

- ¿Y los que están cerca?

- Los instrumentos de comunicación fueron interceptados, no emiten señal alguna, quedan muy pocos cerca, podremos sacar a los naýneses y salir sin ser vistos, sólo que no tendremos mucho tiempo, si descubren la falsa alarma regresarán.

Èliàn y Neithan salieron y fueron hacia los prisioneros. Unos segundos después cuatro de los soldados salieron de entre los árboles.

- Tú desátalos – Dijo Neithan y sacó su espada y fue hacia las cuatro figuras que iban corriendo hacia ellos.

- Èliàn. – Dijo Sula con emoción.

- Tranquila, vamos a sacarlos de aquí. – Dijo la muchacha mientras los desataba.

Pero los nudos estaban muy apretados así que ella sacó una pistola y la apuntó a las cuerdas, luego disparó y unos cuadritos blancos salieron de esta, se pegaron a las cuerdas y estas se rompieron. Todos los naýneses se levantaron.

- Ocúltense. – Dijo Èliàn y sacó su espada y fue a ayudar a Neithan. Dos de los siebras se alejaron del muchacho y fueron hacia ella. Unos minutos después los siebras estaban inconcientes.

- Bien. – Dijo Neithan, - Salgamos de aquí antes de que lleguen refuerzos y nos atrapen.

Comenzaron a correr y se internaron entre los árboles.

- Sígannos, iremos al refugio. – dijo Sula.

- ¿Refugio? – Preguntó Neithan. - ¿Hay rebeldes aquí?

- Los pocos que nos resistimos al yugo de Olar. Pero no todos se atreven y contradecirlo.

- ¿Quién rayos es Olar? – Preguntó Èliàn.

- El gobernante del planeta impuesto por Mordana.

- ¿Qué significa rayos? – Preguntó Neithan.

Se detuvieron entre una concentración de árboles más densa.

- La entrada se encuentra cerca. – Dijo uno de los Naýn que se metió entre los árboles y unos segundos después un ruido se escuchó. – Pueden entrar. – Dijo y todos comenzaron a internarse entre los árboles. Comenzaron a bajar unas escaleras de piedra puestas en caracol, Neithan fue el último en entrar.

- ¿Dónde estamos? – Preguntó Èliàn.

- Este es un pasadizo que lleva a nuestro refugio.

- Y ¿Dónde se encuentra eso? – Preguntó Neithan.

- Debajo del gran castillo.

- Espera. – Èliàn detuvo a Sula. – ¿Están bajo las narices de gobernante? ¿De este tal Olar?

- Mientras más cerca del enemigo más seguros estamos. – Dijo uno de los naýneses.

Reanudaron la marcha hasta llegar a una estancia muy grande y llena de antorchas.

- Estos son los calabozos del castillo – Dijo Sula. – Aquí era donde Olar torturaba a los prisioneros.

- Entonces no están seguros. Olar puede venir y descubrir que se encuentran aquí.

- Hace tiempo que no lo hace, - Dijo Sula. – Se la pasa oculto en el salón principal del castillo dese la última vez que Mordana vino. Quien sabrá que le habrá dicho para que se olvidara de nosotros y se enclaustrara en la mansión.

- Lo único que hace es delegar órdenes – Dijo uno de los naýneses. .

- No es correcto subestimar a nadie. – Dijo Neithan

Èliàn lo miró y comenzó a reír.

Estuvieron caminando y pasando a través de celdas sin barrotes hasta que se detuvieron frente a una puerta que parecía ser de madera. Sula abrió la puerta y Èliàn y Neithan se sorprendieron.

El lugar parecía tener todo lo que necesitaban. Se encontraban en otra tanda de celdas, pero en esta ocasión estaba completamente iluminado y los naýneses se veían tranquilos. Había camas para todos en las celdas y muchos niños corrían felices.

- Es increíble. – Dijo Èliàn. - ¿Cuánto tiempo han soportado? – Preguntó.

- Desde hace mucho tiempo – Dijo uno de los naýneses y luego fue rodeado por dos niños y se alejó con ellos.

Sula le hizo una seña a una muchacha, para que se acercara a ellos.

- Lleva al joven para que descanse, - Le indicó a la muchacha hablando de Neithan. – Prepara junto a él otra cama para ella y deja todo preparado, ella irá en un momento.

Neithan agradeció la atención y se alejó con la muchacha naýn. Sula miró a Èliàn.

- Hacía mucho tiempo que no te veía pequeña.

La muchacha rió.

- Hacía mucho tiempo que no me llamabas pequeña.

- Es cierto. – dijo Sula. – Pero sígueme, vamos a ponernos cómodas.

- No nos quedaremos mucho tiempo Sula, lo sabes bien – Sula asintió con pena. – Vengo por dos razones y creo que tú conoces una de ellas.

- Si. Supongo que quieres ver la tumba de tu madre. – dijo.

- Así es. Me gustaría ver donde están sus restos.

- No están muy lejos de aquí, pero quisiera que nos pusiéramos al día antes de que vayas a visitar a tu mamá. Ahora dime, ¿Cuál fue el otro motivo por el cual viniste’?

- Bien. – Las dos comenzaron a caminar hasta detenerse en una de las celdas donde había dos camas vacías. Èliàn se sentó en una y Sula en la otra. – Supongo que sabes que el navegador de mi madre está programado para encontrar las reliquias perdidas.

- Así que decidiste emprender el viaje en busca de las reliquias. – ambas rieron y Èliàn asintió. – No te creí capaz.

- Yo tampoco lo pensé.

- Eras una niña asustadiza, tímida, le tenías miedo a casi todo.

- Pero ya no Sula. Vi muchas cosas y viví otras que no quisiera recordar cuando nos separamos. Todo eso me hizo ver que era el momento de terminar lo que comenzó mi madre.

- Eso está bien. – Sula sonrió. – Pero que tiene que ver Niana con el navegador de tu madre.

- El navegador me trajo hasta aquí. Quisiera que me sacaras de una duda.

- Haré el intento.

- La tumba de mi madre se encuentra aquí. Supongo que sabes que ella tenía el medallón de Shainy cuando desapareció. Neithan y yo pensamos que…

Sula le interrumpió.

- El medallón no está aquí. Dudo mucho que lo encuentres por ahora.

- ¿Por qué?

- Porque el navegador fue programado para encontrarlo, pero una vez que tengas todas las otras reliquias, o al menos, la gran mayoría.

- ¿Quieres decir que hasta que no tenga las demás, no podré encontrar el medallón?

Sula asintió.

- Ella así lo dispuso. - Èliàn se cubrió la cara con las manos. – No sé cuáles fueron sus razones pero quiso que fuera así.

- Todo parece más complicado. Y ahora con la pérdida del navegador se hace más difícil aún.

- ¿Cómo que con la pérdida del navegador? ¿Lo perdiste?

- No. – Miró a Sula con preocupación. Neithan y yo descubrimos que el navegador tenía un transmisor. Él lo destruyó intuyéndolo y… - Èliàn suspiró resignada

- No pequeña. Hace mucho tiempo que los siebras moran en Niana.

- Pero el navegador tenía un transmisor. Supieron que estábamos aquí.

- Si, supongo. Los siebras no aparecen dos días seguidos. Eso nos extraño mucho.

- Neithan destruyó el navegador y no tengo otra forma de encontrar las reliquias.

Sula la miró durante un momento.

- Me parece que Èhlian sabía lo que hacía.

- No comprendo.

- Tu madre sabía de la presencia del transmisor en el navegador.

- ¿Lo sabía? – Sula asintió. - Pero ¿Cómo? ¿Y no te lo dijo?

- No sé cómo y claro que me lo dijo. – Èliàn quiso protestar pero Sula se adelantó. – No te lo dije porque no tuve el tiempo. No nos separamos porque quisimos Èliàn. Nos separamos por circunstancias complejas. No tuve tiempo.  - Sula se levantó y rodó la cama donde estaba sentada, luego rodó un ladrillo de la pared y sacó una caja de madera.

- Ella me pidió que te diera esto. – Dijo entregándole la caja. – ella sabía que esto sucedería, supongo que por eso me lo dio. Es la más avanzada tecnología no conocida por tus enemigos. Ni siquiera por el Emperador.

- ¿Qué es esto?

- Ábrelo.

Èliàn la miró unos segundos y luego abrió la caja. Se sorprendió al ver que en sus manos tenía un navegador parecido al primero. – Miró a Sula sorprendida.

- Tu madre tenía un don. Ella siempre intuía las cosas y supongo que esta fue una de esas veces. – Sula le tomó la mano. – Debes terminar con esto Èliàn. Todas las galaxias, todo el universo sufre en manos del Emperador. Ella, tu madre, te dejó esta tarea. No quiero presionarte pequeña, pero eres la única con el poder para hacerlo.

- Lo se. – Dijo Èliàn. – Y agradezco tu ayuda y tus consejos.

- Ahora, con respecto a la reliquia. Aquí se encuentra una.

Èliàn se sorprendió.

- ¿Cuál?

- La de Niana. La nuestra.

- ¿No la tiene Mordana?

- Si. Pero Olar la cuida mientras Mordana no la solicite. – Sula volvió a sentarse en la cama. – Todas las reliquias están en posesión el Emperador y, lo que es lo mismo, en manos de Mordana, están en sus respectivos planetas. Ella aún sigue buscando las que no tiene. Las que nunca ha encontrado. Y eso incluye el medallón.

- Bien. – Dijo Èliàn mirando el navegador en sus manos. – Sula, necesito llegar a la reliquia. – Sula sonrió orgullosa.

- Te ayudaremos. Pero deben descansar, será muy difícil hacerlo hoy, ellos saben que están aquí y la vigilancia será muy fuerte. – Èliàn asintió. Estuvieron en silencio durante unos minutos ambas sumidas cada una en sus pensamientos.

- Sula. – La mencionada la miró - ¿Podrás llevarme a la tumba de mi madre?

- Claro que sí, pero ustedes necesitan descansar. Neithan y tú deben dormir un poco. – Sula le sonrió. – y aquí estarán seguros.

Èliàn abrazó a la naýn.

- Gracias Sula.

- No tienes que agradecerme nada pequeña.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo