CAPÍTULO 4 – HUÍDA.

Corría por las oscuras calles de Nueva York, con las ropas manchadas de sangre, desesperada, sin tener lugar a donde ir, temía volver a casa, temía que Tommy estuviese esperándome allí, sabía que lo haría, que era la única testigo de aquellos asesinatos y que él me mataría en cuanto tuviese oportunidad.

Temblaba de arriba abajo, estaba bastante alterada y apenas podía pensar con claridad, aun así, me calmé lo suficiente como para saber que debía cambiar mi aspecto a como diese lugar.

Me metí en una tienda 24 horas, y compré un colorante para mi cabello, para luego meterme en el baño de una gasolinera y cambiar mi color de pelo, sabía que no era lo ideal, pero tener un color más oscuro que mi color de pelo me ayudaría a pasar desapercibida. Además, también compré ropa limpia, y me deshice de las mías, manchadas de sangre.

Caminé y caminé, durante mucho tiempo, hasta que los pies me dolieron horrores, hasta que casi se había hecho de día, cuando me percaté de que mi móvil vibraba, mi primer impulso fue deshacerme de él, pero no lo hice.

• ¿Allison? – Preguntó alguien al otro lado del teléfono, haciendo que mi corazón se tranquilizase, tan sólo era mi hermana - ¿o me dejaras llamarte Isabel?

• ¿qué quieres? – Inquirí, secamente, y sin miramientos, mientras mi hermana se quedaba helada.

• Vaya, yo también me alegro de escuchar tu voz – me regañaba, mientras yo ponía los ojos en blanco, no podía haber sido menos oportuna. – la abuela me pide que te reitere que este año te quiere aquí para las fiestas del pueblo…

• Ahora no es un bueno momento, tengo que colgar. - dije, mientras colgaba el teléfono y lo lanzaba al río, ya que temía poder ser localizada en él. Había sido tan estúpida, quizás Tommy estuviese por allí, por algún lugar acechándome.

Metí las manos en los bolsillos, sintiendo aquel escalofrío terrorífico, como si alguien estuviese observándome desde algún lugar, descubriendo entonces, en uno de los bolsillos de mi abrigo una tarjeta. La saqué extrañada, mientras recordaba cómo había llegado aquella pequeña tarjeta allí: la había metido yo misma, tras vaciar los bolsillos de mis pantalones, lo había metido todo en mis nuevas prendas, sin ni siquiera parar a preguntarme si era algo que debía guardar o algo que debía tirar, como me había pasado con él móvil.

Perfecto, había metido una estúpida tarjeta que no servía para nada en mi bolsillo, era perfectamente genial… pero entonces lo recordé, a quien pertenecía aquella tarjeta.

Caminé hacia el otro lado de la calle, pues acababa de visualizar una cabina de teléfono, introduje algunas monedas y me deshice de mis miedos sobre si aquello era una mala idea.

• ¿Diga? – Preguntó, pero no hubo respuesta, aunque podía escuchar a alguien respirando agitadamente al otro lado de la línea - ¿quién es? – repetía, mientras el silencio seguía entre nosotros, pues ninguno de los dos estaba dispuesto a hablar- ¿Hola? – insistió, mientras yo colgaba el teléfono y me odiaba a mí misma por no haber podido contarle, la verdad.

Volví a coger el auricular y lo puse sobre mi oreja, introduje algunas monedas más, mientras me tomaba todo el tiempo del mundo para marcar, pensando en que aquella era mi única oportunidad, no duraría mucho tiempo si seguía huyendo por mi propio pie y no podía involucrar a mi familia en aquello, no después de todo lo que había pasado cuando me marché de casa aquella noche.

• ¿vas a decirme quién eres? – preguntó, tras un largo rato esperando a que contestara de nuevo - ¿o vas a llevarte toda la noche gastándome bromas al respecto?

• ¿es usted el capitán David McFarrel? – Pregunté, mientras el asentía con un ruidito afirmativo – necesito su ayuda capitán.

• ¿cuál es el asunto? – Preguntó calmado

• Quiero hacer un trato con usted, le diré el paradero de Tomas Johns, si me promete que me meterá en el programa de protección de testigos. – rogué, mientras escuchaba el silencio al otro lado de la línea, parecía que se había quedado realmente de piedra al escuchar aquello.

• ¿dónde está? – Preguntó al fin, mientras yo negaba con la cabeza.

• Eso no forma parte del trato – le espeté, bastante segura de su misma, aunque en realidad estaba cagada de miedo.

• Si no me dice dónde está no podré protegerla, señorita….

• Santiago – aseguré, haciendo que el comprendiese quien era la persona que se encontraba al otro lado de la línea.

CAPÍTULO 5 – CRUZANDO AL OTRO LADO.

Entré en la casa de aquel tipo, con las llaves que había encontrado debajo del felpudo.

Tenía una casa de lo más pija, se notaba que era un tipo con pasta, que le sobraba el dinero, vamos.

Sabía que estaría sola durante bastante tiempo, ya que él me había asegurado que iba a ir al “rio negro” a buscar a Tommy para detenerle, cosa que me pareció difícil, porque suponía que él ya no se encontraría allí, seguramente habría huido de la escena del crimen. Pero aquel policía era demasiado tozudo, así que dejé que hiciese lo que quisiese y me marché a su casa, a un lugar seguro.

Cerré la puerta y me senté sobre el sofá, intentando mantener la calma, pero no podía parar de pensar en mis amigos, en sus muertes.

Recorrí la casa unas diez veces, intentando no pensar, pero fue en vano, así que opté por poner las noticias, quizás dijesen algo sobre el paradero de Tommy o las muertes de mis amigos. Pero no hubo suerte.

Hacia las doce del medio día, me percaté de que estaba muerta de hambre, así que decidí visitar la cocina en busca de algo que llevarme a la boca, cuando, de pronto, cuando acababa de levantarme del sofá, la puerta de la casa se abrió.

• Ha escapado – me informó, haciendo que el miedo volviese a apoderarse de mí y olvidase que tenía hambre – no temas, aquí estarás a salvo. ¿Sabía Tommy sobre tu familia? – preguntó mientras yo negaba con la cabeza. Hacía mucho tiempo que no hablaba con mi familia, perdimos el contacto hace mucho, y ellos no apoyaban que yo viviese en Nueva York. Y por supuesto no había hablado con nadie sobre mi familia. - Podrías ir con ellos unos días.

• Dijiste que me protegerías si te decía dónde estaba. – le espeté de mala gana, haciendo que él me mirase resignado.

• No puedo meterte en el sistema de protección de testigos aún. - me informaba, mientras yo le miraba con cara de pocos amigos – porque aún no le hemos atrapado.

• Entonces me iré – le aclaré, aunque lo cierto era que estaba muerta de miedo, pero no quería estar en la casa de un policía que no iba a ayudarme, ni un segundo más.

• No, nos marcharemos por la mañana. – me aclaró, haciendo que yo le mirase sin comprender -Te llevaré a un lugar seguro, ya que el programa no es para ti.

Me pasé el resto del día durmiendo en la habitación de invitados, apenas almorcé y la cena fue mucho más agradable, ya que estaba muerta de hambre.

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A la mañana siguiente nos levantamos temprano para marcharnos del país, él tenía un amigo con una avioneta privada que podía llevarnos.

Su amigo nos dejó en los bosques de la provincia de Venezuela.

No os contaré los detalles sobre mi viaje hasta allí, porque sería demasiado peligroso si esta información cae en malas manos, y no quiero arriesgarme a poner a la gente que nos ayudó en un aprieto.

Tan sólo puedo deciros que llegamos hasta un hotel de mala reputación, cerca del lugar donde nací.