Capítulo 4 y 5

Capítulo 4

Los días habían pasado, y aquella noche era nuestra última noche en el país, Amir estaba entusiasmado con la cena de despedida que estábamos teniendo en el restaurante, no paraba de reír y de sonreír de felicidad. Así era mi hijo, siempre con una sonrisa en el rostro.

Comíamos animadamente, mientras Bárbara me contaba con pelos y señales como había sido el baño que se había dado con mi hijo en el enorme jacuzzi que había en su habitación.

***

Al mismo tiempo que, en el otro lado de la ciudad, Ali descansaba sobre su lujosa alcoba, mientras su esposa entraba en ella, con poca ropa sin dejar de mirar hacia él.

  • Vuelve a tu habitación, Fatima – rogó él, con desgana – hoy no tengo el cuerpo para fiestas.

Su mujer siguió caminando hacia él, haciendo oídos sordos a lo que acababa de rogarle, admirando como él, con tan solo un pantalón, caminaba hacia la puerta y salía de la habitación, dejándola totalmente sola en la estancia.

Salió a los jardines, sintiendo la suave brisa nocturna sobre su pecho, observando como su primo Hammed, hablaba animadamente con su hermana, junto a la gran fuente del centro.

  • Estuvo aquí – aseguró la joven, mientras sonreía hacia él – vino a visitar el palacio con unos amigos – explicaba, al mismo tiempo que él la miraba con detenimiento – es muy bonita.
  • Debemos guardar silencio, Habiba – rogó, aunque ella ya había decidido hacerlo antes de aquella suplica – tu hermano cometerá una locura si se entera y …
  • ¿si me entero de qué? – preguntó él, llegando hasta ellos, provocando que ambos se diesen la vuelta, horrorizados – habla – ordenó hacia su primo, con cara de pocos amigos.
  • Ella está aquí – comenzó su hermana, provocando que él la mirase sin entender a lo que se refería – es más bonita de lo que pensé – explicaba – Aurora.

Su corazón se detuvo en ese momento, incluso su mundo se detuvo, y ya no podía escuchar las palabras que su hermana y su primo le decían, tan sólo podía pensar en una cosa: ella.

  • Ahora eres un hombre casado – repetía su primo, una y otra vez, provocando que él volviese en sí – no puedes simplemente ir a verla.
  • Además – comenzó su hermana – ella también ha rehecho su vida – le explicaba – incluso tiene un hijo.
  • Claro, tienes que quedarte en el palacio – aseguraba Hammed – olvídate ya de ella, y no montes un escándalo con todo esto.
  • Su marido debe ser como nosotros – comenzó Habiba – pues su hijo se parece mucho a un niño árabe.
  • Parece que le cogió el gusto a los hombres musulmanes – bromeó Hammed.
  • ¿cuándo se marcha? – preguntó, pues era lo único que podía salir de sus labios.
  • Supongo que mañana – aseguró Hammed – así que ya es demasiado tarde para que puedas hacer nada como para que …
  • Quiero verla – rogó, provocando que tanto su primo como su hermana se mirasen, contrariados – solo una vez más.

Capítulo 5

Me miraba a través de las ventanas del auto que estaba estacionado junto al hotel, llevaba una camisa negra y un pantalón vaquero, mientras yo ayudaba a Bárbara a meter las maletas en el taxi que nos llevaría al aeropuerto.

Salió del auto, ignorando las plegarias de su hermana, porque permaneciese dentro del auto, no debió haber aceptado llevarle hasta allí, no debió haberle sacado del palacio a escondidas de los mayores. Y miró hacia mí de nuevo, observándome con detenimiento.

Amir salió del hotel junto a Jamil y se montaron juntos en el taxi, mientras él miraba hacia ellos con atención.

  • Él está aquí – aseguró Bárbara, percatándose de que nos observaba, provocando que me diese la vuelta y le descubriese.

¿cómo se atrevía a volver a presentarse ante mí, después de todo el daño que me había causado?

Caminé hacia él, haciendo oídos sordos de las suplicas de mi amiga, para luego estamparle la mano en la cara, me sentía realmente dolida de que estuviese allí. Debería haberse quedado en su palacio junto a su esposa y sus lujos.

Sucedió entonces, y antes de que me diese cuenta, el chófer salió del auto y me agarró del brazo con severidad, como si lo que hubiese echo hubiese sido lo peor del mundo.

  • Nâsser – le llamó, provocando que él mirase hacia su señor – déjala – ordenó, admirando como él me soltaba.
  • Aurora – me llamó Bárbara – tenemos que irnos.

Caminé hacia ella, sin dejar de mirar hacia atrás, donde Ali me miraba con detenimiento y dolor, como quien ve marchar a la mujer que ama, sabiendo que nunca más la volverá a ver.

No podía comprender cómo alguien como él podía haberme engañado, si con aquella mirada me decía todo lo contrario, con aquella mirada me transmitía que quería que me quedase a su lado y no me fuese jamás, pero sus actos se contradecían, pues él estaba casado con otra mujer.

Me monté en el auto, junto a mi pequeño, al mismo tiempo que lo hacía Bárbara y el taxi arrancaba rumbo al aeropuerto.

  • ¿cómo se atreve a venir aquí? – preguntaba Bárbara, molesta, hacia mí – después de todo el daño que te ha hecho, ¿cómo se atreve?
  • Todo habrá pasado en cuento volvamos a casa – la tranquilicé, mientras dejaba caer la cabeza sobre el cabecero y miraba por la ventanilla, mientras sentía como mi hijo me agarraba la mano, intentando transmitirme paz.
  • Mamá – me llamó, provocando que ladease la cabeza para mirarle – no te preocupes, estoy aquí – aseguró, provocando que sonriese agradecida hacia él, agradecida de tenerle. Era un niño tan especial, tan listo, tan extremadamente sensible que me hacía olvidar todo el dolor que su padre pudiese haberme provocado alguna vez. Era increíble la facilidad que él tenía para hacerme olvidar.
  • Lo sé, cariño – afirmé, mientras apretaba su pequeña manita sin dejar de mirarle.

Mientras, en la puerta del hotel, Ali respondía al teléfono, una vez que se hubo montado en el auto.

  • ¿qué has averiguado? – preguntó hacia su primo – no te guardes ningún detalle.
  • Tu padre encubrió tu regreso – aseguró, provocando que él comprendiese porque la mujer que acababa de marcharse para el aeropuerto, es decir, yo, hubiese rehecho su vida – todos los policías en España piensan que falleciste en el hospital, ya te lo dije
  • Ella pensó que había muerto – se percató, pues esa era la única razón que conocía por la que me hubiese olvidado de él, incluso para que hubiese tenido un hijo con otro hombre.
  • Fue toda una desgracia que la policía te encontrase aquel día, tu padre te localizó por su culpa y …
  • Solo yo soy el culpable de que mi padre me encontrase.
  • Bueno, a pesar de todo, no fue tan malo, que Omar nos encontrase.
  • Fue lo peor que pudo habernos ocurrido – aseguró – tuve que regresar a Marrakech y alejarme de la única mujer a la que amé en mi vida.
  • Fatima es una buena mujer, además de poseer una gran fortuna y ser de la realeza.
  • Para mi solo es una mujer, como tantas otras, para mí nunca habrá nadie como Aurora.
  • Tienes que olvidarte ya de esa extranjera.

Ali colgó el teléfono, al mismo tiempo que el chófer ponía rumbo al palacio.

  • Por eso no eres feliz con Fatima – comenzó su hermana, mirando hacia él con calma, pues acababa de comprender algo que nunca había entendido – por eso no puedes volver a ser el que eras.
  • Háblame sobre ese tal Said con el que padre quiere casarte – rogó, dejando claro que no quería hablar sobre aquel tema.
  • Es muy guapo – aseguró su hermana – y parece ser de buena familia – le tranquilizó – pero parece muy orgulloso y estúpido.
  • Te ayudaré a escapar si no estás de acuerdo con ese matrimonio – aseguró.
  • ¿escapar? Yo no tengo nada que perder si me caso con Said, no tengo a nadie que me espere, no tengo nadie a quien amar – explicaba – A veces me gustaría saber que se siente al amar de la manera en la que tú…
  • Considerate afortunada – alegó su hermano – puedes casarte y ser feliz con Said o con el hombre que te propongas.
  • ¿y tú? ¿cuándo vas a ser feliz tu? Quizás deberías intentar lo que Hammed dijo, por qué no lo intentas con Fatima, sobre tener un hijo.
  • La solución de un matrimonio que no siente amor no es tener un hijo. ¿por qué obligar a un niño inocente a soportar el rencor de dos padres que no se aman?
  • Pues divórciate.
  • Sabes que padre nunca lo permitirá. Además, yo ya no tengo a nadie que me espere, ella rehízo su vida.
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