DE NIÑAS COMO CECILIA Y POETAS COMO RAMOS SUCRE (1)

Alguna vez leí un ensayo de Fernando Savater, sobre la breve obra del poeta José Antonio Ramos Sucre, descendiente del Gran Mariscal de Ayacucho, prócer insigne de mi tierra natal. Hablaba también de una niña llamada Cecilia, de nueve años de edad, quien vendía agua para las flores que adornaban las tumbas del cementerio donde reposan los restos del poeta. Cecilia jugaba a las casitas en el cementerio con sus amigas. Su casa era la tumba de Ramos Sucre, la cual barría y adornaba con flores tomadas de otras tumbas porque en la de él nunca solía haberlas. Cecilia tenía ojos enormes y alborozadamente vivos sobre la piel muy morena, por cuya sombra viajaban antiguas culturas. Ella no conocía a Ramos Sucre, cuya obra apareció en el primer cuarto del siglo XX y alcanzó el pleno prestigio entre escritores y lectores hasta los años cincuenta.

Perpetuamente insomne, t

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