IV

-Srta. Cadbury  ¿dónde puedo encontrar el archivo de la Sra. Piddle? llevo días buscándolo y no logro ubicarlo - la miró curioso y medio sonrió –No debí darte tantos días de vacaciones – con las manos en la cabeza expresó - ¡la señora Piddle me volverá loco! - tocó con el puño su escritorio llamando su atención.

-Ya te lo ubico, joven Owen ¡sabía que no podías vivir sin mí! - agregó en tono de burla y salió de la oficina con una carcajada a medio completar; la puerta no se había cerrado bien, cuando inmediatamente entró la Srta. Cadbury con sus ojos como platos - lo siento Jefe, la Sra. Piddle está aquí- le dijo levantando ambas cejas.

El joven Jeremy Owen se llevó una mano a la frente en señal de cansancio y se sentó en la butaca de su escritorio.

-Hazla pasar- dijo, con gesto cansino.

-¡Buen día Inspector Owen! Lo visito de nuevo.- dijo la mujer con tono insoportable y una voz particularmente chillona que resonaba en los oídos de Jeremy como sonido de platillos; llegó vestida con un excesivo traje color rojo tan apretado que del corsé parecía que se le desbordaban los pechos y una  horrible cofia de color rubí que cubría gran parte de su rostro.

-¡Hasta lo esperaba, Sra. Piddle! Le tengo noticias. Tome asiento.-hizo un ademán hacia la silla .No podía dejar de fijarse en el lápiz labial que había manchado los dientes de la Sra. Piddle, quien mantenía una enorme sonrisa. Se acomodó el moño de la camisa. La cliente había venido casi quince días seguidos, casualmente el tiempo que Helen Cadbury había tenido de vacaciones. Pensando las palabras correctas, se expresó con una voz sutil.

-Sus sospechas eran ciertas, estuve siguiéndole la pista a su esposo por varias semanas, aquí le dejo la evidencia.- Le hizo llegar un sobre hasta sus manos –El Señor Piddle tiene una aventura con más de una mujer y en sus manos tiene nombres y direcciones para que lo compruebe - con una mano en la frente, como secándose el sudor, agregó - Sra. Piddle le recordamos el acuerdo de confidencialidad que firmó con nosotros para mantener nuestro trabajo en secreto, no queremos ser objeto de demanda por ningún motivo. Requerimos su entera discreción, y continuará disfrutando de nuestros servicios - agregó juntando las manos.

- ¡Oh Inspector! ¿Qué he hecho para merecer esto? he sido una esposa abnegada y… ¿cómo me paga el Sr. Piddle?-  un llanto externo y escandaloso se apoderó de la mujer quien de un salto se abalanzó encima del detective y se sentó en sus piernas para lloriquear en su hombro. El hombre quedo petrificado con los ojos que casi se salían de su órbita y chorreando sudor de su frente, bruscamente se levantó y caballerosamente la tomó por una mano llevándola fuera de la oficina para que la señorita Cadbury la atendiera debidamente.

Cautelosamente se le acercó a la señorita Cadbury mientras la mujer lloraba sentada en una silla, en secreto le dijo al oído:

-¡Casi me mata! Luego te contaré – se devolvió a su oficina para poder carcajearse.

La señorita Cadbury de manera muy discreta, como solo sabría hacerlo una persona de su edad, consoló y aconsejó a la Sra. Piddle, pues no era la primera vez que en su trabajo se había tenido que enfrentar a mujeres locas o celosas y delincuentes de poca monta que pasaban a diario por la Estación de Policías de Gloucester, donde trabajó por años para el comisario John Owen, el padre del Joven Jeremy, a quien le renunció apenas un año atrás para irse al despacho con el más chico de los Owen.

Había visto crecer al joven Owen, como le decía, el cual le tenía absoluta confianza. Ella pensaba que la decisión de Jeremy de fundar un despacho como Investigador Privado era mejor que pasarse la vida omitiendo crímenes de políticos que reinan en el condado de Cotswold y siempre quieren resguardo para sus fechorías, en ese menester pasaba el tiempo su padre John, pues no le quedaban opciones. También pensaba que sus valores de buen ejercicio y justicia estaban muy bien plantados; había sido fiel a los Owen porque los amaba. Jeremy y su pequeña hermana perdieron a su madre hace unos años y la veían como alguien muy parecido a una madre. Helen Cadbury no había tenido hijos, ni esposo, hacía muchos años en su juventud tuvo la propuesta de un hombre con mucho dinero pero según sus propias palabras prefería la soledad a casarse con un patán, era una mujer de carácter, muy adelantada a su tiempo y con un espíritu vivaz y enérgico, hoy solo vivía para su empleo. Y estaba a disposición de Jeremy Owen.

Tocó la puerta –Adelante, escuchó.

- Jeremy, querido, logré que la Sra. Piddle se devolviera a su casa. Te llegó esta invitación a un baile – le extendió un pequeño sobre - creo que debes tomarlo en cuenta para que te distraigas, después de todo solo vives para trabajar – le espetó.

-Gracias Helen, pero no me animan esas reuniones- la observó con rostro desdeñoso- déjalo sobre el escritorio.

Trató de omitir el regaño de Helen, no tenía tiempo para perderlo en necedades, ni sabía bailar, además lo había dejado descompuesto la actitud de la Sra. Piddle, pensaba cuantas veces tendría que sucederle. Observó el sobre y le dio curiosidad, estaba muy adornado con colores. Lo abrió y leyó su contenido:

-Distinguido Sr. Jeremy Owen:

Le extendemos la invitación para el baile de primavera que dará lugar en la mansión Winchester en dos noches, contamos con su afable presencia…

Att: Lord Wilfred y Lady Priscila Winchester.

-Esto debe ser obra de mi padre y su insistencia con esa familia - se dijo a si mismo mientras soltaba un bufido –No iré - Afirmó con rabia.

Jeremy Owen, un apuesto chico con un rostro noble y de rasgos definidos, era alto y delgado, su cabello oscuro siempre bien peinado combinaba con unos lindos ojos color avellana que brindaban dulzura a su mirada. Creció en una familia de recursos acomodados, su padre, trabajando en la estación de policías por años, llegó a ser comisario pero realmente vivían con la generosa dote que su padre había recibido al casarse con su madre. Jeremy decidió seguir los pasos del Sr Owen, pero con una perspectiva más legal, más completa y honesta, su carácter era pacífico y se sentía cómodo sólo con sus allegados, una persona de corta paciencia pero amoroso con quienes consideraba cercanos. Perdió a su madre hace algunos años y sintió que él era lo único que le quedaba a su hermana Angie, una bella chiquilla de cabellos dorados, igual a su madre, a punto de cumplir catorce años, con una personalidad chispeante, ansiosa de aventuras y cosas nuevas. Jeremy pensó en Angie y la invitación al baile que recibió, estuvo deliberando si tomar en cuenta la invitación por ella.

Leía aún la nota cuando inmediatamente irrumpió en su oficina un hombre con rostro arrogante y mirada altiva que se dirigió a él:

-¿Imagino que recibiste la solemne invitación al baile de primavera que darán los Winchester en dos noches?

Sin prisa y con desdén levantó la mirada y bajó los pies del escritorio.

-¡Padre, que sorpresa verte por aquí! lugar de plebeyos para ti… le dijo con sarcasmo. Su padre lo observó con una ceja levantada, se sonrió pero ignoró el sarcasmo con el que lo recibió su hijo.

-Hijo, mí querido Jeremy… me recordáis tanto a tu madre…

Jeremy se levantó de su asiento y de inmediato salió de la oficina.

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