III

Un nuevo sol nacía y nuestra chica no consiguió conciliar el sueño en toda la noche, la habitación le quedaba grande llena de fríos espacios y repleta de costosos muebles de madera, de cedro y ébano, los favoritos de Marilyn quien tenía la obsesión de comprar a manos llenas, por toda la mansión podían encontrarse; la rodeaba un enorme armario que desbordaba vestidos, un seibó con finos acabados en color caoba y la inmensa cama con dosel, envuelta en finas cortinas de tela satinada color blanco: que debería proporcionarle paz según su tía, pero ella sentía que era un todo al cual no pertenecía.

Su mente estaba dispersa, envuelta en tantos pensamientos que le causaban un profundo dolor y a su vez, incertidumbre; no sabía por dónde comenzar, se sentía tan frágil, no lograba describir sus emociones, era una niña y debía crecer prontamente. Mientras sollozaba recordaba la pequeña cabaña de piedra que visitaban las primaveras en Arlington Row, un hermoso y acogedor lugar que le brindaba un tiempo de compartir con su familia, solo eran ellos tres, sin las exigencias del trabajo y el ajetreo constante que se manejaba a diario en la mansión; una vez al año se olvidaban de todo y se  hospedaban en esa cabaña que su padre había comprado solo para esos días. Siempre se había preguntado si sus abuelos sabrían de ese lugar que no visitaba desde que sus padres fallecieron.

Suspiraba mientras se transportaba a ese olor delicioso a almizcle cuando André, su padre encendía la leña para que ella y su mamá se calentaran frente a la chimenea, para luego visitar  la exuberante campiña llena de color verde, un prado de agua serpenteante, exquisitos aromas se respiraban en aquel alejado lugar, se encontraba con gente llena de mucha vida, no como acostumbraba en los bailes que se daban en la mansión, personas acartonadas y  mujeres criticonas, en este lugar la gente mantenía una sonrisa siempre en su rostro, la amabilidad sobraba.

Veía sonreír su mamá en ese lugar apartado, la admiraba - era tan hermosa – dijo en voz alta. Clara tenía un rostro dulce con ojos expresivos y un cabello ondulado castaño que le caía suavemente en cascada sobre sus hombros, su piel suave y blanca como la nieve y la sonrisa pulcra y sincera, eran rasgos que podían verse en Emiliana, era alta y elegante, muy bien vestida con una sencillez que desentonaba con su posición social.

 – ¡Oh Madre, siempre sabias que hacer y decir, ahora yo necesito tanto de tu consejo! – sollozaba arrodillada en su cama evocando más recuerdos.

Inmediatamente su mente trajo a la memoria, una noche lluviosa en la que su madre pasó por su recámara pues había una tormenta eléctrica. Emiliana no se sentía nada cómoda con esos días cuando era niña, le temía a los relámpagos y su madre lo sabía por lo tanto, se asomó en el umbral  y se acercó a su cama, con suavidad pasó la mano por su cabello en señal de que había llegado a socorrerla y llamo su atención.

Pronunció una frase que Emiliana no entendió.

-Hijita, amo tu valentía, no dejes que nadie te agravie jamás. Tengo la plena confianza que cualquier cosa que sea puesta en tus manos con tu ingenio y curiosidad lo resolverás, pero no dejes que la justicia se aparte de tu boca y de tu corazón - sonrió. La pequeña preguntó confundida mientras se levantaba de su cama para mirar a su madre a la cara.

-¿No entiendo tus palabras, madre? - expresó con ternura.

-Hija solo quiero que sepas que confío en ti, duerme tranquila y descansa mi pequeña - intentó tranquilizarla.

Esa frase, ese día no tenía sentido pero hoy le daba la sensación de que su madre la estaba preparando para algo, por muy extraño que le pareciera tenía la impresión de que estaba destinada a resolver la encomienda que le dio hace unos días, el Sr. Phillips.

-Debo dar orden a mis ideas. ¡Oh Cielos! Cuán difícil es - Orquestó un plan del cual tenía que valerse de su ingenio y firmeza, puesto que no incluía la asistencia y participación de ninguno de sus allegados, lo pensó bien y se dio cuenta que necesitaría un talento experimentado que le apoyara en la investigación de lo que ella llamó: “la desaparición de mis padres”.

Se podía escuchar un poco melodramático, pues la pequeña Winchester se estaba tomando muy a pecho la tarea de “Detective,” pero no debía hablar imprudencias que pudieran proporcionar un tema para las tertulias de las tardes, a los que les encantaba platicar y parlotear acerca de la vida de las demás personas, la hora de té era la propicia para de las reuniones de todos esos  “chismosos” de los que estamos hablando. Por lo tanto había que dejar de lado cualquier filtración de dicha información. Se retó a no compartirlo ni con su mejor amiga la Srta. Monique Smith, pues estaba siendo cortejada por el elegantísimo y muy acaudalado Sr. Tomas Forrest, un joven que heredó gran parte de la cuantiosa fortuna de su padre, quien había fallecido hacia unos meses antes, se decía que rayaba las setenta mil libras su riqueza por lo cual los Sres. Smith estaban muy interesados en el vínculo, sin embargo a la Srta. Smith el hombre no le desagradaba, por el contrario, lo encontraba apuesto, sensible y con una humildad que no se veía mucho por esos días, creía que se estaba enamorando de él y a Emiliana, que consideraba que era bueno, le parecía un tanto precipitado, probablemente temía perder muy pronto a su amiga, que ha sido su compañera desde muy niñas. Pasaban algunas tardes juntos paseando en los bellos jardines y alrededores de la finca SmithPark; Monique disfrutaba de su compañía, se imaginaba una vida hecha a su lado viajando a cada una de sus propiedades y siendo la Sra. de la casa Forrest.

Emiliana conocía el peligro de contar la información por la cercanía del Sr. Forrest con el Sr. Wesley, quienes tenían una amistad de algunos años y el Sr. Wesley recibía complacido a su amigo en su propiedad  en el pueblo, para que, tranquilamente pudiera visitar a su amada. Aún no había dado el paso de hacerle la propuesta pero todos sabían que ocurriría en poco tiempo; por su parte el Sr. Wesley quería encajar en el círculo de los Winchester y era el favorito de su tía Marilyn pero la joven estaba reacia a aceptar que este joven la cortejara, no mostraba ningún interés por él, de hecho le parecía un tanto insípido y superficial, lleno de mucha palabrería y falto de un tema interesante verdaderamente. Ella esperaba alguien con quien vivir una aventura y este joven no cumplía sus expectativas, ¡para nada!... - decía.

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