I

-¿Quién es usted? – preguntó la joven de manera severa, mientras le lanzaba una mirada despectiva. Para una chica de su edad atender a una cita propuesta por un desconocido de género opuesto, por medio de una nota, era un escenario totalmente inadmisible. El hombre la observó callado - su nota me dejó perpleja – lo observó reflexiva intentando leer su pensamiento - realmente no estaba segura de encontrarme con usted, pues no tengo ni la más remota idea de quien tengo frente y peor aún ¿qué lo vincula conmigo y mi familia?-  dijo Emiliana, desconfiada.

En sus narices se encontraba un hombre con aspecto un poco desaliñado, con una barba rojiza, desprolija y esa impresión que no inspiraba confianza alguna, sin embargo, su semblante tan sereno causaba en ella una sensación de incomodidad que no lograba disimular, se fijó a su alrededor y notó que la lluvia había arreciado, eso le causaba temor debido al escenario: sola, suficientemente alejada de su casa, asistiendo a la cita de un extraño que quería platicarle de sus padres, realmente - ¿valía la pena el riesgo? - ese pensamiento nadaba en su cabeza, cuando de repente el hombre se movió de lugar e hizo ademan de hablarle.

- ¡Pequeña Mili! -  no lo dejo continuar, no podía aceptar que un desconocido la llamase de manera tan personal  y le espetó:

-¿Cuál es su nombre y que quiere de mí? Hable – gritó - Ya estoy impaciente.  El hombre la observó impávido, y calmadamente con una mínima sonrisa, le dijo:

- La paciencia es una virtud que debe cultivarse  pequeña, esperé mucho tiempo para verte de nuevo, te conozco desde que eras una bebita que hacía pucheros a su madre - Sonrió. Continuó, luego de una pausa para tomar aire - Conocí a tus padres, fuimos buenos amigos. Cuando éramos jóvenes estuvimos vinculados por muchos años hasta que cada uno tomo un rumbo diferente. En nuestra juventud – la chica prestaba atención con aire tranquilo aunque el recuerdo de sus padres le causara un profundo dolor - Teníamos negocios en común y tu padre y yo recorríamos las ciudades en busca de aumentar el consumo. Pasábamos semanas viajando, y tu madre… -se  le soltó un suspiro que alertó a la jovencita, a lo que recapacitó y suavemente expresó: …cuidaba diligentemente de ti- ella lo interrumpió con exasperación, moviendo la cabeza.

-  ¿No le pedí su nombre? Debo saber con quién hablo, pues a usted yo no lo conozco; aunque se presente como íntimo de mis padres jamás podré corroborarlo, pues le recuerdo que ellos ya no están. No le dé crédito a una falta de cortesía que inspira mi desconfianza a continuar escuchándole. Le recuerdo que no tengo mucho tiempo, debo volver a casa – a lo que el hombre aseveró:

- No soy bienvenido entre los Winchester, por eso no has oído de mí. Perdona mi descortesía y falta de educación, pequeña Mili, mi nombre es Edgard Phillips - La miró inmediatamente por si un gesto mostraba que de repente escuchó su nombre alguna vez. Ella no hizo alusión.

-¡Perfecto! ya no es un extraño para mí, Sr. Phillips. Ahora a lo que vinimos, que quiere contarme- dijo en un tono cortante.

El Sr. Phillips sonrió, la jovencita le recordó el temperamento autoritario de su madre, vio a Clara en sus ojos y su sonrisa. Sintió total confianza pues percibió en Emiliana una señal que quería escucharle y continuó hablándole de la excelente relación que había entre ellos y de los años dichosos y prósperos que su amistad les permitió llevar a cabo por tanto tiempo.

- Emiliana, verás hija hay algo que debes saber cuánto antes, es un misterio que he llevado en mi corazón por algunos años. Cuando le pregunté a mi gran amigo y también profundo amigo de tus padres, el Sr Conrad, una vez que pase por London Street, por André y Clara me dijo que habían muerto de una extraña enfermedad, comparé las fechas citadas por este y noté que yo estuve con André días antes de la nefasta fecha y éste lucía en perfectas condiciones – hablaba confiado de que lo que decía era verídico - no soy de agrado a tu familia pues me culpan de cosas y situaciones que no vienen al caso, pero lo que sí sé, y te pido que lo tomes en cuenta, es que no lucía enfermo, como ya te dije, es un misterio pequeña, pensé que debías saberlo.

Emiliana se quedó repasando sosegadamente, analizando todo en un instante y agregó:

- A decir verdad noté su ausencia por un tiempo, me decían que estaban en recuperación, no puedo darle muchas referencias pues han pasado mucho años y mi institutriz, la Srta. Garfield me mantuvo lo suficiente ocupada con actividades para que le prestara atención a la falta de mis padres. También me era imposible advertirlo… era solo una niña…

Emiliana estaba pensativa y filtraba cada palabra con cierta incredulidad; no era fácil confiarse de alguien que acabas de conocer, sin embargo la seguridad que había en sus dichos y la honestidad que brotaba de sus ojos azules y profundos le brindaba un aire de familiaridad.

En ese dilema se encontraban sus pensamientos cuando el hombre colocó  entre sus manos un medallón que perteneció a su madre; en cuanto lo vio recordó el retrato que estaba en el comedor de la mansión, donde su mamá tenía ese curioso medallón que no había vuelto a ver, luego de su muerte, solo en esa pintura y ahora aparece en manos de un viejo amigo que tenía años sin presentarse -¡esto debo analizarlo, es todo muy extraño!- pensó para sí.

-¿De dónde sacó este medallón? Fue de mi madre si mal no recuerdo…- exigió.

-Su último deseo fue que lo tuvieras - Emiliana se sorprendió con esas palabras pues quien era este que conocía el último deseo de su madre. Tantas preguntas vagaban en su mente, que hasta le dolía la cabeza.

-¿Priscila aún tiene el control de todos en la mansión?- Preguntó con ironía.

-No puedo comprender que quiere decirme, mi abuela y mi tía Marilyn están a cargo de los pormenores en la mansión - la chica sabía de qué le hablaba, solo quiso hacerse la inocente al comentario.

-Es probable que ellas conozcan este misterio y no han dicho nada a nadie; ¡No divulgues lo que acabo de decirte!- pidió con las manos juntas. La chica entrecerró los ojos - sino vete con cautela, trata de escuchar conversaciones entre tus familiares, busca en la mansión cualquier pista. La discreción será tu arma, pequeña. Descubre que ocurrió y yo estaré para apoyarte, me verás en ocasiones. Yo te buscaré si encuentro algo que agregar.

-¡Deténgase! – hizo ademan con la mano abierta- es demasiada información en un solo momento, no cree usted que debería dejarme asimilar todo esto y reaccionar, por favor… se trata de la muerte de mis padres, creo que necesito meditar… una lágrima se deslizaba suavemente sobre su terso y delicado rostro. El hombre tuvo un gesto de compasión acompañado de una disculpa llena de vergüenza:

- Pequeña, te ruego que me perdones, estoy desconcertado, debí hablarte con mayor sutileza.

La joven rompió a llorar, con profunda tristeza, sus lágrimas corrían una tras otra, como cascada. Sus padres eran todo para ella, los extrañaba tanto y ahora tenía tantas preguntas que este hombre no tenía intención de responderle. Ella aún lloraba intensamente. Levantó la mirada con sus ojos humedecidos y le preguntó: ¿Cómo garantiza que es cierto todo lo que me ha dicho?  Mi familia me ha mentido y no sé cómo afrontarlo– Él le respondió sin pensar:

- No puedo asegurarte nada, investiguemos y cerciorémonos que salga la verdad a la luz. Dios te acompañe – tomó su mano y la besó.

 

-¿Dónde le encuentro, Sr. Phillips?-  dijo enjugándose  las lágrimas.

- Yo te buscaré a su tiempo, mi niña. 

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