Luzbel.

CAPITULO 41. 

No sé en qué momento me dormí debido al dolor de cabeza tan repentino, empiezo a despertarme ya que siento el movimiento del auto un poco agitado y mi cuerpo se pone pálido al ver que estoy amarrada con una cuerda blanca en mis manos y pies. 

Miro al chófer y este me ve por el retrovisor. 

—¿Quién eres? ¿dónde diablos estamos? —pregunto luego de ver qué acabamos de estacionar frente a un edificio abandonado. 

Rápidamente me suelto las manos con disimulo gracias al entrenamiento que recibí antes de graduarme. Además el que sea que me haya amarrado es muy malo haciendo su trabajo. Me desato con cautela la de los pies. Aún no he recibido respuesta del hombre y admito que esto fue mi culpa por ser tan descuidada pero el dolor fue muy repentino y necesitaba acostarme en cualquier lugar. Trato de buscar mi arma pero claramente ya no la tengo. 

No pienso pedir ayuda gritando porque dudo que haya alguien en medio de todos los edificios a
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