El campamento

Reynaldo vomitó dos veces mientras avanzaba por el oscuro túnel hacia la escalera que, de seguro, chocaría con la cabeza. 

En las penumbras había aplastado con sus manos lo que parecían ser cucarachas, y sintió el cosquilleo de lo que, para su primeras náuseas, resultaba ser una rata pequeña.

Los sonidos que emitía el pequeño roedor alimentaron la sensación de sofocamiento, por lo que aceleró sus movimientos a la par que maldecía en silencio.

Solo podía avanzar gateando, sin ninguna coordenada que le indicase cuánto más tenía que soportar el aroma fétido a podredumbre.

Cuando chocó con el final del túnel, asfixiado por el encier

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