Mamá de la Bebé del Ginecólogo
Mamá de la Bebé del Ginecólogo
Por: Lorena Rodriguez
Capítulo 1

Mi nombre es Marleny Romero, tengo veintinueve años de edad, soy Pedagoga y actualmente trabajo en un colegio público de la zona como consejera y maestra.

Voy saliendo de mi centro de trabajo cuando una bebé de algunos tres añitos se acerca a mí llorando y se abraza a mis piernas. Yo, confundida, la tomo en brazos y le pregunto:

― Cariño, ¿dónde está tu papá o tu mamá?

― Yo corrí y no encuentro a papi. ―Ella sollozando y abrazada a mi cuello me dice que no sabe donde está.

― Tranquila mi amor, ya no llores, esperaremos aquí a ver si tu papá aparece o alguien más te anda buscando.

 Al rato de estar afuera de la institución sentada en una banca y con la niña dormida en mis piernas, aparece un señor preocupado, pero cuando ve a la niña su rostro demuestra alivio.

― Buenas tardes, señorita. ―Me saluda.

― Buenas tardes, señor.

― El padre de la niña es mi jefe y hemos andado como locos buscándola, ¿cómo es que la tiene usted?

― Señor, yo venía saliendo cuando me topé con este angelito que estaba desconsolada y pues no supe qué hacer más que esperar a que apareciera alguien buscándola.

― Permítame llamar a mi jefe para que él mismo la recoja.

El señor se retira a hacer la llamada y yo me quedo pensando ¿Y si ese hombre piensa que yo le quise robar a su hija y me quiere entregar a la policía?

 En pocos minutos llega otro señor y el primero le hace una señal en dónde estamos, con paso apresurado él se acerca y yo al verle la cara tiemblo de miedo porque se ve que tiene una cara de pocos amigos.

Cuando se acerca a nosotros, toma a la niña en sus brazos y me dice que gracias por cuidar de su hija, en eso la niña se despierta.

― Papi, mira, ella es mi mamá.

― No cariño, yo no soy tu mamá. Seguro tu padre te llevará con ella.

La niña llora y le dice a su padre:

― Pero papi, tú me dijiste que mi mami era muy hermosa y ella es hermosa, así que ella es mi mami.

 El Señor, mal encarado, solo abraza a su hija y me voltea a ver con mirada triste. Mientras yo me quedo pensando que por qué no le aclara a la niña que yo no soy su madre.

― Bueno, señores, yo me retiro porque ya comienza a caer la noche y el autobús se me va a ir. ―Le digo.

― Espere señorita, nosotros la llevaremos a donde vive y luego nos acompaña a cenar en agradecimiento por cuidar de mi hija. ―Propone el hombre. 

― No se preocupe, señor, no le quitaré su tiempo, vayan tranquilos, no es necesario que me agradezca de esa manera. Vi a la niña sola y por eso decidí hacerle compañía.

― Anda mamá, por favor di que sí. ―Me ruega la niña.

― Bueno, está bien iremos, pero solo porque tú, pequeña hermosa, me lo has pedido.

 La niña aplaude emocionada y le dice a su padre que la tiene en brazos:

― Papá, bájame y que mamá me tome de la mano.

Cuando la niña se baja al suelo toma mi mano y comenzamos a caminar al auto. Yo aprovecho la oportunidad para acercarme al señor.

― Señor Montoya, disculpe que sea tan atrevida en preguntar, pero, ¿por qué usted no corrige a su hija cuando ella me llama mamá? 

Usted solo se queda callado, ¿acaso me parezco a la madre de la niña y ella me está confundiendo?

― Joven, le pido mil disculpas si le molesta que mi hija le llame mamá, es ...

― No, no, señor, no me molesta, simplemente pienso que le debe de aclarar a la niña que está en una equivocación.

― Señorita, le quiero pedir un favor.

― Dígame señor.

― Es que usted le ha caído bien a la niña, hoy es su cumpleaños y me gustaría que ella pasara, aunque sea un cumpleaños en compañía de una mujer o una figura materna como ella la considera usted.

― Está bien, señor, le ayudaré, pero créame que ahora yo igual estoy tan confundida como la niña. ―Lo digo con sinceridad. 

Ya dentro del coche, los tres nos sentamos en el asiento de atrás mientras nos dirigíamos a mi apartamento, tardamos veinte minutos aproximadamente en llegar.

― ¿Cómo te llamas, preciosa? ―Le pregunté a la niña.

― Me llamo Eliana y mi papá dice que hoy estoy cumpliendo cuatro añitos.

― Qué lindo nombre tienes Princesa. Y si hoy es tu cumpleaños, pues iremos a festejarlo.

― Síiii, gracias mamá. ―Celebra con emoción.

― Señorita, ¿cómo se llama usted? ―Me pregunta el señor hasta ahora, después de haber hablado por mucho rato, ja, es muy gracioso.

― Yo me llamo Marleny.

― Bien, mucho gusto, yo soy Wilmer Montoya.

 El auto se estaciona frente a mi humilde hogar.

― Muy bien chicos, hemos llegado. Si gustan pueden pasar o si les es incómodo pueden esperarme aquí que no tardaré en salir.

― Vamos a la casa con mamá.

― Vayamos mi amor, si tú quieres. ―Le dice el padre a su hija. 

 Entramos a mi apartamento y el señor Montoya se queda observando todo a su alrededor. Yo me siento nerviosa porque pienso que le ha dado asco estar en mi humilde morada.

― Señor, si se siente incómodo, puede esperarme en su auto mejor.

― No se preocupe, señorita, aquí la esperamos.

 ― Está bien, tomen asiento. Me daré un baño pero salgo rápido.

Yo corro escaleras arriba nerviosa, este hombre inspira temor con solo verlo, pero tiene una voz tan seductora y un rostro tan bello que cualquiera se derrite con su belleza.

Me baño rápido y salgo envuelta en una toalla a buscar lo que me voy a poner, cuando ya tengo todo listo me dirijo a la cama, coloco la ropa ahí y cuando me inclino para colocarme mis bragas, la puerta se abre y entra la pequeña Eliana corriendo y se abalanza sobre mí haciendo que la toalla caiga al suelo.

En ese preciso momento llega corriendo el señor Montoya buscando a su hija y se me queda viendo, yo trato de recoger la toalla con la niña en brazos, pero me es imposible.

― Lo lamento, señorita Marleny, la puerta estaba abierta y no pensé encontrarla así. ―Se disculpa. 

― Ya salga, y cierre la puerta. ―Le pedí casi gritando, sentía mi cara caliente y seguramente estaba tan roja como un tomate por la vergüenza.

Senté a la niña en la cama y me terminé de cambiar. Pasaron varios minutos y yo no quería salir por la pena que sentía, pero lo haría por esta preciosa muñequita.

Tomo de la mano a la niña y nos dirigimos a la pequeña sala en donde está su padre. Me da mucha pena, pero aquí voy.

― Ya estoy lista, podemos irnos.

― Bien.  ¿Le gustaría acompañar a mi hija a la tienda para buscarle un vestido? ―Pregunta, el muy descarado.

― Yo por mi parte encantada de elegir el vestuario de esta princesa. ―Le hago saber que acepto, total, esta noche es dedicada a ella.

― Gracias. Tenga mi tarjeta para que se lo compre, yo esperaré en el auto para que la niña comparta tiempo a solas con una figura femenina.

― Señor, usted confía en mí, ¿qué tal si soy una ladrona o una secuestradora?

― Ja, ja, ja señorita, confío en usted porque no le veo sospechas de que sea de mal corazón. Si hubiera tenido de secuestrarla lo hubiera hecho cuando la encontró, además, el guardaespaldas les vigilará de cerca, pero usted no lo podrá ver.

Cuando él sonríe, Dios, casi me lanzo a cerrarle la boca con un beso. Qué sonrisa tan más bella la que tiene, como dicen por ahí, una sonrisa moja bragas.

Llegamos a una tienda y nosotras nos bajamos del auto. Ingresamos y se acerca una dependienta a atendernos y la niña muy entusiasmada le dice que venimos a comprar su vestido y zapatitos porque es su cumpleaños y le dijo que estaba muy feliz porque su madre la acompañaría a comer.

La dependienta me miró confundida, seguramente pensó que era una mala madre y que por primera vez salía a comer con mi hija.

En fin, no le pare bola y continúe a lo que venía, ya que se nos estaba haciendo tarde. La pequeña bebé quedó muy hermosa, parecía una verdadera princesita.

Salimos hacia el auto y el señor Montoya nos abre la puerta para que entremos.

― Mira papá, mamá me vistió como una princesa.

― Estás hermosa, mi amor. ―Dijo el señor Montoya, dándole un beso en la frente a su hija.

La cena transcurrió tranquila, platicando de cosas triviales. Cuando el señor pidió una rebanada de pastel para su hija, esta me pregunta haciendo unos ojitos graciosos ―Mamá, ¿tú puedes hacer un pastel?

― Claro que puedo, cariño

― ¿Entonces me harías uno mañana y con una velita para yo apagarla?

Yo volteo a ver nerviosa a su padre porque no sé qué respuesta darle para no lastimarla porque de hoy en adelante no nos volveremos a ver.

― Por supuesto que la señorita te hará tu pastel mañana, mi amor.  ¿Verdad, señorita Marleny? ―Dice el metido de su padre, comprometiéndome ante la pequeña.

― Bueno, si usted me lo permite yo encantada, señor.

― No me llame señor, que me hace sentir viejo.

― Bueno, está bien Wilmer. Mañana recójame a las cuatro de la tarde en el mismo instituto en el que me encontraba hoy.

 Al terminar con la cena y el postre me fueron a dejar a mi apartamento. La niña llorando me abrazó y no quería despegarse de mí hasta que su papá le dijo que mañana se podrá quedar conmigo a dormir.

Ella me dio un beso en la mejilla y le dijo a su padre que me diera un beso a mí.  Yo me puse bastante nerviosa y su papá no lo pensó dos veces y me dio un beso en la mejilla como ella lo pidió.

Salí del auto con las piernas como gelatina, me temblaban de los nervios y sorprendida porque no se hizo de rogar para darme ese beso.

Hoy seguro que no dormiré pensando en ese evento y en su aroma varonil que me está volviendo loca, ese hombre es un encanto.

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