Tan Sólo una Llamada
Tan Sólo una Llamada
Por: kesii87
CAPÍTULO 1.

Llevaba más de dos años trabajando en la gran empresa de publicidad de los hermanos Duarte, mi labor era en el departamento de marketing, era la secretaria del jefe del departamento, y lo cierto es que me iba bastante bien, estaba bastante feliz en aquel lugar, tenía amigos y me llevaba súper bien con mi jefe, que tenía dos niñas y una mujer preciosa.

Mi vida era bastante triste en cuanto a lo sentimental se refiere, aún vivía con mi madre, no por gusto, sino porque después de morir mi padre, mi madre se quedó tan sola y desubicada que me parecía una burrada dejarla sola o internarla en un lugar para ancianos. No, ella estaba mucho mejor conmigo, y eso sin contar que mi padre apenas le había dejado una buena pensión con la que sobrevivir.

No tenía novios, ni nada que se le pareciese. Lo cierto era que estaba un poco harta de los hombres, aún no había encontrado a alguno que se preocupase por mí y por lo que me ocurría, todos estaban mucho más ocupados mirándose el ombligo, como para darse cuenta de lo que le ocurría a nuestra relación. Seamos sinceros, los hombres solo sirven para una cosa hoy en día, y sinceramente, en el siglo en el que estamos no hace falta tener pareja para eso.

Así que no, no tengo novio, y tampoco quiero algo como eso.

Aquel día era como cualquier otro, uno de esos agitados días, en los que una no paraba ni para poder tomarse un café, de un lado a otro de la oficina, recibiendo llamadas, enviando fax, posponiendo reuniones, convocando otras, enviando emails a los altos ejecutivos con la información de nuestros próximos clientes, … y un largo etc que sinceramente creo que os aburriría si os lo contara.

Casi eran las dos de la tarde, y yo estaba deseando llegar a casa, aunque sabía que aquella tarde me tocaba volver al trabajo. Sí, así era mi vida, vivía para trabajar, y apenas tenía tiempo de vivir fuera de él. Aunque lo cierto es que no me podía quejar, pues al menos tenía los fines de semana libres, o esa era la teoría, porque a veces también tenía que enviar emails o responder llamadas en aquellos días.

Bien, volviendo a aquel día, Beca llegó a mi oficina cuando casi había terminado de enviar el último email de la mañana.

  • ¿ya has terminado? – Preguntó ella, que para poneros en situación os diré que era una chica de lo más normal, alta, de complexión normal, vestía muy a la moda, con el cabello moreno y media melena, ojos marrones, piel media y llevaba gafas redondas.
  • Casi – respondí dándole a enviar y pulsando el botón de apagado. Agarré el bolso y el abrigo y me encaminé hacia la puerta junto a mi compañera de trabajo, con la que tan buenas migas había hecho.
  • Alicia – me llamó mi jefe, abriendo la puerta de su despacho y mirando hacia mí - ¿te vas ya? – Preguntó, para luego mirar hacia su reloj y darse cuenta de la hora que era - ¡madre del amor hermoso! ¡¿Ya es esta hora?!
  • He llamado al colegio de las niñas y le dije que tardaría un poco en llegar – le expliqué, dejándole claro que de nuevo había vuelto a salvarle el culo, aunque aquello no era parte de mi trabajo.
  • ¿en serio? – Preguntó, mientras cerraba la puerta del despacho, agarraba el abrigo y su maletín y se encaminaba hacia la puerta – no sé qué haría sin ti.
  • ¿Te has enterado? – comenzó de nuevo Beca, tan pronto como Sergio, mi jefe, hubo abandonado el pasillo – Miguel Ángel Duarte ha vuelto a España – aseguraba, mientras yo dejaba de prestar atención a mis sucios zapatos, los cuales tenía que lavar pronto, y miraba hacia ella – así que en la cena del viernes es posible que esté.

El viernes era la cena de navidad, sí, por si se me ha olvidado decíroslo estábamos en esa magnífica fecha en la que la gente se amontona en las calles del centro para comprar un regalo, en el que cuando entras en una tienda hay colas y colas para llegar a la caja, en la que todo el mundo se vuelve loco, se olvida de que estamos en crisis y se pone a despilfarrar como si no hubiese un mañana, sí, es obvio y está claro que odio la navidad. Mi estación favorita es el otoño, siempre me ha gustado los hermosos paisajes que deja esa estación a su paso.

Volvamos a la cena de navidad, pues bien, estábamos todos invitados, y ahora parecía que también aparecería el hijo predilecto del dueño. Era el favorito del señor Duarte, según había escuchado hablar a mis compañeros, pues lo cierto es que yo aún no lo conocía, a decir verdad, no conocía a casi nadie, la empresa era muy amplia, y tan sólo conocía a los de mi departamento y a los que trataba directamente con este.

Miguel Ángel Duarte se había pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos, estudiando y formándose para ser todo un magnate en eso de los negocios. Según lo definían parecía ser una persona responsable y correcta, justo igual que su padre.

Había visto al señor Alfonso Duarte unas cuantas veces, y siempre había sido muy amable conmigo, la que no lo era tanto era su esposa, que parecía ser una señora de clase, orgullosa y prepotente. El matrimonio tenía tres hijos, y Miguel Ángel era el mayor, le seguían Samuel y Carolina.

Bajamos en el ascensor junto a Débora la de contabilidad y Matías el responsable de Recursos Humanos, hasta llegar al recibidor. Por supuesto, Beca no dejaba de hablarme sobre la perfecta y maravillosa vida de Miguel Ángel Duarte. Al parecer estaba prometido con una de las más prestigiosas modelos de Nueva York e iban a casarse en un año, no parecía ser una persona muy cercana, cosa que me extrañó, pues todo el mundo lo retrataba como la viva imagen de su padre, y él si era una persona amable. Pero Beca opinaba que el famoso hijo predilecto tenía el carácter severo y orgulloso de su madre.

Nada más salir del ascensor nos topamos con Isaac nuestro gran amigo, éramos los tres mosqueteros, o así es como mi jefe solía llamarnos.

  • Subía a buscaros – comenzó, bastante nervioso, lo que nos hizo sospechar, pues él solo actuaba de aquella manera cuando tenía algún chisme que contarnos - ¿no os habéis enterado? – preguntó, dando saltitos de impaciencia, mientras Matías y Débora salían del elevador y le miraban con vergüenza ajena – María la secretaria del directoracaba de avisarme.
  • ¡Vamos escúpelo! – le espetó Beca, cansada de que se fuese por las ramas y no terminase de contarnos aquella noticia que nos traía.
  • Han adelantado la cena de navidad.
  • ¡¿Qué?! – Exclamamos las dos, mirándonos la una a la otra para luego volver la vista hacia nuestro amigo.
  • Al parecer es por causa del hijo predilecto – dijo con rintintin, dejando claro una vez más lo mal que le caía el susodicho – el señor Duarte ha adelantado la cena para que su hijo pueda estar, ya que tiene compromisos el viernes que no puede cancelar… - proseguía, de mala gana, como si realmente odiase al hijo del dueño.
  • ¿Para cuándo? – Preguntó Beca, totalmente horrorizada.
  • Para mañana por la noche – aseguró, provocando que mi amiga se echase las manos a la cabeza, y yo me preocupase bastante, pues no podría beber si tenía que trabajar al día siguiente, y eso era una muy mala noticia.
  • M****a, ¡no tengo nada que ponerme! – se quejaba Beca, mientras comenzábamos a caminar hacia la salida, pues estábamos en medio del paso entre los que entraban y los que salían del edificio.
  • El señor Duarte ha informado que nos dará el viernes por la mañana libre a toda la plantilla, para que podamos celebrar adecuadamente – concluyó, provocando que me calmase un poco al escuchar aquello, aunque tan pronto como recordé la de cosas que tenía pendientes para ese día olvidé mi alivio y el agobio comenzó a envolverme, pues ¿cómo iba a darme tiempo a hacer todo el trabajo de un día en una sola tarde?
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