CAPÍTULO 3 – Elegancia.

La señora se fue demasiado pronto, antes de que pudiese creer si quiera aquella locura a la que me enfrentaba: Encargada, ahora era encargada de aquella tienda.

Me bajé del auto (no me malinterpretéis, no era mío, era de la señora, que me lo había dejado como el resto de cosas del negocio) y caminé con desgana hacia la tienda, odiaba tener responsabilidades, una de las razones por las que huí de España era esa, esa y muchas otras la verdad, y odiaba que alguien confiase en mí de aquella forma, aquello no traería nada bueno, sin lugar a dudas en algún momento del camino la defraudaría.

Dejé el bolso sobre la barra mientras encendía las luces del local, volví a agarrar el bolso y caminé cabizbaja y a paso ligero hacia el despacho de la señora. Había un montón de papeles sobre el escritorio, los mismos que había dejado el día anterior sobre ellos. Dejé el bolso y la chaqueta sobre el perchero y me adentré de nuevo en el universo del café.

Había descubierto mucho en aquellos últimos días, para empezar, aquel café no era el único que la señora tenía, había muchos otros por toda la ciudad, incluso tenía algunos en EEUU, sin lugar a dudas por eso visitaba la ciudad. Tampoco era cierto que fuese de clase baja, se podría decir que era de clase media-alta, y lo escondía para no ser tratada diferente, o al menos así pensaba entonces.

Alguien llamó a la puerta, casi una hora después, haciéndome salir de mis pensamientos. Miré hacia ella, mientras admiraba como esta se abría y por ella asomaba Sara, la que había sido mi compañera de trabajo todos aquellos años.

  • Ya están aquí – Me comunicó, mientras yo hacía un movimiento con la cabeza.
  • Hazlos pasar de uno en uno – Le respondí, mientras me acomodaba y apartaba todos los papeles que había estado ojeando a un lado, ya que debía recibir y elegir a los nuevos empleados de aquel lugar.- Pero antes… voy a por un café, diles que esperen un momento.
  • Puedo preparártelo yo y traértelo – sugería Sara al percatarse de que me levantaba del sillón.
  • No hace falta, puedo hacerlo yo.- respondía mientras salía por la puerta, seguida de Sara, y me dirigía hacia el salón. La verdad era que añoraba hacer café, y estaba harta de tener que ordenar a Sara que hiciese cosas por mí, no me gustaba aquella sensación.- Sara – la llamé al percatarme lo animado que estaba el local – Diles que los entrevistaré en aquella mesa.

Agarré el café que acababa de prepararme y le puse una tapadera para no derramarlo de camino a la mesa, un poco de azúcar y una bandeja, y lo puse sobre el mostrador, mientras cogía algunas servilletas.

  • Un americano con doble de caramelo, por favor – Decía una voz frente a mí, haciendo que levantase la vista y mirase hacia él.
  • Le atiendo por aquí, por favor – le llamaba mi compañera, dejando claro que mi puesto no estaba activo, haciendo que aquel hombre se marchase hacia mi compañera. La verdad es que tardé un poco en volver a la realidad, me había quedado totalmente en shock, y no entendía realmente por qué.

Agarré mi pedido mientras caminaba a la mesa, donde el primer candidato esperaba.

  • Siento haberte hecho esperar – Reconocí mientras daba un sorbo a mi recién preparado café para luego sonreír hacia el muchacho.- ¿Por qué crees que deberías trabajar aquí? – Pregunté mientras el chico se ponía nervioso, parecía que no sabía muy bien que decir ante aquella pregunta – Relájate, tan sólo tienes que decirme tus cualidades, y cómo encaja este trabajo en tu vida.- Le animé, intentando parecer más cercana. El chico pareció más relajado al escucharme hablar en coreano.

Era un día agotador, ninguno de los que ya había entrevistado parecía ser la persona idónea para el puesto, quizás estaba siendo demasiado dura con ellos, pero ninguno parecía tener realmente interés en trabajar en aquel lugar por el mero hecho de vivir una experiencia, todos querían sacar beneficios: algunos querían simplemente ganar dinero, otros querían conocer gente para ligar, otros querían aprender idiomas. No parecía que ninguno tuviese potencial para permanecer en un trabajo como aquel, ni siquiera sabían cómo preparar un capuchino.

Me quité las gafas, dejándolas sobre la mesa, levanté una mano intentando pensar que hacer, crucé las piernas y bajé la cabeza, mientras esperaba al siguiente candidato.

Levanté la cabeza al sentir como se sentaba frente a mí, sonreí hacia el amablemente, y me quedé algo sorprendida de que el chico fuese tan mayor, era un poco mayor que yo.

Se cruzó de brazos y miró desafiante hacia mí, no sabía muy bien cómo actuar ante aquello, su pose me inquietaba.

  • ¿es usted la nueva encargada? – Preguntó, haciendo que me diese un vuelco al corazón, no sabía por qué pero su voz me resultaba extrañamente familiar, y aunque no podía recordar quién era, parecía realmente suave.
  • Dígame – Comencé, ignorando su pregunta - ¿por qué cree que sus cualidades encajarían en este puesto? – Preguntaba mientras agarraba el bolígrafo dispuesta a encontrar a aquel muchacho entre los citados en mi lista.
  • Y el puesto es… - comenzó, haciendo que volviera a mirar a él sin comprender, de nuevo volvía a sorprenderme, ni siquiera sabía qué puesto se ofertaba.
  • No se moleste, no creo que usted sea la persona que estamos buscando – respondí de mala gana, mientras dejaba el bolígrafo sobre la mesa y le miraba tajantemente.
  • ¿y cómo podría saberlo si ni siquiera he respondido a su pregunta? Ni siquiera he empezado a hablar sobre mis inspiraciones, o sobre mi experiencia en el puesto, o sobre cómo me encantaría trabajar aquí, o sobre la maravillosa experiencia que sería para mí vivirla.
  • ¿sabe preparar un capuchino? – Pregunté, ignorando toda aquella palabrería que había soltado.
  • Por supuesto, me considero un gran amante del café, aunque creo que no debería tomar tanto, no es bueno para el cuerpo – reconocía mientras le miraba maravillada, era la primera persona que realmente merecía el puesto.
  • Es cierto, hay que moderarlo. ¿cuándo podría usted empezar? – Pregunté dejando claro que el puesto era suyo. Pero el no parecía dispuesto a aceptarlo, sonrió divertido, como si algo le hiciese gracia.
  • Disculpe – dijo una voz junto a nosotros, haciendo que mirase hacia él sin comprender – ¿su amigo va a tardar mucho más?
  • ¿perdón?
  • Me gustaría hacer la entrevista…
  • Debo irme – comenzó el hombre mientras se levantaba, haciendo que yo le mirase sin entender lo que sucedía – volveré, está mucho más elegante ahora que es encargada – reconocía para luego marcharse hacia la puerta, mientras el jovencito se sentaba frente a mí.
  • ¿Eres Jin Kim? – Pregunté atónita al percatarme de que era a él a quien debía entrevistar, y que el hombre que acababa de irse no aparecía en mi lista.
  • Si, siento haberme retrasado, pero su amigo..
  • El no es mi amigo
  • Es lo que el me dijo, que era su amigo y que tenía algo que hablar con usted.

Casi era la hora de cerrar, Sara parecía realmente exhausta.

Dejé mis papeles y mis deliberaciones a un lado mientras caminaba hacia ella, ya no había clientes, así que podíamos cerrar 20 minutos antes de lo normal.

  • Vete a casa, tengo que terminar unas cosas, así que cerraré hoy – le sugería mientras la chica sonreía aliviada.
  • Es todo un alivio que cierres tú – decía Sara mientras se ponía el abrigo, sin tan siquiera quitarse la ropa del trabajo.- tengo que darme prisa de no perder el autobús.

Me quité los zapatos, recogí las mesas y las sillas, puse la radio y comencé a limpiar la estancia.

Apenas llevaba medio salón cuando aquella canción que amaba empezó a sonar, tan pronto lo hizo me paré en seco, dejé caer la mopa y me dejé llevar por la canción. Cerré los ojos mientras bailaba y cantaba aquella melodía que tanto me atrapaba.

Era todo un alivio que la canción que sonaba en aquel momento fuese en inglés, estaba cansada de cantar coreano.

No sé cuánto tiempo pasé cantando como si no importase nada más, como si ni siquiera sintiese el tiempo pasar. Pero cuando levanté la vista del suelo recién limpio ya había anochecido completamente.

Apagué las luces de la tienda y el equipo de música cuando hubo terminado la última canción, mientras agarraba mi bolsa y cerraba la puerta tras de mí.

  • ¿aún por aquí a estas horas? – Preguntó una voz frente a mí, aunque yo ya sabía a quién pertenecía, levanté la vista descubriendo al él, a aquel tipo que se había hecho pasar por mi “amigo” unos minutos antes.

Fingí no haberle escuchado, pues no quería interactuar con él, además aún estaba enfadada por haber mentido de aquella forma.

Él se pensó que no le había entendido, pues volvió a repetirme la misma pregunta en inglés. Tragué saliva mientras mantenía la mirada fija en su mentón, incapaz de pronunciar palabra, pues acababa de percatarme de que él no estaba trajeado, y en aquel momento me pareció que se merecía el mote con el que Sara le había bautizado, “el cliente apuesto”. Me quedé petrificada, recién podía reconocerle, era el cliente trajeado que venía a la tienda día tras día.

  • Creo que el último autobús estará al llegar, quiere que la acompañe a la parada – proseguía mientras yo levantaba la vista hacia sus ojos, pero tan pronto me encontré con ellos volví a bajar la mirada, esta vez hacia el suelo. Tragué saliva, intentando calmarme, recordando que tan sólo unas horas antes él me había engañado, haciéndome creer que era un candidato más.

  • Nunca cojo el autobús – le espeté – Me gusta mucho caminar.- añadí mientras caminaba hacia el parque sin tan siquiera despedirme de él siquiera.

  • ¿y suele caminar siempre con tacones? – Preguntó, percatándose de que mentía.

  • Tengo el coche ahí al lado – le espeté dejando claro que estaba en la dirección correcta.

  • En tal caso la acompañaré hasta él, no es seguro caminar a estas horas por la calle

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