Días lleno de sorpresas

Cinco meses después 

Eva sale del salón de tatuajes eufórica. Después de mucho tiempo se hizo el tatuaje que tanto deseaba. Hoy sentía mucha alegría, y no solo por el tatoo, su abuela por fin regresaba, la  extrañaba mucho.

«Que bueno lo hace un fin de semana, así puedo pasar el día con ella.»

—Es el pensamiento de Eva mientras se dirige a su casa. 

Se da un baño, teniendo el cuidado que el chico del salón de  tatuajes le dijo debería tener. Se pone de espaldas al espejo y  mira su nueva locura, no lo puede ver bien, pero le encanta,  tenía pensado solo hacerse uno, pero quizás se haga 2 más, ya ira pensando que hacerse mientras este se cura. Se viste y va a la cocina, quiere preparar algo rico para cuando su abuela llegue. Tratará de hacer su tarta preferida, aunque la repostería no se le da tan bien como a su mamá, lo hará lo  mejor posible. 

Está preparando el pollo para ponerlo en el horno cuando ve que le llega un mensaje, al revisar el teléfono ve que es de Samael. 

«—Hola hermosa, ¿cómo va tu fin de semana?» 

«—¡¡Muy bien!! ¡¡Si supieras lo que hice!!, ¿y tú? ¿Cómo  va el tuyo?» 

«—El mío aburrido, nada emocionante como el tuyo. ¿Qué locura has hecho?»

«—¡¡Me hice un tatoo!! Un búho, ahora te envío foto del que  me gustó» 

Eva con una sonrisa busca la imagen y se la envía a Samael. Espera que le guste, no espera su aprobación, pero que le guste, aunque sea un poco, le haría muy feliz. 

«—¿Qué te parece?» 

«—A mí no me gustan los tatuajes, pero éste está hermoso, va con tu personalidad.» 

Siguen hablando un rato del tatoo y luego cambian a otros temas, Samael le habla sobre su nueva conquista, no dando detalles sobre la misma, sino lo bien que la pasaron. 

Es pasado el mediodía cuando llega Amelia, la abuela de Eva. Ella sale corriendo y la abraza, entre beso y beso le dice lo mucho que la extrañó. Amelia ríe por la efusividad de su nieta, le gusta esto de ella, que no se amarga la vida con nada y siempre está muy alegre. 

—Por Dios niña, déjame entrar, no he pasado de la puerta. 

—Lo siento abuela, pasa por favor. 

Pero en la cara se le ve que no lo siente en absoluto. Amelia mueve la cabeza de un lado a otro, pero ríe y Eva se une a la  risa con ella. 

Después de un rato charlando, Amelia va a su habitación, Eva le preparó un baño con esencia de Jazmín, su olor favorito. Termina y camina a la cocina donde está su nieta, que está preparando una ensalada bailando al ritmo de la música que está en este momento, algo moderno.

«Si mal no recuerdo es la rubia que se llama Lady Gaga.» —Amelia sonríe mientras observa a su nieta, le encanta que sea tan espontánea. 

—¿Ya está la comida? —habla Amelia terminando de acercarse. 

—Sí, también hice una tarta de fresas, no está como las de mi  mamá, pero está deliciosa. 

—Tiene buen olor, y no me preocupo, eras una cocinera medio  decente. 

—¿Medio decente? Vaya, si llego a saber que así piensas, no  me esmero tanto. 

Eva pone cara triste, y de pronto las dos sueltan una carcajada, siempre es el mismo juego cuando le prepara la cena en el regreso de sus viajes. 

—Entonces, ¿qué tiempo pasaras en casa esta vez? 

—Una semana. 

—¿Por qué tan poco? 

—Sofía y los demás me esperan en Nueva Zelanda. Solo vine a ver cómo estabas. 

—Wow, de veras que quieren recorrer el mundo. 

—Parte al menos. 

Y siguen conversando sobre los viajes de Amelia. Le cuenta las maravillas que hay en cada lugar. Luego pasan a Eva, Amelia enojándose mucho con su antiguo empleador, queriendo decirle unas cuantas cosas por lo poco profesional que fue, Ella le dice que no vale la pena, mejor salir de un hombre así. Y pasan al actual trabajo, Eva le cuenta lo bien que le va, y aunque su jefe a veces es un ogro, le va muy bien trabajando con él. 

—He hecho muchísimos amigos, siempre hay dos o tres que son intragables, pero que puedo hacer, en todo trabajo los hay. 

—¿Hay chicos guapos?

Eva ve las intenciones de su abuela en una pregunta que parece  inocente. 

—Sí, hay varios guapísimos, la mayoría está casado o tiene compromiso. 

—¿Todos? Pues debe ser una compañía muy pequeña. —sigue Amelia queriendo seguir pareciendo inocente en sus preguntas. 

—No todos, pero no quiero nada allí. 

—¿Y de otro lugar? 

—Tal vez, pero no insistas abuela, es cuando llegue, no voy a  estar buscando. 

—¿Y crees que vendrán a buscarte a la puerta de la casa?Busca a alguien, aunque sea para que te dé una buena revolcada. 

—¡¡Abuela!! —grita Eva entre risas. 

Terminan el día muy bien, charlando de todo un poco, hablan de Verónica la madre de Eva, que después de mucho tiempo sin trabajar, abrió una dulcería y le va muy bien. Termina viendo una película de romance que como todas las de este tipo las hace llorar. Al día siguiente que es domingo irán a algún lugar las dos, aún no saben dónde, será un lugar al azar. 

                                           ♥♥♥♥ 

Es temprano en la mañana y Eva está preparando el desayuno. Mientras su abuela no deja de hablar de sus viajes y amigos. Le cuenta que conoció a alguien especial, un hombre muy romántico que le escribe poemas de amor. Paul se llama, un juez retirado. Su abuela parece muy entusiasmada, tiene las mejillas ruborizadas y los ojos le brillan al hablar de él. Se alegra mucho por ella, desde que su abuelo murió no la veía tan feliz. 

—Escribe hermoso. No pensé que alguien que parece tan serio y formal pudiera escribir hasta sacarte suspiros y lágrimas. —dice Amelia mientras ayuda a Eva preparar la mesa para desayunar—. Quería presentarlos el próximo fin de semana, viene a buscarme para ir a una fiesta de unos amigos de él. 

—Me encantaría conocerlo, para que estés así como colegiala enamorada, sí que debe ser especial. 

—Lo es. Tú también vas a adorarlo. 

Comen el desayuno y al terminar van a una tienda a comprar un vestido para la fiesta a la cual va Amelia. Eva se alegra de la felicidad de su abuela, pero ríe porque parece una adolescente, sin saber que escoger. Al final se decide por un vestido muy elegante, verde esmeralda hasta la rodilla. Eva por la alegría del momento y por insistencia de Amelia, aprovecha y se compra uno también, corto por la rodilla, azul rey.

—No sé en qué momento, pero te aseguro que lo voy a usar.

—Te lo recordaré, está muy hermoso para que se quede  

guardado. 

Al salir de la tienda llegan a un café, se sientan en la terraza de este, y toman un refrigerio. Aquí Eva le cuenta sobre Samael,  y el dilema que tiene en conocerlo o no. 

—¿Pero desde cuando te importa el físico de una persona? 

—No me importa, pero no es solo eso. Nos llevamos tan bien, y hablamos de tan disímiles cosas, que tengo miedo que no sea  así cuando nos encontremos. 

—Quizás es más de lo que esperabas. 

—Quizás... 

—Con probar no pierdes nada. 

Eva piensa que quizás su abuela tenga razón y promete pensarlo. No quiere hacer algo y luego arrepentirse. Y bromeando le dice que puede ser que sea Samael a quien no le guste ella, Amelia responde que eso es imposible, que no hay  nadie que se resista a su encanto. 

                                       ♥♥♥♥ 

Sábado de siguiente semana 

Es las seis de la tarde cuando llega Paul, la fiesta comienza a las ocho, pero quería pasar un tiempo con Eva para conocerla. A Ella le cae bien, tiene un carácter muy serio, pero ella ya está acostumbrada, lleva mucho tiempo entre letrados. Le recuerda un poco a su jefe, Eva no sabe por qué. Paul está contándole como conoció a Amelia. Lo que le gustó de ella, y le llevaron a querer conocerla. 

— Cuando la vi y hablé con ella, supe que quería estar en su vida. Me costó convencerla, pero lo logré. —Termina contando con una sonrisa y acariciando la mejilla de Amelia. 

 

Eva está encantada, ella adoraba a su abuelo, pero quería a  alguien así para su abuela, que la mira con amor y los ojos le brillan. 

«Quiero un amor así.» —Piensa Eva mientras los  observa. 

Siguen conversando, de sus vidas, el trabajo, los viajes. Ya están al irse cuando a Paul se le ocurre que Eva los acompañe  a la fiesta. 

—Ay sí, así te pones el vestido que compraste hoy. —dice su abuela muy entusiasmada. 

—No creo que pueda ir. 

—¿Por qué? —Cuestiona Paul. 

—Me da vergüenza. Ya usted lleva a mi abuela. 

—Son amigos muy cercanos, estoy seguro que no les molestara que vayas. Y trátame de tú, si es por mí, pronto estaré en la familia. –Guiña un ojo al decir lo último y Eva sonríe al ver a su abuela sonrojarse. 

—Bueno, está bien. Los acompaño. —Claudica Eva luego de un poco de convencimiento.

Llegan pasada las ocho, los recibe una pareja muy elegante que saludan muy efusivos a Paul. La pareja son los homenajeados  que están recibiendo a los invitados. 

—Pensé que ya no venías. Llevabas mucho tiempo viajando. —Le dice la mujer. 

—No podía perderme tan importante evento. —responde Paul y se gira para donde están Eva y Amelia—. Les presento a Amelia mi novia y Eva su nieta. 

Se saludan y la pareja les comentan que se alegran que hayan venido a celebrar con ellos sus bodas de oro. Eleonor le dice a Eva que le encanta el vestido que trae y los invita a integrarse  a la fiesta. 

A Eva le encanta como decoraron el salón y el jardín que es donde estará lo principal de la fiesta. En el jardín hay mesas dispuestas para el banquete. A las nueve y treinta comienza todo. Eleonor y Bruno renovan sus votos, la oficia un amigo de ellos según cuenta Paul. Dicen cosas muy bonitas que emocionan a Eva, más cuando Bruno dice que tenían planeado renovar también las alianzas, pero que última hora se arrepintiendo por el significado que  tienen las que usan hasta el momento. 

Queda petrificada cuando Dante y Lucas se ponen de pie y van hasta Eleonor y Bruno, le dan un beso a cada uno y pronuncian un corto discurso felicitando a sus padres. Ella no sabía quiénes eran, ahora no sabe si seguir en la fiesta o irse, no quería mezclar el trabajo con su vida personal. Disimula su incomodidad y observa como bailan con la canción del primer baile en su boda.

Luego viene la cena, y cuando terminan Eva va hacia una parte del jardín alejada de la fiesta. Ve un banco y cuando se está  acercando le hablan asustándola. 

—Está muy guapa esta noche.

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