Capítulo 3. Muros Caídos

Me había quedado mirándolo por lo sorprendida que estaba, en definitiva, el mundo era muy muy pequeño. De todas formas, no pude evitar preguntarle los nombres de los futuros novios para corroborar los datos, me era imposible no ser desconfiada en algunas ocasiones. Aunque cuando lo escuché me dije a mi misma que sería muy curioso que hubiera dos bodas programadas en la misma ciudad el mismo fin de semana. No pude evitar sonreír por las vueltas de la vida, vaya manera de conocer a la persona que caminaría conmigo en el altar acompañando a nuestros amigos.  

 De repente mi curiosidad se hizo presente y no lo podía parar una vez que se encendía no había forma de controlarme y no lo voy a negar quería saber más de este hombre ¿De dónde vendrá? Esto era algo que desde que lo escuché hablar con ese acento muy particular y delator de que era un turista, me lo había preguntado. Y sin poder soportarlo más hice la pregunta.  

- ¿De dónde eres? Porque se nota que no eres de aquí, no estoy diciendo que tu español sea espantoso, pero es muy notorio debido al acento que tienes.  

Me mira curioso, sonríe a pesar de haber quedado como una loca. El ser curiosa es útil muchas veces en mi trabajo, pero en lo que se refiere en la vida cotidiana no me resulta de mucha ayuda. Generalmente logro espantar muy rápido a las personas ya que se lo toman a mal el que le haga muchas preguntas. Preguntas que siempre suelen ser muy personales, pero no lo puedo evitar. Quiero conocer bien a las personas con quien pienso involucrarme, bastante mala la experiencia que tengo como para permitirle formar parte a mi vida a alguien cualquiera.  

- Eres muy curiosa y muy directa. - me dice achinando los ojos hacia mí. Pero yo aún me quedo a la espera de que me diga de dónde viene - Australia, crecí en Sídney como Mason.  

¿Australia? Viajó desde tan lejos solo para esta boda ¡Wow! Bueno, yo no tengo mucho más que decir, acabo de llegar desde Europa también. Está claro que yo lo hacía por la persona a quien quería como una hermana, aunque supongo que la relación que mantienen ellos debía de ser bastante estrecha también como para venir desde tan lejos.  

- ¡Wow! - digo asintiendo con la cabeza no sabiendo mucho más que decir ya sabía lo que quería, además, odio las conversaciones casuales porque no sé cómo mantenerlas sin que parezca un interrogatorio.   

- ¿Wow? Estabas tan curiosa y me dices eso - ríe con una pequeña carcajada. ¿A este que le pasa? Claramente lo estaba divirtiendo. Esperen ¿Eso quiere decir que no lo espanté?  ¡Y este de que mundo vino!  

- Quería saber de dónde eras y ahora ya lo sé. ¿Querías que siguiera preguntado más? - digo levantando una ceja inspeccionando su rostro, el cual seguía mostrándose divertido.  

- Mejor vayamos por ese café.  

Sonríe mientras vamos hacia la cafetería por un segundo intento de comprar un café, no voy a negarlo, es bastante guapo además de simpático y amable y más aún después de haberlo llamado idiota. Tiene un muy buen aspecto, pero aprendí gracias a mi experiencia personal y laboral que cuanto más guapos más idiotas y embusteros son. Aunque sea amigo del futuro marido de mi amiga no significaba que no sea un completo mujeriego, debía mostrarme alerta y no bajar la guardia por más hermosa que sea su sonrisa.  

Descubrí luego de la espera en la cafetería y nuestra charla esperando el avión que es un amante de la cafeína al igual que yo, pero que además es bastante sereno, tranquilo y calculador. Simpático y bastante charlatán, cuando notaba que quizás no tenía mucha más idea de cómo continuar con un tema iba lo cambiaba y tomaba el mando de la conversación, incluso me había dado carta blanca para continuar con mis preguntas, ya que al parecer se percató de mi habilidad interrogando personas. Aunque él había aprovechado también la ocasión para cuestionarme un poco acerca de mi vida y claro, yo era todo lo contrario a él viviendo mi vida a mil por hora teniendo la habilidad de hacer dos o tres cosas al mismo tiempo, ya que, para mí, el tiempo vale oro. Lo cual, le ha parecido bastante gracioso porque mientras hablábamos estuve mandando mails ya que mis clientes no entienden el concepto de vacaciones. Obviamente aquello le pareció alarmante, aún más cuando me preguntó si tenía una secretaria y le dije que también se había tomado unos días la pobre.  

- Pero entonces quien atiende tus asuntos.  

- Bueno, por eso es que con tiempo avisé a todos mis clientes que no me encontraría en el despacho y que mi secretaria tampoco ya que nos íbamos de vacaciones. Pero claro, existe la gente que no entiende y se piensa que me sé sus expedientes de memoria.  

- Pero, no entiendo ¿Por qué no dejarla a ella? 

- Porque prefiero que el despacho quede cerrado mientras no estoy, pero cuando esté tenerla a ella porque si no mi vida sería una locura.  

Asiente dándome la razón, aunque meditando sobre el tema. Podía ver que era un hombre bastante observador y escuchaba atentamente todo lo que le había dicho hasta ahora.  

- Es muy comprensible, en mi caso siempre hay una de reemplazo. - aquello llamó mi atención, cuando mencionó que tenía una empresa familiar no especificó las dimensiones de la misma.   

- Yo no sé qué haría sin ella, desde que llegué a España ha sido mi mano derecha y me ha acompañado en todo, pero gracias a eso también su carrera está en pleno ascenso.  

Estuvimos un buen tiempo más charlando, cuando llaman a embarcar. Lamenté el que el tiempo que teníamos se haya acabado, increíblemente me había relajado y la charla se daba de una manera muy fluida, luego recordé que íbamos al mismo lugar así que podría tener más oportunidades para hablar con él. Mientras íbamos buscando nuestros asientos por casualidades del destino nos dimos cuenta que estábamos uno a lado del otro, ya que los asientos de primera clase eran de a dos, pero eran bastante más amplios.  

- La vida de alguna u otra forma nos iba juntar – dice con una amplia sonrisa en su rostro. 

Lo miro sorprendida por ese comentario, si es de esos tipos melosos moriría si fuera el caso. No soportaría tenerlo cerca creyendo que el destino nos unió, el destino es una porquería, le gusta las bromas y los dramas, pero nada más.   

- La vida o destino cómo le dicen es una tontería.  

- Fuertes declaraciones para alguien que es Dama de Honor en una boda.  

- Claramente lo hago por el amor que le tengo a mi amiga, porque si fuera por mí ni volvería a este país.  

Me mira completamente confundido, listo ahora sí cree que soy una loca desquiciada. Si no lo había espantado en todo este tiempo, ahora lo había logrado.  

- ¿Quieres hablar del asunto? - me dice en tono suave tan solo audible para mí, me conmovió el hecho de que no me haya lanzado la pregunta cómo yo se lo habría hecho a él.  

- Quizás deberías de preguntarme en la fiesta cuando tenga varias copas de más - contesto acomodándome en el respaldo cerrando los ojos. No quería hablar del asunto estando sobria, es más jamás he hablado de esto desde aquella vez.  

Me despierto porque siento una leve sacudida, cuando abro los ojos veo el rostro anguloso de Ryan sobre mí y es cuando me percato que estaba mi cabeza en su regazo y una de sus manos en mi cabello acariciándome. Me levanto rápidamente de un salto, ¿Cómo es que terminé ahí?  

- Tranquila, es que te dormiste e ibas cayendo de apoco hacia un costado que preferí que te recostaras directamente en mi o te despertarías con una contractura horrible.  

Lo observo un momento porque me pareció un gesto agradable algo que hacía tiempo nadie hacía por mí, el último hombre que medianamente hizo cosas como estas me dejó plantada y con un corazón roto en el altar.  

- Gracias. - fue lo único que se me ocurrió decir y rápidamente me acomodé derecha en mi asiento. No podía verlo a la cara, sentía... La verdad no sabía lo que sentía. Me tomó por sorpresa, pero como había dicho antes, probablemente sea un mujeriego que sabía cómo tratar a una mujer. No debía ilusionarme por un gesto tan dulce, aunque admito que me guste el que haya pensado en mi comodidad.  

"Señores pasajeros le habla su piloto pedimos que se abrochen los cinturones porque nos encontramos próximo al aterrizaje. Muchas gracias"  

Estamos llegando, se había pasado muy rápido el vuelo. Menos mal porque está situación tensa de no saber que decir no me agrada, es un hombre muy atento, pero hacía mucho no dejaba que nadie tuviera esas consideraciones conmigo, me había cerrado por completo a las citas y me enfoque en lo único que me apasiona realmente, mi trabajo.  

Tratando de liberar mis pensamientos sobre eso, decido mirar por la ventana para ver las nubes, pero me encuentro con que no son blancas más bien grises, eso significaba que abajo estaba lloviendo odio los vuelos con tormentas. En realidad, me aterran las tormentas ¡Maldita sea! No puedo tener estos terrores ahora. En una de esas veo un haz de luz brillar y truenos sonar que de inmediato bajo la ventanilla para no verlo.  

- ¿Estás bien? - Ryan me observa preocupado - Estás pálida. Pediré agua.  

Tocó el timbre y en segundos apareció una azafata a quien le pidió un vaso de agua, al rato volvió y se lo entrego el cual me lo ofreció, yo tan solo podía mirarlo, era atento y sabía que algo me ocurría. ¿Qué si me gustaba eso?  me gustaba, pero me aterrorizaba también era un hombre bastante completo, atento, guapo y sumamente observador; no sabía que era lo que más me preocupaba en estos momentos la tormenta o Ryan. Pero al sentir una sacudida del avión supe inmediatamente que en ese momento sería la tormenta.  

- Gracias, debo confesar que odio las tormentas, nunca las he superado. - lo veo que me mira fijamente y sonríe - Adelante búrlate, pero de verdad las odio.  

- No me burlaré, sonrío porque no tienes por qué temer, yo las he superado y me tienes a mí. - al finalizar esas bellas palabras toma mi mano entre las suyas y las acerca a su boca besándola, no puedo describir la descarga eléctrica que sentí por la espina dorsal. Pero si puedo el nivel de sonrojo que tenía en estos momentos que era similar al de un tomate. ¿Por qué tiene que ser tan dulce? Y ¡Porque demonios sentía esta revolución en mi interior! 

Le devuelvo la sonrisa algo incómoda ya que descubrí que, es un hombre atento, pero con una dosis de cursilería también, aunque eso no le robaba atractivo es más lo sumaba y eso era preocupante. Simplemente no pensaría en esto ahora, lo primero era llegar a tierra firme, entera.  

Luego de dar unas vueltas y ver el momento oportuno para atravesar la tormenta y con un mini infarto de por medio estábamos en tierra a salvo de todo. Ryan tuvo que desabrochar mi cinturón porque yo aún me encontraba muy alterada, me ayudó a levantarme y con su ayuda iba bajando el avión. El único momento que se separó de mi fue cuando tomo su bolso y luego los míos para colocarlos en el carro, sabíamos que nadie iría a recogernos ya que ambos habíamos dicho que alquilaríamos un coche, pero ahora alquilaremos uno solo ya que Ryan lo creyó más oportuno porque aún no me encontraba del todo bien. De verdad odiaba las tormentas y lo peor fue atravesar esa con el avión queriendo descender.  

- ¡Bonita ven! Ya nos trajeron el auto.  

¿Lo escuché bien? Me acaba de llamar bonita, odio los apelativos cariñosos de ese estilo, pero cuando lo decía él sonaba malditamente bien. Luego hablaremos sobre eso, ahora tan solo quería llegar y tomarme un baño caliente y descansar.  

De camino a la casa de campo íbamos con la radio encendida que casi ni hablábamos, la estancia con Ryan era pacífica y de una manera increíble lograba comprender lo que quería y se había dado cuenta que ahora mis nervios quizás no eran por la tormenta más bien por lo que podría ir a encontrar cuando lleguemos. Estaba sumida en el silencio preparándome para lo inevitable, rencontrarme con mi pasado no me resultaba para nada fácil de digerir.  

Estábamos a unos 100 metros aproximadamente de la entrada al lugar donde decía “Estancia Reyes” por lo que me sorprendió que aparcara el auto en un costado para luego apoyar la cabeza en el respaldo y observarme. 

- ¿Qué sucede? - pregunto algo confundida. - ¿Por qué te detienes?  

- Aunque no me hayas hablado del asunto supe que volver aquí era difícil para ti, quería darte un tiempo para que te prepares y saber si estás bien. 

Lo miro sin creer lo que acabo de escuchar, desde hace años me había cerrado por completo a todos y este hombre en ¿Qué? Dos horas y media había logrado leerme con mucha facilidad, no lo puedo creer sin querer había hecho que algo en mi interior brincara de la emoción. Me escuchaba, me entendía y le importaba lo que me sucedía, lo mejor de todo era que lo demostraba.  

Sin poder frenarme a mí misma no pude darme cuenta en qué momento me desabroché el cinturón y me incliné hacia él plantándole un beso. Un beso. Por amor al cielo está no era yo. Pero no lo pude resistir, algo en él me llamaba, me decía que lo hiciera. ¡Y maldita sea que lo disfruto! Sus labios se sentían a la gloria misma.  

Claramente lo tomé por sorpresa, los primeros segundos no logró reaccionar, pero luego tomó fuertemente mi rostro entre sus manos queriendo profundizar el beso, en ese momento me percaté de mi atrevimiento y sentí que me aprovechaba de él. Me encontraba vulnerable y confundida por todo esto, aterrorizada de encontrarme a esas personas. No, esto estaba mal. Me alejé lo más rápido posible, no lo utilizaría. No se lo merecía, no después de que se haya portado tan bien conmigo.  

- Lo lamento no sé qué me sucedió. Yo... - no sabía que decir, abrí la puerta y bajé del auto, necesitaba aire. Al segundo escucho que él también baja, no quería levantar la vista me encontraba muy avergonzada, yo no era así soy alguien sería y fuerte ante los impulsos, más aún cuando de hombres se trataba, pero ahora... 

- Julia, no lo lamentes. Te juro he querido hacerlo yo desde hacía rato... Por favor, mírame.  

¿Él había querido besarme antes? Lo miro a los ojos y me pierdo en ellos. Me miraba de tal forma que sentía mis piernas aflojarse, podía ver la intensidad de sus ojos y si, podía ver en ellos la urgencia y el deseo. Ya mis muros habían caído no podía remediarlo más, si salía lastimada ya no me importaba. Saber que también quería besarme, que había sentido atracción por mí en tan solo tres horas de habernos conocido logró que todo aquel muro que había construido a mi alrededor se derrumbara.  

- Eres hermosa, y aún más con un Frappucino de chocolate y chips en la cabeza. - Río ante eso, lo tenía cerca muy cerca, de puro instinto trato de alejarme de él retrocediendo un paso, pero me encuentro con el auto, él aprovechó la oportunidad y con sus brazos me había apresado entre el vehículo y él - Me volviste loco desde el momento en que te vi y ese beso me dice que yo tengo el mismo efecto en ti. Sabes que sí, y juro que no puedo estarme un rato más quieto, no quiero. Lo único que si quiero es volverte a besar, solo necesito que me digas que sí.  

- Hazlo  

Fue lo único que pude decir y lo que él necesito para hacerlo. Tomando mi rostro entre sus manos me besó de una forma tan gentil y dulce, disfrutando de cada centímetro de mi boca, podía sentir que con este beso podía decirme muchas cosas, con cada movimiento era como si acariciara todo de mi con su alma. Aunque en un principio creí que me besaría desesperadamente porque sonaba así, lo hacía con cariño, con cierta delicadeza y yo lo único que deseaba era quedarme aquí rodeada de este hermoso paisaje y con este hombre tan sexy y cariñoso que lograba hacerme sentir tan importante y bella.  

Lo que menos deseaba ahora era alejarme de su lado e ir a encontrarme con aquellas personas que significaban dolor y malos recuerdos, quería escaparme con este hombre muy lejos y tenerlo solo para mí. A fin de cuentas, acababa de decirme que lo volvía loco y aunque no lo quiera admitir, él también tenía ese efecto en mí.  

- ¿Julia? - esa voz, ¡Santo cielo! No puede estar ocurriendo esto ahora mismo. Maldita mi suerte y maldito el destino.  

Lo dije y lo vuelvo a decir, el destino era una porquería, de todas las personas que viven en este mundo, de todas las personas que viven en esta maldita ciudad. Tenía que ser la persona a la que menos tenía ganas de ver a la que me encontrara antes de cruzar el maldito portón.  

¡Es él! ¡Maldito bastardo! Reconocería su voz en cualquier sitio del mundo.  

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