Capítulo 5

Dos años después…

―Uno, dos, tres…―escuchamos al instructor lobo de la academia de matones que hay en la manada Luna de Hielo, a la que se supone que pertenezco, al haber sido convertida por uno de sus miembros, específicamente, su alfa, el maldito de Adrien. Estamos haciendo una serie de movimientos para la lucha, tipo artes marciales, a las cuales me he preparado, mientras he estado ideando mi venganza contra todo este maldito mundo de lobos, seres despiadados que solo saben destruir y asesinar.

Llegué aquí hace tan solo dos días, después de dos largos años de idear cómo me iba a vengar por lo ocurrido a mis padres, pero primero, decidí investigar qué clase de monstruo es Adrien y en qué me convirtió, que viene a ser lo mismo.

No, yo no soy un monstruo, me repito una y otra vez. Lo que Adrien puso en mí no me define, pero no estaré tranquila hasta que pague por todo lo que nos hizo.

Balder fue quien me ayudó con todo lo que debía saber acerca de cómo funcionan los hombres lobos y las leyes que los rigen.

Ellos, los hombres lobos, viven en lugares apartados, de preferencia, rodeados de bosque y naturaleza, por eso es por lo que muy pocos se relacionan con nosotros los humanos, aunque sí tienen negocios con nosotros y muchos de ellos, tienen incluso grandes empresas con las cuales mantienen a toda su comunidad.

Por eso es por lo que Adrien buscó a mi padre desde un inicio, como bien me lo hizo entender.

Bernard, el mejor amigo de mi padre, también averiguó unas cuantas cosas. Es quien me ha dado refugio todo este tiempo y ha podido ayudarme, tanto a superar la pérdida de mis padres como de de tener que volverme una marginada de la sociedad a la cual también aborrezco.

Simplemente, odio a todos, incluyendo a mí misma.

― ¡Vamos, Bellamy! ―se mofa de mi nombre Hal, el jefe de entrenamiento de los nuevos reclutas para ser deltas de la manada―que nadie note lo vieja que eres para este puesto―se burla de mí―a tu edad ya realizaba misiones en el mundo humano.

“Podemos atacarlo ahora, así sabría qué tan vieja somos”, me dice Aella, mi loba, pero la ignoro igual que siempre, “¿hasta cuándo pretendes fingir que no existo?”, pregunta por enésima vez y por enésima vez la ignoro.

No quiero hablar con esa maldita asesina, pero no puedo negar que lo que quiero en estos momentos es arrancarle la cabeza a Hal.

―Cien vueltas al campo―responde el instructor en jefe y aprieto mis labios para no contestarle y me dirijo alrededor del campo― ¿qué están esperando? ―le dice a todo los demás―debemos comportarnos como uno solo y cuando uno comete una equivocación, todos pagan las consecuencias.

― ¡Ah, vamos, Hal! ―dice uno de los chicos que  creo que se llama Alvar. Se ha estado quejando por mi presencia durante todos estos días, incluso me ha estado acosando, pero lo ignoro. Creo que todavía no ha superado la pubertad―no podemos pagar todos porque esta vieja no puede aceptar su destino como una simple omega.

He aprendido mucho durante todo este tiempo, según me ha informado Balder.

Estas bestias se dividen en cuatro tipos, los alfas son sus líderes, tienen un no sé qué en su sangre que los hace más fuertes y más rápidos, el alfa principal es como una especie de rey, luego están los otros con sangre de alfa que suelen dirigir los negocios tanto dentro como fuera de la manada. Les siguen a estos los betas, que son los segundos al mando, son como una especie de administradores o algo así. Cada alfa tiene un beta a su lado, uno dirige y otro administra. El siguiente nivel son los deltas, la fuerza armada, los policías, los encargados de hacer el trabajo sucio o de espionaje. Por último, están los omegas, lo que viene a ser el pueblo llano, el último nivel en la escala del mundo lobo, a los que se les encomienda los trabajos de limpieza o manual.

Eso es en lo que me he convertido, en una sucia lacaya de todos, gracias al imbécil de Adrien. Pero ese es el menor de mis problemas.

―Mi madre era una omega, Alvar, y en honor a ella, todos harán otras cien vueltas―se regodea Hal y todos se quejan malhumorados― ¿alguien más tiene algo qué decir? ―pregunta el jefe de los instructores, pero ninguno vuelve a protestar―bien, comiencen a trotar.

Todos hacemos lo que nos pide y Hal decide ponerse a mi lado.

―Nunca es tarde para rendirse―me dice, trotando cerca de mí―algunos deben saber sus limitaciones―sigue metiéndose conmigo―la cadena es tan fuerte como su eslabón más débil y tú vas a terminar por romper la cadena―añade y se sitúa delante del pelotón y nos pone a cantar, mientras los músculos empiezan a dolerme.

Pero yo continúo.

No me rendiré y no es porque tema ser una omega más, ya eso lo superé. No me voy a rendir porque tengo un plan, convertirme en una delta estar cerca de la élite de la manada, desde donde podré hacer pagar a Adrien, su líder y a todos los miembros de este maldito lugar lleno de monstruos despiadados.

Sé que no puedo acercarme mucho a él sin que me perciba y lo sé porque ya lo he intentado, pero él tiene un radar para sentirme cerca, aunque no sepa que se trata de mí.

Eso no va a impedir que derrumba su mundo.

―Él no es tan malvado como quiere hacerles creer a todos―me dice una chica que se ha colocado a mi lado. Si no me equivoco, creo que se llama Mara―solo está haciendo que salga tu mejor versión.

Me quedo desconcertada por un momento, pero luego entiendo que está hablando de Hal y no de Adrien.

Y, como ya se me ha hecho costumbre, también la ignoro, porque no quiero fraternizar con uno solo de estos monstruos, aunque se disfrace de una tierna chica de ojos azules y cabello rubio, muy parecido al cabello de quien ha causado todo el rencor que llevo dentro.

― Tú eres más fuerte que todos ellos, te lo aseguro―continúa diciendo Mara y yo dirijo la vista en su dirección. De algún modo, no puedo odiarla tanto como quisiera y tengo que admirar que ha aprendido a lidiar con mi mal humor durante todos estos días―no te rindas.

No le contesto, pero ella no sabe que es lo último que pienso hacer en este lugar. Haré lo que tenga que hacer para conseguir la justicia que tanto merecen mis padres.

Al terminar el entrenamiento de hoy, todos vamos a las duchas comunales. Tal parece que no existe el pudor entre estos seres, porque la ducha consiste en un enorme salón con algunos tubos colgando del techo y ninguna cortina o división para que haya un poco de privacidad. Algo que puedo manejar perfectamente, puesto que he visto demasiados cuerpos desnudos en mi vida, como para tener escrúpulos.

―Entonces, anciana―me dice Alvar, que está utilizando el chorro de agua a mi lado izquierdo― ¿hasta cuándo tendremos que soportar tu maldita peste aquí?

―Deja de molestarla, imbécil―le responde Mara a mi lado derecho―ella tiene más agallas que tú, niñita.

―Ella es mayor que todos nosotros, tiene veintidós―le responde Alvar―ya no tiene las habilidades suficientes y nos retrasa, nos castigan por ella―agrega y yo pongo los ojos en blanco―debería estar en otro lugar, buscando a su pareja destinada o algo así. Ya no tiene la edad para ser reclutada.

―Pues, alguien no recibió ese memo, porque le permitieron reclutarse―le espeta Mara y yo la miro asombrada―más bien cierra tu bocaza.

― ¡Te voy a enseñar a respetarme! ―le grita Alvar e intenta atacarla, pero yo lo detengo y lo domino en el piso, colocándole una rodilla en su nuca.

―Métete con una de tu tamaño, imbécil―le digo muy cerca del oído―ahora dime, ¿te vas a comportar? ―no me contesta, porque está tan asustado, que boquea en el suelo, pero mueve la cabeza afirmativamente―bien―le respondo y me retiro lentamente, pero él se pone de pie y me lanza un golpe, el muy rastrero, pero lo detengo y le hago una llave a la espalda. Entonces me percato que todos me están mirando y uno de ellos ha llamado a Hal, quien está ahora frente a mí.

―Scott, Bolt, vístanse ahora―nos grita a ambos.

―Pero, Hal, Bellamy no tiene la culpa, ella solo me estaba defendiendo―le ruega Mara.

―Si tú necesitas que alguien te defienda, Mara, deberías reconsiderar el estar en este entrenamiento―le recuerda el instructor―y Scott no necesita abogados, tampoco.

Mara da dos pasos atrás y tanto Alvar como yo nos dirigimos a los casilleros. Me paso la mano por la herida que me dejó mi encuentro con Adrien, antes de pasarme la camisa por la cabeza, el recordatorio viviente de que nada de lo que viví fue un sueño. Suelo ocultarlo en un parche, porque me he dado cuenta de que esa marca tiene un efecto entre los lobos. Esa marca representa mi vínculo con Adrien y, por lo que he investigado, yo debí haberlo marcado, también, para convertirnos en una especie de esposos, pero, como no lo hice, el ritual está incompleto. Según lo que averigüé, también, si yo rechazo a Adrien y él hace lo mismo, la marca desaparecería.

Pero, no quiero que desaparezca, por lo menos no hasta que logre mi venganza. Tampoco quiero ser la pareja de Adrien, porque no quiero vincularme de por vida al maldito que provocó toda la desgracia en mi vida familia.

Cambio mi parche mojado por toda la pelea que tuvimos Alvar y yo y lo oculto de nuevo en mi camisa de cuello de tortuga, que es el estilo que uso últimamente. También me coloco unos pantalones de entrenamiento, porque no sé qué castigo me impondrá esta vez Hal.

―Vamos hasta la oficina del alfa―nos advierte Hal―ahí les será impuesto el castigo.

―Pero no hemos hecho nada tan grave, como para que intervenga el alfa―responde Alvar a mi lado.

―Eso es totalmente cierto, Bolt―le indica Hal―pero él y yo tenemos un asunto por resolver y quiero que entienda un par de cosas.

―Entonces, alfa Adrien regresó―inquiere Alvar, pero Hal mueve la cabeza negativamente.

―No, sigue atendiendo otros asuntos―le contesta Hal―pero está su hermano, el alfa Aike, quien es la persona con la que tengo el asunto.

Por supuesto que sé que Adrien no se encuentra por aquí, es algo que Bernard y yo hemos conseguido dentro de nuestro plan. Como su intención era quitarme mi herencia y al no aparecer mi cuerpo, Savage Corp. se encuentra en una cosa llamada acefalía, lo que significa, palabras más palabras menos, que no se pueden tomar decisiones hasta que no se reúnan los socios mayoritarios, así que, eso es lo que está haciendo Adrien, en un mar de reuniones para decidir hasta la compra de un mísero lápiz.

Tampoco es que le hayan salido bien todos sus planes, porque su empresa, Ice Inc no recibió el impulso que requería, y por impulso me refiero a todo el dinero que pensaba robar cuando yo le cediera mi herencia.

Así que, él está haya en Savage Corp., mientras yo estoy aquí en su propia casa, para quemarla hasta los cimientos, desmoronando su mundo, de la misma manera que él destruyó el mío.

Hal nos conduce desde el gimnasio hasta la casa de la manada, la cual se encuentra escasos metros. Esta es como la casa de la municipalidad o algo por el estilo, donde todos los líderes de manada tienen sus despachos.

―Por aquí―nos indica Hal y somos recibidos por dos grandes hombres, que custodian las puestas―este es sus despacho―añade y los hombres nos abren las puertas.

El despacho es enorme, como si fuera un pequeño apartamento, pero sin camas. Tiene una sala con dos sillones grandes y otro para dos personas, con una mesa en medio; un bar bastante modesto, pero bien abastecido, en un extremo de la habitación se ve una mesa de billar y el otro extremo se observa un enorme escritorio de roble, con una computadora y una enorme silla que parece la de un rey, tan arrogante y ostentosa que hasta parece de mal gusto.

Entonces una figura aparece en una de las esquinas de la mesa de billar, la cual estaba oculta por la sombra que proviene de las propias lámparas bajas.

El hombre es tan guapo como su hermano, con hermosos ojos aguamarina, tan cristalinos que asemejan al mar. Es alto, aunque no tanto como su hermano, pero sí tiene la misma contextura corporal. Su cabello es rubio, casi blanco. Pero, en donde Adrien muestra una cara seria, casi solemne, la de este chico es mucho más relajada, aunque ahora se encuentra un poco consternada.

Entonces escucho un susurro que se va volviendo cada vez más fuerte.

“Mío, mío, mío”, repite cada vez más fuerte la loba que vive dentro de mí, “mío, mío, mío”, no deja de repetir y estoy muy nerviosa por la reacción que está teniendo en estos momentos.

Pero, antes de poder reaccionar, la figura que estaba en el fondo de la habitación se encuentra justo enfrente de mí, eliminando hasta el aire que nos separa. Entonces lo escucho decir una sola cosa.

― ¡Mía!

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