Capítulo 2

―Tu papá está demasiado enojado, Sia―me dice mi madre por teléfono, cuando lo contesto, luego de mil veces de haber sonado. La resaca me está matando.

Lo que se suponía que sería un fin de semana, se ha convertido en más de una semana.

Hoy es lunes, diez días después de que hablé con mi padre. Desde entonces he estado aquí con Barbie y un montón de lo que podría llamar como "caras conocidas", gente que he visto en algún lugar en algún momento.

Adrien no se ha aparecido por aquí, a pesar de que me aseguró que iba a venir. Tampoco es que ha contestado mis llamadas y no es que esté desesperada por él, pero armé toda esta fiesta para tenerlo conmigo y no pienso irme hasta lograr lo que quiero.

He hecho todo para entretener a todos estos chicos, con tal que no se vayan, juegos de fiestas, paseos por todo el lugar, incluyendo aquellos lugares en donde me escondía de niña, antiguos riachuelos que ya no tienen agua, los antiguos árboles del bosque, el gran río con su enorme cascada que da al mar. Además de que los he provisto de todo el alcohol que han querido.

―Alguien le dijo que no estabas estudiando negocios y está investigando. No sé qué va a hacer, cuando se dé cuenta que estás estudiando diseño de moda―continúa hablando mamá.

―Estoy con resaca, mamá―le respondo y me paso la mano por la frente, para ver si se disminuye el dolor―te prometo que te llamo en cuanto me arregle, ¿de acuerdo?

―Está bien―me dice mamá, luego de un minuto de silencio―pero, como no me llames en una hora, no sé qué va a ocurrir, así que más te vale que me prestes atención.

―Desde luego, mamá―le respondo―tengo que arreglar unas cuantas cosas por aquí y te llamo―le digo y luego cuelgo. La cabeza me da mil vueltas y tengo un dolor punzante en mi sien, que recorre toda mi cabeza hasta la parte superior de mi nuca. De alguna manera me levanto y me arrastro hasta el baño y me doy una ducha rápida con agua caliente, lo que alivia el dolor de cabeza. Luego bajo por las escaleras y veo el campo de batalla que resulta ser la sala de la casa, con algunos cuerpos desmayados por la borrachera que tuvieron el día anterior y otros más en el área de la piscina, los que puedo ver a través de la enorme pared de vidrio que nos separa.

Más allá se ve el borde del risco en donde se encuentra la casa y, a lo lejos el mar y el horizonte.

Mucha gente critica a mi padre por haber escogido una casa encima de un acantilado. Lo que no saben es que las vistas son hermosas y siempre se puede llegar a la playa por las escalinatas, pero les he proporcionado de todo y ninguno quiere salir de aquí.

Soy buena dando fiestas.

Me dirijo hacia la cocina, donde Myrtle, mi nana, me está esperando con el desayuno y un enorme vaso de jugo de naranja recién exprimido, lo que necesito para quitarme el horrible dolor, así que lo bebo como si fuera un beduino en pleno desierto.

 ―Gracias, cariño―le digo con dulzura―en estos momentos eres mi heroína.

Luego que crecí, no le permití a mamá que se deshiciera de ella, así que tiene una residencia permanente detrás de esta casa y no cualquier casa, por supuesto, porque es mi nana.

―Pero tú no tanto, cariño―me dice con la confianza que siempre hemos tenido la una con la otra desde que la conozco, hace ya tantos años―mira cómo han dejado la casa tus amigos y tú―me dice con cierto reproche―el problema no es limpiar, sino tener que esquivar todos esos cuerpos casi muertos.

Yo me río, pero con cuidado, porque el dolor de cabeza persiste y ella solo pone los ojos en blanco. Cuando estoy a mitad del desayuno Bárbara baja de su habitación, con su nueva conquista, quien la está tomando por la cintura.

―Mi desayuno, ahora―le dice Bárbara a Myrtle con mucho desdén, quien la ignora descaradamente.

―Bárbara, por favor, ya hemos hablado de tus modales―le recuerdo.

―El problema contigo y con la servidumbre es que le has dado demasiadas libertades―me responde y yo le doy una mirada significativa.

―Ella no es servidumbre, Bárbara, sino mi heroína―trato de mirarla más seria―te lo advierto.

―Está bien―dice mi amiga―disculpa, Myrtle, es que tengo resaca y soy un ogro esta mañana―le indica a esta, mientras su amigo Matt o Chad o como quiera que se llame, se sienta a su lado― ¿podrías darnos el desayuno?

―Me alegra que te hayas disculpado―le responde Myrtle con sarcasmo―así no escupiré tu comida hoy―añade y Bárbara pone los ojos como platos y yo me río, lo que hace que la punzada en la cabeza continúe.

―Está bromeando―le aseguro a Barbie―Myrtle, dile que estás bromeando, por favor―le pido y ella pone los ojos en blanco.

―Estoy bromeando, por favor―repite como una autómata y yo reprimo una sonrisa, mientras Myrtle le coloca un plato con comida a Barbie y a su amigo.

―Entonces, ¿hasta cuándo pretendes que continúe esta fiesta? ―me pregunta Matt o Brad o como se llame―todo está excelente, pero estos chicos no pueden soportar más alcohol en sus venas.

―Estoy esperando a alguien, ya lo sabes―le respondo, mientras miro mis uñas y Myrtle carraspea.

―Me refería a que yo no puedo aguantar más licor en mis venas―él me aclara y yo pongo los ojos en blanco.

―Eres libre de ir y venir, yo me quedaré un tiempo más― le indico y él se enoja porque no logra que yo cambie de parecer.

Quiero estar con Adrien y no se me va a quitar el capricho hasta que lo tenga.

―Creo que algunos nos iremos esta tarde―me responde con los labios apretados―debemos reportarnos en nuestras casas. Papá necesita que me encargue de algunos asuntos en sus negocios este verano.

Y eso es lo último que quiero hacer, mucho menos con la amenaza de mi papá pendiendo de un hilo. Pero sé cuál es su preocupación, porque Barbie no se irá hasta que yo me vaya de aquí, porque ella no quiere volver a su aburrida casa y él está muy interesado en ella y en el apellido de su familia, claro.

―Siempre son bienvenidos, si quieren regresar―le digo con una sonrisa bastante falsa.

Terminamos de desayunar y Myrtle se pone a limpiar. Como los días anteriores, si alguno quiere desayunar o algo, tendrá que preparárselo por sí mismo, ya que esto no es un restaurante o eso les ha dejado bien claro ella. Entonces, el teléfono empieza a sonar, cosa que no me extraña porque mamá ya me lo había advertido. Así que le hago señas a Barbie para que me deje a solas y ella se dedica a hablar con su amigo.

―No me llamaste―me reclama y yo respiro profundo―tu papá está llamando a su amigo, el rector de la Universidad, no creo que salga nada bueno de ahí.

―Lo sé, mamá, pero no puedo hacer nada por el momento―le digo―ni siquiera puedo viajar al extranjero, porque mis tarjetas están hasta el tope―le recuerdo, mientras veo cómo los chicos empiezan a levantarse y a desfilar por la cocina para conseguir algo decente para comer. Algunos prefieren ir primero a las habitaciones de arriba para arreglarse, otros ya vienen bajando, listos para seguir la fiesta o para irse, porque ya tienen listas sus maletas y se dirigen hasta el estacionamiento.

―Siempre puedo hacer algo con mi tarjeta negra―me responde―no quiero que él se moleste y pierdas la oportunidad de estudiar lo que quieres.

―Mamá, esto pasará ahora o después, así que déjalo ser y ya veremos―le digo, aunque sé cuál es sus verdadera preocupación, que papá se entere que ella me ha alentado a seguir mi sueño―tranquila, si algo pasa, no te voy a involucrar, ¿te parece?

―No seas tonta, mi preocupas tú.

―Lejos de lo que a ti te parezca, madre, papá no va a matarme―le recuerdo―he sido lo suficientemente cara, como para que valore su inversión―bromeo y a ella se le escapa una sonrisa―se molestará, me gritará, puede que hasta tire algunos muebles abajo, pero no me tocará un solo cabello―le digo y ella se queda callada, así que trato de calmarla―descuida, sabes que lo puedo manejar para que coma de la palma de mi mano.

―Y es en estos momentos si eso es lo mismo que piensas de mí―se burla, pero no emito ningún ruido, porque las dos sabemos que es así―está bien―me dice finalmente―pero voy a estar al pendiente de todo.

―Hasta luego, mamá y no te preocupes―le digo y ella se despide de mí, también, para luego colgar.

Por la tarde, la mitad de los invitados se ha ido. Mejor, la gran mayoría no sabía quiénes eran. Tengo entendido que eran los amigos de mis amigos o algo así, pero, hasta ellos no los conozco bien, porque en realidad son compañeros de clases, lo cual no hace mucha diferencia. La única persona aquí a la que considero mi amiga es Barbie. Los demás son unos perfectos extraños.

Entonces lo veo.

Está vestido con una camisa celeste y pantalones oscuros. Su cabello casi blanco está peinado hacia atrás. Está en la puerta buscando algo y supongo que ese algo soy yo, así que me acerco y lo tomo del brazo.

―Hola, Adrien―le digo y me acerco a su mejilla.

Sí, así soy de lanzada, pero no queda más nada qué hacer con este tipo que está para comérselo.

―Hola, Sia―me contesta y me corresponde con otro beso―siento haberte hecho esperar―me dice y se acerca un poco más a mí―es que los tiempos debían ser perfectos.

―Si por perfectos te refieres a que te has hecho desear, pues, lo lograste―le respondo y él se ríe. Detrás de él, la luna llena ya comienza a aparecer por los ventanales, a pesar de que se ven los últimos rayos de sol en el horizonte. Barbie se acerca y no puede evitar mostrar su cara de sorpresa.

―Oh, por Dios―dice―no me digas que este es Adrien.

―Si, por supuesto que lo es―le respondo con una sonrisa―Bárbara, te presento a Adrien Mctire, el nuevo socio de mi padre.

―Un placer conocerte―le dice esta y él le corresponde. Barbie se queda mirándolo como una boba y yo pongo los ojos en blanco.

― ¿No tenías que ir a ver Brad o Chad o cómo se llame? ―le digo y ella sale de su embeleso.

―Si te refieres a Sean, él se fue esta tarde, con la mayoría―me recuerda, pero, al ver que le doy una mirada seria, se percata de la situación―creo que me iré a nadar a la piscina.

― Te veo luego―le aseguro, aunque, en el fondo, lo que pretendo hacer es perderme con mi invitado especial― ¿y qué fue lo que te detuvo que me has dejado esperando hasta ahora?

―En realidad, estaba esperando el momento perfecto, como ya te había dicho―me recuerda―quiero que todo sea de acuerdo con cómo lo he planeado, la luna, la noche, cada cosa debe estar en el momento y lugar adecuado, de lo contrario, todo perderá su magia.

Este tipo es demasiado romántico, para los planes que tengo con él y espero que no se decepcione cuando se dé cuenta que lo nuestro no durará más allá que el gusto que tenga por él.

― ¿Quieres estar en un lugar más privado? ―le digo y él me mira.

―Aún no, hay que esperar la hora adecuada―me responde y yo lo miro extrañada, porque pensé que la atracción que tenemos el uno por el otro tenía la misma intensidad―pero puedo servirte un trago, si quieres, claro.

―Por supuesto que sí―le c0ntesto y me da un beso en la sien, antes de dirigirse al bar y regresa con dos cocteles que con una decoración de frutas.

―No sabía qué te gustaba, pero este coctel lo aprendí a hacer desde que estoy en la ciudad y creo que te va a agradar―me dice y me pasa una de las copas, de la cual bebo poco a poco. Está delicioso, justo como me había dicho que iba a estar. Comenzamos a bailar y me pego a su cuerpo con tanto deseo que no puedo disimularlo delante de todos, aunque estoy segura de que no estoy sorprendiendo a ninguno de estos chicos, porque los he visto bailar de la misma manera durante todos estos días.

Adrien me trae otro trago y lo bebo, al igual que el siguiente, mientras nos balanceamos de un lado al otro. Me siento un poco mareada por el licor, pero es normal y es lo que quiero, porque voy a pasar toda la noche con él.

―Es tiempo―me dice mirando a la luna que está roja y yo quedo con una gran interrogante―podemos ir a un lugar apartado, si te parece, claro.

―Desde luego que sí―le contesto emocionada y lo halo por el brazo y subimos a mi habitación.

―Quiero que sepas que no tengo nada en tu contra ― me dice y lo miro desconcertada―pero tengo algunas cosas que resolver y tú te has ofrecido y eres demasiado hermosa para resistirme a ti.

Está bien, ahora sí que se está poniendo un poco raro todo, pero él me mira y me besa apasionadamente, así que olvido todo y empiezo a disfrutar su contacto. El beso se pone más profundo y nuestras lenguas están jugando ahora en nuestras bocas.

―Me gustaría que fuera de otra forma―insiste en hablar y me mira directamente a los ojos―pero no tengo otra opción.

―No digas más nada―le pido, porque en realidad no estamos aquí por lo que él piense, sino por su cuerpo delicioso que ahora se pega al mío―solo déjate llevar y ya.

―Está bi… ―intenta decir, pero le coloco un dedo en su boca y él entiende el mensaje, así que continúo besándolo, mientras lo arrastro a la cama y empiezo a quitarle la camisa.

Y es cuando lo siento, es como una picada de mosquito, pero es mucho más doloroso.

― ¡Auch! ―me quejo―un animal me acaba de picar―le digo.

―Descuida, cariño―me susurra al oído―no te preocupes por nada, ya mañana todo habrá pasado y serás una persona mejor.

Yo trato de mirarlo a la cara, pero no puedo, porque se me cierran solos y la mente se me nubla, quedando inconsciente.

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