Capítulo 04

El príncipe se paseaba por el balcón impaciente, hacía más de dos días que los guardianes habían salido junto con los soldados a neutralizar los rebeldes y desde entonces no había tenido noticia alguna de la guardiana. Se llevó nuevamente la uña del pulgar a la boca y la mordió en un acto de desespero, le parecía frustrante no poder salir del palacio y más frustrante aún el hecho de que su padre no le diera noticias de los guardianes, solo le decía cosa de cómo iba la guerra cosa que a Erick no le importaba.

Alzó su mirada hacia las torres de los vigías, no podía ver nada más allá de la pared y el espeso cielo azul que se iba oscureciendo con el paso de las horas dando fin así a un tercer día.

Se sentó en su silla y siguió observando la puerta oeste con la esperanza de que en cualquier momento Arelis entrara por ahí.

El rey subió a la habitación del príncipe, al parecer había algo que le preocupaba. En los últimos días no había comido solo estrictamente los desayunos y lo había hecho en su habitación, se pasaba las horas mirando por el balcón mordiéndose las uñas y dando vueltas de un lado a otro, se preguntó a quién esperaba su hijo, no conocía a ningún amigo de Erick, ni alguien que le preocupara tanto.

-Erick hijo, tienes que comer es hora de cenar

-No tengo hambre papá- volvió a responder como las veces anteriores

-¿Que te preocupa hijo, hay algo que pueda hacer por ti?

Erick lo miro y se atrevió a preguntar una vez más por los guerreros  que habían salido a la batalla

- Padre, ¿qué ha pasado con ellos?, no han vuelto- el rey lo miró entre aliviado y feliz, en las ocasiones anteriores no entendía la insistencia de su hijo por saber que había sido de todos los que estaban en la guerra, ahora acababa de comprender que a su hijo le importaba lo que sucediera con su reino y su gente.

-Serás un gran rey Erick- el príncipe no entendió a qué venía eso, no tenía nada que ver con lo que había preguntado- es bueno preocuparse por tu gente, pero ellos están haciendo su trabajo y hasta ahora vamos ganado, hemos perdido a gran parte de los guerreros pero han neutralizado la mayoría de los rebeldes y los paganos- el rey notó que aquella respuesta no le había sentado bien al joven, así que se apresuró a agregar- Erick el sacrificio de algunos pocos trae la seguridad de miles, con el tiempo lograras entender que es necesario hacer sacrificios.

Erick se sentó en la silla más preocupado de lo ya había estado, "hemos perdido a gran parte de los guerreros". Miro por su balcón nuevamente y rogó que Arelis estuviera viva, no sabía por qué su bienestar le importaba tanto, pero sabía que si algo le había sucedido le sería difícil superarlo, con la muerte de gran parte de su familia en el asalto de los paganos Erick comprendió una cosa, es más difícil querer cuando se tiene miedo a perder. Había pasado meses en que él se había echado a morir en su habitación, no comía, no salía, no dormía, todo había perdido sentido ante sus ojos, eso fue hasta que Arelis fue asignada como su escolta personal. Al principio no había reparado mucho en ella, quien se la pasaba horas en silencio parada en una esquina de su habitación, sin decir nada, sin moverse.

Había empezado a observarla disimuladamente, aún era muy pequeña cuando fue asignada como su guardiana, pero le sorprendió ver que era la misma pequeña que le había salvado vida aquella vez en el jardín y la cisterna, casi arriesgando la propia, en ese momento ya era un poco más grande y empezaba a volverse atractiva su largo cabello negro  le traía cierta familiaridad con su madre, al principio Erick no intenté hablarle pero poco a poco sintió que era vergonzoso ser observado y en una situación tan patética. La primera vez que se había levantado de su cama, cayó al piso, estaba demasiado flaco y no tenía fuerzas, Arelis se había acercado cuidadosamente y lo había ayudado a poner en pie, al ver que no podía mantenerse en pie por si solo le pidió que le ayudará a llegar a la habitación de baño, donde lo había dejado sentado frente a la gran tina y había salido. En su torpeza Erick había caído de cabeza en la tina, o más bien piscina y casi se había ahogado ya que no podía valerse por sí mismo, la joven había entrado y había logrado sacarlo a tiempo del agua, Erick tenía los pulmones llenos de agua y no lograba respirar, pero ella sabiamente y de forma acertada le había ayudado a botar el agua con unos ejercicios de primeros auxilios uno de ellos la respiración boca a boca. En ese instante Erick sintió que había sido besado por los ángeles, sin embargo, una vez hubo recuperado el aliento la guardiana se apartó y le alcanzó una manta para cubrirse ya que se encontraba sin ropa totalmente, el príncipe recordó que casi se había muerto de la vergüenza, pero ella ni siquiera se había inmutado.

El sonido de un clarinete lo sacó de sus recuerdos, se levantó rápidamente y vio como su padre se iba de su lado y empezaba a salir de su habitación.

-¡Papá espera!- se puso en pie y llego al lado de su padre, aquella trompeta solo podía significar una cosa, habían ganado la guerra y los guerreros regresaban al palacio.

Esperó con ansias ver a Arelis, aquella guardiana se había convertido en alguien de suma importancia en su vida. Cuando las puertas fueron abiertas una multitud de guerreros empezaron a entrar por escuadrones, pero entre los primeros no vio a Arelis como siempre lo hacía, su corazón empezó a temer lo peor. Se apresuro a acercarse a los guardianes preocupado, pero su padre se lo impidió tomándolo del brazo.

-Tu deber es saludar hasta que todos terminen de entrar

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