Capítulo 02

Al príncipe pirata le gustaba observa cómo entrenaba Arelis. Con el paso de los años había desarrollado una fascinación por la joven. Recordaba claramente cómo ella le había salvado la vida cuando el palacio fue asaltado por paganos. Una pequeña con tan solo once años había demostrado que daría la vida por protegerlo y eso siempre le pareció admirable.

Hacía tiempo había empezado a sentir que él también daría la vida por ella y ese sentimiento le asustaba, pues era natural que Arelis lo hiciera, así lo había determinado una dura vida de entrenamiento, ella se había preparado para eso; pero el pirata había cruzado la línea de la admiración, sabía que se estaba enamorando y en cierto modo eso le gustaba, jamás había visto reír a la joven ni romper el protocolo al dirigirse hacia él. Pero ya él lo había hecho al pasar más tiempo del necesario platicando con ella pidiéndole "consejos" de defensa personal. Arelis por su parte no malinterpretaba las cosas, no conocía el amor ni la admiración, jamás lo había visto, ni oído y por su mente solo pasaba una cosa, proteger a la familia real.

Diariamente entrenaba durante horas. Se había convertido en la mejor, su destreza e inteligencia la hacían excepcional. Los remordimientos de las muertes que cometía se habían esfumado durante el paso de los años, había perdido esa inocencia de niña, se había convertido en una guerrera. Tenía una inteligencia superior a los de su edad,  leía acerca de todo, pero nunca olvidaba una palabra, nunca había leído una novela, le parecía que eso era una banalidad. A ella le interesaban otras cosas, la ciencia, la mente, la guerra…

El pirata la observó durante un largo rato, le asombraba que aquella joven de belleza excepcional no cayera ante sus encantos, había comprobado que cualquier pirata, princesa o guardiana del reino anhelaban tener aunque fuera una aventura con él, pero Arelis era tan indiferente y eso le hacía querer ganarse su corazón, desafortunadamente aunque la guardiana era muy inteligente no entendía las indirectas del príncipe, ni siquiera cuando él era demasiado directo, ella solo lo observaba y asentía a cualquier orden que le diera aunque se había negado a besarlo diciendo que el contacto físico entre él y ella debía ser exclusivamente si él se encontraba en peligro a lo que él le había contestado que ya no estaba en peligro si no perdido, ella no lo entendió y solo lo observo hasta que él le permitió seguir entrenando.

-Arelis... Arelis...- él solía repetir su nombre en silencio, escribir poemas y cartas para ella, pero no se atrevía a serle sincero, temía ser rechazado por ella, la joven que tanta fascinación y encanto le generaba. La observó otro rato consciente que no estaba cumpliendo sus obligaciones como príncipe heredero del reino.

La joven alzó la mirada y se dio cuenta que el príncipe no le quitaba la mirada de encima, se preguntó si necesitaba algo así que abandonó su entrenamiento y caminó hacia él, quien sonrió ampliamente al ver que ella iba en su dirección.

-¿Necesita algo señor?- preguntó sin lograr descifrar lo que la sonrisa del príncipe significaba.

- Muchas cosas Arelis...- respondió sonriente mientras acercaba una mano al cabello de la chica.

-Príncipe- Arelis  retrocedió sería antes que él pudiera tocarla- debo recordarle que soy su guardiana no su familia, no debo tener contacto con usted solo estrictamente el necesario

-¿Por qué pones tanto problema? Somos amigos ¿No?

-No señor- el rostro del joven pirata se fue opacando poco a poco- soy su guardián y parte de la escolta de la familia real y usted  es el príncipe, mi labor es protegerlo no ser su amiga, las relaciones personales con las personas que protejo me están prohibidas

El príncipe la analizó un momento antes de responder

-Si no estuviera prohibido ¿Serias mi amiga?

-Si eso es lo que me ordenan, si- el joven sonrió lleno de diversión, al fin entendía la indiferencia de Arelis

-Y si no fuera una orden, sino algo voluntario…

-No fui entrenada para hacer lo que quiero sino lo que me ordenan, soy una guardiana señor

-Antes que guardiana eres un ser humano, Arelis...- Erick se entristeció al ver que Arelis no parecía entender esa parte, siempre hacia lo que le decían y se dedicaba a entrenar arduamente para desempeñar su labor con excelencia, sin embargo, parecía haber reprimido su humanidad y solo hacia lo que le pedían. Arelis vio que el príncipe no tenía más que decir, al parecer todo lo que se dedicaba hacer últimamente era recordarle que tenía que hacer bien su trabajo y hacerle saber que su forma de ser no le agradaba.

- Si no necesita nada me retiro señor

-Está bien, pero dime Erick, deberías dejar las formalidades de lado, hace muchos años nos conocemos

-Prefiero mantener el protocolo señor- Arelis se alejó del príncipe. Arelis y él habían estado juntos diariamente durante los últimos seis años, a veces era realmente agradable con él, aunque la mayoría del tiempo era alguien difícil de tratar.

-Ay Arelis ¿Qué me estás haciendo?- masculló antes de volverse  hacia el palacio, subió las escaleras hacia su habitación, tenía que continuar leyendo los tratados; aunque en realidad no sabía para que, los piratas nunca cumplían esos acuerdos entre reinos. Durante generaciones su reino había saqueado, acabado, robado y conquistado territorios enteros, no sabía por qué su padre había decidido firmar acuerdos de tregua con todos sus adversarios.

Finalmente llegó hasta su habitación, su escritorio yacía lleno de hojas por leer y firmar, la pluma y la tinta estaban guardadas y todo estaba meticulosamente ordenado, se sentó en su silla y tomo la pluma, como si se tratara de un hechizo de control tomó una hoja y empezó a escribir otras letras a su ya conocida guardiana:

Guardiana si guardaras mi corazón como guardas mi vida, estaría completo y dichoso, si al menos tu boca pronunciara mi nombre no habría hombre más afortunado que yo por merecer tus palabras. Tienes un encanto especial, y es que no te puedo comparar con nadie, eres la más bella rosa, eres la más hermosa, anhelo algún día ser merecedor de tu atención y quizás el destino permita que sea mío tu corazón.

El rey había estado muy preocupado por el futuro de su hijo, pronto cumpliría veinte y aun no quería escoger esposa. Había rechazado a todas las princesas de los reinos vecinos y las malas lenguas decían que no era del todo varón.

Le preocupaba que su único descendiente con vida escogiera una vida de desorden. Finalmente había logrado mitigar el odio de los reinos a los que alguna vez asalto y encontró una manera de poder protegerlo, pero a Erick eso parecía tenerlo sin cuidado.

El joven tenía que aprender los oficios del rey y conseguir una reina adecuada, pero el príncipe prefería salir a divertirse, pasar desapercibido y mantener en la ciudad escondido, ¡Como si la gente no pudiera reconocerlo! El rey sabía con quién casaría a su hijo, Judan la princesa heredera del reino mágico era la mejor y única opción que tenía en aquel momento y por desgracia o fortuna la princesa se había interesado en el príncipe años atrás. La joven princesa era hermosa y poderosa todo lo que Erick necesitaba, pero sabía que convencerlo de aceptar el matrimonio sería difícil, Erick le huía al compromiso, temía que la maldición que llevaba la familia pirata recayera en sus descendientes, cosa que sería de esa manera ya que por la sangre de todos los dirigentes piratas corría la sangre de Raviot el domador de mares y la maldición era algo inevitable.

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