Capítulo 4 – Ella dice no.

Narrado por Miguel:

Dos puntas semanas y no había conseguido nada, empezaba a plantearme que iba a perder esa apuesta que ni siquiera quería llevar a cabo, os lo prometo. Probablemente debía aceptarlo, tres meses acostándome solo con Maca no sonaba tan mal en mi cabeza, sobre todo porque esa mujer se dejaba hacer de todo, no me desagradaba la idea.

Justo lo había decidido, que iba a tirar la toalla, cuando la vi, mientras yo soltaba el amarre de mi barco. Estaba discutiendo, a pleno pulmón con un tipo. Lucía realmente harta, pero ni siquiera me quedé a preocuparme por ella, tenía que poner toda mi atención en otra cosa, porque no quería recordar mis putas mierdas.

Atravesé la cubierta, hasta llegar al timón, encendí el motor, porque no hacía suficiente viento como para que las velas hiciesen su trabajo por sí solas, y puse rumbo hacia lo desconocido.

Mientras lo hacía pensaba en Cata, mi ex novia, en ese fatídico día, cuando llegué antes de tiempo de la convención en Manchester, y la encontré en nuestro salón, con la chimenea puesta, sobre el sofá, follándose a Jesús, mi socio en el gabinete, mi primo… ¡Joder!

Apreté los dientes, molesto, parando el maldito barco, dejando que fuese a la deriva por un momento, fijándome entonces en algo, en la barandilla izquierda, había una mujer que conocía bien.

  • ¿Cuál es la razón de que estés aquí? – pregunté, molesto, caminando hacia ella. Todo aquello era por su culpa, si no se hubiese puesto a discutir con ese tipo en el muelle no me habría puesto a pensar en mi m****a – No te basta con el escándalo que has montado ahí atrás ¿no? – me detuve, frente a ella – así que… - apoyé la mano en la barandilla, acortando las distancias, estaba dispuesto a vengarme, a retomar esa estúpida apuesta.

  • No eres mi tipo – declaró, sonreí, porque estaba harto de que me dijese eso constantemente – además, mi hermano te mataría si te atreves si quiera a pensarlo – joder, tenía razón. Pero quería provocarla, hacerla caer en mi juego, aunque sólo fuese una vez.

  • Ya… - me fijé en ella, lucía tan tensa como siempre, intentando controlar la situación – tu nunca te relajas ¿no? Siempre a la defensiva.

  • No puedo distraerme con capullos como tú – espetó, divertida, como si le hiciese gracia todo aquello, poniéndome incluso más ansioso.

  • Claro, porque me conoces bien ¿no? – estaba siendo irónico, y ella lo sabía.

  • Porque te has tirado a mis amigas – sonreí, bajando la cabeza un momento antes de volver a observarla.

  • Sólo me divertía – expliqué, mientras ella tragaba saliva – ellas ya sabían lo que yo quería, si pensaron que iban a hacerme cambiar de idea se equivocaban. Pasar un buen rato, eso es lo que yo quiero – asintió, sin decir nada, durante un momento, volviendo a mirar al mar.

  • Yo ni siquiera voy a intentarlo – añadió, sin tan si quiera observarme – no eres mi tipo y no me gusta tu rollo, ni siquiera me gustas tú.

¡Y una m****a! Podría negarlo tanto como quisiese, pero yo sabía que esa tensión sexual ella también la sentía.

  • Ya claro, había olvidado que tu especialidad es mentirte a ti misma todo el tiempo – se giró para observarme, molesta, apoyando la mano en mi pecho para hacerme retroceder, lo cual me hizo gracia, en vez de retroceder ella, me obligaba a mí a hacerlo. Por supuesto no me moví, ni un ápice. Rompí a reír – tienes una curiosa forma de demostrarlo, subiéndote a mi barco, dejando que te lleve al medio del océano, donde pueda hacerte gritar tan fuerte que nadie pueda escucharte – la agarré de la cintura y la atraje hacia mí, clavándole la entre pierna en su pelvis, sorprendiéndola – no estamos en el pueblo, nadie puede vernos aquí, y aunque mantengo las formas porque eres la hermana de David y tienes novio…

  • No lo intentas porque sabes que no tienes nada que hacer – se jactó, mientras daba un par de pasos hacia atrás, rompiendo nuestro vínculo – tu eres un capullo que sólo quiere un rato y yo soy más lista que eso – tragué saliva, porque joder, tenía razón. Con ella no quería sólo un polvo, sabía que no iba a conformarme con sólo eso, pero os mentiría si os dijese que no necesitaba un rato haciéndola mía - ¿Cuál es tu historia, Miguel? – la miré, sin comprender - ¿Tu novia te engañó con otro tío porque eras un muermo en la cama? - ¡Qué hija de puta!

Se dio la vuelta, dispuesta a dejarme con la palabra en la boca, pero estaba muy lejos de dejarla escapar, así que la agarré por detrás, apretándola con la entre pierna, mientras abría la boca para respirar con dificultad sobre su oído, antes de lanzar mi próximo ataque.

  • ¿quieres que te muestre lo muermo que soy? – intentó soltarse, sin éxito, mientras yo la apretaba un poco más. Sentirla tan cerca sólo me ponía aún más duro, imaginar todo lo que le haría me volvía loco - ¡joder! – me quejé, rozándola un poco más, tersándola. Ella deseaba aquello tanto como yo, sólo se estaba haciendo la estrecha – Te follaría tan duro…

  • He acertado ¿no? – preguntó, con una tranquilidad que no le pegaba en lo absoluto – tu novia se folló a otro porque sólo eres un cabrón.

Sus putas palabras me estaban sacando de quicio, la forma en la que ella se creía con derecho de opinar sobre mi puta m****a de vida.

  • ¿y tú? – espeté, apretándola un poco más, haciéndola estremecer – tu novio se aburrió de ti y se folló a otra, por eso huiste al pueblo donde te criaste ¿no? – se dio la vuelta, con la intención de golpearme, pero estaba acostumbrado a ese tipo de reacciones en las mujeres, así que la detuve al vuelo, reteniendo sus manos, en contra de su voluntad detrás de su espalda. Iba a domar a esa fiera, de eso no me cabía la menor duda.

  • ¿Por qué crees que me interesaría la opinión de un fracasado como tú? – tragué saliva, porque os prometo que esa zorra me estaba sacando de mis casillas, y no quería hacer algo loco. Así que la solté, echándome hacia atrás, mordiéndome el labio inferior, escuchándola de nuevo – dejaste tu trabajo en Barcelona, tu casa, tu familia y viniste aquí, para huir de todo, sólo eres un puto cobarde de m****a que … - me centré en mirar sus voluminosos labios, la forma en la que se movían, para calmarme, y terminé acariciándolo, logrando que ella perdiese el hilo de lo que decía.

  • Rumores, eso es lo único que sabes sobre mí, y ya te crees con derecho a opinar – tragó saliva, pero lucía molesta, enfadada, y no entendía por qué. Debía ser yo el que echase chispas, no ella.

  • Lo mismo que tú, ¿no?

Me abalancé sobre sus labios, antes si quiera de que hubiese podido decir nada más, debí haberme vuelto loco para intentar algo así, y aunque ella intentó resistirse, terminó devolviendo mis muerdos, enfrascándose en un viaje sin retorno, gimiendo a cada tanto, mientras yo la devoraba, hasta su barbilla, su cuello.

La agarré de las nalgas, atrayéndola a mí, con ella aferrándose a mi cuello, incapaz de detener aquello. Joder, esa mujer me volvía incluso más loco de lo que pensaba que haría.

  • Espera, espera – pidió, justo cuando mi sexo rozó el suyo, aún por encima de nuestras prendas – yo no puedo hacer esto, Miguel – tragué saliva, porque la deseaba demasiado como para dejarla ir – no soy ese tipo de chica.

  • Lo sé – la calmé – además, este no es el mejor lugar para hacer esto contigo – me miró, sin comprender.

  • Maca me lo ha contado, que aquí es dónde soléis… - asentí – no me mientas, Miguel.

  • A ti te llevaría a un hotel, donde pudiese controlar la situación, tenerte a mi merced durante horas, sin preocuparme de que los demás puedan interrumpirnos – sonrió, divertida, como si mis palabras le hiciesen gracia.

  • Demuéstrame que dices la verdad y lo reconsideraré – la miré, sin comprender. Tragué saliva, haciéndome una ligera idea de a lo que podría referirse – pero nadie podrá enterarse de esto – asentí, porque joder, la necesitaba en mi cama - ¿cuántas noches tardarás en cansarte de mí? – sonreí, divertido.

  • ¿Qué quieres a cambio? – pregunté, con el corazón a mil, histérico porque ella estuviese aceptando acostarse conmigo.

  • Que seas sincero con Maca – la miré, sin comprender, no esperaba una petición así – si no quieres nada con ella… déjaselo claro de una vez – tragué saliva.

  • ¿Algo más? – asintió.

  • No hago esto todos los días, no soy ese tipo de mujer – asentí, porque joder, lo sabía bien – pero esto sólo será una noche, y nunca jamás volveremos a hablar sobre ello – sus palabras me dejaron sin aliento – discreción, Miguel.

  • ¿Qué quieres demostrarte, Lu? – pregunté.

  • Quizás quiera usarte para vengarme de mi ex – declaró, sorprendiéndome no había esperado esa respuesta – ser plenamente consciente de lo que hacemos, follándome a un cabrón como tú y …

  • Definamos los términos de nuestro acuerdo – lancé, para que todo quedase más que claro – quedaremos esta noche, en el hotel Vera, a las diez y cuarto, y podré disfrutar de ti durante toda la noche, y después no volveremos a vernos, fingiremos que nunca pasó. ¿Algo más?

  • Sí – aceptó, apoyándose en mi hombro, aferrándose a la tela de mi camisa, mientras yo la agarraba de la cintura – no quiero que seas gentil conmigo, quiero que me folles duro, Miguel – me aferré a sus glúteos y la atraje hasta mí. Esa mujer me volvía loco. Parecía una gentil muchacha en la calle, pero toda una gata salvaje en la intimidad. Eso siempre me gustó.

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