Capítulo 3 – El capullo.

Desperté adolorida, parecía que me había pasado un camión por encima. Hacía mucho que no salía a beber, eso quizás fue lo que sucedió, beber como una puerca y bailar durante toda la noche.

Ni siquiera quería elevarme aún, no cuando me sentía tan estúpida. Allí, tumbada, no podía dejar de pensar en Agustín, en cómo le dejé en la ciudad, mientras yo huía a resguardarme a las faldas de mi madre, cómo solía hacer cuando era pequeña.

Debo admitir que antes de que fallase él, lo hice yo. Me besé con otro tío con el que ya no tenía contacto, mi compañero de trabajo y amigo, del que tuve que alejarme después de saber que él tenía intenciones más heavies conmigo. Y otro día, en la despedida de soltera de una compañera de la universidad, me acosté con un tipo al que ni siquiera recuerdo. En la época en la que eso sucedió nuestra relación no atravesaba por el mejor momento.

Recuerdo que incluso le dije de dejarlo porque no me sentía bien estando con él después de haber sido infiel, pero él insistió en volver, aseguró que me perdonaba, que me quería y que entendía lo sucedido.

Yo no lo entendía en aquel momento, lo sucedido, no cuando estábamos mejor que bien, incluso sospechaba que iba a pedirme matrimonio. ¿Por qué se acostó con nuestra vecina entonces?

Mis lágrimas empezaron a salir, y el llanto comenzó a llenar la habitación, despertando a Macarena que se hallaba a escasos centímetros de mí, recostada en mi cama.

No quería hablar, no podía, así que agradecí que ella sólo me abrazara, apretándome contra ella para que me apoyase en una vieja amiga.

  • Se acostó con otra – me atreví a reconocer, después de largos minutos llorando a moco tendido. No disimuló la sorpresa que la noticia le suponía.

Ambas nos sentamos en la cama, mientras ella volvía a abrazarme, dándome todo su apoyo. Me encantó eso, que a pesar del tiempo que habíamos estado separadas, siguiésemos siendo inseparables.

  • ¿Sabes qué es lo que vamos a hacer? – la miré, negando con la cabeza – nos vamos a colar en la fiesta de esta noche – sonreí, divertida, olvidándome de llorar – Miguel organiza una fiesta en su barco, lo vas a flipar.

  • Te tiras a ese tío, ¿a qué sí? – adiviné, la conocía demasiado bien. Tragó saliva, sin saber qué responder – por eso me dijiste toda esa m****a sobre él ¿no? No es mi tipo, ya lo sabes, así que no tienes por qué alejarme de él con mentiras, Maca.

  • Es un capullo – aseguró – pero es todo un semental en la cama, me gusta, aunque él sólo quiere sexo.

  • Cambia de táctica – le sugerí, sintiéndome como cuando íbamos al instituto y hablábamos sobre chicos – que no vea que te tiene en la palma de la mano, pasa de él. Hacerse la dura siempre consigue atraer a ese tipo de tíos, ya lo sabes.

  • Es que cuando le veo… me tiemblan las piernas, Lu – rompí a reír, sin poder evitarlo, pensando luego en ello. ¿Hacía cuánto que a mí no me temblaban las piernas por un tío? Echaba de menos sentirme poseída por un hombre, que fuese rudo y me hiciese sentir viva. Pero ni siquiera iba a detenerme a probarlo, no cuando tenía tantas cosas en las que pensar. Tiempo, es lo que le pedí a Agustín, y no precisamente para acostarme con otros tíos. Necesitaba eso para pensar en mí, en si quería seguir con él, en sí podría perdonar esa infidelidad. ¿Era a Agustín al tipo que quería en mi vida? – Ten cuidado con él – añadió, sacándome de mis pensamientos – me dijo que iba a intentar seducirte – rompí a reír, sin poder evitarlo – Lo digo en serio, Lu. Él siempre las consigue a todas.

  • ¿A qué hora es la fiesta? – quise saber, sin darle importancia a lo que acababa de decirme.

  • A las dos, la idea es almorzar y pasar todo el día en el mar, es buen plan ¿no? – sonreí, entendiendo su punto de verlo.

  • Sólo voy a ir a acompañarte y que puedas ver a ese idiota – declaré – para que puedas seguir el consejo que te he dado – asintió, agradecida.

¿Os he dicho alguna vez que el blanco es mi color favorito? Incluso los bikinis me gustan de ese color. Así que justo debajo del vestido ajustado llevaba uno.

Mi hermano no dejó de darme besos y abrazos en cuanto me vio aparecer junto a mis amigas, y el capullo no dijo nada sobre nuestra llegada, no dejó de mirar hacia Macarena, con cara de pocos amigos.

La mirada que me echó me indicó claramente que Maca tenía razón, ese tipo quería intentar algo conmigo, pero yo no iba a dejarme engatusar. Ni siquiera cuando se quitó la camiseta, aunque reconozco que me faltó el aliento cuando le vi sin ella, y sus manos no me pasaron desapercibidas. Tenía unas manos preciosas, delgadas y con las uñas anchas, huesudas, pero no en exceso, dedos largos, y tez morena.

Acababa de salir del agua, con una cadena dorada en su pecho, las gafas de sol, el cabello mojada y su barbita de dos días mostrándose. ¡Por Dios! Estaba pa’mojar pan.

  • ¿Cómo voy a poder resistirme a esto? – escuché a Maca, por lo bajo, haciéndome reír, logrando que él se fijase en nosotras, mientras aceptaba la cerveza que mi hermano le cedía.

  • Quítate eso y vente al agua, Lu – me llamaba Ana, desde el agua, al lado de Jesús, que no dejaba de hacer bromas - ¡Venga, vente! – sonreí, divertida, para luego bajarme la cremallera trasera del vestido, ante la mirada de algunos.

Me quité el vestido, quedándome en bikini, para luego dejar mi copa en la mano de mi hermano, dándole un beso en la mejilla, sonriéndole divertida, mientras él le daba un codazo a su amigo.

  • Ni lo pienses tío, cómo intentes algo con ella te corto los huevos – ensanché la sonrisa, para luego acercarme a la barandilla, tirándome de cabeza al agua, nadando luego hacia Ana y Jesús, bromeando con ellos, mientras Maca y él hablaban encima del barco.

  • Te queda genial el blanco – aseguraba Jesús, mirando directamente a mis pezones, que estaban duros del frío. Le salpiqué con agua, y Ana y yo rompimos a reír.

  • Eres un salido – espeté – da gracias que no se lo diga a mi hermano, porque te partiría los dientes.

  • Ese novio tuyo de la ciudad… - comenzó, haciendo que perdiese el ánimo de pronto - …ni si quiera sabe el pedazo de mujer que tiene al lado ¿no?

  • Eso creo – contesté – no tiene ni idea.

  • Juanjo lo sabe ¿no? – miré hacia el barco, porque no le había visto desde que había regresado al pueblo – No está. Está de viaje en Canadá – asentí, sin decir nada - ¿tu novio llegó a enterarse alguna vez de lo tuyo con él?

  • Sucedió antes de que empezase con Agustín – contesté, porque me jodían bastante los comentarios de la gente sobre ese tema.

  • ¿Cuál era el término con el que os definíais para justificar los cuernos? - ¡Capullo! – Ah sí, pareja liberal.

  • Lu se cansó de eso – añadía Ana por mí – por eso lo dejaron, porque no estaba dispuesta a dejar que Juanjo se acostase con toda la que se le pusiese por delante.

  • Voy a subir, hace frío – aseguré, para luego subir las escaleras hasta llegar al barco, metiéndome en el camarote, más que dispuesta a coger mi bolsa para secarme con mi toalla - ¡Dios! – me asusté al encontrar a Miguel y a Maca metiéndose mano sobre el sillón. Me tapé los ojos como pude y me di la vuelta, sin saber qué hacer – sólo he venido a coger una toalla… no quería… - Maca se puso en pie de un salto, molesta con mi interrupción, saliendo fuera sin tan siquiera dirigirme la palabra, mientras él se ponía en pie y miraba hacia mí, agarrando una camiseta del armario, colocándosela. Me fijé entonces en la decoración - ¿vives aquí? – sonrió, divertido, fijándose en mis pezones duros. Me tapé como pude, agarrando entonces la toalla de mi bolsa, colocándomela, más que dispuesta a abandonar la estancia.

  • Espera – me di la vuelta, para observarle, mientras él acortaba las distancias entre nosotros – no nos han presentado… - la forma en la que me miraba me ponía nerviosa, la tensión que existía entre nosotros, el deseo, que, con sólo estar juntos en la misma habitación, ya me tenía chorreando y con ganas de besarle.

  • Miguel, ¿no? – asintió, lamiéndose el labio inferior, tragando saliva al mismo tiempo – vamos a dejar las cosas claras, porque me incomodan este tipo de cosas – asintió nuevamente – ni eres mi tipo ni tengo por costumbre liarme con los tíos con los que se acuesta mi amiga. Así que… ni si quiera lo intentes.

  • No eres la clase de tía que cogería sólo para un rato – le miré, sin comprender, sintiendo esos calambres recorrer mi cuerpo. ¡Dios! ¡Ese maldito capullo! – contigo…

  • Eso tendría más sentido si no acabase de pillarte a punto de tener sexo con Maca – sonrió, divertido, acortando las distancias un poco más, mientras yo me echaba hacia atrás, chocándome con el escalón que subía hacia arriba, perdiendo el equilibrio, haciendo que él me cogiese la mano, en el aire, y evitase que cayese hacia atrás y me abriese la cabeza. Tiró de mi mano y me acercó a él. Mi corazón latía a toda velocidad, a causa del susto, pero os mentiría si os dijese que era la única razón.

Su piel cálida bajo la mano que había apoyado en su pecho la atravesó, haciendo que miles de sensaciones, me cortasen la respiración, como un rayo.

  • No te fíes de ella – me dijo, haciendo que volviese a recordar dónde estábamos – Confías en tu amiga ciegamente ¿no? – tragué saliva, sin atreverme a decir nada, levantando la mano, evitando tocarle – Pero ignoras una cosa, las mujeres son capaces de traicionar hasta su propia familia por el hombre que desean.

  • No entiendo qué quieres decir – contesté, con él soltando mi mano, dejándome marchar, pero no me moví, ni un ápice - ¿crees que me fiaría de tus calumnias? – me atreví a levantar el rostro, a mirarle, fingiendo que su cercanía no causaba un revuelo en mi interior - Los hombres también dirían cualquier cosa por conseguir a una mujer – sonrió, divertido, rascándose la nuca, antes de volver a mirarme – conozco perfectamente a los hombres como tú.

  • No me digas – bromeó, lamiéndose los labios un momento – ya te he dicho que contigo no me conformaría con un polvo, Luisa.

  • Es Lu – le corregí, odiaba que me llamasen por mi nombre completo - ¿con qué te conformarías? – volvió a sonreír, antes de contestar.

  • Poseerte cada noche se quedaría corto – aseguró – por no hablar de que sería imposible con tu hermano partiéndome las pelotas si llego a tocarte un pelo – la que sonrió en aquella ocasión fui yo – y de que tienes novio.

  • Ex novio – aclaré, haciéndole sonreír – rompimos antes de que volviese a casa – ni siquiera sabía por qué le contaba aquello a un simple desconocido. Yo no solía ser así.

  • Pero seguro que volverás con él – aseguró, negué con la cabeza. ¿Cómo se atrevía aquel idiota a hablar sobre mi vida? ¿Qué sabia él? – Porque las mujeres cómo tú no son para un rato, ya te lo he dicho.

  • Ya… - me secaba con la toalla, mientras él seguía hablando.

  • Y yo no quiero una puta relación ahora – declaró. Le miré, sin comprender. No terminaba de entender qué era lo que quería de mí entonces. Pero ni siquiera pude preguntar al respecto, porque mi hermano entró a por su camiseta y se nos quedó mirando.

  • Tío, te estoy vigilando – le echó una mirada feroz, y este levantó las manos, indicándole que era inocente.

  • Sólo estaba charlando con ella – aseguró, para luego salir a cubierta, dejándome con la palabra en la boca. Sin más.

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