AGIO
AGIO
Por: kesii87
Prefacio.

Aquella tarde, en la tranquila localidad de O Vicedo, en Lugo, parecía ser una más, en el muelle, junto a los barcos, personas pasaban de un lugar a otro, preparándose para partir con sus barcos a pescar, mientras las gaviotas piaban y revoloteaban sobre ellos, los gorriones piaban aquí y allá, y el maravilloso olor a mar invadía las fosas nasales de los presentes, que pronto giraron sus cabezas para mirar hacia el espectáculo que estaba teniendo lugar.

Discutía, a pleno pulmón. Echar en cara el pasado era la especialidad de Agustín, mi ex pareja. Y reconozco que yo no hice las cosas siempre de la mejor manera. Somos humanos, todos cometemos errores ¿no?

Todos los buenos deseos, los sueños que había recuperado con mi regreso a ese bonito pueblo en el que me crie, se estaban haciendo trizas con tan sólo un par de minutos escuchando a aquel hombre con el que me había pasado 6 años de mi deprimente vida.

Necesito huir de aquí, me decía algo dentro de mí.

  • ¡YA BASTAH! – Grité, dándome cuenta de que todos los ojos estaban puestos en mí, inclusive ese palurdo egoísta lo hacía. Nunca me gustaron ese tipo de escenas, odiaba el sentimentalismo, y las cursiladas a más no poder.

Me eché hacia atrás, ante su atenta mirada, con aquel vestido hasta las rodillas en tono azul oscuro que me compré la semana pasada por internet.

  • ¡Estoy harta de esta relación autodestructiva de m****a! ¿No te das cuenta que todo eso de lo que me acusas me hace daño? – él tragó saliva, ante mis reproches, mientras mis lágrimas se hacían partícipe en la escena – No voy a volver a casa, ni contigo. “Necesito tiempo” eso es lo que te dije. ¿Por qué no puedes dármelo? ¿Es que yo no soy merecedora de él?

  • Han pasado tres semanas – se quejaba él, negué con la cabeza, en señal de que no quería discutir más – y sabes cómo odio estar sólo, pensando en sí me estarás engañando con otro tío… - rompí a reír, sin ganas, sin poder evitarlo.

  • No quiero hablar más de ese tema – insistí – volvimos y me perdonaste, si lo perdonas no vale echarlo en cara cada vez que discutimos. Porque esta situación me cansa, Agus… Además, había quedado con alguien – mentí, para quitármelo de encima – por favor, dejemos esto de una vez.

  • Lo sé, lo sé, pero me pongo ansioso al pensarte con otro y termino… - se detuvo, agarrando mi muñeca, con fuerza, haciéndome daño incluso.

  • Necesito tiempo… - me detuve, justo cuando acarició mi rostro, apretándolo, acercando su rostro al mío, acariciándome con su nariz – Agustín, por favor…

  • No tienes derecho a ponerte así – repetía, constantemente esa maldita frase que me ponía los pelos de punta – yo te perdoné, así que tú tienes que hacer lo mismo esta vez, Lu.

Mis lágrimas volvieron a caer y el miedo volvió a envolverme, la desolación, el asco, y los recuerdos de esa noche me envolvieron congelándome el alma. Ni siquiera me permití pensar en todo, tan sólo unas pocas imágenes: A él, follándose a nuestra vecina, borracho como una cuba, en la fiesta de inauguración de la clínica, en el baño, con esta apoyándose sobre el lavabo, mientras él le daba tan fuerte y gritaba tanto que parecía irreal.

Aparté sus manos y di varios pasos por el pantalán, hasta detenerme frente al barco de Miguel, ese idiota. Era la única salida que tenía, pues ya había soltado amarres y en aquel momento abandonaba el muelle.

Ni siquiera lo pensé, salté al barco, y dejé a mi ex novio en tierra.

Me acerqué a la barandilla, despreocupada, aunque sabía que él iba a enfadarse cuando me viese allí, y pensé en el pasado. ¿Podría perdonar a Agustín, igual que lo hizo él conmigo dos veces? Yo no era él, y las cosas no sucedieron de la misma forma. Yo fallé en dos momentos en los que la relación estaba mal, pero en aquel momento se suponía que estábamos mejor que bien, entonces… ¿qué necesidad tuvo él de liarse con otra, con nuestra vecina?

Le fui infiel a mi novio dos veces, la primera no llegó a nada, sólo era un amigo, con el que me besé y me arrepentí al instante, pero siempre he sido tan idiota para esas cosas, que necesito contarlo para no sentirme culpable. Y la segunda, fue en la despedida de soltera de una amiga de la universidad, iba muy pedo, y ni siquiera recuerdo los detalles de esa noche, sólo que desperté en una cama que no era mía, a la mañana siguiente. Pero él… a pesar de estar borracho, era plenamente consciente de lo que hacía con nuestra vecina, en ese baño.

  • ¿Cuál es la razón de que estés aquí? – preguntó una voz, a mis espaldas, desde arriba – no te basta con el escándalo que has montado en el muelle ¿no? – añadió, bajando, hasta detenerse frente a mí – así que… - apoyó la mano en la barandilla y acortó nuestras distancias un poco más. Me reí, divertida, para luego mirar hacia él, porfiándole.

  • No eres mi tipo – declaré, haciéndole sonreír – además, mi hermano te mataría si te atreves si quiera a pensarlo.

  • Ya… - lo dejó ahí, en el aire - ¿y tú nunca te relajas no? Siempre a la defensiva.

  • No puedo distraerme con capullos como tú.

  • Claro, porque me conoces bien ¿no?

  • Porque te has tirado a todas mis amigas de aquí – declaré, haciéndole sonreír de nuevo, bajando la mirada un momento antes de responder.

  • Sólo me divertía – aseguraba – ellas ya sabían lo que yo quería, si pensaron que iban a hacerme cambiar de idea se equivocaban.

  • Yo ni siquiera voy a intentarlo – contesté, asintió, con chulería – no eres mi tipo, y no me gusta tu rollo, ni siquiera me gustas tú.

  • Ya claro, había olvidado que tu especialidad es mentirte a ti misma todo el tiempo – apoyé la mano en su pecho, apartándole, haciéndole reír – tienes una curiosa forma de demostrarlo, subiéndote a mi barco, dejando que te lleve al medio del océano, donde puedo hacerte gritar tan fuerte que nadie podrá escucharte – me agarró de la cintura y me atrajo hasta él, haciendo que me percatase de que estaba muy bien dotado. Mi corazón latía con velocidad, hacía mucho que un hombre no me hacía sentir así de perturbada, pero eso jamás se lo mostraría, me soltó, pero ni siquiera me moví – no estamos en el pueblo, nadie puede vernos aquí, y aunque mantengo las formas porque eres la hermana de David y tienes novio…

  • No lo intentas porque sabes que no tienes nada que hacer – contesté, dando un par de pasos hacia atrás – tú eres un capullo que sólo quiere divertirse, y yo soy más lista que eso. ¿Cuál es tu historia, Miguel? ¿Tu novia te engañó con otro porque eras un muermo en la cama? – lancé, buscando provocarle, para luego darme la vuelta, más que dispuesta a dejarle atrás. Pero perdí toda mi seguridad cuando le sentí justo detrás, aferrándose a mi cintura, pegándome a su pelvis, con su respiración en mi oído.

  • ¿Quieres que te demuestre lo muermo que soy? – intenté soltarme, mientras él seguía clavándome la artillería pesada en el trasero – Te follaría tan duro … - mordí mis labios, evitando que se me notase que estaba tentada a aceptar esa oferta, sintiendo los calambres en mi cuerpo, y un calor que se esparcía hasta mi sexo. ¡Dios! ¡Estaba mojando las bragas!

  • He acertado ¿no? – pregunté, fingiendo estar tranquila, cuando lo cierto es que estaba aterrada – Tu novia se folló a otro porque sólo eres un cabrón.

  • ¿y tú? – él estaba enfadado, podía notarlo en su voz, y en la forma tosca en la que me aferraba a él, en aquel instante – tu novio se aburrió de ti y se folló a otra, por eso estás aquí ¿no? – me di la vuelta, más que dispuesta a cruzarle la cara, pero él agarró la mano, haciéndome una llave, aprisionándola en mi espalda, atrayéndome a él, mientras yo intentaba soltarme. Sonreí, como si la situación me hiciese gracia.

  • ¿Por qué crees que me interesaría la opinión de un fracaso cómo tú? – tragó saliva, soltándome echándose hacia atrás – dejaste tu trabajo en Barcelona, tu casa, tu familia, y viniste aquí, para huir de todo, sólo eres un puto cobarde de m****a… - me detuve justo cuando su dedo se apoyó en mi labio inferior, tirando de este hacia abajo.

  • Rumores, eso es lo único que sabes sobre mí, y ya te crees con derecho a opinar.

  • Lo mismo que tú ¿no?

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