Capítulo 4: Tan cerca, y tan lejos.

Al día siguiente.

Ariadna recargó su espalda en el cómodo sillón reclinable. Suspiró profundo sabiendo que ya no podía seguir dándole largas al asunto del contrato; y aunque le aseguró a Alonzo, conseguir el dinero para devolverse, sabía que era imposible. 

Resignada a cumplir su condena, empezó a digitar algunos correos a varios proveedores, dedicada a su trabajo el sonido del teléfono la distrajo.

—Licenciada Ariadna, el señor Alonzo, me pidió que le avisara que la está esperando en su oficina. 

La mirada de Ary, se cristalizó, un escalofrío recorrió su piel, se estremeció al tomar conciencia del motivo de ese llamado. Luego de unos segundos limpió el par de lágrimas que rodaron por sus mejillas, se puso de pie, sintiendo su estómago encogerse, tomó una gran bocanada de aire, y se dirigió a la oficina de su novio. 

—Buenos días —dijo ingresando por la puerta. Se quedó estática frente al escritorio de él. 

—Esa no es forma de saludar a tu futuro esposo —reprochó él, y enseguida se puso de pie, se aproximó a ella, y devoró los labios de Ary, en un apasionado beso. 

Ariadna recordó los de Nick, su ser se encendió, y se recriminó en su mente, al no comprender como solo una caricia de él avivaba tantas sensaciones en ella, entonces se separó con delicadeza de los brazos de Alonzo. 

—Me dijo Stella que me necesitabas.

—Sí, tengo el contrato listo. —Señaló con su mano hacia el folder que reposaba sobre el escritorio—. Fírmalo ya —solicitó—. Debo viajar a Miami por un mes —expresó. 

Ariadna lo inspeccionó con la mirada, conocía bien que cuando se ausentaba por largos períodos de tiempo era porque tenía una nueva amante. 

—¿Te reemplazaré? —cuestionó, tratando de distraerlo. 

Alonzo, tomó de la mano a Ary, la condujo hacia el escritorio. 

—Firma —ordenó con voz seca. 

Todo el cuerpo de Ariadna se sacudió ante el temblor que le sobrevino al darse cuenta de que ya no había marcha atrás, deglutió con dificultad la saliva, tomó asiento. 

—¿Puedo leerlo? —averiguó con voz débil. 

Alonzo, la observó con seriedad, asintió. Mientras Ariadna inspeccionaba con su mirada el documento, él se dirigió a ella. 

—Por orden del abuelo, solo los miembros de la familia Grimaldi, podemos asumir la presidencia —habló haciendo notar en el tono de voz su molestia—. Nick se queda a cargo, necesito que lo vigiles, y que supervises su trabajo.

Ariadna elevó su rostro y clavó sus profundos ojos negros en él. 

—Yo sé cumplir bien con mis funciones —contestó con disgusto, esas condiciones machistas de Stefano Grimaldi le parecían absurdas a Ariadna. —¿Cuándo te vas? —averiguó. 

— Hoy por la noche salgo a Miami —informó—. Tengo cosas pendientes aquí, así que estampa tu firma, para enviar ese documento al notario —ordenó. 

Ariadna tomó con sus manos temblorosas el bolígrafo, observó su nombre al final de la hoja, estaba a punto de hacerlo, cuando la puerta de la oficina de Alonzo, se abrió y Nick, apareció, entonces ella aprovechó para con su mano voltear una taza con café sobre los papeles. 

—¡Qué torpe soy! —exclamó poniéndose de pie, tratando de limpiar el desastre. 

Alonzo, arrugó el ceño, observó a su primo con profunda molestia, a Ariadna, la fulminó con la mirada. 

—Lo lamento. —Se disculpó Nick—. No quise interrumpir, solo que me avisaron que deseas conversar conmigo —informó, observando con discreción a Ary, y lo sensual que se veía con ese retal de lino rojo que se ajustaba a la perfección a su espectacular figura. 

—Debes aprender a tocar la puerta, primo —recriminó con molestia Alonzo. —¿Me permites unos minutos, con mi mujer, a solas?

Una gélida mirada fue la que Nick, le dirigió a su primo, sintió su sangre hervir al escuchar que llamó a Ary, como su mujer, presionó su puño con fuerza. 

—Por supuesto —respondió, entonces a través de su ojo clínico, percibió tensión en el semblante de Ariadna, sin embargo, él no podía hacer nada, más que salir de la oficina. 

Una vez que Nicholas abandonó el despacho Alonzo agarró con fuerza por el brazo a su novia. 

—¿Cómo se te ocurre verter el café en los documentos? —bramó. 

Ary, miró los dedos de él en su piel, y luego elevó su rostro para observarlo sin temor. 

—Me lastimas —reprochó—, lo de los documentos fue un accidente. 

—¡Maldita sea! —exclamó llevándose ambas manos a la cabeza—. A mi regreso de Miami, con o sin contrato anunciaremos nuestro compromiso —advirtió—, caso contrario a tu padre le esperan varios años de prisión —amenazó retando con la mirada, a su novia. 

—En un mes, pueden ocurrir muchas cosas...—susurró ella, en voz baja, entonces giró y abandonó la oficina de él. 

Ariadna se recargó en una de las columnas, se llevó la mano al pecho para calmar los fuertes latidos de su corazón, caminó en dirección a su oficina y observó en la sala de espera a su mejor amiga, la doctora Ana Cristina Martínez, su amistad venía desde la época del colegio. 

Ana, apenas la vio se puso de pie, se estrecharon en un fuerte abrazo, enseguida pasaron a la oficina de ella. 

—Ariadna, vine lo más rápido que pude —explicó tomando asiento en un sillón y cruzando su larga pierna, mientras sus castaños ojos se posaban en su amiga, analizándola.

—¿Qué sucede?, te noto preocupada. —Ana Cristina conocía muy bien a la joven que tenía frente a sus ojos. 

La chica tomó asiento al lado de ella, esperó a que su asistente colocara las humeantes tazas de café en la pequeña mesa de centro de la mini sala de la gran oficina, una vez que la joven se marchó, ella se dirigió a Ana. 

—Recuerdas que te comenté, que Alonzo, tiene un primo, que nadie conocía.

—Sí, por supuesto.

— Ese familiar es Nicholas Miller. 

Ana Cristina se llevó las manos a la boca, impresionada. 

—¿Estamos hablando de Nick? —preguntó con curiosidad. 

— Si son la misma persona —contestó Ariadna dubitativa, la presencia de él la alteraba.

— ¿Qué hiciste? ¿Qué sientes por él? —inquirió, recordando como Nicholas dejó plantada a su amiga—. Responde con sinceridad —solicitó tomando entre sus manos la cálida taza con café. 

Ary, también cogió la suya y le dio un pequeño sorbo, mientras su mirada se centraba en el humo de la taza, entonces luego observó a su amiga. 

—Desprecio es lo que siento por él —expuso con rencor—. Me gustaría tanto vengarme de lo que me hizo, pero el muy cínico, asegura que fui yo la que le envié una carta, cancelando la boda. —Resopló dando otro sorbo a su bebida. —¿Puedes creer semejante mentira?

Ana Cristina colocó la taza sobre la mesa, centró su mirada en Ary. 

—Para serte sincera. —Se aclaró la garganta—. Siempre pensé que algo grave debió pasar para que Nick no se presentara, y se mudara —informó—. Yo noté lo enamorado que estaba de ti. 

Ariadna se puso de pie. 

—No puedo creer que te pongas a favor de él, tú eres mi amiga Ana Cristina —cuestionó.

—Yo solo deseo que aclares las cosas con él, y te quites esa duda que te ha atormentado durante años —expresó cruzando una mirada con ella—. Si lo que él dice es verdad, alguien les puso una trampa para separarlos, y nosotras siempre sospechamos de... 

Ariadna se quedó estática y pensativa, sin embargo, el dolor que Nick, le causó aún prevalecía en su alma. 

—Como hayan pasado las cosas, el daño está hecho, lo que me hizo no tiene perdón —pronunció Ariadna con dolor. 

—No es bueno tener tanto odio en el corazón —aconsejó Ana Cristina, al ver a su amiga tan alterada.

—¿Y cómo quieres que me sienta? —reclamó—. Nadie tiene idea de lo que sentí ese día, me dejó plantada. —Sollozó—. Ese día me rompió por dentro, mis sueños, ilusiones se desvanecieron en el aire, juré en ese instante convertir mi amor en odio —declaró, derramando varias lágrimas, mientras su pecho subía y bajaba, agitada. 

—Tranquilízate —solicitó Ana, se puso de pie y caminó hacia el minibar, sacó una botella de agua, y se la extendió a Ary. 

Ariadna la tomó con las manos temblorosas. 

—¡Los odio! —Estalló en llanto. Ana Cristina fue a su lado la abrazó.

—Desahógate amiga por favor, eso te va a hacer bien —habló mientras acariciaba su espalda. 

Ariadna lloraba con mucha angustia, la misma que sintió aquel día, en el cual Nick la dejó plantada.

****

Nick sostenía entre sus manos una copa de whisky que minutos antes sirvió para calmar la furia que sintió al escuchar a Alonzo. Observaba a través de los grandes ventanales de su oficina como el sol radiante le daba una atmósfera de gran luminosidad a la habitación, sin embargo, su vida estaba cargada de una nube gris, desde el día que Ary canceló la boda, para él todo perdió valor. 

Bebió un trago y los recuerdos se volcaron a su memoria, entonces decidió verla, necesitaba aclarar las cosas con ella, dejó el vaso sobre el escritorio y salió rumbo a la oficina de Ary. 

En su trayecto notó como las miradas de las secretarias se posaban en él, eso era algo inevitable él era muy atractivo, pero a diferencia de su primo Alonzo, que les brindaba una amplia sonrisa coqueta y ponía a suspirar a más de una. Nick era muy serio, a pesar de tener una relación con Jessica, él no amaba a esa mujer, se hizo novio de ella, en un momento de locura. 

Sin más ingresó a la oficina de Ariadna, llevándose una desagradable sorpresa, Alonzo la tenía entre sus brazos y la estaba besando. 

Nick, tensó la mandíbula, tuvo que contener los celos, no podía ponerse en evidencia.

—Perdón, no quise interrumpir —pronunció muy serio.

****

Por fortuna Ary fue inteligente y arruinó aquellos documentos, pero cuánto tiempo más podrá negarse a firmar. ¿Qué creen que haga Nick cuando se entere? Dejen sus comentarios. 

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