Capitulo 2

A mediodía, la cafetería del instituto “La Virtud” estaba atiborrada de alumnos que reían y platicaban como si estuviesen en un lugar de ocio. Era, sin duda alguna, el momento del día más esperado por los estudiantes. Determinados grupos de compañeros y amigos sentados en bancas disfrutando de algún aperitivo mientras hablaban de cualquier cosa. Así era el caso de Caleb y Cristina. Vanesa, sentada frente a ellos, yacía aletargada en su celular. Por su parte, Christopher mantenía su azul mirada sobre la erguida espalda de Laura quien estaba sentada a distancia de ellos, sola. Luego de dos semanas de luto era tiempo de regresar a la cotidianidad sin embargo, lo había hecho con un semblante indiferente que a más de uno sorprendió. Durante el transcurso del día Laura no había querido hablar con nadie, y no era sólo eso, tampoco había aceptado la compañía de otra persona. La hipnosis temporal del catire llegó a su fin cuando se percató de la llegada de Alex, aunque lo innovador era la chica de cabello castaño alisado, ojos color café y tez ligeramente morena que lo acompañaba. La mirada de Christopher recaía enfáticamente sobre la desconocida.

-Chicos quiero presentarles a Rebecca. –Dijo Alex haciendo ademanes a su acompañante, cuando ya habían llegado a la mesa. Sólo entonces los demás se fijaron en la nueva.

-¿Quién es ella? –Preguntó Vanesa suspicaz.

-Mi hermana. Es la hija de la novia de mi papá. –Se apresuró Alex a explicar. Rebecca y él se conocían desde que ambos tenían la edad de doce años, fue entonces cuando sus padres se conocieron. Aunque Rebecca y su madre vivían en otra ciudad, Alex, junto con su padre, las visitaban en días de festividades como: navidad, pascua o cumpleaños. Su relación mutua era amena. Ambos eran hijos únicos y nunca habían notado lo solos que estaban hasta que sus padres se enamoraron. Él era el confidente de ella  y viceversa. Finalmente, luego de casi cinco años viviendo un amor a la distancia, Alicia y Rodrigo decidieron formalizar su relación y convertirse en una familia. Aunque para Rebecca implicaba un significativo cambio, estaba segura que sería más fácil con su hermano apoyándola.

-Ella es tu cuñada –Volvió a hablar Alex, está vez haciendo referencia a Vanesa, la mencionada saludó con un edificante abrazo a Rebecca. Su novio le hablaba mucho de ella.

-Mi nombre es Cristina. –Dijo la rubia con una radiante sonrisa dibujada en la cara. Señalando con su dedo al otro lado de la mesa, continuó diciendo –Él es mi hermano Christopher.

-Puedes decirme Chris. –Articuló el joven, levantándose de tropezón de la mesa. Le ofreció la mano a Rebecca y ella, educadamente, la apretó. No había duda alguna la nueva había despertado interés en él. Por último estaba Caleb, que no formó escándalo por la recién llegada. Fue Vanesa quien tuvo la cortesía de presentarlo. El chico de talante indiferente hizo un sencillo ademan con la mano para saludar.

Los demás hicieron espacio en la mesa para los improvisados hermanos. Con soltura, Rebecca empezó a hacerse conocer. Les hablaba acerca de su antigua ciudad, su viejo instituto y de sus compañeros. Les reveló que nunca conoció a su padre y que siempre habían sido ella y su mamá. Aunque Alicia invertía mucho tiempo en su trabajo como psicóloga, intentaba que su ausencia no fuese tan notoria y casi siempre lo lograba. De todos los presentes, era Christopher el que más interés ofrecía hacía la peli castaño, indagaba por cada dato de su vida y preguntaba cualquier cosa, su actitud era adversa a la de Caleb quien ni siquiera prestaba atención a lo que hablaba, tan sólo se distraía con su celular. Era la actitud convencional del deportista, muy pocas veces lo habían visto interesado por algo o por alguien. Los minutos transcurrieron y la conversación más amena se volvía, esta vez platicaban de la pasión de cada uno: la de Caleb, obviamente, era el fútbol. Vanesa sentía atracción por la moda su gran referente era Carolina Herrera. Cristina que había declarado no tener afición hacía ningún esquema, aseguró que su mejor vicio era el cine clásico. Por su parte, Christopher se había enamorado de las competición de Moto Cross luego de haber visitado una pista donde se práctica dicho deporte cuando era un niño. Alex invertía su tiempo en leer comics aunque no era por la historia que relataban, sino por la diagramación de dichos libros. Su preferido era “La mujer trampa” de Enki Bilal que simbolizaba la renovación del comic contemporáneo. La afición de Rebecca eran los libros en general. No etiquetaba a ningún escritor, aunque si tuviera que decidirse por alguno sería por la española María Dueñas.

-A Laura también le gustan los libros, en especial los de Agatha Christie. –Añadió Cristina.

-¿Quién es Laura? –Preguntó Rebecca. La rubia despejó sus dudas apuntando con un dedo a la única chica que estaba sentada sola. Desde su ángulo tan sólo podían ver la espalda recta de alguien que usaba una chaqueta negra con capucha.

-También comparte la pasión de Alex con respecto al diseño gráfico. –Intervino Vanesa.

-Aunque ella dibuja mejor. –Señaló Christopher.

-¿Por qué está sola?

-No lo sabemos, hoy está actuando muy raro. Ella siempre había sido muy alegre.  –Dijo Cristina –Hace algunas semanas su mamá falleció, luego de una dura batalla contra el cáncer.

-Quizás sea esa la razón de su indiferencia. –Dijo Caleb con obviedad.

-Quizás lo sea o quizás no. Tú qué opinas. –Inquirió Christopher en dirección a Alex.

-¿Podemos no hablar más de Laura? –Dijo Alex con incomodidad, sin apartar la mirada de su bandeja de comida. No quería seguir mortificándose con los recuerdos. Un timbre en el celular de Caleb hizo que la conversación cambiara abruptamente.

-¿Irán a la fiesta de Raúl? –Cuestionó el apático, sin dejar de ojear su celular.

-Por supuesto que iremos. –Aseguró Vanesa incluyendo a su novio. Los hermanos catires también cercioraron ir.

-Yo no iré. Es demasiado pronto, todavía no conozco a nadie. –Dijo Rebecca. Los demás en la mesa la animaron a ir atestando que ellos estarán allí para acompañarla, pero la nueva se negó rotundamente a aceptar sus invitaciones. Después de todo, cada uno de ellos ya tenía amistades y dudaba mucho que quisieran cambiar a sus amigos por una persona a la que ni siquiera conocían. Consideró por una brevedad de segundos ir acompañada de su hermano sin embargo, una visión fugaz de él bailando con Vanesa durante toda la noche pasó por su cabeza y descartó la posibilidad.

(…)    

Las horas en la clase de matemática se hicieron más tediosa que de costumbre. El método que impartía el profesor para explicar algún tema era diferente a como lo había aprendido con su anterior profesor en su otro instituto. No lograba entender nada acerca de los logaritmos, le hubiera servido mucho que alguien se hubiera ofrecido a ayudarla, pero esto nunca pasó. Su hermano y los otros chicos pertenecían a otras secciones, y aunque algunos de ellos coincidían en la misma, ella no corrió con esa suerte. Exceptuando a Laura quien sí pertenecía a su sección, pero consideró imprudente pedir ayuda a alguien a quien no conocía, además, juzgando por la actitud sombría e indiferente de la chica, creyó que ella tampoco estaría dispuesta a ayudarla. Algunos de sus compañeros del aula, los más aplicados, yacían aletargados en sus cuadernos resolviendo los problemas matemáticos. En la última fila de pupitres estaban los menos aplicados, jugando con sus lápices, rayando la última hoja de sus cuadernos o simplemente acostados sobre ellos. Había un grupo de cuatro alumnos, conformado por tres chicos y una chica, que platicaban acerca de la imperdible fiesta que el tal Raúl daría en su casa. La atención de Rebecca se dirigió hacia ésta plática. Los jóvenes comentaban acerca de sus anteriores fiestas y a pesar de  que todos tenían opiniones diferentes, coincidían en lo mismo, sus fiestas eran las mejores que nadie había hecho nunca. A Rebecca le gustaba ese tipo de ambiente: beber alcohol, bailar hasta el amanecer… en fin. Además, consideraba que la mejor manera de hacerse conocer y conocer era en una fiesta a la que asistirían, seguramente, la gran mayoría del instituto. Claro que también estaba la posibilidad de que ninguna chica se acercara a hablar con ella o que ningún muchacho la invitase a bailar, en un caso así ella se quedaría sola en alguna esquina del lugar viendo cómo los demás bailan y se divierten. Entonces sería etiquetada como la insociable o peor.

            Sintió que revivía cuando el timbre que indicaba la finalización de la clase sonó. Guardó todo en su bolso y salió del aula, siguiendo una larga fila de alumnos, que al igual que ella, estaban ansiosos por salir. Recorría los extensos pasillos del instituto, sin mucha prisa. Evitando que no fuese tan obvio el hecho de que aún no conocía, del todo bien, el lugar. Tropezó varias veces con otras personas y repitió su andanza en más de una ocasión. Pequeños letreros fijados en la pared le indicaban que estaba caminado en vueltas. Internamente suplicó que nadie estuviera reparando en eso. Giró en un cruce y, nuevamente, tropezó con alguien. Se alegró al denotar que se trataba de Christopher.

-Discúlpame. ¿Te he lastimado? –Inquirió el rubio.

-No, estoy bien. No te preocupes.

-Me siento un tonto. ¿Puedo compensarlo con algo?

-Sí. ¿Puedes decirme dónde está el tocador? –Dijo Rebecca. Al instante se ruborizó, un indicativo de la vergüenza que sentía. Christopher se fijó en esto sin embargo, prefirió no comentar nada al respecto. Encantado aceptó guiarla hasta su destino. Caminaban en silencio. Rebecca miraba con énfasis las paredes, buscando cualquier rasgo significativo que la ayudaran, en otra ocasión, a ubicarse en el espacio geográfico. Por su parte, Christopher se animaba a sí mismo para iniciar una conversación con la nueva. Él no solía ser tímido, todo lo contrario, el valor era una cualidad que bien lo describía. No tenía problema en hablar con alguien y siempre decía la verdad, sin importa qué tan grave fuese. Su actitud tajante y sobresaliente orgullo lo habían involucrado en varias discusiones y en casos más serios peleas a puño cerrado en las que, desafortunadamente, salía invicto. En esta oportunidad, sabía las razones de su falta de valor. Rebecca le gustaba y no quería estropear algo que ni siquiera había comenzado, esto sólo le había ocurrido una vez en el pasado, con otra chica, cuya relación con él terminó de la peor manera posible.  

El recorrido casi llegaba a su fin, y era consciente que era su única oportunidad para hablarle a solas. Sacando, desde muy adentro de su ser, un poco de valor, se animó y dijo:

-¿Te gustaría ir conmigo a la fiesta de Raúl?

-No lo sé. Es que no te conozco bien –Dijo dubitativa Rebecca posándose frente a él. Ambos yacían, no muy lejos, de la entrada de los tocadores femeninos.

-Te prometo que soy un chico decente.

-No creo que sea buena idea, Christopher.

-¿Qué es lo peor que te puede pasar? –Inquirió el rubio con una suave desesperación. Rebecca lo consideró unos segundos, anhelaba ir a esa fiesta y ese desconocido le estaba dando la oportunidad, de paso conocería mejor a quien le suplicaba sosegadamente una cita.

-De acuerdo, acepto. –Dijo  Rebecca, los ojos de Christopher se iluminaron inevitablemente.

-Te recojo a las diez. ¿En casa de Alex, cierto?

-Sí. –Finalmente, Christopher se marchó con una sonrisa que abarca todo su rostro. Rebecca terminó de andar la corta distancia que la separaban de los tocadores. Abrió la puerta y se encontró de frente con la chica de atuendo negro. Estuvieron muy cerca de tropezar, pero no lo hicieron.

-Permiso. –Dijo Laura. Rozó suavemente con la izquierda de Rebecca y se marchó, sin darse cuenta de que algo se había caído de su bolso. La nueva trató, en vano, de llamar su atención. Se agachó y recogió lo que parecía ser una pequeña bolsa de plástico. Examinó su interior y se fijo en que había cuatro pastillas de colores, el olor que emanaban le certificaba lo que ella creía, eran estupefacientes.

(…)

La última nota de How would you feel dio por terminada la canción. Alex tomó su reproductor de música y, por cuarta vez consecutiva, la repitió. Conocía bastante bien a Laura y desde el principio supo que Ed Sheeran era su cantante favorito. Hace algún tiempo atrás, cuando sólo eran amigos, Alex escuchó sin parar el repertorio completo de éste artista hasta hallar la canción que expresara sus sentimientos, que resultó ser la que oía en sus auriculares mientras caminaba por los pasillos. Oírla era un castigo, pero no podía no hacerlo. Siento un toqueteó suave en su hombro derecho, se giró y descubrió a una chica de cabello dorado detrás de él. 

-¿Podemos hablar? –Dijo Cristina cuando Alex ya se había quitado los auriculares.

-Seguro, ¿qué ocurre? –Accedió el muchacho, continuando su andar con Cristina a un lado.

-Es sobre Laura ¿has hablado con ella? –El semblante Alex cambió notoriamente.

-No. Está actuando muy raro.

-¿Lo has intentado? Quizás contigo sea diferente.

-¿Por qué lo sería?

-Sabes por qué. –Dijo Cristina controlando su efervescencia. Ambos detuvieron su andar. Alex suspiró profundo, con un obvio descontento. – ¿Desde cuándo te molesta hablar de Laura?

-No me molesta. Laura está pasando por una etapa muy difícil y no quiero agobiarla. Le daré un poco más de tiempo para hablar con ella. –Aseguró Alex. Quería hablar con Laura, consolarla y hacerle saber lo importante que ella era para él y lo arrepentido que estaba por lo que ocurrió,  pero sabía, perfectamente, que no tenía caso intentarlo. Laura no estaría dispuesta a hablar y menos con él. No podía culparla, después de todo tenía razón para su indiferencia, que poco era para lo que Alex le había hecho.

      

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