Capitulo 4

                                                               CADENAS

Desapareció…. Esas fueron las palabras que salieron de mi boca al abrir el corral y no ver a ese hombre que noches anteriores me había amenazado… o advertido ya ni sé lo que significaba lo que me dijo. Le di tantas vueltas en la noche que hoy lo iba a enfrentar con las piernas temblorosas, él era la persona que iba a matarme, a liberarme de mis cadenas, pero ahora ya no estaba…. Una idea cruzó por mi cabeza, ¿y si estaba en el río como el primer día que lo encontré? Corro a la casa, y tomo la canasta para que mi madre no me descubra, pero cuando estoy a punto de salir me topo con ella.

—Claus te espera en el bar, me pago por adelantado por ti —dice con frialdad entrando en casa. Un nudo se amarra en mi garganta, camino hasta el río y sin darme cuenta ya estoy corriendo y buscándolo por todas partes, mi respiración es agitada y mis lágrimas empiezan a nublar mi vista. Cuando llego al final del río mis esperanzas se desvanecen con él, me arrodillo lentamente y lloro hasta quedarme seca.

Llego al pueblo y miro el bar con reticencia, una mujer con un vestido sugerente sale dando tumbos y con un olor a alcohol fuertísimo entro lentamente deseando poder persuadir a Claus, el dueño del bar, pagaré por el dinero que le dio mi madre de otra manera. Una música retumbante se escucha, hombres beben y mujeres bailan a la par de las mesas, mi corazón empieza a latir con fuerza y estoy a punto de dar la vuelta, cuando una mano se posa en mi hombro y es el señor Claus. Después de mi padre, este hombre es el más esquero de este pueblo, controla este bar y se cree dueño de todas las mujeres para atraerlas a su bar y poder venderlas.

—Sabía que algún día me pertenecerías, siempre te observe desde lejos caminar con tus vestidos reveladores, me traerás mucho dinero —niego con asco.

—No le pertenezco…. ¡NO LE PERTENEZCO A NADIE! —digo explotando, quito su mano de mi hombro, pero él es más fuerte que yo. Toma mi muñeca y me jala hacia adentro, empiezo a golpear su mano desesperada, mientas jalo con fuerza para soltarme.

—¡No quiero, suélteme! —digo desesperada golpeando su mano una y otra vez, abre una puerta y me empuja adentro. Me levanto rápido y trato de salir forzando la cerradura con acelerado empeño, él se sienta a un lado mientas yo golpeo la puerta varias veces pidiendo ayuda.

—Quítate la ropa, quiero saber si mi producto está en buen estado…. Aunque tu madre ya me dijo que no eres virgen porque te encanta estar encima de un hombre todo el día, ¿por qué no viniste por tu cuenta putita? —sus palabras me lastiman con como agujas filosas, ¿por qué mi madre me odia?, ¿por qué?

—¡YAAA! QUITATE LA ROPA O LO HARÉ YO, Y CRÉEME NO TENDRÉ MIS MANOS QUIETAS —me giro hacia él llorando sin más opción, deslizo mis manos por mis mangas y las dejo caer haciendo que mi vestido resbale por mi cuerpo hasta alcanzar el piso. Tapo mis senos con mis manos y giro mi mirada a otro lado, él se levanta relamiendo sus labios y yo reculo hacia atrás.

—Ya me desnudé, déjeme ir… lo prometió —digo asustada mientras él sigue acercándose paso a paso. Empiezo a hiperventilar, toma mi brazo y yo jalo con fuerza para soltarme, se abalanza hacia mí empotrándome en la pared, trato de empujarlo, pero es un hombre gordo y macizo.

—Déjate llevar, Lucia… he esperado mucho tiempo para que crezcas —grito fuerte esperando que alguien me escuche, él besa mi cuello con fuerza, lastimándome, diviso una pequeña mesa con un jarrón y sin más estiro mi mano, tomo el jarrón y lo estampo en su cabeza rompiéndolo en mil pedazos, mi mano se corta ante tal acción, pero ese hombre cae al suelo y yo solo puedo ver la oportunidad para buscar la llave en sus pantalones mis lágrimas me impiden buscar bien las veo brillar y las tomo, pero la mano de Claus se estira hacia mí.

—¡Maldita perra, te juro por dios que te encontraré y te follaré hasta que grites mi nombre! —me arrastro por el piso lejos de él y pongo a medias mi vestido, descalza corro hasta la salida lejos de ese hombre. Al salir la gente se queda viéndome con desagrado por mis fachas, sostengo mi cortadura que por lo que puedo ver y es grave, ya que sangra mucho la empuño con fuerza y la pongo en mi pecho mientras corro hacia mi casa con premura mientras mis lágrimas quitan mi visibilidad.

Entro a casa y subo las escaleras dando tumbos como si alguien me persiguiera aún, voy a la pileta de mi cuarto donde tengo agua recogida y sumerjo mi mano afectada, vuelvo a llorar sintiendo como escuece mi mano. La vendo con cuidado y tomo un poco de agua, lavo mi cuello con fuerza quitando la saliva de ese hombre tan asqueroso, miles de pensamientos pasan por mi cabeza y cansada de todo tiro la mesa con rabia. Cansada de la gente, por ser tan débil, por la vida tan asquerosa que llevo por todo, me siento en mi cómoda secando mis lágrimas. Cuando acto seguido oigo un estruendo de algo caer con fuerza, cosas se oyen romper y mesas caerse, me levanto asustada mirando hacia la puerta esperando mi muerte, pero enseguida oigo los gritos de mi madre, mi ceño se frunce, abro mi puerta lentamente aun escuchando sus gritos y súplicas. Oigo pasos y mucho movimiento en el primer piso, como si hubiera mucha gente. Temblorosa me animo a bajar lentamente las escaleras, cuando me encuentro en la última escalinata mis ojos no pueden creer lo que ven, hombres con trajes están destruyéndolo todo mientras el hombre al cual salve sostiene a mi madre del cabello mientras ella grita, la tira al suelo y pone su pie en su cabeza para que no se levante, se gira y al verme sonríe con esa sonrisa que noches atrás me había mostrado.

—¿Me extrañaste, zorrilla…? Porque yo sí lo hice —sus palabras gruesas como el acero adornadas por esa sonrisa tenebrosa. Mi cuerpo no sabe si correr o esconderse de este cruel destino.

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