CAPITULO 3

                                                           MUERTE O VIDA

Toma mi cabello con fuerza y mete su verga en mi boca, cierro mis ojos y dejo que él haga todo el trabajo mientras escucho sus relinchos, empieza a hundirse más en mi boca y las arcadas no se hacen de esperar haciendo que él se detenga.

—¡Maldita estúpida! Ni una mamada sabes hacer bien —golpea mi cara tirándome, el sabor de la sangre recorrer mi boca, ese un sabor a metal tan desagradable. Y entonces en mi mente se enciende una alarma y el cuchillo que tome llega como un destello de esperanza, tomo el mango mientras él… me insulta una y otra vez, lo apretó fuertemente entre mis manos huesudas, pero todos esos pensamientos oscuros son descartados por una voz dentro de mi cabeza»Si lo atacas, ese hombre a fuera morirá «suelto el cuchillo y mis lágrimas caen el suelo de la fría cocina me vuelvo a levantar frente a él, tomo su pene y lo meto dentro de mi boca sintiendo como la bilis sube por mi garganta él me levanta con fuerza colocándome a centímetros de su cara.

—No sirves para nada, ¡Apúrate y haz la cena! No te salvarás esta noche… —me empuja con fuerza y se va enojando por no correrse en mi boca, seco mis lágrimas salgo con rapidez al patio.

Cuando entro mis ojos no pueden creerlo, está convulsionando en el piso, me tiro hacia él, toco su frente y está hirviendo, voy al banco que tengo al lado y sumerjo la tela descosida y la pongo en su frente para tratar de bajar su fiebre —tengo que sacarle esa bala, o morirá… —susurro bajo lo miro y está quejándose con temblores sin pensarlo más caliento el cuchillo que tome destapo su herida que empapo en el alcohol que me regalo la boticaria, grita quejándose y arrastrándose con dolor.

—Lo siento… pero no puedes hacer ruido —miro el cinturón que tiene su pantalón, lo desabrocho, esperando a que el hombre se queje de algo, pero está tan perdido en su mundo que ni se da cuenta, eso dice mucho de lo mal que se encuentra. Pongo el cinturón en su boca y él lo muerde enseguida, procedo a enterrar el cuchillo mientras la carne se quema alrededor, él ahoga sus gritos mordiendo el dichoso cinturón, sostiene con fuerza mi otra mano y cierra sus ojos cuando encuentro la bala la extraigo con éxito, sonrió con alegría, lo miro, pero él ya no está despierto lo muevo un poco con preocupación de que no haya resistido, pero aún respira. Este hombre es muy fuerte… qué vida tendría para poder aguantar todo esto.

Aprovecho que se desmayó y vuelvo a rociar la herida con alcohol para que no se infecte, él solo se queja un poco, cambio su trapo de la cabeza y pongo uno más mojado, y sin mucha técnica procedo a cocer, mis manos empiezan a temblar, pero alejo esos miedos. No sé la razón por la que me he jugado tanto por un desconocido, tal vez es el hecho de que querría que alguien me salvara igual, o tal vez al ver que tiene un arma, alisto a mi verdugo para salvar mi alma torturada. Cuando termino, suspiro con orgulloso de mi buen trabajo, seco el sudor de mi frente y me quedo al lado de esa persona por un momento, no conozco ni su nombre, ni quién es, lo miro atentamente algo que no había hecho hasta ahora, me fijo que está tatuado en cada extremo de su pecho y sus brazos son la misma historia. Mirándolo con atención me doy cuenta de que tiene un cuerpo muy bien cuidado, paso mis ojos por su rostro y a decir verdad es un hombre guapo… nunca tuve el derecho de mirar a otros hombres, ya que mi supuesto padre nunca me lo permitió, por eso tengo mi cabello está tan corto como el de un hombre para que nadie me mirara y solo tenerme para él. Sigo mirándolo y su boca es linda y atrayente arriba de ella tiene un pequeño lunar, sonrió con ganas de tocarlo, pero me evito esa necesidad, no quiero que ponga un disparo en mi cráneo, no aún…

Al caer la noche hago una cena sencilla como siempre, sirvo a mi madre que me ve con asco y a ese hombre que pronto tendré que pagar lo de esta mañana, sirvo mi ración que la destino para ese hombre que no ha comido desde que le dispararon, estoy a punto de salir cuando escucho una voz que me detiene.

—¿A dónde crees que vas niña? —dice mi madre con amargura, entro con rapidez y suelto.

—Yo solo iba a alimentar a las gallinas, mamá —suelto un poco nerviosa

—Me importa más bien poco lo que hagas… mañana mismo quiero que te presentes al bar de Claus para que te prostituyas, el dinero no nos alcanza —dice comiendo un pedazo de pan con normalidad. Mis ojos se empañan, me acerco a ella y me arrodillo.

—Por favor, mamá… no me vendas a ese hombre, no quiero ir por favor —digo rogándole, ella suelta mis manos de su vestido y se levanta con rabia.

—¡Eso es lo único que sabes hacer engatusar a hombres! ¿Crees que no le sacaré provecho? Te irás mañana y punto —me quedo en el suelo llorando sin saber qué hacer.

—¿Por qué haces esto mamá? Tu marido es el que me viola todas las noches, ¿y yo soy la perra? —digo mirándola a los ojos con dolor, ella se acerca a mí y sin más me suelta una cachetada haciendo que mi piel escosa.

—¡Eres una sucia prostituta que me quito a mi marido, ahora iras donde perteneces! —toma camino y me deja en el suelo. Empuño mis manos con rabia y dolor, un sentimiento que he ido guardando como una enfermedad que se extiende lentamente hasta matarme, morir es lo que necesitaría para ser libre.

Camino con lentitud hasta el corral con el plato de comida. Cuando abro la puerta una mirada de ojos color ámbar me escanea de pies a cabeza, el silencio reina en el lugar mientras él solo me observa, trato de pensar en que decir por qué me quede inerte en el mismo lugar.

—Te vas a quedar ahí o me alimentarás, niña —dice con una voz ronca y rasposa que hace que mi espalda se erice.

Camino hasta él y me agacho, le ofrezco el plato sin saber muy bien que decir, nunca me había sentido tan nerviosa y tan perdida, pero no era un nerviosísimo de miedo, era algo más… me siento a unos centímetros de él, abrazo mis rodillas, y miro a otro lado mientras él revuelve la comida con desconfianza.

—Era lo único que había… lo siento —digo sin mirarlo, desde que lo encontré era la primera vez que lo veía sin la muerte en su espalda. Lo miro de reojo toma la cuchara y beber la sopa despacio, sus manos estaban llenas de anillos de plata y otros de oro, sin olvidar sus tatuajes que lleva.

—Habla ya, y deja de mirarme como tu mono de feria —dice fuerte mientras otra vez pone esa mirada dura y sagaz en mí. Mi mirada se agazapó y susurré lo que mi mente había estado repitiéndome todo este rato.

—Y-yo… solo… quería saber… sí… con el arma que tiene usted… podría matarme —suelto mirando el suelo mientras hago círculos con mi dedo.

—¿Eso es lo que quieres pedir por salvar mi vida? —dice con tranquilidad bebiendo la sopa como si no le acabara de decir que quiero que me mate. Lo miro esta vez más decidida y propiné.

—Por favor… al menos quiero que alguien al cual ayude, me mate… y me entierre en un lugar bonito en donde haya flores. Porque tendré la certeza antes de morir que podre descasar en un lindo lugar —suelto aguantando las lágrimas.

—¿Morir…? —dice dejando el plato aun lado. Yo lo miro con rapidez, sin entender a qué se refiere con su pegunta, él sonríe con gracia y suelta.

—Tú no vas a morir. —Me quedo sin palabras viendo como la luna es poco a poco destapada, iluminando su sonrisa siniestra. Él toma mi cabello con fuerza tirándolo hacia él, cierro mis ojos con miedo, sintiendo los fuertes tumbos que da mi corazón.

—Debiste haberme dejado en ese río, zorrilla de monte…. Acabas de condenarte. Entraste a mi mundo y salir ya no es algo a lo que puedas decidir, porque tú me perteneces ahora… —jalo fuerte para tratar de soltarme mientras el miedo recorre mi cuerpo como agua fría, caigo de culo en el piso y sin más él empieza a reír siniestro. Me arrastro asustada y sin más salgo de ese lugar, aun escuchando esa risa retumbar en mi cabeza, subo las escaleras corriendo, debatiéndome si mi vida aún me pertenece.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo