|08|

Blake

Salí de mi departamento en dirección al elevador, con un fuerte dolor de cabeza.

No era ningún niño como para no saber que no debía tomar entre semana, menos sabiendo que tengo clases al otro día, y muchos menos cuando tenía conciencia de que tendría pesadillas. No pude cerrar el ojo el resto de la noche, así que me resigne: mire televisión e hice tareas pendientes.

Cuando el elevador llego a la recepción, me coloque unas gafas de sol antes de salir para que no se notaran demasiado mis ojeras y que la luz solar no me matara.

Al pasar por el escritorio de Joe, el portero, me saludo como todos los días.

—¿Noche alocada con el señor Nicolás? —pregunta sin intentar ser entrometido.

—Algo así. —de cierta manera envidio su cara tan sonriente, yo no podría ni sonreír sin que me doliera la cabeza—. ¿Recibí correspondencia?

—Sí señor…

Lo interrumpo: —Blake. Deja de decirme señor, me haces sentir viejo.

—Perdone, es la costumbre con todos los inquilinos. —le restó importancia con la mano y prosigue—. Aquí tiene.

Me pasa un par de facturas del departamento simplemente, y algunas cosas de Nico. Pongo los ojos en blanco.

¿Cuántas veces le he dicho que no ponga mi dirección para la entrega de sus paquetes?

—Gracias Joe.

Salgo del edificio guardando las facturas, excepto lo de Nico.

Comencé a caminar hacia la parada de autobús, a lo lejos pude distinguir que Nico ya estaba ahí, tan fresco como una lechuga.

Algunas veces sentía envidia debido a que él sí puede descansar lo suficiente y debidamente, pero luego recuerdo que él no tiene la culpa de mis pesadillas y se me pasa.

—Mierda, ¿qué te paso? —preguntó al verme.

—Resaca. —respondí simple. Así como él no tenía idea de Eleanor, tampoco de mis pesadillas.

—Por Dios amigo, estamos en el turno de la tarde para poder descansar y evitarnos esto. ¿Qué acaso no dormiste?

Me tense automáticamente, no quería entrar en ese tema.

—Sí lo hice, pero aun así tengo resaca —mi voz sin querer salió más tosca de lo que pretendía así que agregue un comentario para aligerar el ambiente—. Debería dejar de hacerte caso de ir a tomar entre semana.

Rio ante de hablar. —¿Yo? Tú fuiste él que quiso ir al final.

Tenía razón pero no lo reconocería.

—Toma —estiro el paquete en su dirección y su mirada se alumbra al verlo—. Deja de poner mi dirección en la entrega de tus paquetes.

—No lo haría si mis padres no fueran unos metiches. —guarda el paquete en su mochila mientras habla—. La última vez me llego un paquete algo… íntimo. Y casi lo abren.

—Entonces no deberías pedirte cosas “intimas”. —menciono haciendo comillas con los dedos—. O quizás ya es momento de mudarte de casa de tus padres.

—Si me dejas ser tu inquilino, hoy mismo empaco.

—Mejor prefiero seguir recibiendo tus paquetes.

Me miro con los ojos entrecerrados, y mi comisura del labio se alzó un poco.

Esta fecha era la peor del año, pero por lo menos, Nico sabia sacarme una que otra alegría con su forma de ser. Claro que no se lo diría, debía mantener mi estilo ‘frio’ como él dice.

Gracias al cielo el autobús llego en ese momento y subimos.

***

6:30 p.m. mi hora normal de salida. Por primera vez estoy deseando que no sea viernes.

Hoy tengo que trabajar en el bar hasta después de la dos, y no tengo la suficiente energía para hacerlo, me quede medio dormida en dos clases, quien podría asegurarme que no hiciera lo mismo en la barra.

Sería una larga velada, solo espero que este día si pueda dormir sin que ninguna pesadilla se haga presente. Aun no podía recuperarme de la anoche.

Di un bostezo mientras salía del salón. Enserio necesito las horas de sueño.

—¡Arriba ese ánimo! —gritó Nico al ver mi estado—. Hoy trabajas en el bar junto al bombón de Julieta.

Gire los ojos por su comentario. —Entiende que no me interesa Nico.

Julieta es una mujer de tez morena, guapa, atractiva, sin demasiadas ni pocas curvas, cabello castaño largo, y una cara sin imperfecciones con o sin maquillaje, es dos años mayor que yo, así que eso le da un aura de encanto y madurez que para cualquier hombre resulta sexy, excepto para mí.

Ella simplemente es mi compañera de trabajo en el bar. Nuestra relación solo se mantiene en lo laboral, pero en múltiples ocasiones ha intentado invitarme a salir –o a otras cosas–pero me niego siempre. No estoy interesado en estar con nadie.

—Amigo, ¿cómo no te puede interesar ese bombón? —comenzamos a caminar y me miró como si estuviera loco—. Enserio a veces pienso que eres gay.

Solté una carcajada ante su comentario.

—No te he dado razones para que pienses eso.

—Pero tampoco me has dado razones para no pensarlo —contrataco—. En el tiempo que tengo de conocerte jamás te he visto con una chica, y nunca me has hablado de alguna.

—No me gusta hablar de esas cosas.

—Por favor, en algún momento una chica debió llamarte la atención. —me palmea el hombre con fuerza. Se disculpa con la mirada al ver que no me agrado— Y si no es así, significa que sí eres gay.

—Eso no significa que sea gay. —explico— Simplemente ahora no estoy interesado en nadie, me gusta estar solo.

Llegamos a la entrada y las puertas estaban abiertas, aun así espere a que él pasara primero.

—De acuerdo, ahora no. —se empareja a mi lado— ¿Pero antes? ¿Una ex, una amiga, un ligue, una mejor amiga?

Mejor amiga… Eleanor.

—Déjalo ya. —hable tosco—. No hubo nadie antes, ni ahora, ni nunca.

La ira inundo mi cuerpo de pronto y no pude evitar mi tono de voz. Me sentí apenado, aunque solo me limite a darme la vuelta para dejarlo con la palabra en la boca, pero entonces choque con alguien:

Una chica.

Chocamos con demasiada fuerza –era pequeña– así que la chica se fue para atrás y reaccione rápido para sujetarla por la cintura, evitando su caída.

Ella como respuesta puso sus manos en mis brazos y pego su cara en mi pecho. Mi cuerpo entero sintió como una corriente eléctrica me recorría la columna y se esparcía por mis extremidades ante la cercanía de la chica.

Era extraño, pero no incómodo, era como si ya hubiera estado así antes.

Entonces recibí un aroma tan familiar para mí, un aroma que solamente lo había olido en una persona. No puede ser.

Por instinto aferre mis manos aún más a su cintura y podía sentir su leve temblar, el mismo que quería florecer por mi cuerpo.

Después de lo que pareció una eternidad para mí, la desconocida comenzó a alzar su cabeza lentamente, y después de 5 años volvía a ver esos ojos tan oscuros como la noche que conocía tan bien.

—¿Eleanor? —pregunte en un hilo de voz.

Lo sentía tan irreal, que lo único que me aseguraba que esto era real, que ella lo era: fue su agarre en mis brazos y el mío en su cintura.

Simplemente no podía creer lo que mis ojos veían.

Pero lo que no podía ignorar, era el brinco que sentí en mi pecho y el calor que se esparció por todo mi cuerpo.

Toda esa clase de sentimiento se había extinguido hace cinco años, pero hoy, justo este día, volvía a renacer.

Y supe en ese momento, que el rumbo de mi vida cambiaría completamente.

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