PRÓLOGO

“Crisis -Existenciales- Asesinas”

Cuando las mato sé que me pertenecen, es la única manera de poseerlas. Las amo y las deseo.

– Edmund Kemper (El asesino de las colegialas)

23 de julio

Asesino…

La RAE usa esa palabra para referirse a alguien que comete asesinato. ¿Y qué es un asesinato? Fácil: el delito que consiste en asesinar a una persona.

Basándonos en todo se podría decir que cumplo con los requisitos para ser llamado un asesino.

Pero esa palabra es un poco... fea. Sin brillo.

No tiene nada de originalidad, hay miles y miles de personas allá afuera haciéndose llamar “asesinos”, y claro está que yo no estoy ni cerca de parecerme en lo más mínimo a todos ellos.

Veamos, ¿qué sinónimos hay?

¿Sicario? No, no me pagan dinero por matar..., en todo caso mi paga sería la satisfacción que siento al sentir la sangre de mis victimas recorrer mis manos.

¿Criminal? Mmm... me parece muy ambiguo, no capta mi esencia, un criminal puede ser alguien que cometió fraude fiscal, eso claramente no me llega ni a los talones.

¿Homicida? Sí..., pero no, me causa el mismo sentimiento que la palabra asesino.

Entonces, quizá debo analizar todo desde un punto de vista más enfocado... ¿soy una simple persona que asesina otras personas? No, para nada (si fuera así no estaría teniendo este debate interno ahora mismo), no queda de otra que acudir a G****e.

Se supone que G****e lo sabe todo, ¿no?

Tengo claro que no puedo simplemente poner en el buscador “¿qué soy?”, así que debo reflexionar un poco.

Ya aclaramos que soy un asesino, pero, ¿qué clase de asesino?

Buena pregunta —Me aplaudo en mi mente.

Después de unos minutos de búsqueda llego a otro término:

La denominación asesino en serie o asesino serial designa a un individuo que asesina a tres o más personas, en un lapso de 30 días o más, con un período de “enfriamiento” entre cada asesinato, y cuya motivación se basa en la gratificación psicológica que le proporciona cometer dicho crimen. Los asesinos en serie «tienden a ser selectivos al acechar a sus víctimas y lo hacen impulsados por alguna necesidad interior imperiosa».

Vaya, eso sí que me representa..., sin embargo, navegando en la internet me topé con ciertas cosas que me llamaron aún más la atención:

David Berkowitz, “El asesino del calibre 44”

John Wayne Gacy, “El Payaso Asesino”

Edmund Kemper, “El Asesino de las Colegialas”

Aleksandr Pichushkin, “El asesino del ajedrez”

De estos individuos puedo rescatar dos cosas:

1) Tenía razón al decir que la palabra “Asesino” ya estaba muy trillada. Me parece difícil de creer que semejantes mentes cometieron crímenes tan creativos y tuvieron la habilidad de no ser descubiertos al primer asesinato cuando ni siquiera pudieron elegir un mejor apodo... Lo que me lleva a mi segundo punto:

2) La mayoría de estos asesinos contaban con un apodo.

Yo quiero uno.

Porque aquí salimos de un problema para meternos en otro, sí que sí.

Entonces, ocupo algo que capte mi personalidad al cien por ciento.

Tomo un lápiz y papel y me pongo a pensar.

¿Qué hago? Asesino mujeres

Bien, eso es un avance.

Recordatorio: NO usar la palabra “Asesino” —Anoto en la hoja

¿Qué más? Les saco los ojos antes de arrancarles el corazón.

Debo darme una pausa en este momento porque vuelven a mi mente sus gritos de agonía.

Aún puedo sentir palpitar en mis manos el último corazón que arranque...

¿Cuándo fue eso? ¿La semana pasada?

No sé, estoy de vacaciones. Nadie sabe qué día es cuando está de vacaciones.

¡Basta! Que me salgo de tema.

Entonces, un nombre original, que me describa a mí y a lo que hago.

Pienso.

Y pienso.

Y sigo pensado.

¡Mierda! No creí que fuera tan difícil, creo que ahora entiendo un poco porque todos usan “Asesino” y ya.

Pero no, a mi me encanta dificultarme la vida.

No me queda de otra que seguir pensando.

Mata— No, ni siquiera me voy a atrever a escribir eso.

Acaba— No, menos.

¡Bingo!

Es... perfecto.

Peeero, quizá sí lo traduzco a otro idioma sea aún más original.

¿Al inglés quizá? No, eso ya está muy usado hoy en día.

Bueno, pues será al francés. Que ya no tengo ganas de seguir pensando en esta m****a.

¡Oh! Cierto, que no les he dicho mi maravilloso apodo.

Pues después de estar horas y horas desgastándome el cerebro (y usar G****e Translate para traducirlo al francés) llegué a un magnífico resultado.

Mis queridos lectores, a partir de hoy se pueden referir a mi como, nada más, y nada menos que:

L’aveuglement

M****a, creo que en mi cabeza sonaba mejor...

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