Capítulo 6

—Usted necesita un trabajo y nosotros una secretaria eficaz, si el empleo no le agrada no nos entrega papeles y dejamos esto, pero si no es así y le es llamativa nuestras prestaciones, bueno, entrega su papeleo, ¿qué le parece?—, volteo a ver a Román el cual me sonríe emocionado por mí.

—Bien, supongo que está bien— suspiro y firmo el contrato con algo de temor.

Apenas termino de firmar y levanto la punta de la pluma cuando Armand lo recoge y se lo da a guardar a Román, en eso llega la comida, cada platillo se ve bastante delicioso, se abre mi apetito, Armand abre la botella de vino y me sirve una copa. Durante toda la comida él solo toma vino, decidido a no comer, veo su semblante, se ve muy pálido, de seguro trabaja tanto que no sale a tomar el sol. Cuando se da cuenta que me quedo observándolo me sonríe, yo respondo su sonrisa de la manera más natural que puedo, en verdad es muy agradable y atractivo, pero hay algo en él que me perturba un poco, algo no está bien, pero no sé qué es lo que no encaja.

La comida transcurre entre algunas bromas de Román y algunas preguntas sobre mi vida por parte de Armand, son bastante buenos y agradables conmigo. Cuando la comida llega a su final Armand se levanta ayudándome con la silla, lo veo tan cerca de mí que mi piel se eriza, sus ojos son tan profundos que de verlos largo rato me perderé en ellos. Tal vez su traje negro es el que le da esa palidez cadavérica, en ningún momento se quitó los guantes que traía, es más alto que yo, por una cabeza.

Salimos del restaurante, los del parking traen un lujoso carro negro, en verdad se ve muy caro, Armand se despide de ambos de mano y se va a su carro no sin antes verme una última vez con curiosidad. Después traen el carro de Román, es un carro modesto, pero bonito, también elegante aunque no tan caro.

—¿Quieres que te lleve a tu casa o tal vez te acerque a algún lado?—, me pregunta de forma educada.

—No, gracias, necesito caminar, pero en verdad gracias, no solo por esto si no por la oportunidad del trabajo— aunque no sé si en verdad debería de hacerlo, ya veré que tan complicado es este trabajo, por algo les cuesta encontrar secretarias.

—De nada, fue una suerte para ambos vernos en ese bar de mala muerte, nos vemos mañana en la oficina— da media vuelta y se dirige a su carro.

Lo veo partir, mi mirada no se aleja del carro hasta que se pierde de mi vista. Me quedo pensando en todo lo que pasó, no entiendo la insistencia por su mentada secretaria, se me hace extraño que busquen una con tanta desesperación, ya veremos en qué consiste bien el trabajo y por qué no hay una que aguante mucho.

Empiezo a caminar por las calles, aún hay luz de sol, veo cada edificio a mí alrededor, algunos están a punto de caer, otros son nuevos y muy altos. Sé que lo más fácil es regresar a las andadas, pero en verdad quiero hacer las cosas bien, lo mejor que se pueda, por mi abuela, por fin logré que ya no hable de monstruos y brujas y eso me tranquiliza, creo que estoy haciendo las cosas bien.

Cuando llego al departamento veo a mi abuela con varias plantas en su mesa, las revisa con minuciosidad, el ambiente tiene un aroma a hierba mojada bastante agradable. Esta tan absorta en lo que hace que no se da cuenta de que ya llegué y estoy a su lado, tomo la silla y me siento frente a ella.

—¿Sabes?, tú mama tenía poderes…— no, no, no, aquí vamos de nuevo, cierro los ojos mientras suspiro, supongo que canté victoria muy rápido —…ella podía hacer cosas que las demás personas no, lo supe… supe que era especial desde que mi hijo la llevó a la casa para presentármela, sus ojos violetas, así como los tuyos, marcaban que había algo anormal, diferente— me voltea a ver fijamente como si la estuviera viendo a través de mis ojos.

—¿A qué te refieres con "poderes"?—, le pregunto mientras me recargo en la mesa.

—Poderes de bruja— me ve fijamente y deja de organizar sus plantas —la descubrí haciendo que las cosas se movieran de su lugar— se recarga en el respaldo de la silla —aparte de su gran don de la palabra— suspira y ve una ramita con la que juega entre sus dedos —era una buena chica y fue una buena madre, pero… era una bruja.

—¿Una bruja?, vaya… cuanto le querías para decirle así.

—La quise mucho  y fue una guerrera impresionante… ella se teletransportaba al pelear, en un momento estaba aquí— señala con la hojita hacia su derecha —y de repente estaba atrás del enemigo, cortándole el cuello— señala detrás de mí como si pudiera verla —dejando una estela sutil de humo morado y luz. 

Se queda viendo fijamente detrás de mí, la seguridad con la que lo hace me obliga a voltear de reojo como si ahí estuviera mi madre, pero, claro, cuando veo no hay nada. Suspiro y pongo los ojos en blanco mientras mi abuela sigue con sus plantas.

—Ella era una mujer muy inteligente y conocedora de lo sobrenatural… no estamos solos en el mundo Brooke, hay criaturas entre nosotras, hay que aprender a identificarlas si no queremos ser su alimento.

—Claaaro… ¿viste hoy televisión?—, le pregunto como queriendo justificar su imaginación con algún programa de fantasmas o brujas.

—Sí, el noticiero… encontraron los cuerpos de tres hombres, la reportera dice que parecía el ataque de un animal salvaje— me dice con una ceja levantada, como sospechando que yo tuve algo que ver. 

—¿Y cómo por qué me ves así?—, frunzo el ceño y me alejo de ella hacia el refrigerador.

—Muy sospechoso ¿no?, aquí no hay zonas boscosas cerca, vivimos en el corazón de esta podrida ciudad… ¿de dónde saldría una bestia como la que describe la señorita?

—No sé… ¿tal vez de un zoológico?—, le contesto intentando ocultar mi perturbación, recuerdo lo que pasó ayer en la noche, si le digo lo que vi sería darle cuerda.

—¿Un zoológico?, no… hay algo allá afuera, hija, debes de tener cuidado— me ve seriamente. 

—Sí, bueno, cambiando a algo más real… ya tengo trabajo— le sonrío orgullosa y saco una caja de leche.

—¡Qué bueno!, ¿es un buen empleo?—, me pregunta mientras bebo directo de la caja.

—No sé, eso espero… seré secretaria en la empresa que te comenté en la mañana.

—Sírvete en un vaso, no seas sucia…— me ve entrecerrando los ojos —…y ¿cuando entras? 

—Mañana.

—¿Tienes ropa? 

—Jajajaja si abu, tengo ropa… tranquila, estás más nerviosa tú que yo— me acerco y le doy un beso en la frente.

Mañana será un día interesante, ni siquiera sé para quien voy a trabajar exactamente, si es para Armand será un suplicio, no aguanto su mirada tan intensa, pero ni modo, trabajo es trabajo y ahorita no puedo ponerme especial.

Hoy es el día, me levanto temprano y me visto con una falda negra, zapatillas del mismo color y una blusa azul cielo; me maquillo natural, llevo el cabello suelto, me siento lista, bueno más o menos. Mi abu me preparó el desayuno, picoteo un poco y me despido de ella para correr al trabajo y que no se me haga tarde. Tomo el camión que me deja cerca, todavía es muy temprano, el sol aún no sale.

Veo por la ventanilla, intentando no dormirme durante el viaje, veo una caravana caminando, reconozco al grupo, veo a Jenny y Yusuf que lleva en brazos a Eva, ¿qué pasó?, me quedo sorprendida, aunque tengo ganas de bajar creo que es mala idea, me repito a mí misma que si quiero hacer las cosas bien debo de dejar de entrometerme en cosas que me involucren más con mi pasado, eso significa acercarme a ellos.

Se ven destrozados, temo por Eva, por cómo se ven, creo que ella ya no está aquí, entre los vivos. Las cosas se han puesto difíciles, claramente nos están dando una guerra sin cuartel y me duele hasta el alma que Eva haya sido la siguiente en perecer.

Llego a la empresa, es enorme, al pasar las puertas llego con la recepcionista, una chica rubia, no para de teclear en su computadora y recibir llamadas que atiende con una cortesía que la hace ver encantadora, ¿qué le digo?, ¿que vengo por el puesto de secretaria?, cuando estoy pensando en eso veo a Román y él a mí, le sonrío y de inmediato se acerca casi corriendo a saludarme.

—Hola, ¿lista para tu primer día de trabajo?—, me ve emocionado, más de lo que yo puedo estarlo.

—Sí… eso creo… ¿a dónde tengo que ir?—, le pregunto con timidez, pero es que… nadie me dijo nada, ¿así como esperan que funcione?

—Claro, sígueme… yo te guío.

Subimos a uno de los elevadores del edificio, es enorme, entra y sale gente, algunos con sueño y la mirada desilusionada tal vez suplicando internamente que alguien acabe con su dolor, otros, en cambio, muy activos y alegres. El edificio es enorme, no sé cuántos pisos sean, pero Román indicó el piso 42 en el elevador, me da algo de vértigo estar a esa altura, pero bueno, supongo que con que no me asome todo estará bien.

Cuando llegamos me cede el paso, el piso está dividido por diversos cubículos, con paneles que dividen a unos de otro, caminamos por entre ellos, hay una pequeña cafetería y baños, cada ciertos pasos hay un dispensador de agua, es un lugar muy luminoso y aparte toda una pared son ventanas que muestran una vista muy amplia de la ciudad.

Avanzamos aún más y llegamos al fondo del piso, hay un escritorio que es separado de lo demás por un par de paneles, el escritorio es grande y no hay algún cubículo alrededor, detrás de este hay una puerta muy sofisticada y a la izquierda del escritorio la oficina de recursos humanos. 

—Bueno… aquí entro yo— me ve Román y me guiña un ojo —esa puerta negra de ahí es la puerta de tú jefe… ¿café?—, me ofrece un segundo café que traía todo este tiempo, creo que se le olvidó dármelo hasta ahorita, lo tomo y le doy un sorbo— trabajarás para Dieter Iron.

Casi me atraganto, por poco y le escupo el café en la cara al pobre de Román, recuerdo verlo en las noticias el día que salimos de la corte de los milagros, impresionante, agresivo y varonil. Pongo el café en el escritorio y lo veo con sufrimiento.

—Román… ¿por qué buscan con tanta insistencia una secretaria para él?, ¿cuál es el truco?—,  lo veo fijamente y se pone algo nervioso.

—Brooke… él es… difícil, es buena persona, que quede claro, pero… con un temperamento inestable… no te tomes nada a pecho… ¿sí?—, me pide mientras se acomoda sus lentes —mira aquí está tú computadora, ahí están los pendientes… por favor recuérdale que tiene que hablar del acuerdo con el banco nacional, se pondrán un poco difíciles por lo de la camioneta de valores— abre sus ojos y tuerce la boca —desde ese día están un poco exigentes con la seguridad que ofrecemos, bueno… es algo que el señor Iron y ellos deben de arreglar, pero pronto— me guiña un ojo y desaparece detrás de su puerta, dejándome sola con mi estrés, sin saber cómo ser una secretaria y nerviosa por tener que tratar a mi nuevo jefe. Sé que estaba tentando al destino al entrar aquí, pero no pensé que terminaría trabajando para ese hombre.

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