Licantropía
Licantropía
Por: Sathara
Capítulo 1

Avanzo por caminos de tierra, mi vestido largo se arrastra llenándose de polvo, el corsé se encarga de no dejarme respirar de forma normal, aun así voy lo más rápido que puedo, sosteniendo con mis manos la falda. La gente del pueblo me saluda conforme me ven pasar, pero no les presto atención, la angustia que se apodera de mi pecho solo me hace concentrarme en una cosa. Intento no tropezar con ninguna piedra durante mí andar, escucho el ruido de gallinas y marranos en sus respectivos corrales, la vida de cada habitante sigue de lo más normal y aunque soy una de las personas más queridas del lugar, en este momento eso no importa. ¿A dónde voy con tanta apuración?, a la boda de mis mejores amigos, Damián y Catalina; es gracioso, yo los uní, conozco a Catalina desde que éramos niñas, jugábamos juntas y éramos inseparables. Ella es tan hermosa, rubia y de ojos azules, de piel clara y nacarada, esbelta, más alta que el promedio de las mujeres en el lugar y graciosa, con la belleza de un ángel y pese a eso nunca le tuve envidia, incluso me sentía feliz por ella, era como una hermana para mí.

Cuando crecí me mudé con una tía a unos cuantos kilómetros de aquí, en un pueblo no tan cercano, ahí conocí a Damián, uno de los hombres más altos y fuertes del lugar, su piel era de un moreno claro y su cabello era tan negro como el carbón, era atractivo, rasgos finos, pero a la vez varoniles y unos ojos turquesa encantadores, lo más llamativo en su rostro. Nos volvimos unidos, mi tiempo le pertenecía y el suyo de igual manera era mío, una hermosa relación se forjó, cuando por fin regresé a mi hogar, él me siguió, prometiendo que no tenía intenciones de separarse de mí nunca. Todo auguraba que este sería mi final feliz.

Lo primero que hice fue buscar a Catalina, sentía emoción por presentarle a Damián, quería que él la conociera y tenerlos a los dos; aún recuerdo cuando se vieron por primera vez, un relámpago me partió por la mitad, me di cuenta que a partir de ese momento los había perdido a los dos al mismo tiempo; ellos, con solo una mirada se habían vuelto uno solo. Jamás me había sentido tan sola.

No sé porque camino hacia mi propio sufrimiento, no sé por qué voy si sé que lo único que conseguiré será volverme más infeliz. Escucho el bullicio de la gente, estoy cerca, corro lo más que puedo y veo a todos reunidos, aventando pétalos de flores al cielo, festejando; cada grito de regocijo aplasta mi corazón. Por fin los cuerpos se hacen a un lado y lo veo, Damián besando con profundo cariño a Catalina, absortos en su propio mundo, mi mejor amiga y el hombre del que me enamoré, juntos.

Nunca me sentí menos que mi amiga, con mi cabello castaño y mis ojos violetas nunca creí que le fuera a envidiar algo, ni por su altura, ni por su belleza, pero ahora me doy cuenta que tiene algo que siempre quise y que jamás podré tener; ¿ahora qué haré sin Damián?, su amistad no la quiero, no me es suficiente, si pudo haber algo y no se concretó, fue por culpa de Catalina y puedo sentir en el fondo de mi corazón que la odio, pero los veo juntos, derrochando ternura el uno por el otro y… me siento confundida, voltean hacia mí y me sonríen con cariño, desde el día que los presenté me han agradecido mi intervención, supongo que sin mi participación no se hubieran conocido y en este momento no estarían juntos, creo que a quien en verdad odio es a mí misma.

Abro los ojos de sorpresa, me quedo con la mirada perdida mientras que mis oídos zumban con fuerza, aún tengo en mi mano la botella de tequila vacía. Me levanto de la cama y veo un conjunto de cuerpos regados, todos conocidos. Fue mala idea hacer una fiesta la noche antes de ir a trabajar. Me quedo en la orilla de la cama, tallo mi rostro intentando espantar la cruda, mi cerebro comienza a punzar.

—¡Apúrate princesita!—, grita Jenny, mi compañera, me da unas palmadas en la espalda las cuales repercuten hasta mi cerebro aumentando mi dolor.

Jenny es una mujer grande, de las más altas que conozco, con una mohicana rosa, unos lindos ojos color café y un cuerpo bien ejercitado, dejaría en mal a muchos hombres que conozco, bien sus bíceps son del tamaño de mi cabeza y cada una de sus piernas son como las dos mías juntas.

—Te dije que era mala idea hacer esto— me ofrece un vaso de agua y dos aspirinas.

—¿Por qué estás tan fresca como lechuga?—, no entiendo, ella bebió mucho más que yo y la veo rozagante.

—Creo que mi metabolismo es bastante acelerado—sonríe orgullosa con ambas manos en la cintura.

—Se metió coca, por eso está tan despierta  jajajajaja— se mantiene en el marco de la puerta, Kuro, con sus ojos grandes y azules, es delgado y de cabello castaño, es demasiado delgado, incluso más que yo, pero lo que le falta de peso corporal lo compensa con agilidad e inteligencia.

—Cállate idiota— le reclama Jenny, sinceramente no quiero saber si en verdad se drogó.

Me levanto de la cama y aun me siento mareada, camino hacia el baño de la habitación, pasando por encima de cada cuerpo, los veo y creo que algunos están ya muertos hasta que deciden girar o acomodarse, cubriéndose de la poca luz que entra por las ventanas. Me veo al espejo, veo mi cabello castaño revuelto y mis ojos violetas enmarcados por ojeras. Tomo algo de agua con mis manos y la arrojo sobre mi cara un par de veces, cuando vuelvo a verme al espejo no soy yo, veo un par de ojos violetas, veo una melena castaña, pero no es mi rostro, tampoco mi ropa, es como ver a un personaje del renacimiento frente a mí, inexpresivo, con ropas de aquella época, levanto mi mano hacia el espejo, tal vez el alcohol y alguna que otra sustancia que consumí anoche me está pasando factura.

Apenas coloco mi mano contra el espejo cuando la mujer del otro lado grita desgarrando su garganta para después ser devorada por las llamas, su piel se carcome, su cabello se eriza y se deshace, la veo consumida en dolor y agonía. Brinco alejándome del espejo, mi espalda choca contra la pared, no puedo dejar de ver la imagen frente a mí.

—¿Todo bien?—, Jenny me trae de nuevo de regreso a la realidad, volteo  hacia ella, siento la frente llena de sudor y mi respiración agitada. Cuando regreso mi atención hacia el espejo no hay nada, más que mi reflejo asustado. —¿Otra vez tus pesadillas?

—Eso creo— frunzo el ceño, bajo la mirada y veo mis manos por un momento, aún siguen húmedas.

—¿Qué es lo que soñaste?—, me pregunta mientras me acerca mi ropa.

—No sé…— levanto la mirada hacia ella tomando la ropa en mis manos y sintiéndome vacía, entre más intento recordar lo que soñé menos lo consigo, pero es desesperante porque sintiera que tengo el recuerdo en la punta de los dedos, pero no puedo alcanzarlo —…no recuerdo nada.

Me doy por vencida y comienzo a vestirme, ni siquiera soy capaz de recordar lo que acabo de ver en el espejo, últimamente esto se ha vuelto más frecuente y más frustrante, no puedo descansar y no entiendo por qué, por ahora solo me queda concentrarme en el trabajo, todo tiene que salir bien.

La camioneta de valores avanza por las calles que ya habíamos anticipado, tenemos su ruta exacta, estamos desde los tejados viendo detenidamente su pasar. Tenemos que interceptarlos antes de que lleguen al banco. Jenny dejó una pequeña mina escondida en un bache, quién diría que el descuido del gobierno con respecto a la pavimentación y poco interés en las vías públicas nos generaría ganancias.

La camioneta es enorme y gris, con detalles rojos y la silueta de un lobo. Pasa una de sus ruedas por la mina, generando una explosión no muy grande, el movimiento de la camioneta tan brusco es como si la llanta se hubiera reventado, haciendo que pierdan un poco el control. Se detienen a mitad de la calle, una calle angosta, entre dos grandes edificios, no alcanzan a ver la avenida cuando deciden bajarse para inspeccionar lo que pasó. 

Es mi turno, desciendo por las paredes con cuidado de no hacer ruido, agarrándome de las salientes con cuidado, caigo arriba de la camioneta lo más silenciosa posible, me acuesto totalmente sobre el techo de la caja para que no sea tan fácil que me vean. Se abren las puertas, salen dos policías armados con escopetas, el conductor y el copiloto también salen armados y antes de que cierren las puertas Kuro lanza granadas de humo, distrayéndolos, es así como me cuelo hacia dentro de la camioneta, pero no contaba con que había un policía más en la caja, me pone el arma en la frente, levanto mis manos y las pongo detrás de la cabeza.

Su pulso tiembla, de seguro es novato. Como estaba planeado, la camioneta da una sacudida fuerte, haciendo que el policía pierda el equilibrio, aprovecho y tomo su arma, suelta dos disparos que dan en uno de los costados de la camioneta, el cañón detona a lado de mi oído dejándome sorda por un momento. Lo jalo hacía mí, lo sostengo con mis piernas por encima de mí cuerpo mientras me recuesto contra el suelo y lo aviento hacía afuera de la camioneta quedándome con su arma.

Cierro de inmediato las puertas de la caja y volteo hacia la pequeña rejilla que da hacia la cabina, veo como Jenny sube rápidamente y se pone detrás del volante así como Kuro se sube a su lado, listos para darnos a la fuga. Jenny acelera a fondo, las llantas rechinan y la camioneta continua con su camino, sale hacia la avenida, el sonido de cláxones sonando y gritos de odio por la forma tan negligente de conducir.

—¿Todo bien allá atrás?—, me grita Jenny sin dejar de ver el camino.

—¡Perfecto!—, sin voltear a verla empiezo a apilar el dinero y lo meto en unas maletas negras.

—¿Podrás manejar de forma un poco más decente?—, dice Kuro que viene agarrado con uñas y dientes.

—¡Vamos!, ¡estamos en una persecución!—, le dice Jenny llena de alegría, siempre le emociona manejar en persecuciones.

—¿Persecución?, ¡a menos que vengan corriendo!, los policías ya quedaron muy lejos... por favor, Jenny quiero llegar vivo. 

—Le quitas lo divertido a todo...— pone los ojos en blanco y disminuye la velocidad.

Después de unos minutos la camioneta llega a la zona más alejada de la ciudad, donde se concentra la mancha industrial, bodegas con maquinaria, ni una sola casa alrededor, trabajadores caminando por las calles con sus cascos amarillos y sus botas de trabajo. Vamos más lejos, más allá donde quedan los despojos de las empresas que se han ido a la m****a, edificios vacíos, casi por caer, llegamos a esa zona donde solo los marginados encuentran refugio. Llegamos a un almacén vacío a 30 minutos de donde tomamos el camión, abro las puertas y les aviento las maletas con dinero, una tras otra, cuando termino salgo de un solo brinco, tomo un par de maletas que aún están en el piso mientras Kuro le prende fuego a la camioneta. Por un momento me giro y la veo arder, el humo negro choca contra el techo de la bodega sin encontrar como salir de ahí, en pocos minutos esto se volverá una trampa mortal, así que nos apuramos a salir. Caminamos hacia la coladera más cercana y entramos por ahí, dejando que la camioneta y el almacén se quemen.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo