Capítulo 3: Cuerpo de Élite.

Sonó el primer llamado en toda la base Oeste, eran las seis horas y comenzaba el movimiento en conjunto con las actividades matutinas en todo el regimiento.

Sin abrir los ojos, Selene se desperezó en su cama estirando los brazos. Durmió mejor que en los últimos días y había soñado algo que no recordaba, pero en su memoria bailaban colores sin sentido o conexión alguna. Igual no importaba, el día arrancaba y ella también.

Se sentó en el borde de su lecho frotándose los párpados y las sienes. La verdad quería seguir durmiendo, a pesar de esto, sabía que la vendrían a despertar de una patada y tendría que hacer guardia de madrugada como castigo si no se ponía de pie.

—Buenos días, Selene —saludó una voz femenina y apagada desde la cama contigua.

La habitación estaba en penumbras, el sol aún no había salido así que no se molestó en buscar la mirada de su compañera de cuarto.

—Buenos días, Sonia —respondió ella incorporándose y buscando los pantalones de su uniforme.

—¿Descansaste? Creo que yo me quedé pensando en vela hasta las dos, apenas después pude pegar un ojo —comentó Sonia mientras se ponía la camisa del uniforme

—Normal, ¿hoy que nos toca? —quiso saber a la vez que se calzaba las botas, haciendo un esfuerzo por tratar de recordar dónde estaba parada y qué asignaciones le correspondían en esa nueva jornada.

—Hoy tenemos reunión con el Capitán, recuerda que mañana marchamos al Este —contestó reprimiendo un gran bostezo, luego agregó en un tono extraño—. ¿No estás emocionada? ¡Vamos a conocer el lado Oriental y a cazar Infectados hasta cansarnos!

Selene dejó de abrocharse la camisa para intentar mirarla a los ojos. ¿Era sarcasmo?

—Pensé que yo era la irónica del equipo —soltó en tono burlón alcanzando a distinguir la sonrisa cómplice de su compañera de entre las sombras, sin embargo concluyó—. La verdad no importa a donde nos lleven, siempre vamos a encontrar Infectados e idiotas.

—¿Idiotas? ¿Aún sigues enojada con el Novato?

Sonia era muy observadora.

—Vístete, no querrás que el Capitán nos venga a buscar y te vea en calzones —declaró con un tono con el que se avisa el final de un tema.

Terminó de ponerse su uniforme y se dirigió al baño, en pocos minutos hizo sus necesidades volviendo a la habitación, Sonia había abierto las cortinas y terminaba de acomodar sus mantas.

La claridad del nuevo amanecer iluminaba su cuarto de tamaño medio con dos camas ubicadas en lados opuestos. Cada una tenía a su lado una mesa de luz y un pequeño escritorio, así como un guardarropas y un baúl individual para sus ocupantes. El barracón también poseía luz por corriente eléctrica y un baño compartido, con una pequeña cocina a un costado de la habitación.

Durante toda su carrera como Cazadora del escuadrón de Navy, esta habitación había sido su hogar y sus compañeros de rastreo habían sido su familia, habían compartido demasiado como para no considerarlos como tal.

Haciendo caso omiso a unos recuerdos violentos de su pasado con respecto a su familia de sangre, se ató su rojiza cabellera en una cola simple detrás de su cabeza para ir derecho a su cama y armarla en silencio, al mismo tiempo que Sonia pasaba al baño a arreglarse. Una vez ambas estuvieron listas, su habitación ordenada y los ojos despabilados, se colocaron las capas y salieron del barracón hacia el comedor comunitario.

Caminaban una al lado de la otra por el patio de entrenamiento charlando qué servirían hoy, cuando un movimiento en medio del campo les llamó la atención: un recluta semidesnudo, con evidentes rastros de orina en su ropa interior, trotaba por todo el perímetro con una olla en su cabeza a modo de sombrero.

Observaron con curiosidad al hombre mientras este gritaba en su carrera: «¡Mamá, necesito que me cambien los pañales!» una y otra vez. Al pasar a su lado, Selene notó que tenía pegado un trozo de papel en la espalda con una «C» grande de color rojo y, por su enorme complexión musculosa, estaba más que segura de que pertenecía al Cuerpo de Infantería. Ella dedujo que habría sido castigado por no tener su pertenencias en orden y no llevar bien a cabo su higiene personal.

Ambas compañeras se miraron a la vez y sonrieron pasando de largo, no querían que la encontrase algún oficial de mal humor que las castigara sólo por reírse de alguien que no perteneciera al Cuerpo. Se decía que los miembros de los Cazadores y la Infantería competían constantemente para definir cuál de los dos era mejor, llegando a generarse algunas peleas con varios heridos de por medio. Estos fueron obligados a limpiar las calles de la ciudad a modo de escarmiento, y solo se les permitió volver a la fuerza armada una vez terminaron de recoger toda la b****a de todas las calles de La Colonia.

Cruzaron el patio de entrenamientos hasta llegar al comedor comunitario, este era un salón de grandes proporciones en el que se ubicaban largas hileras de mesas y bancos. Del lado derecho, se encontraban unos puestos de reparto de comida, en ellos habían reclutas haciendo de cocineros en los hornos de la parte posterior y sirviendo alimentos desde la parte delantera, todos estos llevaban delantales blancos y redes para el cabello. Junto a estos puestos, una larga fila de soldados esperaban con bandeja en mano su turno de servirse. En la parte izquierda del salón, se encontraban las mesas de los suboficiales y oficiales de menor rango, Capitanes y Sargentos comían allí, mientras que los oficiales de alto rango lo hacían en sus oficinas.

Ambas Cazadoras se dirigieron a la fila de espera, ubicándose detrás de una enorme mujer que sostenía su bandeja y miraba con ansiedad hacia el punto de reparto.

—Espero que hoy haya pollo, hace mucho que no comemos eso y ya estoy olvidando a qué sabe —comentó Sonia, poniéndose de puntas de pie en un intento por ver que andaban sirviendo.

Antes de poder señalar lo chistoso que era ver a su compañera en un vano esfuerzo por querer agregar unos centímetros más a su baja estatura, una voz grave surgió justo detrás de ellas apartándola de esa idea:

—Seguramente hoy sirvan arroz con pelo de vacas y testículos de cangrejos, con salsa de baba de cabra de las montañas.

De inmediato el rostro de un hombre de piel oscura y cabello corto se asomó por encima de sus hombros, justo entre las dos, acentuando una enorme sonrisa en el momento en que las mujeres se giraron para observarlo.

—Buenos días, Neguen —saludó Selene con tono despreocupado—. La verdad hoy tenía ganas de probar algo exótico.

—¿Nunca en tu vida dirás «¡Que asco, Neguen! ¿Acaso quieres que vomite?» —sugirió el hombre sin borrar la sonrisa de su rostro.

—Seguramente el día que te vea sin todo ese barro encima —respondió ella sin inmutarse.

El imponente Neguen se enderezó cuán alto era y soltó una fuerte carcajada que atrajo la mirada de varios curiosos tanto en la fila como en las mesas cercanas.

—¡Jamás de los jamases voy a dejar de agradecer a los Cielos por el día en que me transfirieron a este escuadrón! —declaró entre risas.

De la nada, este se abalanzó sobre Selene tomándola de la cintura con sus musculosos brazos y la levantó varios centímetros por encima de sus hombros.

El movimiento la atrapó con la guardia baja. Una sensación de vértigo a la altura del estómago la sacudió cuando Neguen la dejó suspendida en el aire sin ningún tipo de esfuerzo. Una vez más, había olvidado lo fuerte que era su compañero y lo frágil que la hacía sentir cada vez que hacía eso. Luchó para zafarse sacudiéndose y golpeando los poderosos brazos de su captor sin lograr efecto alguno.

—¡Suéltame! ¡Te lo advierto, negro de... !

—¡Déjala una hora allí arriba, que todos la vean! —exclamó Sonia riendo a carcajadas limpias.

—¡Es en serio! ¡Suéltame! —ordenó poniéndose más que colorada—. ¡Suéltame o te arrepentirás!

Y de la misma manera en que la atrapó, Neguen la liberó y se cubrió la cabeza sin perder tiempo, ahora le tocaba pagar por su chiste.

Selene se abalanzó sobre  él con una descarga de puñetazos y patadas furiosas, como siempre que ocurría cuando la soltaba de sus abrazos.

—¡Espera! ¡Piensa que necesito mi cabeza para vivir! ¡Ten piedad! —suplicó haciendo lo posible para bloquear la lluvia de golpes.

—¡Ten esto! ¡Y esto, y esto! ¡Voy a mandarte al hospital, tostada quemada! —respondió Selene, golpeando hasta el cansancio. Luego de desquitarse, se echó el pelo hacia atrás y notó como desde una de las mesas cercanas, un grupo de reclutas la miraban y reían susurrando cosas entre ellos—. ¡Vuelve a reírte y haré que laves los baños durante el próximo año, imbécil! —le gritó con un tono amenazante, señalando a uno de ellos con el dedo.

El aludido debió haber pensado que era una suboficial, porque se levantó de inmediato y corrió hacia la salida sin terminar su desayuno.

Neguen volvió a estallar a carcajadas.

—¡Definitivamente, eres la mejor del mundo! —soltó él con lágrimas en los ojos—. ¡Cada vez que te veo termino llorando de la risa!

—Eres insoportable, Neguen —declaró Selene con fastidio, se acomodó el uniforme y se quitó un mechón de su rojizo cabello del rostro sintiendo calor que no correspondía con el templado amanecer—. Con esa inteligencia que tienes deberías de ser granjero de cerdos. O podrías estar en las minas de carbón, allí podrías partir piedras y levantarlas al aire las horas que quieras sin esfuerzo y no te golpearan cuando las arrojes.

Le echó una mirada malhumorada a la vez que este se secaba las lágrimas y se erguía cuán alto era, negando con la cabeza.

—¿Nunca te cansas de ser tan gigante? —bromeó Sonia, quien parecía diminuta a su lado.

—¿Quién habla? —preguntó él mirando por encima de su compañera, quien apenas le  superaba la altura del codo con la punta de la coronilla.

Ambas rieron, con Sonia dándole una pequeña palmada en el hombro.

Dejando las bromas de lado y para la sorpresa de muchos cuando lo veían, su compañero de escuadrón era una persona que no encajaba con la características que se podrían considerar «estándar» para un Cazador: mientras que estos solían ser ligeros y de estatura mediana, más preparados para la agilidad que para la fuerza. Neguen, o «El Moreno» cómo le decían cariñosamente en el ámbito informal, medía casi dos metros de estatura y seguramente pesaba unos cien kilos de puro músculo, podría partir a un Infectado a la mitad si se lo proponía sin mucho esfuerzo.

A pesar de esto, él era muy sigiloso para su enorme porte, tenía mucha puntería con el arco y verlo ir cuerpo a cuerpo contra un grupo de Infectados no con uno, sino con dos cuchillos de caza a la vez, era todo un espectáculo.

—¿Y perderme de los mejores chistes de la historia de La Colonia? Creo que no, Selene —replicó sonriéndole con cariño enseñando sus impresionantes dientes blancos.

—Chiste es la paliza que te voy a dar cuando vuelvas a hacer eso —lo amenazó, desafiando con la mirada a quien se atreviera a decir algo o reírse de lo sucedido.

Sin embargo, sabía que él la volvería a abrazar de esa forma y ella no lo apuñalaría como tantas veces le había dicho.

—¡Son tan divertidos los dos! —comentó Sonia, luego agregó con una risa tonta—. Pero si no los conociera, diría que se pegan para no besarse.

«De seguro que en más de una vez habrán pensado eso» corroboró Selene en su interior, no obstante, ambos se conocían lo suficiente como para no distorsionar el fuerte sentimiento de compañerismo que poseían. Además, Neguen tiene una hermosa familia: su mujer se llama Mirah y su hija Norah. Selene tuvo el agrado de conocerlas hacía unos pares de años ya y les mandaba regalos cada vez que su sueldo se lo permitía, eso si no iba por sí misma a pasar el día con ellos.

—No la beso porque no tiene suerte, tendría que agacharme, o tendrían que conseguirle una escalera a ella —bromeó él mientras la fila avanzaba y tomaban una bandeja cada uno.

—No me besas porque TÚ no tienes tanta suerte —atajó ella, observando las opciones de desayuno que iban apareciendo a medida que se acercaban.

Dejando de lado el chiste, decidió servirse arroz blanco y un par de tostadas. Así que una vez que el grupo llegó al sector de servicio, tomó un plato con arroz y una botella de jugo de frutas, el mismo tenía un sabor que a ella le encantaba y era especial para un buen desayuno.

Luego se dirigió a una mesa vacía y esperó a los otros, no pasó mucho tiempo hasta que sus compañeros llegaron, tomaron asiento y comenzaron a desayunar con comodidad.

—¿A qué hora nos verá el Capitán? —el Moreno le dio el padre de los bocados a un sándwich de jamón, queso, huevo y lechuga de grandes proporciones.

—Dijo que lo esperemos acá, tenía que decirnos algo importante —replicó Sonia, probando un caldo de verduras y llevándose pan a la boca—. ¿Qué creen que... ?

—¿... que quiera? —interrumpió él—. La verdad no tengo la menor idea, tal vez tiene algo que ver con el tema de los refuerzos en el Este. Vamos a necesitar la mayor cantidad de arcos posibles, si los rumores son ciertos.

—¿Qué rumores? —quiso saber Selene levantando la mirada de su arroz, se encontraba aguado y le estaba quitando el apetito.

—Dice Loran del Escuadrón de la Capitana Sailor que apareció una nueva mutación entre los infectados, capaces de soportar más de cinco disparos a la cabeza por un cambio en sus cráneos —le dio otro bocado a su sándwich y continuó con la boca llena—. Pero yo pienso que si no se puede matar de un flechazo a la cabeza, mejor les lanzamos con flechas explosivas, a ver qué mutación resiste eso.

Sonia frunció el entrecejo

—En el aviso no dijeron nada de «Mutaciones», solo reforzar las defensas.

Confirmando lo que decía su compañera, Selene recordó el aviso que pusieron en el tablón de anuncios generales. Decía algo así como «Por orden del Coronel Saryk, los escuadrones (Nombraba la lista de los escuadrones) fueron reasignados y reubicados a la defensa del sector Este de La Colonia. Por aparición de Infectados de números desconocidos».

—A lo mejor quiere decirnos que...

—¡Buenos días, chicos! —interrumpió una voz nerviosa cerca de ellos.

Para arruinar su buen humor del inicio del día, se acercó la figura del Novato: un muchacho que no aparentaba más de los veinte años, de cabello rubio y piel sonrosada, ojos marrones suaves y mirada nerviosa.

Vestido con prolijidad presentando un peinado que solo llevarían los idiotas, o era impresión de ella ya que todo le molestaba sobre él, sostenía una bandeja con su desayuno. Sonriendo de oreja a oreja, miró a los ojos a cada uno de los que estaban en la mesa como esperando algún permiso para sentarse.

—Buenos días para ti, Arthur —saludó El Moreno con cortesía, luego señaló a las sillas libres— ¿Vas a sentarte o comerás de pie?

—¡S-si! ¡Ya me siento! —replicó trabándose en el habla.

Encaró hacia el asiento justo al lado de Selene, pero cambió de parecer en el momento en que ella le dirigió una mirada asesina, entonces dio un rodeo para ubicarse al lado de Neguen.

Se hizo un silencio incómodo solo interrumpido por los ruidos de los platos y las charlas provenientes de las otras mesas alrededor, cada uno centrado en su desayuno. Sin embargo, Selene no le quitó el ojo de encima, examinándolo como cada vez que lo tenía cerca. No le caía bien y no le cayó bien desde entrada, lo veía muy nervioso cuando estaba bajo presión y se volvía torpe e impreciso cuando se equivocaba.

Era muy joven, pero eso no era una excusa para manejar el nivel de inexperiencia que tenía: Sonia arrancó en la Élite cuando tenía diecinueve años siendo solo una recluta y superó todas las expectativas de forma arrasante.

Obviamente era un Novato y no lo podía culpar, a pesar de esto, sus resultados tras un mes de incursiones no mejoraron en nada en comparación como cuando entró. Sin mencionar algo que pocos sabían, pero una vez ella se encontraba alineada hombro con hombro junto a él, practicando tiros a un blanco móvil en un intento de darle algún que otro consejo, algo demasiado amable de su parte.

No supo porqué había decidido darle una mano si ahora se ponía a pensar, de segura que sintió lástima por él y se tomó el tiempo de darle instrucción, corrigiendo su postura muchas veces. No obstante, cambió totalmente de opinión y de actitud cuando el Novato cargó una flecha y, sin explicación alguna, soltó la cuerda y la flecha salió en dirección hacia ella.

Gracias a los Cielos el disparo salió sin fuerza y no la hirió, sin embargo el golpe que recibió en su tobillo derecho la dejó torpe durante una semana entera, haciendo que en los rastreos le costara mucho seguir el ritmo del escuadrón. Fue tal su molestia en su pierna que llegó hasta el punto en que Navy se le acercó para ordenarle que volviera al cuartel, porque «la notaba extraña» y estaba más que segura de que la vio renguear.

No le había dicho nada a nadie, pero esa humillación que experimentó al volver al cuartel sola y con paso torpe a la vista de todo el campo de entrenamiento se la iba a cobrar, por más que él se disculpó y se disculpara ella no lo perdonaba.

Y allí estaba, sentado desayunando con el escuadrón del Capitán Navy, la Élite del Cuerpo de Cazadores del Oeste, un torpe que podría herir a cualquiera en el momento más decisivo y ella estaba decidida a ejecutarlo si llegaba a poner en peligro al Capitán o a cualquiera de su familia, porque Neguen, Sonia y Navy eran su familia; no tenía a ninguna otra persona por quien considerar de esa manera (eso sin mencionar a Mirah y a Norah), no permitiría que un idiota se los arrancara por algún descuido.

—¿Cómo amaneciste, Sonia? —inquirió el Novato con un tono que aparentaba casualidad, sin llegar a lograrlo.

—Acostada, como todas las veces que amanezco —replicó sin apartar la vista de su plato.

—¡Qué buen chiste! —rio forzosamente el Novato, risa que Sonia no devolvió.

—Oye, Arthur, deja de hacer el ridículo. Relájate —sugirió el Moreno en tono normal, sin enojarse pero tampoco sin sonreír—. Dime, ¿has visto al Capitán venir o salir de su oficina? Tiene que venir a informarnos algo.

—N-no, Neguen. La verdad me quedé dormido y vine tan rápido como pude antes de que me vinieran a despertar a golpes.

Selene frunció el entrecejo sin poder creer lo que decía aquel idiota, ¿en serio este imbécil iba a ser el que le cubriría la espalda? ¿De verdad le estaban sugiriendo que confiara su vida en manos de alguien quién no sabía disciplinarse en algo tan básico como levantarse al sonido de la bocina, que por cierto sonaba escandalosamente? Consideró muy seriamente levantarse, ir a la oficina del Capitán y exigirle que lo devolviera con los reclutas de los Cazadores estándar, o a la morgue, si este imbécil le llegara a dirigirle la palabra.

—No ocurrirá de nuevo, se lo prometo —juró Arthur con fuerza.

«Otra promesa», repitió para sus adentros, se la pasaba haciendo promesas que no estaban ni siquiera próximas a cumplir. Perdiendo la paciencia, Selene dejó caer su cuchara en el plato haciendo un sonido fuerte y silenciando al muchacho.

—Mira, Novato —dijo ella, tomó un cuchillo mantequero y apuñaló una tostada, se había estado conteniendo mucho la cantidad de cosas que quería decirle, pero la tolerancia se le había agotado. Lo miró por encima de su vaso—. Sé que te lo dijeron antes, pero lo repetiré: comienzas a mejorar tus habilidades o tendrás que irte. Este es el Escuadrón de Élite del Cuerpo de Cazadores del Oeste, no un escuadrón más del montón —mantuvo una expresión asesina, sentía que perdía los estribos, pero no le importó, tenía que ser clara ahora o seguro lo lamentaría más adelante.

"—¿Viste estas insignias? —señaló al lado izquierdo de su pecho y el de sus compañeros, la Lechuza, símbolo de Los Cazadores, estaba bordada con una enorme "E" de fondo—. Cada uno de nosotros estamos entrenados de forma intensiva para matar Infectados, no dudamos, no fallamos, no nos quedamos dormidos. En cada rastreo que hacemos nos jugamos la vida y requerimos lo mejor de cada uno, el máximo potencial y la mejor utilidad —guardó silencio unos segundos para fulminarlo con la mirada—. No podemos permitirnos a un Novato que no puede ejecutar a un Infectado luego de cuatro intentos —acto seguido, clavó el cuchillo mantequero en la mesa y lo dejó allí para luego espetar—. ¿Acaso piensas que vamos a confiar en ti cuando te la pasas fallando? ¿Acaso piensas en lo más remoto de tu cerebro que deba confiarte la vida de mis compañeros?

El Novato la miró perplejo sin poder gesticular palabra, palideciendo como si viera a un oso abalanzarse sobre él y el miedo lo hubiera paralizado. Pareciera que hasta había olvidado de cómo se parpadeaba.

—Yo sé que le prometiste al Capitán no fallar, pero te vimos fallar una, y otra, y muchas más veces; y créeme, no se nos escapa nada, en especial a mí, no se me escapa nada de lo que haces —lo señaló con su índice derecho y sentenció—. En algún rastreo nuestras vidas van a quedar en tus manos, ¿y sabes qué? Seré yo misma la que te mate si alguno de ellos sale herido por tu ineptitud.

—Selene —masculló Sonia con aprensión.

—No me importa quién eres —continuó la aludida sin prestarle atención a su compañera y luego bajó la voz, acentuando su amenaza—, no me importa quién te llore luego, no me importa que luego me arresten, te juro que voy a asesinarte, ¿está claro? Voy a asesinarte si algo les pasa a ellos por tu incompetencia. ¿Está claro? —esperó un segundo y como no respondía, saltó— ¡¿Está claro?!

—S-si. Si, bien claro —confirmó el Novato, temblando como una hoja sin poder quitarle los ojos a la pelirroja.

Selene terminó su jugo de un trago y guardó silencio.

Sonia la observó sin habla, nunca antes la había visto de esa manera y estaba segura de que se asustó.  Neguen, en cambio, ya conocía esa parte de ella, este de todas maneras guardó silencio sin contradecirla, ambos sabían que tenía razón.

Nunca antes tuvo que amenazar a alguno de sus colegas, los tres se habían entendido muy bien a pesar de las diferentes situaciones que pasaron hasta entablar confianza, aprendieron a coordinarse, a pelear en conjunto y complementarse uno al otro, aprendiendo a respetar y salvarse entre ellos aún bajo la presión de los Infectados. Eso sin mencionar que sabían coordinarse y rotar en los momentos justos memorizando los movimientos de avance y retroceso grupales casi de forma intuitiva, sin mencionar que podían entender las instrucciones del Capitán Navy con tan solo mirarse a los ojos.

Los tres confiaban tan ciegamente el uno con el otro que incluso en los errores podrían cubrirse. Cosa que no podían decir del Novato, él no había logrado conectar con ninguno de ellos, tal vez un poco con Neguen, sin embargo ella no quería correr riesgos.

Continuaron su desayuno bajo un silencio muy tenso. Estaba el Moreno terminando su sándwich gigante cuando Selene escuchó algo proveniente de una de las mesas adyacentes:

—Es el Capitán Navy —dijo una voz femenina—. ¿Dijiste que no tiene familia?

—No, escuché decir que enviudó —comentó otra voz femenina, Selene frunció el entrecejo y su mirada se cruzó con Sonia, quién se le devolvió de forma tímida y abriendo mucho los ojos—. Y si quieres tener alguna oportunidad, tienes que ser de su escuadrón, le atraen las mujeres de Élite y no una simple perra rastreadora —se escucharon unas risas tontas después de la declaración.

—Creo que probaré suerte el mes entrante y solicitaré el ingreso a la Élite, espero que su escuadrón vaya con nosotros en la defensa Oriental. ¡A lo mejor pueda demostrarle mi valía en el campo de batalla!

La mujer finalizó con un tono ilusionado que le generó a Selene una ligera sacudida de desprecio en el estómago, volvía enojarse sintiendo un calor de impotencia en las orejas que no venía al cuento con la rabia que experimentó minutos atrás.

—¿Esto es el ejército o una sala de citas? —comentó Neguen con una sonrisa, aligerando el ambiente tenso.

—¡Capitán en presencia! —anunció el Novato poniéndose de pie de inmediato con tono autoritario.

Al instante todo el escuadrón se puso de pie saludando, aunque Selene supo que eso era un error.

—Ya les dije que dejen de hacer eso cada vez que me acerco —saludó el Capitán Navy ocupando el lugar libre al lado de la pelirroja—. Siéntense, continúen.

Acomodando su arco y echando su capa hacia atrás para tener las manos libres, Navy cruzó las manos por encima de la mesa apoyando los codos en la misma, dedicándoles una sonrisa discreta.

—¡Espero que haya tenido un buen descanso, señor! —volvió a hablar el Novato con tono autoritario.

—Arthur, ve a darle veinte vueltas alrededor del campo de entrenamiento, piensa muy bien en la frase «ya les dije que dejen de hacer eso cada vez que me acerco» y luego me dices en qué partes te equivocaste —replicó el aludido clavando su mirada calculadora en él. Todos sabían que le molestaba el trato formal en los momentos de descanso y esta era la octava vez que se lo recordaba al Novato—. Y pobre de ti si te veo desalineado cuando vaya a controlar.

—¡Capitán, sí señor! —se puso de pie y salió rápido trotando a la vista y risas de todos en el comedor.

Cuando el grupo dejó de reírse y de sacudir la cabeza en gesto negativo, Selene tomó la palabra controlando sus emociones. ¿Por qué siempre se ponía nerviosa cuando se encontraba él cerca?

—Una pregunta Capitán —él asintió con una expresión de curiosidad—, ¿acaso se peleó con todos los oficiales de la mesa? —aunque ya intuía la respuesta.

Él sonrió de una manera discreta, había captado el chiste.

—Sabes por qué, Selene. En primer lugar, las formalidades no me son agradables y disfruto pasar el tiempo con conocidos que el estar haciendo «como que me llevo bien» con personas con las que no puedo ser yo —ella asintió con una sonrisa en el rostro, no podía creer que hacía solo un minuto estuviera con intenciones de matar a alguien—. Y en segundo lugar, vengo a confirmarles que mañana partimos a las siete de la mañana en conjunto a los otros escuadrones de Cazadores y con un par de la Infantería.

"—Les aviso temprano para que terminen lo que tengan que terminar y se despidan de sus seres queridos, tienen permiso de día libre y mañana partimos al Oriente —todos asintieron—. Muy bien, eso por un lado. Cuando terminen de desayunar quiero que vengan a mi oficina en unos —echó una mirada a su reloj de pulsera— veinte minutos, por favor. Tengo que hablarles algo en privado —acto seguido, se puso de pie—, es importante, así que sean puntuales y podrán tener el día libre luego, prometo que no robaré mucho de su tiempo.

Acomodándose la capa y dedicándoles una inclinación de de la cabeza, se retiró rumbo a su oficina. A su paso, muchos de los presentes en el salón comedor lo siguieron con la vista, Selene notó miradas de admiración, respeto y fanatismo entre los soldados.

Ella los entendió, también sentía lo mismo cada vez que veía al Capitán Navy: él era de interés público y orgullo militar por todos sus logros, experiencia, rescates, sus hazañas. El Capitán había hecho de su carrera una lista de menciones honoríficas, por ello era el único que seleccionaba, entrenaba y comandaba el Escuadrón de Élite de los Cazadores del Oeste.

Muchas personas hablaban con orgullo de «cómo una vez lo saludaron» o «pudieron verlo en acción». Sin embargo, ella podía jactarse de muchas otras cosas en su relación con Navy sin que nadie sospechara de estas, multitudes de cosas que vivieron en conjunto que podrían llegar a resignificarían el término «compañerismo» de su lenguaje.

Partiendo del hecho en que él le salvó la vida cuando ella solo era una niña y él no era más que un recluta, hasta cada flecha disparada de su arco, las cuales alejaron la sombra de la muerte y el horror cuando ella ya se consideraba perdida en las largas carreras en los Bosques. Conocía casi todo sobre él y no era por esa razón por lo que lo admiraba y respetaba tanto, sino que lo quería mucho porque era una persona desinteresada y muy amable con todos, nunca abandonaba a nadie y muchas veces ella tuvo que apartarlo a rastras de algún compañero moribundo, salvándolo de situaciones que pudieron haber acabado con él y a su historia militar.

—Psss... Selene...

—¿Q-qué? —respondió la aludida, volviendo a la realidad de sopetón.

Encontró la mirada hacia Sonia, quién la observaba con una expresión burlona y una sonrisa pícara, la había atrapado con las manos en la masa.

—¿Quieres una sábana para la baba? —al ver que Selene ignoraba la broma, continuó—. Si quieres te consigo una foto suya a tamaño completo, así te lo llevas y lo miras todo el tiempo que quieras.

—¡Oye! ¡Ya te dije que no insinúes esas cosas! —le reprochó haciendo grandes esfuerzos por sonar antipática, aunque sin poder evitar ruborizarse, el calor que sentía en las orejas se había extendido por toda su espalda—. ¡Cierra la boca!

—¿Soy yo o estás más colorada que de costumbre? —señaló Neguen, compartiendo la risa de complicidad con Sonia.

—¡Ya basta los dos! —cortó ella en un muy bien logrado intento de recuperar su tono firme y desdeñoso. Miró su reloj de cuerda no porque le interesara la hora, sino para tener alguna excusa y poder apartar la mirada de sus compañeros, cayó en cuenta que los veinte minutos pasaron volando—. Se hace tarde, deberíamos de ir a la oficina.

—¿Vamos contigo?, ¿o quieres que te demos diez minutos de ventaja? —sugirió Sonia en voz baja e insinuante.

Selene puso los ojos en blanco antes de tomar su bandeja, el arroz estaba por la mitad y no quería comer más. Liderando a sus camaradas, llevó la bandeja al lavadero antes de salir del salón comedor.

Unos minutos después, Sonia golpeaba la puerta de la oficina del Capitán Navy. Al escuchar un ligero «Adelante», ella junto a Neguen y Selene ingresaron por la puerta y cerraron tras de sí. Poniéndose firmes, saludaron al estilo militar, a lo cual Navy respondió haciéndoles un gesto para que se acercaran.

Aproximándose a la más que ordenada oficina/habitación de su comandante, un montón de papeles desparramados sobre su escritorio llamaron la atención de ella. Un rápido vistazo indicó lo que parecían informes, reportes y una que otra solicitud; pero lo que captó las miradas del grupo fue un expediente, marcado con un sello de un escudo de armas con una elaborada letra «E» en la parte delantera, indicador que provenía del sector Este de La Colonia.

La mirada de Navy recorrió a todo el grupo con seriedad, sus ojos marrones inspiraban firmeza, seguridad y experiencia. En un momento se cruzó con la mirada Selene por unos instantes, él apartó su vista de ella para centrarse en los papeles que tenía adelante sobre la mesa y comenzó:

—Mis estimados Cazadores, no lo haré demasiado largo y seré directo: el Coronel Saryk me llamó en privado para asignarnos una misión de búsqueda en el Bosque del Este. Tienen razones para creer que los ataques que sufrieron y, por la que pidieron refuerzos, son una precuela de una Horda, la primera en más de cien años si no me equivoco —Selene sintió una pequeña sacudida, pero se obligó a mantenerse firme y rechazó todo haz de temor que se quisiera acercar a ella y se centró en el Capitán.

"—El Cuerpo de Cazadores del Oeste irá a reforzar líneas orientales, nosotros no, tendremos que internarnos allí a buscar la razón de por qué estos Infectados avanzaron repentinamente contra La Colonia en esas cantidades —tragó saliva y tras examinarlos con una expresión hermética, siguió—. Me encantaría no tener que arriesgarlos porque no será fácil incursionar en una foresta desconocida e infestada, no será nada fácil y es peligroso por demás.

"—Sé que varios de ustedes tienen familias acá, me encantaría poder darles la oportunidad de que puedan renunciar y retirarse pero... ¿y si es una Horda?, ¿y si no podemos contenerlos? Toda La Colonia estaría en peligro y está en peligro hipotético hasta que resolvamos esto.

"—Por otro lado está el tema del Arthur —hizo una pausa dando unos suaves golpes a su escritorio con los nudillos—, lo llevaremos con nosotros hasta la mitad del viaje, luego se quedará a reforzar las filas de los Cazadores del Este. No pienso arriesgar a ninguno de ustedes en este desafío que se nos presenta y él sigue verde —Selene respiró aliviada, no tendría que ejecutarlo en silencio mientras dormía y simular un suicidio—. Sin embargo, dejarlo atrás nos dejará en desventaja numérica y en desventaja de fuerza en consecuencia, un par de manos menos... —dejó la frase colgada en el aire y se quedó mirando a su escritorio, como si buscara alguna respuesta en esos papeles sin alma que solo dictaban órdenes.

El Capitán soltó un suspiro, se lo notaba preocupado y eso era raro en él.

—Si quiere fuerza, me tienen a mí —señaló Neguen cruzando sus enormes brazos—. Capitán, cumpliré con mi deber, señor. Entrené años para esto y no lo dejaré, cuenta conmigo para encontrar lo que sea que haya que encontrar allí y exterminarlo.

Navy asintió con la cabeza sin gesticular nada, daba la impresión de que tenía la mandíbula trabada, luego habló Sonia:

—Capitán, sabe que es un honor en todo momento, cuenta conmigo —su voz tembló, Selene le echó una mirada y alcanzó a notar lágrimas en los ojos, su compañera se había dado cuenta de que tal vez no volverían de esa incursión y la emoción le estaba ganando—. Solo déjeme despedirme de mis padres, señor.

El oficial volvió a asentir, su expresión no se aflojó, permaneciendo firme como una piedra. Acto seguido, miró a Selene.

—Capitán, no puedo agregar nada más. Usted sabe que lo sigo con mi vida, lo acompañaré hasta donde me señale, señor —declaró ella con firmeza sin cortar la conexión con sus ojos.

Su comandante, los ojos de su queridísimo Navy se detuvieron un momento más en ella que en los demás, luego apartó la vista y se aclaró la garganta.

—Les agradezco por su dedicación, esta vez entraremos en lo que será la verdadera prueba de la Élite. Tengan presente que puede que tengamos que entregarlo todo, incluso la vida si la situación lo requiere —guardó un segundo de silencio muy tenso—, pero no les voy a exigir absolutamente nada que yo no estaría dispuesto a hacer antes que ustedes, y si alguien tiene que dejar su sangre allí, me aseguraré de ser yo y no ustedes —cruzó los brazos, sus ojos irradiaban una luz extraña, acto seguido, aflojó las facciones de su semblante y agregó en un tono más casual pero no menos profesional—. Muy bien mis estimados, sin más noticias quedan libres por hoy. Nos veremos mañana a las seis en punto.

Su escuadrón se puso firme y saludando por última vez, dieron media vuelta y se retiraron sin decir palabra alguna hasta que llegaron a la puerta del barracón. Neguen se despidió rápidamente de sus compañeras antes de ir a su habitación.

Sonia entró en el cuarto antes que Selene y, tomando un bolso, guardó una muda de ropa junto con varios artículos personales. Saludó a la pelirroja y partió hacia la puerta del Cuartel, rumbo a la ciudad para pasar lo que podría ser el último día con los suyos.

A diferencia de sus compañeros de armas, Selene ingresó a su cuarto compartido y se sentó en el borde de su cama. Estaba pensativa con respecto a todo lo que Navy les había dicho y pensaba en las familias.

Ella no tenía a nadie con quien compartiera sangre como para ir a despedirse: sus padres había muerto cuando tenía solo unos diez años en manos de animales con piel de personas, y pudo haber seguido el mismo destino que sus que ellos o tal vez peor, la hubieran convertido en esclava sexual de algún viejo rico... sino fuera por aquel bendito asalto del escuadrón de Cazadores dirigidos por la ahora actual Teniente Rowen y un joven recluta Navy.

Se pasó las manos por los muslos recordando lo segura que se había sentido cuando él la tomó en sus consigo y la sacó de la cabaña en donde ella vivía. Recordó lo protegida y a salvo que se sintió en su brazos, el acompañamiento y el tacto que él tuvo cuando la rescató en ese momento que fue terrible en su vida. No lo olvidaba, siempre estaba en su mente ese muchacho, ahora hombre y su comandante de escuadrón

Sin nadie a quien saludar y sin temor a dejar a nadie atrás, se tiró sobre la cama relajándose, porque al único ser querido con el que quería pasar un último adiós estaría comandándola hasta el último momento.

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