CAPÍTULO II

 Los hermosos rayos de sol calaron bajo mi piel, cobijándome bajo sus amarillentas alas.

Rodeé mis hombros con mis manos, teniendo la necesidad de acercarme más a la luz. Cosa que sonaba cómica, ya que la misteriosa mujer que me visitó hacía semanas me llamó Hija de la Oscuridad.

Y a mi siempre me había atolondrado el embriagador calor.

- Helena, ¿puedes pasarme una piedra? – Miré hacia mi hermana.

Melanie estaba radiante esta tarde, mientras nos sentábamos a orillas de un lago enorme, con ella al lado mia, y a pesar de su mirada lúgubre, su vestido la hacía ver hermosa

Nuestros días en la corte de Luz se resumían a pensar en formas entretenidas de pasar la tarde en un castillo sin salida.

Al principio no sonaba tal mal, pero cuando llevabas toda tu vida recluida en ese mismo castillo, ordenada para servir, al final cansaba.

Sin embargo, lo mio nunca fue servir a otros. De hecho, en el pasado, mi hermana incluso hizo mis turnos varias veces.

Por lo menos ahora me refugiaba en el consuelo de que no serviría nunca más, gracias a Ethan, cosa de la que no me sentía nada culpable. Aunque a veces, debía admitir, el pinchazo de culpabilidad me apabullaba cuando pensaba que Melanie nunca encontraría su motivo para estar aquí.

Ella no tenía a nadie que la anclase aquí, aparte de mi, y nunca podría irse ya que había nacido en el mundo feérico, pero sin embargo era humana. Y eso me dolía, aunque sabía que mi hermana no se sentía inadaptada ni mucho menos, ya que la biblioteca real la refugiaba todos los días, como su fiel amiga.

Pese a que a mi también me gustaba leer, ese hábito fue desvaneciéndose desde que desperté de mi prueba, hasta quedar reducido en el pasado. En cambio, mi refugio era Ethan, y el pequeño bosque que rodeaba Luz, justo antes de llegar a las murallas. Y ahora también lo era la sala de entrenamiento.

Aunque ahora mismo, mientras le lanzaba una piedra a mi hermana, y ella a su vez la lanzaba contra el lago, formando hondas a su paso, me sentía sumamente sorprendida de que me hubiese acompañado.

Escuché un leve burbujeo en el agua, y por un instante pensé que podía ser alguna náyade, una ninfa hija de ríos y lagos, pero cuando el guardia que me acompañaba tomó el mango de su espada, advirtiendo que no se acercase, perdí la esperanza.

Desde que había despertado de la prueba, Ethan estaba sobrepasando los límites de la protección conmigo.

Por ejemplo, cada vez que salía tenía que ir acompañada por un guardia, a pesar de que sabía luchar, y de que ambos sabíamos que nadie dentro de estas murallas me tocaría un pelo. Y gracias a eso, desde hacía meses no veía ninguna criatura que no estuviese dentro del maldito castillo.

-Edward, aléjate por favor, debo de hablar sobre algo con mi hermana.

Torcí mi cuello para observar su reacción.

Mi guardia personal bajó su mirada hacia mi, con un semblante totalmente neutral, y aunque la indecisión se reflejó en sus rasgos, asintió.

Musité un leve gracias, mientras este se retiraba lo suficientemente lejos como para camuflarse con los árboles.

Melanie me miró, y vislumbré que entre sus espesas pestañas, se hallaba una mirada jade que denotaba cansancio, - sé que solamente quieres estar sola, no hablar conmigo. De hecho, no has abierto la boca desde que llegamos.

Un aguijón de tristeza se clavó en mi pecho, sobre todo al saber que tenía razón, no había alejado al guardia para hablar con mi hermana, simplemente lo hice con la esperanza de disfrutar del paisaje sin esa sombra detrás de mi.

Y quise negárselo, de verdad que sí, pero sabía que Melanie no me creería. Era demasiado inteligente para eso, incluso con sus 15 años.

Así que solo obvié su comentario, mientras me giraba de nuevo hacia el lago, esperando algo, aunque ni yo misma sabía el qué.

Probablemente camuflarme con el bosque y vivir en eterna libertad.

- Esta noche vendrá la corte de Oscuridad, no sé si sé quedarán horas o días, ni siquiera sé quienes vendrán, - me atraganté con mis propias palabras, mientras me giraba hacia ella lentamente, tragando la esperanza que había arraigado en mi al pensar en mis siguientes palabras, - lo que si sé, y de hecho espero, es que estés a mi lado mientras enfrento sus críticas hacia mi.

Pasé mi lengua por mis labios, y bajé mi vista hasta el suelo, sintiendo su pesada mirada sobre mi, sopesando algo.

-Sabes que odio todas las reuniones y fiestas. Y aún mas cuando interviene la corte Oscuridad.- Fijé mi mirada de nuevo en ella. - De hecho sabes que nunca hemos asistido a una oficialmente, simplemente las hemos ojeado entre la rendija de la puerta.

Melanie me observó, mientras pestañeaba lentamente, - puede que tú estés hecha para este mundo. Pero yo no pertenezco a eso, pertenezco a la soledad y al silencio, no a los jóvenes jugando a ser reyes.

Fruncí el ceño, mientras mi hermana parecía ser una mujer sabia en el cuerpo de una niña.

- Melanie, en serio. Eres mi hermana, la única persona que queda de mi familia. Te necesito. – el por favor estaba implícito en mi voz, mientras apretaba una piedra al azar que había rozado mi mano segundos antes.

Mi hermana apartó su quejumbrosa mirada de mi, y sin un indicio de arrepentimiento en su voz, habló.

- No, Helena, no me necesitas. Necesitas el aire que respiras, y desde luego, necesitas más libertad. Pero a mi no, - sé levantó de la fértil tierra, - no, desde luego que a mi no.

Apreté aún más la dura piedra en mi mano, y entrecerré los ojos mientras fijaba la mirada en el lago, sin querer comprobar a donde sé dirigía mi hermana.

Escuché sus pasos a lo lejos, y mientras la tristeza se intensificaba en mi pecho, estuve a punto de decirle a Edward que quería marcharme, que incluso el aire fresco se sentía agobiante en mis pulmones.

Pero no lo hice, por que entonces se escuchó un leve murmullo llamando mi nombre.

-He-Helena, ¿eres Helena? Dime que si.

Me levanté buscando esa fina voz, tan fina que incluso parecía irreal y melodiosa.

Giré sobre mis talones, sintiendo el nudo de la curiosidad agitarse dentro de mi.

Al bajar la vista a la tierra, vislumbré una especie de mujercilla de color azulado, mirarme con esperanza.

Deduje que era la náyade que había estado a punto de mostrarse ante nosotros.

Me agaché, sonriente, - si, soy yo, ¿Cómo sabes mi nombre?

La náyade suspiró de alivio y la vi pasarse los dedos por su gran melena de color agua marina, - eso no importa, solo quiero entregarte un mensaje.

Fruncí el ceño, deshaciendo mi sonrisa, pero ella siguió hablando respondiendo mi pregunta silenciosa.

- No te diré quien me ha ordenado enviártelo, pero te diré el mensaje. – Ella me miró, haciendo resaltar su escamosa piel gracias a la luz. – Esta noche atacarán. Mantente cerca de Ethan, y por nada del mundo bajes la guardia, ni te fies de nadie,- ella entrecerró los ojos, aunque rápidamente cambió su expresión por una radiante sonrisa de dientes afilados, - por cierto, soy Aqua.

La náyade se desvaneció, antes de darme tiempo a hacerle las miles de preguntas que rondaban mi mente.

Pero antes de irme a pensar en lo que había dicho, recordé algo.

La náyade tenía una marca negra en el pecho, cosa que solo portaban seres de una corte.

El mensaje provenía de la corte Oscuridad.

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