Cautivos del Amor y sus Dolores
Cautivos del Amor y sus Dolores
Por: S. Dal Santo
Capítulo 1

El calendario corría en el día 29 de noviembre y por primera vez decidí que era tiempo de hacer un viaje completamente solo en un intento por reflexionar acerca de todo lo que estaba ocurriendo en mi vida, supongo que el estrés era el que me había hecho tomar esa decisión. Sentía la profunda necesidad de desconectarme de todo y de todos, solo quise ir a una ciudad que nunca pude recorrer con tranquilidad, una que me enamoraba por sus paisajes, por sus maravillas arquitectónicas y por los secretos que esconde cada pieza de arte que hay en ella.

Roma fue mi cable a tierra en tiempos donde todo parecía un caos, aceptar un nuevo socio en la empresa me hacía dudar de absolutamente todo, pero la construcción de semejante proyecto como lo es la ampliación de un aeropuerto no era algo que podía afrontar sin una inyección de capital. No había sido un año fácil para mí, además de los cambios que surgían en la empresa, en mi vida personal también estaban habiendo cambios drásticos. Explicarle a Mireya que nuestra no relación no daba para más había sido un golpe bastante fuerte, sobre todo porque ella no lo aceptaba. Entre nosotros no existió más que sexo, pero por mi culpa o quizás por no querer afrontar las cosas antes, deje que aquello durara más de un año provocando que ella se hiciera ilusiones de un futuro donde yo estaba incluido.

Mis vacaciones eran una prueba de fuego para mí, ¿podría acostumbrarme a esta nueva vida donde su número de teléfono no era uno al que pudiera recurrir cuando me sintiera solo? ¿Y si sin saberlo me había enamorado de ella? Esas eran las preguntas que constantemente rondaban por mi cabeza y por supuesto que las respuestas las obtendría solo al final de mi viaje, al menos ese era mi plan.

Aquel día después de dejar mis cosas en el hotel, me abrigué aún más para soportar las frías temperaturas de Roma en esta época del año y salí como un turista más a recorrer sus calles con un mapa siendo mi mejor amigo. No me decidía por dónde empezar, «¿la basílica de San Pedro? ¿El foro Romano? ¿El campo de Fiori? ¿La fontana de Trevi? ¿O el Coliseo Romano?» Leía una y otra vez los detalles de cada uno y al ver las distancias, me di cuenta de que el hotel estaba bastante cerca del Coliseo Romano y supuse que era el mejor sitio para comenzar, después de todo, tenía un poco más de dos semanas para recorrer toda la ciudad.

Ayudándome un poco con el GPS de mi celular, finalmente llegué a la entrada del Coliseo y una vez que obtuve mi billete de admisión, decidí hacer el recorrido por mí mismo y no con uno de los guías turísticos que me ofrecieron en la entrada, tenía la intención de leer cada pieza de información que pudiera encontrar e incluso ir buscando datos en mi celular, supongo que está en un viaje de autoconocimiento. Además, para un ingeniero como yo, este lugar siempre será admirado por su increíble construcción y el ser capaz de soportar tantos años de historia.

Estaba parado en uno de los puntos principales del coliseo mientras apreciaba la increíble vista que me ofrecía este paraje del recorrido, cuando de repente vi a una mujer que estaba completamente concentrada observando los restos de la construcción y con sus dedos tocaba las paredes como queriendo saber algo en específico. Esto llamo tanto mi atención, que yo como buen curioso que soy, camine hacia ella. Ella seguía observando aquella pared sin percatarse que estaba detrás suyo y esto me hizo sonreír como un tonto, «¿Qué tanto podía mirar en aquella pared? ¿Acaso era consiente que solo las personas con conocimientos de estudios de tierra observan las cosas de esta manera?»

—Ciao.— dije practicando el poco italiano que sabía y que uno de mis amigos ha intentado enseñarme.

Ella inmediatamente se dio la vuelta y al quedar frente a frente, hubo algo que me hipnotizo de inmediato. Me observo de pies a cabeza casi como si estuviera intentando averiguar quién era y yo solo podía observar la perfección de sus rasgos. Un rostro delgado, ojos grises profundos y cabello negro pasando sus hombros que enmarca perfectamente ese rostro tan angelical.

—Ciao— dijo e intento decir algo más en italiano, pero era evidente que al igual que yo era una turista más.

—¿English? ¿español? — pregunte y rio levemente.

—Los dos. — respondió y un inconfundible acento argentino salió de sus labios.

—Un placer, soy Asiel Del Valle ¿y tú eres? — me atreví a preguntar y se sonrió.

—Alegra Insua — respondió y se acomodó su cabello.

En ese instante supe que algo estaba a punto de cambiar y ni siquiera yo me creía la manera en la que la miraba —un gusto. — dije y le ofrecí mi mano.

—Igualmente. — dijo y estrecho mi mano.

No sé cómo explicar lo que sucedió en ese instante, hubo algo que me hizo sentir tal y como si hubiera tocado un enchufe y el mismo hubiera echado una descarga eléctrica en mí. Nunca me había sucedido eso y la primera vez que ocurría era con una completa extraña que conocía hacia menos de cinco minutos.

—Un gusto Alegra, disculpa, pero la curiosidad me ha ganado, ¿Qué tanto mirabas en esa pared? — le pregunte y una leve risa se escapó de su boca haciéndome reír a mí también.

—No es normal que la gente mire las paredes, ¿no? — pregunto y su sentido del humor ya me agradaba.

—Hasta donde se no, al menos que seas arquitecta, ingeniera, geóloga, o algo de eso…— bromee.

—Déjame decirte que adivinaste, soy geóloga, mi curiosidad por sitios como este van un poco más allá de solamente el atractivo turístico. — explico y era la primera vez que conocía a alguien con quien me sintiera tan identificado y que hablara con tanta pasión de su profesión.

—Te entiendo perfectamente, soy ingeniero... — comente y sonrió —¿entonces estas aquí en un viaje turístico o profesional? — cuestione.

—Personal, quise tomarme el tiempo de venir a Roma y apreciar cada detalle de esta hermosa ciudad mientras al mismo tiempo aprendía de sus encantos geológicos. — dijo y no pude creer que estuviéramos aquí por motivos tan similares.

—¿Y estas sola o has venido acompañada? — mi atrevimiento ya me llevaba a este tipo de preguntas que por dentro me parecían una locura.

Ella me miro con dudas, pero luego sonrió —sola. —

Esa palabra ilumino un mundo nuevo para mí y así fue como me atreví a preguntarle —¿Sera que puedes ser mi guía turística y geológica mientras que yo ofrezco mi punto de vista como ingeniero? — cuestione y rio.

—¿De verdad quieres eso? — pregunto y asentí —me parece bien, comencemos entonces. — sentencio y de alguna manera sentí que esas palabras iniciaban algo que sería importante en mi vida, aunque si lo pensaba bien, parecía una locura absoluta, después de todo apenas la conocía.

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