Capítulo 8

[ASIEL]

«Voy a ser papá» pienso y siento como mis ojos se van llenando de lágrimas a causa de la emoción. El silencio que hay en el despacho de esta enorme casa se rompe cuando el llanto me quiebra comprobando una vez más que los hombres si lloramos. A través de la ventana la lluvia de Florida típica en el mes de abril comienza a verse y los rayos van dibujando figuras en un cielo que está casi negro al igual que la relación entre Alegra y yo «¿Cómo es que llegamos a esto si fuimos tan felices?»

Me encantaría ser optimista y pensar que ese bebé que crece dentro suyo será como el sol que sale después de la tormenta, pero ¿a quién quiero mentirle? Él o ella solo retrasara un poco lo que le prometí a Mireya para que no hablara con su padre. Fui claro, le dije que si Alegra estaba embarazada, nuestro divorcio sería hasta después que naciera mi hijo y ella acepto esa regla con la esperanza de que no fuera así, pero un trato es un trato, ¿no?

Los rayos caen con más fuerza mientras un fuerte viento se hace presente causando que las hojas de los árboles que hay en el jardín vuelen de aquí para allá, el suelo tiembla por momentos a causa de los rayos y sé cuánto miedo le da esto a ella a pesar de que sabe que la Florida es la capital de los rayos. En nuestros mejores momentos, Alegra se abrazaba a mi cada vez que había una tormenta eléctrica, ¿y ahora? ¿Qué? Debe estar muerta de miedo en el que era nuestro cuarto abrazándose a la almohada y pensando que la odio y que ese bebé es un error. Nunca quise que las cosas terminaran así, pero se salieron de control y cuando quise darme cuenta, ya era muy tarde para dar marcha atrás. Su beso con Alejandro ya ni me duele, me duele más que por su cabeza haya pasado la idea de abortar a nuestro hijo, me mata pensar que su odio hacia mí es tal que ese bebé pueda ser quien pague por mis culpas.

El sonido de mi celular me interrumpe y al ver la pantalla, resoplo, sé que si no le contesto insistirá hasta que lo haga, asique mejor quitarme el problema de una buena vez —Hola Mireya, ¿Qué necesitas? — Pregunto distante.

—¿Y? ¿Está o no embarazada? — Cuestiona de inmediato del otro lado de la línea.

Respiro profundo sabiendo que lo que le voy a decir no le va a gustar nada y tomo valor —Lo siento nena, no me podre divorciar, mi esposa está embarazada— Le informo finalmente y sus gritos comienzan a escucharse del otro lado de la línea y yo de inmediato alejo el celular de mi oído mientras que ella termina de desquitar su rabia —No puedo divorciarme ahora, entiéndelo— insisto e intento mantener la calma que sé que necesito tener para no joderlo todo.

—Entonces, ¿Qué? ¿seguiré siendo tu amante? — Reprocha.

—Sabes cómo son las cosas. — Trato de explicarle.

—Solo sé que, si mi padre te quita su apoyo para tu proyecto, tú te vas a la quiebra, no juegues conmigo— Me amenaza y odio que tenga la pelota del lado de su cancha.

Nunca en mi vida imagine que alguien podría controlar mi vida de esta manera, pero así están las cosas —Solo unos meses, solo eso te pido— Insisto cuando de repente escucho el ruido de algo rompiéndose —Nena, tengo q dejarte, algo paso— Le digo un tanto preocupado.

—Hablamos después baby— Sentencia y rápidamente cuelgo para salir del despacho mientras escucho otro ruido bastante fuerte.  

Sigo el sonido hasta llegar a la puerta de la habitación donde esta Alegra y vuelvo a escuchar otro estruendo provocando que yo abra la puerta sin siquiera golpear y la veo a ella arrojando todos los portarretratos que había sobre la cómoda contra la pared —Pero ¡¿que haces?! — Le grito cuando arroja otro más y los pedazos de vidrio saltan por todo el suelo.

—¡Descargando esta rabia que llevo! — Exclama entre lágrimas.

—¿Por estar embarazada de mí? ¿por un bebé que no tiene la culpa de nuestra m****a? — Inquiero acercándome a ella y la tomo de las muñecas tratando de detenerla y la verdad es que me duele demasiado verla así.

—Por seguir atada a ti— Me reclama mirándome fijamente.

—Las cosas son como son— Respondo frio y es que no puedo permitir que entre nosotros dos las cosas se solucionen, la palabra amor no es algo posible.

—No quiero a tu amante en esta casa, ¿lo entiendes? — Me exige y asiento.

—Está bien, pero cálmate, te hará daño— Le pido y al menos debo intentar negociar algunos términos en este nuevo acuerdo que debemos tener.

—¿Más del que me has hecho tú? Lo dudo…— Habla y mueve sus muñecas para que la suelte —Tienes prohibido decírselo a tu familia o a la mía, ¿entendiste? — Me advierte.

—Se darán cuenta cuando te vean y esa panza crezca— Le digo sin entender que busca.

—No los quiero aquí en nuestra casa, no iremos a la suya… no quiero que nadie se ilusiones con este bebé… no quiero que piensen que somos la pareja feliz— Expresa entre lágrimas que me duelen a mí.

—Alegra…— Trato de decir, pero ella levanta su mano.

—No pronuncies mi nombre… no te me acerques más,  si tú quieres que no cometa una locura, no me orilles a hacerlo— Me advierte y tan solo asiento mientras doy dos pasos hacia atrás —Vete ahora— Me exige y tengo tanto miedo de que se haga daño, que no puedo más que salir con la esperanza de que su odio al menos no sea tanto.

Me detesto por provocar que lo que debería ser el mejor momento de nuestra vida se convierta en uno de los peores, pero estoy contra la espada y la pared, y si la quiero cuidar, tengo que hacer que me odie.

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