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Hago lo que puedo trabajando, hay días buenos y hay días malos. Soy muy bueno atendiendo a la gente, lo cual es irónico porque no soy alguien que conviva mucho con personas, y si lo hago probablemente soy de los que siempre están callados; En cambio, en la cocina no soy el mejor. Culpare a mi mamá por eso.

Sofia y yo nos hemos acercado más este tiempo. Como amigos. A veces hablamos por mensajes de texto, ella suele enviarme bastante memes de gatos, y no me quejo. Los primeros días se me hicieron algo difíciles, ya que Sofia es algo perfeccionista, pero es bastante agradable, y me ha ayudado bastante.

Me dedico a limpiar una de las mesas cuando escucho la conversación de la mesa de un lado en donde esta Sofia tomándole la orden a un señor mayor, que está apunto de sacarle de sus carriles.

-Quiero una hamburguesa -pide el hombre, sin una pizca de amabilidad.

-Bien, una hamburguesa vegetariana -escribe en la libreta.

- ¿Vegetariana, pero lleva carne ¿verdad?

-Si, es carne vegetal -aclara, manteniéndose tranquila.

- ¿Vegetal?, yo quiero una de verdad -el señor pide, completamente indignado.

-Señor, el restaurante se llama Restaurante orgánico G&G porque la comida que vendemos es vegetariana y vegana. Aquí no hay carnes que no sea vegetariana –la chica masculla con cansancio.

- ¿Por qué demonios ponen en el menú Hamburguesa si no hay carne? -Sofia suspira tratando de calmarse- Que m****a de hamburguesa...

-Señor...- noto como ella está a punto de explotar.

-Disculpe- interfiero-. En el menú dice hamburguesa vegetal, esta no lleva lo que se dice carne animal. En realidad, es de tofu, pero le puedo asegurar que es absolutamente deliciosa. Usted le podría dar una oportunidad, es mucho más saludable que la hamburguesa tradicional. Si eso no le parece, puede pedir otra cosa del menú, solo que le digo que aquí no se consume carne que no sea vegetariana. Le pido educadamente que no insulte ninguno de nuestros platillos - sugiero, sin perder la cordura.

El señor se me queda viendo con la ceja encarada por unos segundos, pensando en mis palabras. ¿Qué clase de persona entra a un restaurante vegetariano y pide una hamburguesa de carne?

-Está bien- accede-, probare la hamburguesa.

Le agradezco y me voy de ahí con Sofia. Mi compañera suspira, cansada por haber lidiado con el cliente.  Cuando no estoy ocupado evitando a la gente, soy bueno lidiándolos. 

-Gracias por eso -agradece con sinceridad-. Aprendes rápido ¿eh? -me felicita.

-Solo tengo mucha paciencia -me encojo de hombros.

Estoy seguro que la paciencia la herede de mi papá porque mi mamá no se definiría como alguien tranquila. 

Empecé a hacer un licuado por orden de un cliente y, como el desastre que soy, todo salió mal. La licuadora había explotado como una fuente todo su contenido para lanzármelo directo a la cara. Una de dos, o no soy bueno con la licuadora o esta licuadora esta maldita y me odia. 

-Al menos esta vez sí me salió bueno -chupo el licuado que me cayó a la cara.

- ¿Qué demo...? -Sofia llega y mira el escenario con los ojos muy abiertos. 

-Eh... no sé qué paso -digo, sin saber explicar como una licuadora malvada me exploto en la cara.

Camina hacia mi, sin darse cuenta que estaba a punto de pisar el licuado que se derramo en el suelo. El líquido la hace flaquear y caer al suelo con fuerzas. Yo, alertado, voy hacia ella con rapidez para ayudarla, pero termino igual que ella; en el piso gracias al licuado. 

Los dos nos quedamos en el suelo, adoloridos, y con la espalda llena de licuado. Estaba esperando una reprensión por el desastre, de parte de Sofia, pero inesperadamente escucho como se empieza a reír en carcajadas. 

Yo, aun consternado por su reacción, me levanto del suelo y la ayudo a hacerlo también, mientras sigue riendo, divertida por la situación.

-Ay, mi cadera -se queja con una mano en esta - ¡Dios mío! soné como mi abuela -chilla. 

- ¿Estas bien? No entiendo lo que paso, lo juro -me trato de disculpar.

-Lo que yo no entiendo es como te deje dos minutos e hiciste eso. Eso es un don -bromea-. No te preocupes, yo me hare cargo de hacer el licuado, tu empieza a limpiar todo esto.

-Muy bien. Gracias, Sofia -le agradezco por no reprender o algo.

-Si, sí. Ve por el trapeador -ordena, quitándole importancia.  

Miranda sale de su oficina en ese instante:

-Oigan chi... - se interrumpe y frunce el ceño al vernos a los dos llenos de licuado-. Necesitamos más cuarzos, aquí hay demasiadas malas vibras. 

Empiezo a limpiar todo el desastre con el trapeador y un trapo. Después, salgo a tirar la b****a en el callejón a un lado del local. Salgo asustado y asqueado del callejón, luego de ver algo moviéndose en el contenedor de b****a.

Antes de si quiera dirigirme al restaurante, mi mirada llega hasta la esquina, en el final de la calle; Ahí está un chico, que tiene contra la pared a Candace mientras le habla con una sonrisa seductora. A ella no parece molestarle que este a una corta distancia, pues ella tiene la misma sonrisa tentadora. 

Tal vez solo que molesta que yo me acercara. 

Vuelvo a entrar al restaurante con los labios apretados, siguiendo con mi trabajo. Sofia me pregunta si me pasa algo, porque al parecer tenía mala cara. Automáticamente cambio mi cara por una sonrisa relajada, convenciéndola que no era nada. Porque no es nada.

No entiendo mis razones para reaccionar de esta forma, y lo detesto. 

◎◎◎

Oh no.

Como dije antes, mi mamá no es las mejor en actividades culinarias. Y con los postres no fue la excepción. Aún recuerdo mi decimo cumpleaños, mi mamá hizo el pastel; Cuatro niños vomitaron ese día.

Ella se encontraba en la cocina haciendo un pastel de chocolate.

- ¿Cómo te fue? - me pregunta mientras bate su mezcla.

-Bien, pero no genial. Hoy hice un desastre, cometí un error y la licuadora se volvió loca explotando por todas partes- represento una explosión con mis manos.

-Ay Ari, las personas no podemos evitar cometer errores- me apoya, lo que me hace sentir mejor-, pero contigo no se sabe, a veces eres tan torpe que no se sabe si es un error o te sale natural -prosigue, y eso me hace sentir peor.

-Eres tan honesta -comento, con sarcasmo palpable en mi voz, pero ellos ya están acostumbrados. 

-A veces la verdad duele, hijo -responde con dramatismo exagerado- ¿Quieres probar mi mezcla? -exclama con una tierna felicidad. Me quedo viendo el traste con la mezcla de chocolate. 

-Mejor lo pruebo cuando ya lo hornees -la convenzo. 

Lo mucho que se esfuerza mi mamá por hacer postres diferentes o cocinar bien es verdaderamente adorable, pero peligroso al mismo tiempo. Nunca sabes si hará que estés una hora en el baño o simplemente te deje un mal sabor de boca. 

Como un adolescente en una noche de viernes, estoy acostado en mi cama viendo una serie de Netflix en mi portátil. Aunque, la verdad, ya estaba babeando mi almohada de lo dormido que me quedaba. Tendré dieciséis años, pero soy toda un alma vieja. 

Unos golpes en mi ventana hacen que levante mi cara de la almohada babeada y me ponga alerta. Se empieza a abrir mi ventana desde afuera y se adentra Candace con facilidad y serenidad. ¿Qué hace aquí? Sospecho que esto se volverá una rutina. 

- ¿Qué pasa? 

-Ven conmigo -pide casi en un susurro. La propuesta repentina me desconcierta de inmediato. 

- ¿Que? ¿A dónde? -pregunto con su mismo tono de voz. 

-A una fiesta- responde sin más, como si fuera algo obvio.

-Estas loca -espeto con incredulidad-. ¿Por crees que iría a una fiesta ahora? Mis papás no me dejaran, es tarde. 

-Vamos, no es tan tarde. Además, quien dice que se tienen que enterar -me incita con malicia y tentación. 

<<Si no se enteran no les hará daño>> repite mi cabeza.

Sacudo mi cabeza tratando de alejar esos pensamientos.

-No me escapare. No me meteré en problemas por culpa tuya -niego, rotundo.

-Eres un aburrido. Hazme esto como un favor, ya que no conozco a nadie aquí -Sonríe encantadoramente.

-Es extraño, porque parecías conocer muy bien a esos dos chicos -menciono sin pensarlo muy bien. Ella ni siquiera sabe que la vi coqueteando con el chico de esta tarde. 

- ¿Celoso? -cuestiona con burla. 

- Para nada. No, no soy nadie como para estar celoso ¿verdad? - le recuerdo sus palabras con rencor. 

<<Que dramático, madre mía.>> Me digo a mí mismo.

-Arion, por favor -pide de nuevo.

Me quedo callado viéndola, pensando en mis opciones. ¿Por qué quiere que vaya con ella? No tengo idea, pero parece ser sincera acerca de. Por otro lado, en mi vida me he escapado, y temo que me descubran con una gran facilidad y me meta en problemas. Solo por ella. 

-Está bien -acepto- pero debes saber que ahora me debes una -le advierto, señalándola, y esboza una sonrisa victoriosa.

-La locura es contagiosa, chico -me advierte con gran atractivo.

-Estoy deseoso a que me la pegues -su sonrisa se ensancha ante mis palabras-. Necesito cambiarme -indico, al ver que no siquiera da señales de darse media vuelta. 

-Pues hazlo -contesta, desinteresada.

- ¡No lo hare contigo mirándome! -susurro, gritando, de forma aguda.

-No me arriesgare a que me dejes plantada, cámbiate en tu baño.

Yo resoplo y le hago caso adentrándome al baño con la ropa que elegí.

No solo es mi primera escapada, si no también mi primera fiesta que no sea una de mis primos pequeños con temática de los backyardigans. Estoy seguro que habrá miles de adolescentes alcoholizados o drogados, con música alta y todos bailando. Bueno, así me imagino las fiestas porque, como ya dije, nunca he ido a una. Y no creo estar listo.

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