3. Odisea Nocturna

Me dirigí a mi hogar con muchas ganas de dormir ya que estaba exhausto, aunque no me encontraba lejos, apresuré el paso para llegar. Una vez frente a mi sencilla residencia, luego de apagar el auto y bajar algunos documentos miré la fachada de mi morada, frente a ella el desalineado pasto que ya se volvía una plaga, también  recuerdo el deterioro de mi patio, el cual en mis tiempos libres lo podaba con mis herramientas, mis muñecos de jardín partidos en dos, tal vez por culpa de los perros del vecino, suelen soltarse de sus correas y destruyen todo a su alrededor y la maleza creciendo entre la pared, supuse que fue por la abundante lluvia caída en los últimos días, pensaba en limpiar la entrada y el exterior de mi casa cuando terminemos el rastrillaje. Mientras observaba caminaba a la entrada, abrí la puerta para así entrar en el único lugar donde encuentro paz, en mi hogar, tal vez paso todo el día en el trabajo, pero el momento más significativo era volver en mi hogar.

Una vez dentro, bajé la caja en el sofá de la sala, saqué mis zapatos pisando mis talones y caminé hasta el baño para disfrutar de una ducha caliente. La temperatura me relajaba y con ella recuperaba fuerzas. Una vez fuera del baño mientras me dirigía a la habitación.   Vi de reojo la luz roja parpadeante de la grabadora, en ella se encontraban tres llamadas perdidas. Llamé al número en cuestión para así saber quién era la persona había marcado y que me necesitaba. Luego de algunos instantes,  una voz femenina se identificó como una funcionaria de salud, era del puesto de enfermería de uno de los hospitales de San Lorenzo. Me identifiqué y  luego de buscar, contestó una voz dulce, rápido me di cuenta que se trataba de mi hermana Elizabeth.

⸻Hermano, ¿qué tal? te necesito urgente, mamá está internada y hay que comprar medicamentos y no tengo ahora para comprar.

⸻ ¿Dónde están? Yo acabo de llegar y vi tu llamada, decime dónde estás y me voy junto a vos.

⸻Estamos en el hospital de Calle’i, sala E6, en clínica médica ya llevamos tres horas acá. No hay nada de medicamentos, como siempre. 

⸻Voy, ya voy.

Después de terminar la llamada, me vestí con un pantalón color beige y una camisa celeste con rayas blancas y por último mis zapatos Alberto Felinni. Guardé mi dinero y busqué las llaves para ir.

Ya estaba en camino. Conduje por una avenida alterna ya que por la principal imperaba el tránsito, gracias a eso pude llegar en treintaicinco minutos al hospital. Caminé por los largos y vacíos pasillos. El eco que producía mis pasos parecía las de una película de terror. Pregunté a un enfermero dónde se encontraba la sala correspondiente. Al pasar por la sala de urgencias vi personas heridas y no aceptaba la idea de ver a mi madre de esa manera, apresurando el paso llegué a la habitación que se me había indicado, Elizabeth me esperaba enfrente. Ahí entablamos una conversación.

⸻ ¡Hermana! ¿Cómo estás? Y ¿Qué le pasó a mamá, cómo está?

⸻Yo estoy bien, ¿Y vos?

⸻Bien también, decime qué tiene mamá.

⸻Tiene dificultades respiratorias, necesitamos comprar medicamentos y no tengo ahora para comprar porque no me va alcanzar para llegar a fin de mes–respondió preocupada y secó sus ojos discretamente.

⸻Bueno ¿Cuánto necesitás? ⸻le pregunté intentando calmarla.

⸻doscientos mil por ahí, ¿podés?

Saqué de mi billetera de cuero la cifra requerida para que comprase los medicamentos, después pegunté si podía pasar a verla, a lo cual respondió:

⸻Sí, pasá nomás. Los doctores ya hicieron su recorrido.

Ingresé a la habitación y la vi acostada con las vías intravenosas en su muñeca, fue inevitable derramar algunas lágrimas por el momento que estaba pasando. Sin esperar me acerqué a ella y le di un beso en la frente y le susurré al oído.

⸻ ¿Cómo estás mamá? Siempre guapa.

Abriendo los ojos me miró y me brindó una radiante sonrisa. ⸻Mucho mejor mi hijo, andó mucho por mí tu hermanita. Hace mucho tiempo no te veo ⸻Respondió con suavidad⸻ ¿y vos cómo estás mi niño?

⸻Estoy muy bien mamá, ojalá te cures rápido y te vayas ya a casa. Sí, vos sabes luego como es, hay mucho trabajo en la policía, el día a día está más difícil por ahora.

⸻Te entiendo, espero que vayas a visitarme en casa uno de estos días ⸻dijo con cariño.

⸻Voy a ir la próxima semana, quiero contarte algo mamá, mañana tengo una expedición en Areguá. Entre unos cuantos policías nos vamos a ir, voy a pasar por casa después del rastrillaje, claro, si ya estás de alta.

⸻Creo que sí, porque yo me siento mejor. Los medicamentos son para utilizar en la casa, cuidate que mucho ahí, peligroso es ¿Y vos cómo estás de salud mi niño?

⸻Por suerte ya no me aprieta mi pecho, ya no tengo crisis de asma como antes, por ahora lo que no me deja en paz es la falta de sueño, sí, me voy a cuidar, entre todos nos vamos a cuidar.

⸻Mburucujá, jugo de mburucujá tenés que tomar para dormir, que suerte que eso ya no te da, mucho tiempo andamos en el hospital con tu padre por vos.

⸻Bueno mamá voy a probar. ⸻Mientras tanto entraba junto a ella la enfermera para decirle que estaba a punto de salir de alta, solo faltaba dos nebulizaciones más.

⸻Mamá ya me voy a ir, te vuelvo a hablar mañana, cuidate, te quiero.

⸻Carlitos, te quiero hijo, espero que me visites, también te quiero.

Me despedí de ella y me senté a esperar en un sillón para hablar con Elizabeth. No tardó mucho, y a ella también le comenté mi situación y a que me enfrentaría al ir al lugar del asesinato, ella entendió y me deseó éxitos. Se despidió con un abrazo fuerte y cálido, sus manos eran como un manto, cálido y acogedores. Una vez fuera me dirigí a mi rodado estacionado frente a urgencias para dirigirme a mi morada. Durante mi regreso tuve mucha hambre y sabía que en casa no tenía nada para comer. Me estacioné frente a una pizzería ahí me acomodé en la mesa para esperar ser atendido. El mozo se acercó para mostrarme el menú y mi elección fue una de pepperoni, posterior a la cena que con sinceridad me satisfizo volví a mi domicilio.

Unas cuadras antes pasé al costado de una propiedad abandonada llena de arboledas, ahí vi algo que me sorprendió, fue la silueta de una mujer, quien vestía prendas en deterioro, intenté identificarla, pero un perro pasó frente a mi rodado y tuve que evadirlo, hasta que ya no hubiera peligro para el can. Me estacioné al margen derecho de la calle, descendí del vehículo y luego volví a mirar hacia la plaza, ya no había rastro de aquella mujer. Caminé hasta la propiedad y enfoqué la linterna para tratar de verla de nuevo, pero no veía nada. Pregunté con curiosidad ¿Hay alguien ahí? El desmesurado silencio respondió con la nada habitante en el vacío de la oscuridad. Froté mis ojos, tembloroso, anonadado, con ansiedad de encontrarme con alguien y que no sea un simple producto de mi imaginación o más bien un delirio por mi abstinencia. Di media vuelta y seguí mi camino.

 Al llegar a mi hogar pensé en todo lo que haría falta, los instrumentos de supervivencia que pudiese ser de utilidad para el lugar hostil al que nos enfrentaremos. Entré a la sala y me molesté por el desorden, pero estaba muy cansado para hacer algo al respecto, solo acomodé mi portafolio por un rincón y empecé a buscar discos compactos para escuchar música que pudiese relajarme. Encontré música contemporánea y me recosté con el uniforme puesto sobre el sofá gris con diseños victorianos. Me dirigí a mi habitación, me quité la ropa y fui al baño a ducharme, el agua relajaba mis músculos, eso me hacía bien. Salí del baño para ir a mi habitación, donde me puse mi pijama y luego como era costumbre me serví una taza de leche y después de eso me acosté, pensaba también en mi mamá, espero que se recupere pronto, hace tiempo no sufría una crisis así. 

Luego de haberme acostado miraba el ventilador, no conciliaba el sueño, me parecía raro que no se manifestase nada en mi habitación, luego de años en la profesión es normal observar escenas irreales que juegan con tu mente. Cerré mis pesados párpados uno después del otro, entré en un estado de letargo, algo que no me suele ocurrir. Una vez, en los brazos de Morfeo, vinieron a mí muchos tipos de sueños extraños, debe ser producto de mi trabajo y el stress que produce estar en lugares de asesinatos, accidentes, conflictos y cosas que hunden a la sociedad, en un estado primitivo, no obstante debo ser fuerte y soportar todo.

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