Conociéndose de una manera no grata

—Si, lo sé papi— tomo un sorbo de su jugo de naranja, se paró y les dio un beso en la mejilla a cada uno — si quiero llegar temprano, me tengo que ir, los amo— dijo mientras salia.

—Nosotros también te amamos— dijo la madre en un pequeño grito, se escuchaba muy alegre.

Los padres vieron como su hija salía de la casa y se arreglaron para el trabajo, el Señor Arthur de aquella chica tenía una empresa, en la cual cuando él tenía que salir, algún encargado se quedaba, cuando estaba el señor Bayron Lonzelt, él era su mano derecha, eran mejores amigos, pero al pasar lo que pasó con su hija, esa amistad se quebró de inmediato, cambiando todo, contraseñas, etcétera, todo lo que el señor Bayron sabía, el señor Arthur lo cambio de inmediato y la señora Graciela era una escritora, un libro que nunca salió a la luz fue aquel libro que escribió con la señora Amanda Lonzelt, al igual que sus hijos y esposos, ellas eran mejores amigas, pero al pasar todo lo que pasó, todos lazos estaban totalmente rotos, aunque eso no lo sabia Belén.

Se sabía que Belén estaba tan orgullosa de sus padres, ellos se esforzaban mucho y ella también lo queria hacer, quería que sus padres estuvieran tan orgullosos como ella lo estaba de ellos, pero a pesar de todo, los padres de Belén le demostraban a la joven que tan orgullosos estaban de cada cosa que hacía.

Al salir de su casa, Belén se puso sus audífonos, no tardó mucho para llegar a la escuela, no quedaba muy lejos, así que pudo llegar muy rápido.

—Por fin llegué, que maravilla, mi primer día en un nuevo salón, estoy tan emocionada— decía mientras se quitaba sus audífonos y los guardaba.

Vio el papel que le habían dado dias anteriores y pudo ver qué decía 3B: Aula 1, busco por todas partes y no encontraba el salón que aparecía en ese papel, vio a un chico y le pregunto, él le señaló y le explicó por dónde era, ella le agradeció y se fue, resulta que su salón quedaba atrás del primero que estaba enfrente, se dirigió a ese salón y por fin había llegado acomodó todo en su lugar.

—Perfecto— dijo mientras sonreía por lo bien acomodado que había puesto todo, se puso a leer un poco, en lo que empezaba la clase, veía como todos ya tenían amigos y se sentaban con ellos, en todo el día, nadie se sentó a su lado, pero eso no le importo, "ellos se lo pierden" pensó.

Belén no entendía el por qué hacer amigos nuevamente era tan difícil, pero el no tenerlos, no le importaba, se centraría más en sus estudios.

Suspiro y pensó — como extraño a Isaac, no se por que no pueden comunicarse con ellos, mis padres han estado demasiado raros cada vez que les hablo de él y ¿Si algo le pasó a Isaac y a su familia?— negó con la cabeza —si algo les hubiera pasado, ya hubiéramos tenido noticias, las malas noticias son las primeras en llegar, así que debo alejar esos pensamientos negativos, también me preguntó ¿Que habrá pasado con Angélica? Los dos desaparecieron de una manera muy extraña— decía en sus pensamientos, ya que no quería que nadie la escuchará si lo decía en susurros, poco después el maestro entro al salón, sacándola de sus pensamientos.

—Buenos días jóvenes, bienvenidos a este nuevo año escolar, soy su maestro Emil, espero todos se porten bien, la clase está por empezar, espero pongan mucha atención— dijo el maestro mientras escribía unas cosas en el pizarrón, la primer tarea.

La clase paso poco a poco, la hora del receso había llegado después de un buen rato, Belén como ocasiones anteriores, se tuvo que poner a comer sola, observando como todas las mesas estaban llenas, pero a ella le seguía sin importar, si tenía amigos o no, no era de sus mayores preocupaciones, dado que ya había estado sola anteriormente.

Por fin fue la hora de salida y Belén estaba tan alegre por salir, ya que fue un día muy aburrido.

Saliendo de la escuela, se fue por la misma calle en la cual se fue a la escuela, para fortuna de ella por ahí casi no pasaban carros, se dispuso a escuchar música mientras se dirigía a su casa, se puso sus audífonos, camino por una curva, pero no se percató que un chico iba manejando a gran velocidad, él no había visto a Belén ni ella a él, pero cuando la alcanzó a ver, el chico se sorprendió mucho y empezó a sonar el timbre de su bicicleta, pero Belén llevaba la música al máximo del volumen, lo cual hizo que no lo pudiera escuchar.

—¡CUIDADO!— Dijo el chico, por último, pensando que lo escucharía, pero fue imposible.

Él chico después de unos segundos de intentar parar, había perdido el control, se encontraban tan cerca el uno del otro, lo cual hizo que estos dos jóvenes, chocarán, callendo la bicicleta encima de la pierna del chico y Belén callendo encima de uno de sus brazos, pero a un lado del chico,  ambos jóvenes se veían muy lastimados, pero para fortuna de ellos, habían caído en el pasto, pero esto no impedía que tuvieran raspones y se hubieran lastimado.

—¡AHHHHHH! Mi brazo, debes tener más cuidado, chico tonto — dijo Belén un poco molesta y con mucho dolor.

—¡AGH!— se quejo el chico — me duele mi pierna por tu culpa, tú eras la que iba con los audífonos, debes prestar más atención, eres una tonta— dijo entre quejidos, ambos chicos estaban muy molestos.

Belén, al escuchar lo que dijo el chico no pudo decir nada, sabía que lo que decía aquel joven era cierto, ella también tuvo la culpa por ir con los audifonos y no darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, lo ocurrido le habia dado una lección, con el brazo que no le dolía a esta chica, agarro su celular que había caído alado de ella y llamo a su padre.

—Agh— se quejo —papi, ven a la calle que va en dirección a la preparatoria por favor, agh— dijo Belén, entre quejidos.

Aquellos chicos se veían realmente lastimados.

El padre le dijo a la secretaria que cualquier cosa que pasará, le llamara a su celular, él estaba tan preocupado.

—Ya voy cariño— dijo mientras colgaba, con suma preocupación, sin preguntarle nada a la chica, para luego dirigirse a dónde ella le había dicho que se encontraban con anterioridad.

El señor Pindu llegó lo más rápido que pudo, estacionó el carro y de inmediato se bajó, pudo ver qué Belén y el chico no podían pararse, dado que el dolor era mucho, se podia escuchar a aquellos jóvenes quejarse demasiado, se podía notar en sus expresiones que no la estaban pasando para nada bien, el señor Pindu llamo de inmediato a una ambulancia, la cuál llegó rápidamente, el padre los siguio en su carro.

La ambulancia llegando al hospital se detuvo y muy rápido bajaron a estos dos chicos, para poder proceder a hacerles la curación.

El señor Pindu estaba preocupado y esperando en la sala de espera, no podía estar sentado, todo esto lo ponía nervioso, así que se puso a dar vueltas en toda la sala de espera.

Poco tiempo despues, ambos salieron enyesados, pero aquel chico, también salió con unas muletas, ambos al salir, se vieron el uno al otro, con mucha vergüenza, Belén llevaba enyesado el brazo y el chico la pierna.

—Perdón, admito que fui una tonta al llevar audífonos y no fijarme, no volverá a pasar—. Admitió Belén un poco arrepentida.

—No te preocupes, yo debí fijarme, quería llegar rápido a mi casa para comer— dijo mientras se rascaba la cabeza, mientras en su rostro reflejaba una gran sonrisa, aquel chico que aún era un desconocido para ella.

El padre de Belén se dirigió a los chicos y les pregunto — ¿Cómo paso esto?— no se veía enojado, en su rostro solo mostraba preocupación por ambos.

— Fue un pequeño accidente— dijo Belén sonriendo.

—Señor ¿Dónde puedo ir a pagar por mi curación?— dijo el chico interrumpiendo.

—No te preocupes, ya pague todo, no tienes que preocuparte por nada— dijo el padre de Belén mientras le sonreia.

—¿Qué? ¿Cuanto fue?, Déjeme pagárselo— dijo aquel chico, no quería que un desconocido pagará por él, le daba tanta vergüenza, el chico empezó a buscar su billetera, pero con muletas se le dificultó un poco.

El señor soltó una pequeña risa —no es necesario, déjame llevarte a tu casa— dijo el señor Pindu mientras lo observaba con ternura, aquel chico por alguna razón y aún sin conocerlo, el señor Pindu sentía cariño por aquel chico, pero, ¿Cómo era posible sentir cariño por alguien que penas conoces?, Lo mismo quería saber Arthur, no se podía explicar que pasaba.

—Señor, no quiero ser ninguna molestia— dijo el joven, se veía muy avergonzado.

—Los amigos de mi hija, no son ninguna molestia— dijo de inmediato y con esa sonrisa que podía dar tranquilidad.

—Si amigos, vamos— dijo Belén un poco dudosa, no sabía si la afirmación de su padre era cierta, dado que apenas se conocieron y de una forma no muy grata.


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