II

Cuando llegué al edificio donde reside la Sede, las majestuosas puertas de lo que parecía una biblioteca o algún edificio monumental era mi obstáculo hacia mi superior. Al entrar se podía ver todo cubierto de madera, de esa antigua madera tallada a mano que escondían imperfecciones pero que tales la convertían en algo precioso y artesanal. El recibidor no era más que un amplio salón con un puesto de recepcionista al centro, este era rodeado por columnas y diferentes adornos que hacían de aquel lugar algo serio y cauteloso, por más que fuese una sede repleta de personas, se podía notar la calma y más que todo la organización de todos a su mando. Tuve que pasar por el a veces innecesario protocolo de seguridad antes de cruzar hacia los pasillos, se trataba de algo simple como los filtros de seguridad de un aeropuerto, pero aparte de quitarte lo superficial debes cortarte un poco el dedo para dejar caer una gota de sangre en el aparato que permitía tu entrada, era muy parecido a una prueba de hemoglobina, sin embargo era un protocolo muy arcaico pero a la vez modernizando que ha cambiado según el tiempo, antes la sangre caía sobre un recipiente que cambiaba de color segun tu raza y archivo, ahora debido a las tecnologías solo podías ver una luz verde que hacía abrir el paso.

 Luego de llegar al despacho de mi superior, abrí la puerta y lo vi sentado en su amplia silla girado hacia el hermoso ventanal que cubría toda la parte trasera de su oficina.

-Mucho tardaste en presentarte por aquí Ángel Abadez Cherrywell- dijo el capitán mientras giraba lentamente su silla hacia mi dirección.- Debió presentarse una vez hubiese despertado, pero dime quien es usted para acatar las reglas no?

Mencionar el nombre completo de un mago era algo muy íntimo ya que con esa información se podría realizar un conjunto de hechizos que no convendría, por eso la mayoría de personas solo portaba seudónimos o cortan sus propios nombres con el fin de aparentar un nombre completo.

-Solo tome un pequeño desvío capitán, ya sabe, necesitaba estirar las piernas, nose, mojar un poco el paladar, no se sobrevive tantas veces a la muerte como para cohibirse de un paseo.

El capitán era un fortachón de si acaso unos cincuenta y tantos, era un pedazo de hombre de 2 metros rapado a lo militar y tenía esos rasgos cuadrados e intimidantes lleno de cicatrices en la cara, pero le adornaban muy bien sus pedazos de ojos azules, era un excéntrico hijo de la gran puta, era como cualquier otro jefe, que llegas a odiar de tal forma que te has pensado matarlo, pero el miedo a la cárcel te detenía.

-Bueno bueno, es una alegría verte caminar después del estado con el que volviste, también es una alegría que hayas venido tú solito, ya que te han solicitado para un trabajo algo especial.

Cuando el capitán se refería a algo especial era más un grano en el culo que algo bueno. Me dijo que alguien de la iglesia había solicitado mi presencia para una misión en la cual necesitaban a un mago capacitado.

-No puedo aceptar dicho trabajo.-dije arrojando mi mano en su escritorio.- primero que nada mi relación con esos idiotas no era la mejor y además tengo otro trabajo de suma importancia.

-No te estoy preguntado soldado, te estoy dando una orden.- dijo mirando directo a mis ojos, levantando pechito y poniendo su cara de estúpido amenazante.-O prefieres asumir las consecuencia de rechazar una orden?

-No, mi capitán, Como usted diga.

El trabajo no era más que buscar a Thomas, si, era mucha coincidencia que me hubiesen asignado la misión, pero no me sorprendía nada que la iglesia me quisiese usar como su perro sabueso, tampoco me sorprendía que mi superior aceptase la petición de la iglesia; lamerle un poco las botas a los grandes siempre llevaba a algo bueno. 

No me interesaba nada estar acompañado de algún cura que solo retrasaría mis efectivos *métodos de interrogación*, pero cómo siquiera negarme a un llamado de la iglesia y más cuando había recibido ese convencimiento de mi capitán.

Me explico los datos de la misión, aun para nosotros era un misterio el por qué de su persecución, apenas habían dejado cabos sueltos, como que era un hereje, que había quebrantado reglas, cosas que no eran concretas.

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