Capítulo 7. Una sonrisa

[Perspectiva de Edén]

No lo entendía, ¿cómo llegué aquí? Yo solo quería un poco de agua para mi garganta seca, solo agua. ¿Qué tenía esa botella entonces?

No puede ser. No puede ser. 

Solo recuerdo que lo bese, y después… lo volví a besar. Pero él… él me respondió, me llenó la boca con su lengua y no me dejó escapar. Sentía que me asfixiaba, sentía que el calor me abrumaba y solo cuando me quitó el vestido… no, no, no pude evitarlo, y él… ese hombre no se resistió. 

No lo puedo creer. Mi primera vez en este mundo fue con un desconocido, en el restaurante del amigo de mi papá, mientras terminábamos la cena. Y además, fue totalmente apasionado, casi cómo si fuéramos viejos amantes. 

No puedo negar que ese hombre era atractivo, sumamente bien parecido, con ojos grises que parecían comerme el alma. Y sus labios… oh dios, sus labios, casi me vuelven loca. 

Pero no solo eso, sus manos y la forma en que sus dedos tocaban en mi piel parecían encender cada vez más mi deseo. No… no lo puedo negar, me gustó, y tal vez de saber que él estaría ahí para aliviar mi frustración, lo hubiera hecho de nuevo. No importa, no importa, solo fue una vez. ¿No es así? 

“¿Mamá?”

Me desperté al día siguiente con un dolor de cabeza y un dolor muscular intenso en todas partes, incluso allí abajo. 

Pensé que era un sueño, pensé que nada había pasado y que todo se quedaría como un recuerdo nublado por el vino.

Pero cuando esta estúpida memoria regresó poco a poco, y los detalles se hicieron más vívidos,  fue cuando entendí la mirada de mi madre, y la de Lina. Las dos me veían con extrañeza y un rubor en sus mejillas. También había cierta risa… 

“¿Qué… qué pasó?”

“La bebida que tomaste estaba drogada,” mi mamá suspiró. 

Sentía su mirada en mi cuello. No tenía que preguntar por qué, sabía que ese hombre había marcado cada centímetro de mi piel. Aún sentía sus labios en mi espalda cuando me desvistió por completo, sus dedos seguían navegando dentro de mí, pero solo cuando él me tomó fue cuando sentí el deseo explotar en mí. 

Nunca había sentido eso, ni siquiera con el bastardo de mi vida pasada. 

“¿Quién…?”

No podía levantar la vista. Me sentía tan avergonzada. El hombre me había hecho gritar y llorar en éxtasis miles de veces y si no nos hubieran interrumpido, estaría dispuesta a seguir toda la noche hasta que cada lágrima de mis ojos hubiera sido exprimida. 

Mi madre suspiró. “Vístete y baja a desayunar.”

“Mamá…”

“Solo hazlo, Edén, ya sabrás quién es ese hombre.”

Tenía miedo, había un brillo extraño en los ojos de mi madre que me provocaban ansias. No era algo malo, en cambio, parecía extrañamente contenta. Descarada Duquesa.  

“¿Li… Lina?”

Lina tenía los ojos rojos mientras saltaba a mi cama a darme un abrazo. 

“Mi señorita ya ha crecido.”

“...”

***

“Quiero expresar mis más sinceras disculpas, Duque de Reid,” escuché la voz de un hombre a lo lejos. 

Ya había terminado de vestirme, o más bien, terminado de maquillarme para ocultar cada marca visible en mi piel. 

Tuve que utilizar una blusa de cuello alto y manga larga a pesar del calor del verano. Sin embargo, lo que me hacía enfadar y enrojecer más era que no solo eso estaba marcado, sino mis piernas y más adentro. 

Lina no podía dejar de reírse de mí. 

“No tengo forma de explicar lo que pasó, la bebida estaba drogada y la señorita Edén desafortunadamente la tomó. Sin embargo, estoy dispuesto a asumir la responsabilidad.”

Las palabras del hombre me detuvieron en seco en la escalera. La voz… esa voz la recordaba del hombre que me preguntó mi nombre mientras yo no podía ni siquiera enfocar la mirada. 

“Edén…” mi padre me observó y el hombre que estaba sentado frente a él se levantó y se giró hacia mí. Ojos grises, y cabello negro. Atractivo y con una mirada gentil. Después una pequeña sonrisa, brillante, casi hipnotizante. 

¿Qué es lo que me está pasando?

El hombre se acercó a mí y sostuvo mi mano para besarla. El recuerdo del día anterior volvió a mi cabeza, cómo esos finos labios se habían sumergido en mi piel y sus manos y sus dedos. No… no puedo seguir pensando en ello. Fue un accidente. Una cuestión de una sola vez…  

“¿Qu… quién es…?

“Mi nombre es Albert du Eylos, mi querida Edén.”

“¿Qué?”

“Ven,” me guió hacia abajo sin contestar mi pregunta. “Saluda a tu padre primero, después podremos hablar a solas.”

¿Quién se cree este hombre?

“Edén,” mi padre me miró preocupado, “este es el hombre con el que…” se aclaró la garganta. Se le veía enfurecido casi a punto de estallar. Tal vez, por esa razón Jason no estaba aquí, si no, hubiera matado a este hombre. 

“Edén,” el hombre continuó cuando mi padre tuvo problemas para decirme lo que sea que hubiera decidido. “A partir de hoy eres mi prometida.”

“¿Papá?” miré al hombre que aún seguía tratando de contener su furia. “¿Qué está pasando? ¿Prometida? Pero… todo fue un error… me disculpo señor, ayer no estaba pensando con claridad, no creo que sea necesario llegar a tanto, por favor, regresé…”

“Edén,” mi padre me observó con desesperanza, “el rey ha aprobado el compromiso, no se puede deshacer.”

“¡¿Qué?!”

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