2: EL VIAJE QUE NOS UNE Y NOS SEPARA

La expresión de David Alberto es capaz de leerse desde la distancia y vaya que era mejor mantenerla así para no recibir alguna clase de comentario impropio o un insulto bien elaborado, sin caer a lo vulgar claro. La forma en que mira al frente con sus cejas juntas por lo mucho que frunce el ceño, la mueca de total desagrado e incomodidad, más sus brazos cruzados a la altura del pecho, deja en claro que al verse sentado al lado de su hermana por tercera ocasión, no era lo que esperaba.

Arlyn ha hecho un trabajo impresionante ignorando al cascarrabias de su mellizo, sin embargo, no puede evitar maldecir por lo bajo cada vez que él se remueve en su asiento, golpeándole por accidente (al menos eso espera) con los codos.

Los asientos son incomodos para David, tanto por la tela, como por el hecho que no son suaves ni desprenden un increíble aroma a lavanda, además el tener que llevar puesto el abrigo gris con interior de lana, hecho a la medida cabe aclarar, solo agravaba la situación. Ha comenzado a tener calor, pero no piensa retirárselo y hacer que su camisa toque lo sucio de esas cosas que han puesto como asiento. No es que tenga alguna clase de fobia a las bacterias o la suciedad, sin embargo, si puede evitarlas, no dudara en hacerlo.

Echa la cabeza hacia atrás, apoyando la nuca en el respaldo y suelta un resoplido; sigue sin creer que su padre le mandara a los asientos de turista junto a su hermana y cuando pregunto el "por qué", la única respuesta que le dio su papá ante su obvia inconformidad fue: "No hay más que solo dos boletos para la primera clase, tendrás que ir con ella", después de eso le palmeo el hombro, sonriendo con una amabilidad falsa y se fue a comprar dos boletos de turista y uno de primera clase, donde de seguro le estarían sirviendo un buen coctel de camarón con pulpo.

Desde pequeño, al menos hasta donde recuerda, siempre viajó con su padre en primera clase, igual que Arlyn y su madre, los viajes de familia siempre fueron así y era increíble. José Luis, su padre, no detesta la clase turista, es solo que por su gordura, prefiere no incomodar a la gente; según dice, David Alberto no le cree nada.

<<Maldito gordo de m****a, ¿por qué no la acompañas tú y te dedicas a rascarte las verijas como siempre haces? Ha, claro, que tu pansa no te deja, ¿verdad? >> Eso le hubiera encantado responder, pero no quería ser golpeado hasta la muerte con la edad de veinte años, a punto de cumplir los veintiuno; definitivamente eso iba a ser muy vergonzoso.

David se descruza de brazos, enderezando su cuerpo para encorvarlo hacia enfrente y poder sostener su cabeza con ambas manos, Arlyn le volteó a ver y soltó un suspiro, él voltea haciendo una mueca. Sabe lo que su hermana quiere, pues se ve en su mirada; cumplir la petición que su madre les pidió: hablar.

¿De qué podía él, David Alberto Herrera Cabriales, hablar con su hermana, Arlyn Herrera Cabriales? De seguro ella no sabía nada de política, tampoco sobre la crisis que el estado estaba sufriendo por la baja venta de algodón, ya que es el primer material prima que se produce en las apreciadas tierras, dejando de lado el ganado. El cual ha aumentado; no tiene nada de malo que el negocio aumente, sin embargo, muchos terrenos con buena tierra se están viendo afectados.

Por otro lado, podría hablar con su hermana sobre música. Ambos tocan instrumentos musicales los cuales no son los mismos, pero definitivamente sonaban bien juntos, pasan mucho tiempo practicando y está seguro haberle escuchado escuchar bandas de su gusto. Bueno, mejor partir de lo seguro a cagarla apenas empezando.

— ¿Grupo musical favorito y por qué? —Arlyn, que había bajado la mirada al celular, voltea a verle extrañada, él rodó los ojos. ¿En serio le tiene que explicar todo?— Mamá quiere que platiquemos, así que el único tema que encontré para que nosotros no nos vayamos a los golpes e insultos, es la música.

— Vaya —ella arquea una ceja, viéndole mientras hace una mueca—, no lo había pensado —es claro su sarcasmo, pero no piensa caer ante esa provocación.

— Claro que no —vuelve a enderezarse, cruzando los brazos—, de seguro estabas pensando en comprar ropa a donde sea que vayamos.

— Pues yo pensé que estabas pensando en las putas que te cogerías.

— Oye —coloca la palma de la diestra sobre su corazón, como si le hubiera herido—, nunca me he metido con putas.

— Sí, claro —suelta burlona—, ¿ahora me dirás que eres virgen?

— Solamente responde la pregunta que te hice —David se sostiene la cabeza con ambas manos, un gesto que dejaba en claro su irritabilidad ante la postura de su hermana—. Sabía que mamá estaba pidiendo un imposible.

— Bueno —la expresión de ella ha cambiado, incluso ha relajado un poco sus hombros. Sabe que su hermano, siendo un idiota y cabrón, jamás le mentiría a su madre ni menos le fallaría en alguna petición que ella haya hecho—, tengo bastantes grupos musicales que me encantan, pero diría que Queen está sobre todos ellos.

— ¿Queen? —David frunce el ceño, viéndole un poco confundido— ¿Ivy Queen? —Arlyn hace una cara de sorpresa total, combinada con ingenuidad y desagrado. No es que no le guste la cantante puertorriqueña de reggaetón, pero su hermano la ha cagado en grande.

— Una cosa es grupo musical y otra, solista, David, y tú has preguntado por lo primero —coloca las manos en la cintura, viéndole con reprimiendo—. Es claro que hablo de Queen, el grupo de rock — soltó un suspiro al ver que su hermano, el cual tiene una expresión que dejaba en claro que no lograba ubicar de quien hablaba ella—. El vocalista es conocido como Freddy Mercury —la claridad ilumina el rostro de David, haciendo que ella sienta emoción; ¿acaso era el grupo musical favorito de su hermano, también?

— ¿El puto?

— Homosexual —dice entre dientes, enojada con ella misma por pensar que su hermano iba a ser diferente al menos en ese aspecto—, esa palabra es muy grosera.

— Bueno, todo México la usa para algo, es como el "wey" ¿sabes? Además, solo es insulto si así lo tomas —le señala, haciendo que Arlyn suelte un bufido—. Dejando eso de lado, él cantaba increíble, pero referente al rock, prefiero la voz de Robert Plant.

— ¿El de Led Zeppelin, en serio?

— Sí —se ríe al ver la cara de sorpresa de su hermana—, aunque no lo creas, también me gusta ese grupo, pero no es mi favorito.

— ¿Y cuál es?

— No dijiste por qué te gusta ese grupo —le recordó, pues había sido parte de la pregunta también y su hermana estaba pasándola de alto, aunque ha notado ya la emoción por parte de ella—, no seas tramposa.

— No soy tramposa, solo se me ha olvidado. Me gusta mucho porque a pesar que en esos años la homosexualidad no era tolerable y era detestable la gente respecto a ese tema, él se alzó en escenarios e hizo al mundo temblar con su voz, su música... fue asombroso.

— Lo fue.

— Ahora te toca a ti responder — su hermana parece en verdad emocionada con escuchar la respuesta, pero David no apostaría a por ello si se lo pidieran. Lamentablemente iba a tener que responder porqué él había hecho la pregunta y porque su mamá se lo había pedido, así que ni modo— ¿David?

— Panda.

— ¿Panda? —Arlyn arqueo una ceja, es obvia su confusión y asombro— ¿En serio te gusta ese grupo? ¿Ese?

— Sí — se alza de hombros, queriéndole restar importancia con ese gesto.

— ¿Por qué? —niega con la cabeza, queriendo pensar mejor lo que está por decir— Perdón que no lo entienda, pero me ha desconcertado demasiado esto. Ese grupo es... es... horrible.

— ¿Horrible porque canta canciones donde pone a la mujer como infiel, promociona la masturbación y tiene una canción donde el chico asesina a la chica? —asiente lentamente cuando su hermana asiente numerosas veces— Bueno, son divertidos.

— Es asqueroso.

— Claro que no —bien, adiós a la calma de hace unos segundos—, me gustan sus videos. Tienen de todo.

— Son mórbidos —su hermana negó con la cabeza, sin comprender su gusto y él hizo una mueca.

— Yo no dije eso del tuyo, espero el mismo respeto a los míos.

— Bien, pero me siguen dando asco.

— Pues no me importa —después de esas palabras, buscó ciegamente la palanca que haría al respaldo del sillón irse para atrás, al menos unos pocos grados; al encontrarla, tira de esta y soltó un suspiro al sentir la comodidad— ¿Sabes? No escuché a padre decir a dónde iríamos, ¿sabes tú algo?

— No, yo tampoco logré escuchar algo en casa ni en la primera o segunda escala, tal vez vayamos a Cabos San Lucas o Cancún, como en años anteriores —su hermana apoyó los codos en el separador de los sillones, el escote del vestido azul grisáceo deja demasiado a la imaginación, eso es bueno porque no parecía una puta y así él sería el centro de atención, cosa que ella odia ser; todos salen ganando—. Me gustaría mucho ir allá, el último viaje que hicimos en familia fue fascinante.

— Los restaurantes eran buenos —recuerda él, haciendo a su paladar recordar el buen sazón y cocción de todo lo que comió allá—, además de que sus zonas de turismo producen mucho.

— ¿Acaso ves todo como negocio? —le ve interrogante, aunque no sorprendida.

— Sí —David hace una mueca, volviendo su atención al frente—, papá me enseñó que todo se puede volver negocio. ¿Recuerdas cuando padre me llevó a mi primer viaje de negocios?

— Sí, me quede con mamá a cocinando aquella vez; ella dijo que volverían al anochecer y que la mejor forma de recibirlos seria con la cena lista.

— Sabía rico el estofado de ese día —recuerda aquella cálida noche, había vuelto muy cansado, pero al ver a su madre y hermana esperando a ellos, bueno, aún no puede describir la emoción que sintió—; lo hizo mamá aunque ella dijo que fuiste tú, ¿verdad? —volteó a verla al momento de preguntar.

— Sí —su hermana puso los ojos en blanco— No te burles, ¿de acuerdo?

— De seguro quemaste la pasta y la carne se te sobrecosió.

— Dije que no te burlaras —hace una mueca, la cual tiembla por volverse una sonrisa—, además solo tenía siete años ¿qué esperabas que pasara?

— Es verdad —ladea un poco la cabeza—, éramos muy pequeños —cerró los ojos, posando las manos en su vientre al momento de enlazar sus dedos—. Una vez —comienza, un tanto inseguro— cuando llegamos a la empresa algodonera vi a un hombre bebiendo, pensé que papá lo regañaría por beber en horas laborales, pero lo único que hizo fue palmearle la espalda con simpatía y seguir adelante con una enorme sonrisa. Pensé: "Está loco, ¿por qué no lo regaña?" y cuando fue la hora de salida, lo supe. Papá se acercó a ese hombre, le coloco la mano en el hombro y dijo: "Si te vuelvo a ver bebiendo en mi empresa, le diré a tu esposa lo mucho que te gusta revolcarte con las putas del bar."

— ¿Papá dijo eso? —Arlyn boquea, viéndole impresionada— ¿enfrente de ti?

— Sí y con eso me enseñó que todo lo que vea, huela, pruebe o sienta puede ser vendido; usado a mi favor —se alza de hombros—. Todo es negocio. No pienso malgastar ese concejo.

— Es... una cruel realidad.

A pesar de esa palabra, David no abrió los ojos. Tenía muy en claro que su hermana jamás le entendería, para ella todo era ropa, injusticia y cocina, posiblemente hombres ¿quién sabe? En todo caso, ¿por qué si quiera le había contado aquello? Arlyn sin duda estuvo refugiada en casa en los brazos de mamá, mientras él tuvo que estar con su padre; le conoce más que su hermana, la envidia por ello. Él hubiera querido quedarse en casa todas aquellas veces que tuvo que salir con su papá.

Niega con la cabeza, debe de parar con aquel camino de pensamientos antes de que le lleven a lo peor. Así que, para ya no caer en una posible discusión con su hermana o defraudar a su madre, decidió dormir. Cosa difícil con aquellos sillones, pero al último, dándole la espalda a su hermana y encorvando ligeramente su espalda, lo consiguió.

Arlyn, por otro lado, observó a su hermano un poco más de tiempo después de que este logró dormir; intenta comprenderlo, quiere encontrar en él algo diferente o que los lleve a una relación buena para no preocupar más a su madre, pero simplemente se le hace un cerdo machista. Es extraño, pues a veces la postura de David no suele ser la misma, hay ocasiones en donde su mellizo lograba sorprenderla por sus actos o palabras. Ella agradece mucho el haber conocido a esa persona que tanto quiere y que gracias a Dios no era un descerebrado más de la sociedad, a pesar de ser amigo de David Alberto.

Saca su celular, apoya bien la espalda en el respaldo hasta poder hacerse de una cómoda postura, y comienza a conversar por medio de mensajes con aquel chico bonito, pero solo es cuestión de minutos para que ella también quedé dormida.

Ambos comparten eso, una vez su cabeza toca una almohada quedan completamente dormidos y no necesariamente necesitan de una, solo es cuestión de que se acomoden bien y quedan completamente dormidos; sus siestas duran tres o cuatro horas y lo único que logra despertarlos es el suave toque de su madre contra sus cabellos o el olor a comida, es impresionante.

David Alberto sueña con el día que su padre le otorgara el poder de una de sus industrias y con ello poder volverse poderoso e irse lejos, se puede ver en una cálida casa cerca del mar. El aroma salado y el calor del intenso sol le hacen sonreír. Arlyn, por otro lado, sueña con una elegante boda, sus compañeros y familia están ahí, su madre le besa la mejilla y ve a su padre llorando, el cual le rodea con un fuerte abrazo, diciéndole: "Estoy orgulloso de ti".

Una turbulencia demasiado brusca hace a David Alberto enderezarse de golpe, saliendo de su sueño con prisa y miedo ante el repentino zangoloteo; observa a su alrededor, esperando ver a la gente gritando o con los respiradores colocados ya, pero al ver a todos tranquilos suelta un suspiro y decide seguirles. Acomoda bien el respaldo del sillón, haciendo una mueca cuando comienza a batallar, al lograr colocarlo correctamente se pasa una mano por el cabello y después arregla el frente de su abrigo, maldiciendo en voz baja al notar que su camisa se ha arrugado.

Cuando todo está en su lugar, voltea a ver a su hermana y se percata que está dormida, se siente un poco derrotado al verla dormir a pesar del maldito movimiento de hace unos segundos... <<Que siga así. Con suerte y mi padre se olvida de ella y la dejamos aquí, de igual forma no creo que le moleste ser libre>>.

— ¿Crees que él sea parte? —la pregunta formada con una dulce voz, le hace fruncir el ceño pues desde que despegaron, no había puesto atención a los demás.

— Espero y sí, no quiero que nos pase igual que a Frida — respondió una más—. Aunque será en tres meses que lo averigüemos.

— Pobre muchacha, sufrió mucho.

— Oye, ¿ya viste a la chica de ahí? —cuestionó un chico unos asientos frente de ellos— Es guapa, iré tras de ella.

Observó confundido a su alrededor, todos los pasajeros son jóvenes y puede asegurar que de su edad, unos dos años menos o más, pero sin duda son cercanos a su edad. Bien vestidos y con portes que solamente los de clase alta portan, deja en claro lo que ha pensado; todos son chicos ricos. No hay duda y no es que eso estuviera mal, lo que pasa es que no es normal. ¿Por qué chicos ricos, con padres posiblemente forrados en dinero, irían en clase de turista?

Su padre los mandó ahí por falta de boletos, ¿acaso con ellos había sido la misma excusa? Lo duda.

— Arlyn —sujetó los hombros de su hermana, moviéndola para poder despertarla—. Arlyn, vamos; despierta. Necesito que te despiertes en este momento.

— ¿Qué...? —soñolienta, solo se remueve para volver a recuperar el sueño.

— Abre los malditos ojos de una puta vez —porque los medicamentos estaban en su maldita maleta y si no obtenía un distractor, la cosa se iba a poner realmente fea. Le apretó con fuerza, sacudiéndola con desesperación, haciendo que su hermana se despertara por el dolor.

— ¡Eres un hijo de puta! — grito Arlyn, quitándoselo de encima y enderezándose, viéndole irritada— ¿Qué demonios te pasa? —cuestiona, sobándose los hombros— ¿Estás loco?

— Quiero que veas disimuladamente a tu alrededor y me digas lo que ves.

En vez de hacer lo que él le dijo al pie de la letra, su hermana volteo a la izquierda, luego miro al frente y atrás muy notoriamente, pues incluso se sentó de rodillas sobre el asiento para poder ver a los pasajeros tras de ellos. Era como un maldito búho buscando, más con los ojos grandes que se carga. David ocultó su cara entre las manos, por razones como esa es que deseaba ser hijo único.

— No veo nada raro —dijo por fin su hermana, sentándose correctamente antes de voltearlo ver.

— De acuerdo, eres una tonta y ciega —David soltó un suspiro, descubriéndose el rostro—. Voy a decirte lo que yo vi y claramente tú no: todos los pasajeros que están aquí tienen nuestra edad, además de eso se ve a leguas que son ricos —su hermana entrecierra los ojos, luego se alzó de hombros, como si aquello no fuera importante—. Lo pondré de una forma que puedas entender, ¿de acuerdo?: Si fuera por mí ¿estaría aquí?

— Claro que no —entorno los ojos, con claro fastidio—, tú preferirías estar mil veces en casa que estar aquí.

— Exacto. Todos los de aquí son como yo, son personas que adorarían estar en otro lugar que tener el culo sentado en sillones tan baratos e incomodos.

— Venga, tal vez eso a ellos no les importe.

— Dios, eres estúpida.

— Es que no entiendo porque te enojas, no a todos nos gustan los lujos aunque hayamos vivido entre ellos —le palmeo el hombro, un tanto preocupada que su hermano se alterara más—. Debes calmarte, lo único que estás ocasionando es que nos volteen a ver y sé lo mucho que te molesta que hagan eso cuando no es apropósito.

— Mira, solo quiero que tengas en cuenta esto: a donde sea que vayamos ¿es un lugar único para jóvenes o dime por qué no hay ancianos o gente mayor aquí?

Arlyn frunció el ceño ante aquello, retiro la mano del hombro de su hermano y volvió a ver a su alrededor, vio a cada uno de los jóvenes ahí presentes. Las ropas caras y brillantes, los collares y relojes que de seguro se evaluaban a más de 1000 dlls. El maquillaje de las chicas dejaba en claro que iban a una clase de fiesta lujosa ¿a la misma que iban ellos? Imposible, sería demasiada coincidencia ¿o no? Los chicos, por otro lado, visten con trajes hechos a la medida y relucientes zapatos, David Alberto tenía razón; todos son igual que él.

Se sentó correctamente, sujetó con fuerza su celular y en el resto del viaje ella y David guardaron silencio.

Para David fue extraño que el piloto no dijese el nombre del destino al momento de aterrizar y cuando quiso saberlo por parte de una de las azafatas, ellas solo le desearon una feliz compra. Arlyn le volteo a ver extrañada y claramente nerviosa, más cuando las mujeres le dijeron lo mismo a cada uno de los jóvenes hombres, pero a las mujeres solo les sonrieron falsamente. Los mellizos conocen muy bien esa sonrisa, a ellos no se les puede engañar.

Tiene en claro que en su ciudad el machismo fuera algo obvio e incluso muy abierto, tanto como la homosexualidad en estos días, pero ¿en aquel lugar también? No sabe dónde se encuentran ni siquiera si están en México todavía o en el continente al menos, lo duda mucho. Observa atento a su alrededor, manteniendo una corta distancia con su hermana, pues no quiere problemas con algún extraño. Intenta visualizar una bandera, un detalle cultural que le dé alguna pista, pero no hay nada.

Definitivamente eso es raro, todos los países siempre dejan en claro donde se encuentra uno, pero aquí no. Las mujeres que logra visualizar en la central, mantienen la cabeza baja al lado de su compañero, mientras estos hablan sin parar; visten largas faltas o pantalones sueltos, con el cabello perfectamente peinado en un moño alto. Cualquiera vería aquello normal, realmente no tendría nada de raro, si no fuera por aquel barato maquillaje que no cubre nada bien los golpes varias mujeres.

Si así de visible es el machismo y la violencia doméstica, significa que debe ser un lugar en Asia Meridional, pero el paisaje no corresponde a nada de lo que conocía mediante fotos o documentales; edificios altos, arboles llenos de hojas opacas y el cielo nublado, hace una mueca; no estaba nublado, era simple contaminación.

<<Necesito una máscara, a este paso me dará cáncer>>

— David, Arlyn; vengan — el llamado de su padre les hace voltear a la derecha, encontrándolo reunido con un grupo de hombres ya mayores, de su edad. Les sonrió en el momento que estuvieron frente de él—. Quiero que conozcan a mis amigos.

— ¿Esa es tu hija? —la ronca voz le sorprendió a David, más la pregunta tan directa— No me lo creo, está hermosa —comentó el hombre de barba platina, cortada a la perfección. Si él se sintió incómodo con eso, no puede imaginar cómo se sintió su hermana—. No parece tu hija —esto desato un par de carcajadas, menos de los mellizos, los cuales observan en silencio aquella platica tan extraña.

— Claro que no —José Luis posa la diestra sobre la cabeza de su hija, acariciándole con ternura paternal—, es igualita a su mamá.

— Entonces ¿hoy es su Dagmar? —su padre asintió ante la pregunta, David inexplicablemente se puso nervioso ¿acaso habían viajado tanto? Salieron el trece, ¿viajaron todo un día? —Maldición, recuerdo cuando yo cumplí veintiuno.

— Ya, ¿fue cuando se extinguieron los dinosaurios, verdad? —las carcajadas vuelven, pero David Alberto no puede dejar de estar nervioso, aquello era como volver a esas aburridas reuniones llenas de viejos a las que su padre le lleva— Felicidades, jóvenes —el hombre que ahora habla porta un anillo en cada dedo, no duda que sean de oro—, mañana será su gran día para ti —señala a David, quien voltea a ver a su hermana—; bueno, sí, también para ella.

— Gracias.

— Muchas gracias —la respuesta de su hermana y él fue automática, incluso la sonrisa lo ha sido. No están cómodos, eso se puede ver a simple vista, pero los adultos han decidido ignorarles.

Los mayores siguieron hablando cosas sin sentido y otras más que a los dos les aburrió mucho, pero sobre todo les avergonzó. Arlyn no puede creer que hayan hablado de sus amantes y esposas como si fuera tema similar al clima, pero agradece muchísimo que su padre haya cambiado el rumbo de la conversación; por otro lado, David analizó a cada uno de los mayores, obviamente eran ricos y seguramente eran iguales o peor que su padre, y por los relojes que portaban podía asegurar que eran empresarios. Solo uno de ellos no, el cual fue el último en reunirse al grupo, a ese le conoce muy bien.

El padre de Abraham, quien a pesar de contar con una buena cantidad de dinero al dirigir tres de las mejores funerarias de Ciudad Juárez y haber trabajado por muchos años como jefe de la morgue ayudando a la policía en muchos casos, viste un traje casual de color azul marino y unos zapatos que dejan mucho que pedir, pero si él estaba ahí, ¿eso quería decir que su amigo también?

Buscó a Abraham con la mirada, había muchas personas, jóvenes y adultos, siendo estos últimos puros hombres y le pareció muy extraño, demasiado, pero la hora de irse llegó y decidió ya no pensar en eso. Lo mejor era ir por su medicamento y alejarse de todo aquello, al menos espera que en donde sea que estén haya una jodida playa o buena comida, al menos.

Después de haber recogido sus maletas, subieron a un taxi que les llevaría a su hotel y Arlyn en ningún momento dejo el celular, él tampoco lo hizo. Se sentía de nuevo aquel niño asustado por el silencio de su padre cuando hace unas pocas horas éste no paraba de hablar; aunque no hubiese hecho algo malo, le inquieta pensar que será regañado.

¿Por qué lo regañaría? Bueno, descarta en su totalidad que su padre sepa de las salidas nocturnas de Arlyn, pero posiblemente supiera que ella dejo las clases de francés como las de ballet, en sí, el regaño sería para su hermana, pero él al conocedor de aquellos sucesos, era igual de culpable por no haberle dicho algo o haber evitado aquello.

Ahora bien, ¿un festejo? La idea de alguna fiesta sorpresa quedo echa puré en cuanto se dio cuenta que hoy era catorce de enero; hoy es su cumpleaños y ni luces de algún globo o serpentina. Por otro lado, el lugar es sombrío y gris, no es precisamente el mejor para realizar fiestas. Además, ¿y sus amigos o compañeros? Definitivamente nadie puede ocultar algo semejante sin dejar pistas, así que duda mucho que vayan a estar.

Las personas tampoco parecen muy felices ahí, ¿en dónde estaban?: ¿Ciudad oscura? ¿El último camino? ¿Los grises? Cientos de nombres se le vinieron a la cabeza para darle nombre a aquel lugar, pero ninguno le hacía justicia. Menos al visualizar uno que otro callejón, donde la tenue oscuridad hacia tenebrosas aquellos montones de b****a.

Su padre hace la primera parada, es un restaurante y realmente su apetito no es el mejor, David y Arlyn apenas prueban bocado a diferencia de su padre, quien devora tres platos llenos de comida. No hubo plática y lo único a resaltar, es que su padre los felicitó. No con pastel o abrazo, pero sí con un sermón. Se fueron de ahí después de dos horas, el reloj marcando las ocho de la noche. Venga, era tan temprano y él ya se estaba cayendo del sueño.

Tomaron otro taxi, en la parte trasera Arlyn y él aprovechó para dormir un poco, en definitiva estaban en otro continente pues su reloj interno estaba demasiado atrofiado.

— Hey, amores —la voz de su padre les hace despertar poco a poco, es extraño que les hable así—, ya llegamos a nuestra primera parada—David estira sus brazos soltando un gran bostezo, su hermana hace mismo, solo que en silencio y con movimientos disimulados—. Es un lujoso hotel —eso sí le llama la atención de su hijo.

Al enderezarse, David Alberto mira a su alrededor y al ver el dichoso hotel, hace una cara de espanto. Parecía sacado de los cuentos de terror: ventanas rotas, pintura descarapelada y un vagabundo sentado en la entrada con botellas de alcohol bordeándole, ese definitivamente era la cereza del pastel. Eso o la incontable b****a en el suelo.

— No me voy a bajar —anunció sin más, poniéndole seguro a la puerta y alejándose de esta, quedando más cerca de su hermana, quien también veía con horror el edificio—. Estás loco si crees que me voy a bajar.

— Tranquilo, David, no te vas a bajar —dijo su padre y David lo vio sonreír atreves del retrovisor—. Este no es el hotel en donde nos hospedaremos, solo quería platicar con ustedes antes de todo.

— ¿Qué ocurre, padre? —el asustado tono que utilizó Arlyn le hizo sentir un poco mejor; no es el único asustado— ¿Qué hacemos aquí?

— Hoy es su Dagmar —la voz de su padre suena cariñosa, pero sigue teniendo autoridad en cada palabra que sale de su boca—, es un día muy importante pues cumplen veintiún años y eso significa que ante ustedes se abren muchas puertas. Tú, David, por fin podrás tener una Ninochka.

— ¿Una qué? — David frunció el ceño, en su vida había escuchado esa palabra. Sonaba como una bebida o comida...

— Ninochka —repite su padre, la lengua acariciando la palabra con lentitud y gozo—, significa: niña pequeña; aunque el término niña esta demás.

— Es una muñeca, ¿verdad? —alza ambas cejas, viendo a su padre sin poder creerse lo que este dice— Cumplo veintiún años, papá, no tengo ya la edad para jugar con muñecas, además de que nunca me han gustado.

— Es verdad —Arlyn se lleva una mano a la barbilla, tomando una pose pensativa—, David las odia desde que vio la película de Chucky.

— ¿Puedes cerrar la boca? —la voltea a ver avergonzado, ¿cómo es que ella sabía eso?

— Sabía que tu madre se equivocaba al pedirme que no les hablara de esto —su padre soltó un suspiro, se giró en el asiento y les vio con seriedad, esa expresión ambos la conocen bien y significa que deben de escuchar muy bien lo que sea que de aquella boca fuera a salir—. Las Ninochka son mujeres criadas para obedecer a quien sea su Imre, y a diferencia de las prostitutas ellas han nacido en familias ricas y han sido criadas y educadas como cualquier otra persona rica —Arlyn parpadea repetidas veces, no creyendo lo que su papá dice, en cambio David solo frunce el ceño—. Se afinan sus dotes culinarias y artísticas, su cultura debe de ser pulida a la perfección. Cuando se cumplen los 21 años, además de otorgarle al hijo el trabajo y el poder vivir solo, se le lleva a la venta de Ninochka para que obtenga la suya.

— Eso es...

— Asombroso —David volteo a ver emocionado a su hermana, quien parecía a punto de vomitar, pero eso no le importó. Volvió la vista a su padre— ¿A qué hora vamos por la mía?

— ¡David! —Arlyn le sujeto del abrigo, obligándole a voltear a verle. Los azules ojos de ella dejan ver la desesperación y el miedo, ¿por qué? Era un regalo para él, no para ella ¿por qué está asustada entonces?— ¿Acaso no entiendes lo que pasa? Es tratado de blancas, es un jodido delito.

— Lo sé —la cara de su hermana palideció—. Te lo dije, Arlyn: "todo es negocio".

Ante esas palabras su hermana le soltó la ropa y se pegó contra la puerta del carro, parecía querer alejarse más y eso le dio risa. Parecía niña pequeña y él ahora estaba muy emocionado con la idea de las compras. Jamás en su vida se había sentido así, es una emoción muy diferente a las que con anterioridad ha sentido.

Una mujer para él; hecha, mejor dicho. La palabra Ninochka se repite en su cabeza, ¿qué idioma será? Sospecha que sea ruso, pero no está del todo seguro pues de igual forma puede ser alemán o francés, ¿qué más dijo su padre? El ceño de David se frunce, volteando a ver hacia abajo al rememorar las palabras de José Luis: "...han nacido en familias ricas" voltea a ver a Arlyn, quien ahora llora en silencio mientras se abraza "Se afinan sus dotes culinarias y artísticas, su cultura debe de ser pulida a la perfección".

Su boca se abre cuando siente la realidad sobre él como un balde de agua fría, pero antes de decir palabra alguna la puerta del lado de su hermana se abrió bruscamente. Dos hombres completamente vestidos de negro, sujetan con fuerza a su hermana de los brazos y cabello, y comienzan a tirar de ella. Los gritos de Arlyn le hacen salir de su ensimismamiento; David se lanza a agarrarla y logra tomarle las manos, las de ella se aferran a las de él.

La desesperación comienza apoderarse de él, grita a los hombres que la sueltan y que los dejen en paz, desea que el maldito vagabundo les ayude, pero al sentir un agarre en su hombro se queda totalmente paralizado. Por la mirada que ha puesto su hermana, llena de esperanza y asombro, se atreve a voltear y ver a su padre. Este le sonríe antes de tirar con fuerza de él, haciendo que pierda el agarre de las manos de su hermana y aquellos hombres puedan llevársela.

Intenta ir tras de ella, pero la fuerza que su padre aplica al agarre aumenta y lo inmoviliza en su lugar, más con aquella dura mirada.

— Tranquilo, la veremos allá —la sonrisa que le dedicó, hizo a David bajar la mirada; era la misma que antes le daba antes de abofetearle o dejarle en el suelo de un solo golpe—. Pórtate bien, David; ya no eres un niño, así que alza la mirada y no vuelvas a bajarla.

Fueron las palabras de aliento que más miedo le dieron en su vida.

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