El Caso Algodonero; la Ninochka de David
El Caso Algodonero; la Ninochka de David
Por: Borrego- chan
PROLOGO

La chica frente de él comenzó a temblar y eso le hacer una mueca, es desagradable; las gordas le dan asco y no podía creer que la vaca esa se creyese lo suficiente como para acercarse y peor aún pedirle salir. No salir a caminar, no salir a tomar un café, ella se refería a salir de cita. Qué ridícula; qué ridículo se vería él cerca de ella. Soltó un suspiro, paseó la mirada un rato por su alrededor, notando a su hermana cerca y también a sus amigos, obvio que había más gente en el lugar y eso era malo. Estaba siendo el centro de atención y por culpa de una estúpida que soñaba con él.

No la culpa, él es el chico perfecto. Tiene las características físicas que una chica de 16 años buscaría, pero en definitiva ella no era el tipo de nadie. Tal vez para un vendedor de tacos.

Es hora de cortarle el rollo.

Vuelve sus ojos a ella: las grandes mejillas sonrojadas y los ojos azules vidriosos, parece ser que ya se sabe la negativa respuesta. Al escanear la forma tan correcta en que lleva el uniforme, lo bien peinada y la nula existencia de maquillaje, frunce el ceño; tal vez decirle "no" tan rápido no era del todo bueno. Podía usarla. Es obvio que es una persona nerd; una que no se enfocaba en su físico, sino en el estudio... puede usar eso a su favor.

No es que él sea tonto o se le dificulte el estudio, es solo que no puede desperdiciar su tiempo haciendo tareas idiotas que sus profesores deciden poner día con día. De igual forma, si puede deshacerse de un poco de sus quehaceres escolares, podrá tomar una siesta o centrarse en otras cosas.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó, inclinándose un poco a ella y sonriendo como el buen niño que su abuela le ha ensañado ser, mostrando así ligeramente el hoyuelo de su mejilla derecha— Quiero saber el nombre que porta la valiente que tengo frente de mí —con eso dicho, la cara de la chica se pone colorada <<vaya, ahora parece una roja bola de billar. Qué asco. >> Contiene las ganas de hacer una mueca de desagrado, debe seguir con aquello sin levantar sospechas.

— Me llamo Esmeralda —la respuesta es apenas un susurro, cosa que él detesta. ¿Dónde estaba la valentía de hace rato? Es claro que la gorda, valiente, no era. Si iba a hablar, si Dios le había dado el regalo de hablar, debería de hacerlo bien y no parecer una tonta.

— Esmeralda, qué lindo nombre— <<Eres una enorme y gorda joya; valdrías mucho por kilo. >> Desvía un poco la mirada, dejándola caer en las pequeñas manos de ella; están temblando y no duda que estén sudando de igual forma—. Verás, Essie, ¿te puedo llamar así?

— ¡Sí! — ¿En serio es necesario emocionarse tanto? —No hay ningún problema, nunca me han llamado así, pero en definitiva es muy bonito y —David hace una fina línea con los labios, la pobre está hablando tan rápido que parece que el diablo viene tras de ella.

— Bien, bien. Tranquila —usa las manos para hacer señas que baje su volumen, no solo porque la puedan escuchar y llamar así más la atención, sino porque está seguro que se vendrá mordiendo la lengua y él no dudará en reírse, si eso pasa—. Essie, me encantaría salir contigo, pero tengo mucha tarea que hacer y es de la materia que más se me complica, lo siento —pasa la mano por su nuca, rascando con fingido nerviosismo y pena, puede escuchar la risa de sus amigos. Los cabrones le conocen bien—. Lo siento mucho.

— Oh, bueno —qué lindo era para él ver la tristeza aparecer en esa estúpida, más porque sabía lo que seguía a continuación.

Vuelve a disculparse, sonriéndole de lado y da la vuelta, se reacomoda la solapa de la mochila en el hombro izquierdo y comienza a andar hacia sus amigos, los cuales ponen una cara neutral, como si solo esperaran a él para irse. Por dentro, David Alberto comienza a contar cada paso que da, no duda que su mejor amigo lo esté haciendo de igual forma.

<<Uno, dos, tres, cuatro, cinco... >>

— ¡Puedo ayudarte! —el grito por fin viene y aunque va a llamar mucho la atención, la vaca se ha ganado su premio. Él sonríe a sus amigos quienes tratan de disimular la risa, pero se pasan por debajo de la cadera unos billetes. ¿Habían apostado en su contra? Huevos, tenían.

— ¿Disculpa? —voltea a verla sobre el hombro, luciendo desconcertado.

— Puedo ayudarte —camina a él, solo unos tres pasos; es bueno que mantenga la distancia—, para que acabes rápido y, bueno, podamos salir —Vaya, alguien más tenía huevos.

— ¿En serio harías eso? —pregunta, volteando todo su cuerpo a ella, para poder verla con aquella mirada que su abuelo tanto le dijo que se aprendiese— No puedo aceptarlo, Essie; sería muy malo de mi parte.

— Pero quiero hacerlo, en serio.

— Muchas gracias —volvió a ella, caminando seguro de sí mismo y se retiró la mochila para dársela a ella—. Deberías llamarte Ángel —los carnosos labios de ella se elevan, formando una sonrisa sin mostrar los dientes. Cosa que él verdaderamente agradece—, eres mi salvación.

Ella ríe nerviosa y eso por poco lo hace dejar de sonreír, el sonido era como el pedo de un hipopótamo o como el ruido de un delfín con asma. Qué asco, ¿acaso no había alguien que le dijese que debería cambiar eso? Un amigo es lo que ella necesita. Para seguir con la actuación, decide darle un leve apretón en el hombro, un poco confundido al sentir la suavidad bajo su mano. Le guiña coqueto, antes de darse la vuelta, listo para huir de esa vaca antes de que se lo comiera.

Cuando llega con sus amigos, ellos le palmean la espalda felicitándolo por lo que había hecho y lo buen actor que era, él solo les hizo darle parte de lo que habían apostado. Joel, un chico más bajo que él, se burla de Esmeralda, diciendo cosas como: "qué estúpida, ¿acaso no se ha visto en un espejo? Nadie querría salir con ella".

Entre todos sacaron apodos para Esmeralda, como: esmarrana, esvaca, botija, tinaco, doña ubres... Bueno, David no puede decir que sus amigos tienen poca imaginación, se rio tanto que el estómago le dolió. Son un grupo de cinco, se conocen de años y sus padres se llevan muy bien, cosa que es de esperarse al ser estos empresarios. Todo iba bien hasta que escuchó a su hermana llamarle.

Como era de esperarse sus amigos rieron a carcajadas al ver su cara de horror, volteo completamente su cuerpo y la vio acercarse a él hecha una fiera, pero el susto se le fue al ver lo que ella traía; esa imbécil traía su mochila ¡¿Por qué se la había quitado a la gorda?! ¡Ahora debía de hacer a huevo todas las tareas! No está sorprendido realmente, Arlyn siempre le arruina el día.

Compañeros de clase e incluso maestros siempre decían cosas agradables de ella; señalando que sus ideologías eran justas y para ser una chica rica, no era una perra mimada, pero la razón era porque no vivían con esa zorra que se parecía a él. Cabello negro lacio natural, ojos azules como el cobalto y piel clara, no tanto como lechosa o pálida, sino lo normal.

Le daba un paro cardiaco cada vez que Arlyn se le ponía enfrente, lo tan parecidos que son a pesar de ser mellizos le desconcierta, pero las similitudes físicas se acaban cuando llegan a la altura, pues ella es menor en eso. David Alberto pone los ojos en blanco al escuchar a sus amigos chiflarle y tirarle besos, si él fuera mujer, estaba seguro que estaría más buena que su melliza.

— Eres una m****a —dijo Arlyn, estampándole la mochila contra el pecho y provocando que de un ligero traspié—. Has la tarea por ti mismo.

— ¿Por qué te metes donde no te están llamando, cabrona? —pregunta, dejando caer la mochila al no asirse de ella— ¿Acaso quieres que le diga a papá? No te metas en mis asuntos.

— ¿Y jugar con esa chica no está mal? —cuestiona ella, cruzándose de brazos— Se hombre, David, y haz tus deberes.

— Para empezar esa no era una chica —su hermana frunce el ceño y él sonríe arrogante—, es una vaca. Una gorda no puede considerarse mujer, Arlyn.

— ¡Eres un cerdo sexista! —grita ella, empujándole.

— ¡Y tú una perra entrometida!

David Alberto da un paso, listo para enfrentarla si la muy salvaje le volvía a empujar, pero entre ellos se interpuso Abraham, su mejor amigo y compañero del alma desde que tiene uso de razón. Su altura, sorprendentemente más que la de él, les ha sacado de muchas broncas y le va de maravilla con mujeres, aunque nunca le ha conocido una novia. 

Suele interponerse en discusiones como esas para frenarlos, lo ha hecho por mucho tiempo y puede que David lo venga contratando como domador de hermanas; la mayoría de las veces no funcionaba, pues su melliza se lanzaba de todos modos e intentaba golpearle, pero esta vez ha logrado su cometido. Frenando la acción violenta de Arlyn.

Abraham, al esperar unos segundos y ver que ninguno de los mellizos iba a comenzar de nuevo la pelea, se baja a recoger la mochila de David Alberto, le sacude la tierra y se la entrega en manos, después se vuelve hacía Arlyn, quien al verlo a los ojos sólo suelta un resoplido y se marcha. David agradece tener un amigo que controlase a la bestia que tenía como hermana; hoy, él le pagaba el almuerzo. Más tarde iba a ir a buscar a Esmeralda para hacerle entrega de su mochila nuevamente.

Cuando las clases se acabaron, dando por terminada la tortura estudiantil sonó una irritante campana, la cual tardo tres minutos en desactivarse y los amigos de David no dudaron en mostrar su desagrado, él tampoco. Se despidió de ellos al dirigirse a la salida, viéndoles subir a su respectivo transporte o yendo a la parada de la ruta.

En la puerta de entrada se reunió con su hermana, ella no deja de ver el celular aunque David le habla en varias ocasiones. Suelta un resoplido y copia a su melliza; sigue enojado con ella. Es que, en verdad, Arlyn no tuvo que meterse; es de mala educación ser entrometido o metiche, su abuela lo dice siempre.

Pasaron sólo cinco minutos para que un Mitsubishi Mirage 2017 color rojo se estacionara frente de ellos. Coordinados sin tener que decir palabra alguna, guardaron el celular en las mochilas y caminaron hacia el vehículo, David abre la puerta para que su hermana ingrese y cuando ella sube, es seguida por él. Dentro del carro una suave música suena y el aire acondicionado mantiene una temperatura agradable. Ninguno saluda al conductor; David Alberto no está para nada interesado con alguien que no es el simpático Luis.

Su conductor fue asesinado hace mucho tiempo, según dijo su padre fue porque escuchó tras las puertas... Bueno, ser metiche es malo y él no está a favor de eso, pero odia a quien haya asesinado a su chofer.

Saca su celular de la mochila, el cual no tiene contraseña o patrón de bloqueo, no lo ve necesario ya que no tiene nada de lo que avergonzarse. Puede que las conversaciones con su amigo Roberto, ya que el idiota suele molestarle por su estado sexual inactivo, pero es normal ¿no? El seguir virgen a los 16 es... sano, no puede distraerse con sexo o mujeres, menos con lo estricto que es su padre y abuelo. Pone los ojos en blanco, en verdad no tuvo que haberle confesado tal cosa; revisa F******k, viendo los estados de sus amigos y compañeras, quienes siempre solían poner fotos muy provocativas ya sea con o sin ropa, todo por capturar a un buen marido.

No es como que aquello sea algo malo o que él critique, es una estrategia. Un hombre mayor sin pareja se vuelve desesperado y si ve buena carne, irá tras de ella sin importarle mucho la diferencia de edad o algo similar, usara su dinero y poder para poder conquistarla y, bueno, eso buscan las mujeres.

Voltea a ver a su hermana, ella está también en el celular, pero ve videos; parece ser de alguna serie animada, pero realmente no es algo que le interese... ¿Su hermana también subía fotos con poca ropa? No la tiene agregada en F******k, así que no tiene ni la menor idea.

— Déjame de ver —dice su hermana, sin retirar la vista del celular. Suena como un reclamo, parece ser que le molesta.

— Te quedaras soltera y gorda toda tu vida —sentenció. Arlyn voltea a verlo, sin tomarse el tiempo de ponerle pausa al video.

— Bien —la respuesta no es la indicada, pero es la esperada viniendo de su hermana.

— En serio, Arlyn; te quedaras sola y gorda —le observa de arriba abajo, el uniforme no está por debajo de la rodilla, pero es tan poca la distancia que puede pasar desapercibida para los prefectos—, posiblemente te vuelvas loca y tengas que dormir en los callejones mientras yo estaré en Acapulco entre los brazos de una hermosa mujer.

— ¿Y?

— Serás infeliz —lo dice con un tono que deja muy en claro que la respuesta era obvia, alza una ceja—. Pensé que eras lista.

— ¿Y tú serás feliz? —pregunta su hermana, viéndole con mirada cansada. La ceja arqueada deja en claro que la ha irritado.

— Que pregunta más estúpida —claro que será feliz, pues cuando cumpla los veintiuno y pueda hacerse de una vida solo, se irá de Ciudad Juárez; buscara una mujer perfecta, se casaran y vivirán bien. Todo lejos de su padre.

Y se quedaron callados, como siempre. Aunque él sabe que ha sido el ganador; su padre dice que una mujer no puede ganar una conversación, tampoco ser quien se quedara con la última palabra porque están hechas para la cocina. Él está de acuerdo, ¿qué podrían lograr fuera de esta? Nada, bueno, tal vez su madre sí, pero eso jamás sucedería porque ella adoraba cocinar y mantener la casa limpia, además estaba segura en casa.

Cuando llegaron a su hogar, él esperó hasta que el chofer le abrió la puerta para bajar, pues para eso su papá le pagaba: para dar un buen servicio. Subió las escaleras que conducían a la entrada, abrió la puerta y dejó a su hermana pasar primero, porque su abuela le ha enseñado que primero son las damas. Él sonrió al ver a su abuelo junto a su padre saliendo de la oficina del segundo; ambos hombres poseen una altura envidiable, más de metro noventa, no hay duda.

El porte que poseen es de buen ver y tienen un increíble control de sus vidas, eso es lo que David quiere.

— Bienvenidos a casa, hijos —saluda su padre mientras se acerca a ellos, igual que su abuelo.

— Bienvenido, muchacho, ¿cómo te ha ido? —David sonríe satisfecho, su abuelo siempre le saluda a él y es grandioso tener toda la atención.

— Muy bien, abuelo —suelta una risa baja, cuando su abuelo le remueve los cabellos—, aunque la maestra de historia no sabe cuándo cerrar la boca —a su lado, puede notar como su hermana pone los ojos en blanco. Ella odia que hable de esa forma.

— ¿Una mujer maestra? M****a, este mundo comienza a perder sentido ¿no lo crees, hijo? — respondió su abuelo, luciendo verdaderamente desconcertado. Es extraño, las arrugas que posee al lado de sus ojos desaparecen cuando hace esa expresión.

— Sube la mochila de tu hermano, por favor —pide su padre, retirándole la mochila para dársela a Arlyn, quien la sostiene con ambos brazos—, debe de cuidar a tu abuela —Arlyn asiente, viendo a su padre a los ojos—. Baja cuando hayas organizado tu pieza, de igual forma dentro de poco estará la comida; no quiero tener que subir a hablar ¿de acuerdo? A la primera llamada.

— Sí, padre — ˂˂Ahora sí muy sumisa, verdad puta. Diles algo, a ver.˃˃ Reta mentalmente a su hermana, cosa que es muy estúpida, pero se puede dar el gusto.

— Lo bueno es que aquí sí se educa a las mujeres como se debe —dijo su abuelo, cerrando la puerta tras de ellos—. No lo tomes a mal, nieta, pero es lo mejor —su abuelo posa con suavidad la mano sobre el hombro de Arlyn, y David contiene un bufido, con ella el trato es tan diferente—; no quiero a mi nieta siendo una puta.

— Ni que lo digas, papá —su padre palmea la espalda de Arlyn, indicándole que pase a retirarse y ella no duda en irse a hacer lo que su papá ha solicitado. Los tres se encaminan a la sala de estar donde su abuela se encontraba tejiendo en su sillón individual, sus viejas y manchadas manos se mueven con destreza, y al verlo sonríe radiante, con los pocos dientes que le quedan, claro—. Ya llegó tu nieto, Má —coloca la mano derecha sobre el hombro izquierdo de su hijo, llamando su atención—. Volveré a la oficina con tu abuelo, cuídalas.

— Sí, papá.

— ¡Mi niño! —la vieja mujer extendió los brazos y David Alberto sonrió, acercándose a ella para tomarle las manos— Cada vez te ves más guapo.

— Gracias, abuela —le da un ligero apretón en ambas manos.

— Ven, siéntate a mi lado —se soltó de su agarre y palmeó el reposabrazos del sillón, indicando donde quiere que él se siente—y veamos televisión hasta que tu madre acabe de hacer la comida.

— Está bien.

— ¿Dónde está tu hermana? —preguntó su abuela una vez que se sentó a su lado, viendo a todos lados en busca de Arlyn— ¿Se ha ido con sus amigas?

— No, abuela; está arriba haciendo su tarea, papá la mandó — <<Ella ni amigas tiene>> cosa de lo más normal con la actitud que su hermana se carga. En la casa, su padre es quien da las órdenes y todos deben de acatarlas; el más fuerte manda ¿no? Es un instinto de supervivencia, además de respeto y valores inculcados, aunque el miedo suele ayudar mucho.

— Bien —asiente con la cabeza la vieja mujer—, así no se descarrilan en el camino y andan enseñando las nalgas en las calles.

— No creo que mi hermana llegue a hacer eso —porque su melliza muerta antes de usar una mini falda, está seguro de eso—, sería raro —se alza de hombros— ¿A ti te trataban así, abuela? —cuestiona, queriendo cambiar de tema u objetivo, en todo caso.

— ¿A mí? —la vieja deja de lado su tejido, volteándole a ver con expresión neutra— Querido: me golpeaban si no hacía caso, también si no me sentaba bien o si veía a alguien que no era mi marido —su abuela sonrió, cosa que David Alberto no pudo corresponder como otras veces—. Gracias a eso soy una esposa excelente y una madre extraordinaria que supo cómo criar a quien es tu padre, ¿verdad?

— Eso es verdad —le palmeó la mano con pena disfrazada de simpatía, su abuela estaba loca.

Con el pasar de los minutos, poco a poco la novela que su abuela y él estaban viendo comienza a desinteresarle, pues es la misma historia de siempre: una criada de buen corazón se enamora de su patrón, volviéndose la victima de la esposa de este al ser humillada, al final la sirvienta y el jefe se quedan juntos; ridículo.

¿Cómo es que esas cosas podían tener tanto rating? Peor aún, ¿por qué las seguían transmitiendo? Lo único que ocasionan es que las mujeres se crean esas patrañas y no vayan a un puesto más que no sea de criada. Sin embargo, parece ser que su abuela está pasándola de maravilla, pues ha soltado un sonido de asombro. A los pocos minutos, la mesa se comenzó a llenar con platillos riquísimos, porque su madre llevaba de dos en dos los recipientes para poder ya servir y sentarse todos a comer.

El cabello color negro de su madre no posee ni una cana, es brilloso y notoriamente grueso, es de ella quien lo han sacado; la piel blanca no tiene ninguna mancha que la arruinase, los lunares no arruinan su cara ni mucho menos, y los ojos claros, como el cielo en un día despejado, la hacen la mujer perfecta. No duda que su madre haya sido una chica popular en la escuela, aunque como es ella, tan servicial y atenta con todos, deja en claro que sus abuelos han tenido una increíble influencia en ella...

No puede asegurarlo, ya que no los conoce.

Se levanta del sillón, disculpándose con su abuela por atravesarse y bloquearle la visión del televisor, y se dirige hacia con su madre, sorprendiéndola al besarle la mejilla y ella le sonríe radiante, con adoración y eso siempre lograba hacerlo sentir perfecto. Es a su sonrisa que se va a refugiar cada vez que las cosas con su padre no van del todo bien.

— Bienvenido, bebé —dice su madre en voz baja, ya que su padre no está nada de acuerdo con que ella le llame de esa manera—, ¿dónde está tu hermana?

— En su cuarto, supongo —se alza de hombros—; ha comenzado a hacer su tarea.

— Eso es bueno —vuelve toda su atención a la mesa, en donde acomoda meticulosamente un tenedor sobre una servilleta—, es una chica muy lista... ¿Tienes hambre ya?

— Sí, no he comido nada en la escuela —la comida de allá era una mera burla.

— Ve a lavarte las manos en ese caso, yo le iré a hablar a tu padre y abuelo —antes de dar otro paso, voltea a verlo—, también ayuda a tu abuela a sentarse en su lugar correspondiente, por favor.

— ¡Yo puedo sola! —grita su abuela desde la sala, luciendo claramente enojada— Soy vieja, no minusválida.

— Lo siento mucho, Ester —su madre inclina levemente la cabeza, un gesto de disculpa silencioso.

— Nada más porque a una la ven vieja, la creen una inútil ¿no es así? —David Alberto suelta una risa baja, no puede con esa vieja—. Ve has lo que tengas que hacer —ondea la mano, como si estuviera despachando a un mesero—. David, ayúdame a ir a la mesa —en serio, su abuela Ester es tan compleja.

— Sí, abuela —se obliga a no poner los ojos en blanco, caminando hacia su abuela. Vieja necia, sin lugar a dudas.

Al ya estar todos en la mesa, con la comida servida en el platillo correspondiente cada uno, David se dispone a contarles su día, lo que aprendió y debatió en clases, haciéndose el centro de atención. Su padre también contó su día, al igual que su abuelo, pero las mujeres de la mesa permanecieron calladas. Sólo escuchando lo que los hombres decían y sonriendo cuando notaban ser vistas, David Alberto no puede sentirse cómodo del todo.

Pelear con su hermana ha llegado a ser algo a lo que le ha tomado cariño, bueno, se ha vuelto su entretenimiento personal.

— David Alberto, debes ir pensando en que trabajarás cuando cumplas veintiún años, si es que resultas ser un inútil en el campo —mencionó su padre, antes de darle un enorme trago a la bebida. David pasea el bocado en su boca de un lado a otro, le ha comenzado a saber mal la comida— ¿Abogado? ¿Doctor? Escuché que es la carrera que Abraham va a escoger.

— Sí —aunque eso no era verdad, había sido el padre de Abraham quien escogió la carrera.

— ¿Quieres seguir con la empresa?

— Eso sería un gran honor, David —vaya, su abuelo siempre se emociona respecto al campo.

— Me iré de abogado, papá, abuelo; pagan mejor —y con ello tenía la oportunidad de irse lejos—. Ya más adelante, tal vez me haga con el campo.

— Eso es cierto, los abogados son unos chupasangres forrados de dinero —hace una mueca, el movimiento del oscuro bigote lo ha delatado—. Tu plan de vida es muy bueno, de igual forma hay que pulirlo porque es obvio que tendrá fallas —se lleva un bocado a la boca, mastica en silencio y calma, antes de voltear a ver a su hija. David también lo hace, solo para ver qué cara pondrá su hermana; en momentos como estos prefiere que ella tenga toda la atención—. Arlyn, tu tutor me ha hablado de tu decisión de hacerte con diseño de interiores e incluso de veterinaria, no tengo problemas con ambas, pero ¿ya has conseguido un pretendiente?

— Lo siento, padre; no soy lo suficiente hermosa para los chicos de la escuela.

— Y una m****a —golpeó la mesa con la mano abierta, haciendo que el contenido de los vasos se moviera—. Solamente es cuestión de vestirte mejor y arreglarte, así como estás pareces hombre —David Alberto observa las ropas de su hermana: pantalón de mezclilla ligeramente ajustado, blusa suelta de color blanca y el cabello sujeto en media cola baja... Bueno, él en definitiva no ha visto a un hombre así vestido.

— Eso es cierto —habló el abuelo, soltando un resoplido—. Pareces una machorra.

— Entiendo —el tono de voz es bajo, pero para él es obvio lo encabronada que está—. Cambiare mi atuendo —dice está vez en tono alto para que todos escuchen, él no contiene la sonrisa burlesca.

— Bien —su padre vuelve a asentir, viéndose satisfecho con la respuesta de Arlyn—. Ahora, sigue comiendo, más tarde debes ir a tu clase de violín y de piano, luego a clases de cocina —ella asiente en silencio—. También tú, David, debes ir a tus clases de guitarra y violonchelo, de ahí tu entrenador de defensa personal pasara por ti —su padre le volteo a ver—, ¿han entendido?

— Sí, papá —responden al unísono.

— Ese es mi hijo — dice el abuelo, palmeándole la espalda a su papá—. Siempre con la rienda, nunca lo olvides.

<< "Siempre con la rienda", me gusta como eso suena. >>

Al cumplir los veintiún años, él será quien lleve las riendas de quien él quisiera y de su vida. 

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