Capítulo 8: Josh

«¡CHÚPATE ESA CABRÓN!»

La mirada de ese cerdo infiel es para sacarle una foto y llevarla a una exposición al más capullo.

No contento con pasarle por la cara que su ex amante ha pasado página, sino que además paso el brazo por detrás de la cintura de Meghan y la atraigo hacia mí para darle un beso en la boca, y no un pico, no, sino un beso en toda regla.

—¡Oh, que tiernos! Freddy, míralos y aprende —exclama su mujer—. Tal vez deberías aprender más de este chico tan apasionado.

—Sí ya. Andrea, tenemos que irnos. Seguro que estos dos tortolitos quieren estar un rato a solas —dice molesto. Se nota que está rabiando por dentro.

—Claro, claro. Hacéis una pareja muy bonita. Algunas tienen mucha suerte —dice mientras se coge del brazo de su marido y sonríe.

Los veo alejarse y cuando me doy la vuelta para mirar a Meghan está tiene una mueca en la cara.

—¿A que ha venido eso? —me pregunta enfadada.

—No entiendo. Creía que te estaba haciendo un favor.

—Pues la próxima vez consúltamelo, ¿vale? —me dice y echa a andar.

—Meghan espera, ¿que te pasa?

La cojo del brazo antes de que se aleje demasido y la obligo a darse la vuelta.

—Es mi trabajo Josh, no era necesario montar un espectáculo delante de mis compañeros.

—¿Seguro que solo es por eso?

—No sé qué quieres decir.

—¿De verdad? —le pregunto bastante molesto—. ¿Aún sigues colada por ese imbécil?

—Te estás pasando Josh, además, eso no es asunto tuyo.

Se da la vuelta y se aleja hacia el edificio donde trabaja, sus tacones repiquetean contra el suelo de piedra mientras sube las escaleras, y ni siquiera se gira para mirarme cuando llega a las puertas de cristal giratorias y desparece dentro.

«¡Mierda!».

Llego a casa una media hora después y aún me dura el cabreo, no sé si es por la bronca con Meghan o por pensar que todavía pueda sentir algo por ese subnormal de Freddy.

Me pongo ropa de deporte y cojo mi bolsa para ir al gimnasio de la esquina. Voy allí desde hace años y es uno de los sitios donde puedo soltar toda la adrenalina que corre por mis venas cuando pillo un rebote como el que tengo ahora mismo.

Nada más entrar, el entrenador me ve y sabe perfectamente a lo que he venido con solo ver mi cara.

—¿Vienes a romper mis instalaciones, chico? —me pregunta mientras me ofrece los guantes de boxeo.

—¿Tanto se me nota?

—Podría jurarlo. ¿Quieres hablarlo primero?

—No, quiero golpear algo.

—Como quieras, Tom está libre ahora.

Me dirijo hasta mi entrenador personal y me paso más de una hora y media golpeando cosas: sacos de boxeo, manoplas, etc... y ahora estoy peleando con un tipo dentro del cuadrilátero, y aunque estoy bastante en forma, tengo que reconocer que no me lo está poniendo nada fácil. Menuda bestia.

Me ha tirado al suelo en dos ocasiones, me ha dado un buen derechazo, e incluso estoy jadeando mientras que él parece como si acabara de empezar, apenas está sudando.

—¿Has tenido suficiente? —me pregunta.

—No, aún no he terminado.

—Pues yo creo que sí tío, anda déjalo ya.

Intento golpearlo de nuevo, pero me esquiva sin problemas y acabo cayendo al suelo otra vez. Cuando consigo levantarme el tipo ya está fuera quitándose el segundo guante.

—¿Quieres un consejo? —me pregunta, pero antes de que pueda contestarle, añade—. La próxima vez que quieras pelear, deja tus problemas fuera del cuadrilátero. Tienes buenas bases para ganar sin problemas, pero te falta concentración.

—Gracias.

—No me des las gracias. La próxima vez déjame ko y estaré satisfecho.

—Eso está hecho —le contesto y chocamos los puños, el sin guantes y yo con.

De vuelta a casa me meto en la cama, pero aún sigo dándole vueltas a lo que ha pasado antes, no quiero pelearme con ella, y menos por ese gilipollas de Freddy.

Cuando me despierto es más de media tarde, me cuesta un mundo levantarme, esa bestia del gimnasio me ha dado una buena paliza, tengo la cara como un mapa, el labio hinchado y un pequeño corte en una ceja.

Estoy seguro de que Jason me va a echar la bronca en cuanto me vea, mi aspecto es la base de mi trabajo, pero seguro que encontramos una solución.

Son las siete y media, he salido a correr y ahora necesito una ducha. Me quito la ropa de camino al baño y cuando abro la puerta me encuentro a Meghan saliendo de este, desnuda.

Nos quedamos parados mirándonos, los dos completamente desnudos y sin poder evitarlo termino empalmándome, ella desvía los ojos hacia mi entrepierna y abre los ojos como platos.

—¡Dios, lo siento! —le digo y me tapo con las manos.

—No, yo sí que lo siento, debería haberte dicho que volvería antes.

Coge una toalla y se la coloca alrededor del cuerpo, aunque he desviado la mirada hacia fuera no puedo estarme de mirarla por el espejo.

«¿Por qué coño no te vas?», me digo a mí mismo.

Meghan se desliza detrás de mí y se va a mi habitación, se encierra en esta y yo me meto en la ducha para darme una bien fría.

Cuando salgo diez minutos después, ella está en la cocina preparándose algo para comer, y apenas levanta la vista de lo que hace aunque estoy a su lado.

—¿Qué estás cocinando? —le pregunto y me inclino para mirar por encima de su hombro.

—Lasaña, me apetecía mucho.

—Tiene buena pinta, ¿me dejarás probarla?

Nuestros cuerpos se están rozando pero ninguno de los dos hace ademán de apartarse. Huele de maravilla, y no me refiero solo a la cena, ella huele cien veces mejor.

Paso mi brazo por su costado y le quito la cuchara de las manos, entonces ella se da la vuelta y estamos cara a cara, sus ojos están en mi pecho y se nota que está nerviosa por lo que ha pasado en el baño, le cojo el mentón con los dedos y le levanto la cara para que me mire.

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