Capítulo 5: Meghan

DE CAMINO A CASA PASAMOS por un Starbucks y me apetece mucho comer un muffin de Nutella y otro de nueces. Después de vomitar todo el desayuno, ahora me muero de hambre.

Josh se pide un café solo con hielo y pellizca un trozo de mi muffin de nueces.

—Oye, es mío, pídete otro para ti —le digo entre risas.

—Tienes que aprender a compartir, eso es lo que hacen las madres, darle todo a sus hijos aunque tengan que quitárselo de la boca.

—Quiefefs —le digo mostrando el muffin que tengo masticado en la boca.

La mueca que hace es para morirse de risa, terminamos riéndonos los dos y tengo que taparme la boca para no escupir la comida.

Nos pasamos más de una hora riendo y recordando viejos tiempos, no recordaba lo bien que me lo paso con él, reconozco que lo he tenido muy abandonado desde que empecé mi relación con Freddy, y mira como he acabado. Ese idiota me ha tenido apartada de todos los que me quieren. Pero eso se ha terminado, a partir de ahora pienso usar todo mi tiempo en ellos.

—¿Nos vamos? —me pregunta Josh que está de pie frente a mí, ha pagado y ahora espera para irnos.

Me tiende la mano y se la cojo, un escalofrío me recorre la columna al sentir su piel y siento que algo ha cambiado entre nosotros.

Una vez en su casa me pongo cómoda con un mini short y la misma camiseta que él me dejó anoche para dormir. Recordar eso me hace pensar en lo poco que he dormido, no he pegado ojo en toda la noche sintiendo el calor de su cuerpo pegado al mío. Ha sido una tortura. Y lo de esta mañana ha sido la guinda del pastel cuando he sentido su erección en mi trasero, casi me muero de gusto.

¿Qué me está pasando con este hombre? Las hormonas me están volviendo loca, es eso.

Se me escapa el mando de las manos mientras recuerdo ese momento y este termina debajo del sofá, me agacho a recogerlo pero no llego así que me pongo de rodillas y meto la mano para alcanzarlo.

—¡Joder! —maldice Josh asustándome y tengo que levantarme de golpe.

Está delante de la puerta del baño mirando para todas partes menos a mí, lleva un pantalón holgado que le cae justo en las caderas marcando esa V que tanto me gusta en un hombre, y ahora la que exclama "joder" mentalmente soy yo, ya es lo que me faltaba para terminar de correrme. ¿Cómo se puede estar tan bueno por el amor de Dios?

No lleva camiseta y agradezco a los dioses que me dejen contemplarlo de esa manera.

—¿Estás bien? —le pregunto al ver que no se mueve y de golpe se da la vuelta y se toca sus partes disimuladamente.

Parece avergonzado aunque no entiendo por qué, no seré la primera mujer ni la última que se lo come con los ojos.

—Esto... ¿Necesitas algo antes de que me vaya al club? —me pregunta con la voz un poco ronca.

—No, creo que no —le contesto pero lo que de verdad me gustaría pedirle es un polvo rápido para rebajar este calentón tan tonto.

«Vamos a ver, sois amigos eso lo primero, y lo segundo, estás preñada de otro hombre, ¿como se te ocurre pensar esas cosas?», me riño.

—De acuerdo voy a la ducha, si me necesitas avísame.

—¿No acabas de...?

No puedo terminar la frase porque se mete en el baño otra vez y un segundo después oigo el agua correr.

Pero si acaba de ducharse, ¿no?

Ya no sé dónde meterme, lleva como veinte minutos en la ducha, ¿acaso necesita tanto rato para ducharse?

No entenderé nunca a los hombres.

Tengo hambre otra vez. ¿Va a ser asi siempre a partir de ahora? Me levanto del sofá y abro la nevera, cojo una botella de leche, sirope de chocolate y mermelada, una combinación un tanto rara, pero es lo que me apetece ahora mismo. Lo meto todo en una batidora y me lo tomo como un batido.

—Vas a tomarte eso, ¿en serio?

—¿Qué le pasa? Está bueno.

—Anda, déjame a mí —me dice y me aparta de la isla con un golpe suave de cadera.

—¿Qué haces?

—Alimentar a ese pobre niño con comida de verdad. Siéntate y aprende, pequeña.

Me lo quedo mirando mientras trastea en la cocina. Saca pasta, carne picada, tomates frescos y albahaca.

Mientras prepara macarrones a la boloñesa yo me como uno de los tomates que no ha utilizado y él me sonríe, luego me lo quita de las manos y le da un bocado. Lo recupero después de hacer un puchero y él termina muerto de la risa.

Adoro estos momentos juntos.

Cenamos antes de que se prepare para ir a trabajar y hablamos un rato más.

—Dime, ¿has conocido a alguien desde la última vez que hablamos? —le pregunto.

—Peque, de eso solo hace una semana.

—¿Y? Estás muy bueno y eres sexi, dudo que te cueste mucho ligar.

—¿Tú crees que soy sexi? —me pregunta con una sonrisa socarrona.

—Vamos Josh mírate, ¿de verdad tienes que preguntarlo?

Su mirada se oscurece y deja el tenedor en el plato, un aura extraña se crea entre nosotros, ¿tal vez he ido demasiado lejos?

—No, hace meses que no me veo con nadie —responde al fin. Hace una pequeña pausa y añade—. Y la verdad, tampoco es que tenga mucho tiempo, entre el club y las clases de defensa personal, es difícil conocer gente con la vida tan ajetreada que llevo últimamente.

—¿Meses? ¿En serio?

—Sí bueno, ya te he dicho que estoy muy liado últimamente.

«Y yo que creía que estaba a dos velas».

—No, bueno. Yo tampoco tengo una vida sexual muy boyante que digamos, desde que, bueno...

¿Desde cuando nos hemos convertido en confidentes en temas sexuales?

Nos quedamos en silencio y tengo que desviar la mirada para otro lado, creo que debo parecer uno de los tomates que me he comido antes de lo colorada que me he puesto.

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