Capítulo 2: Josh

OTRA NOCHE SIN DORMIR, pero esta vez me la he pasado más empalmado que un semental en una cuadra.

Ha sido muy mala idea dejar que durmiera conmigo en la misma cama.

Abro los ojos como platos cuando noto su culo en mi entrepierna, no puedo evitar lo que tiene que pasar, podría decir que es el despertar matutino que tenemos todos los hombres por las mañanas, pero os estaría mintiendo, y a mí también.

La oigo soltar un gemido y toda mi fuerza de voluntad se va al garete en dos segundos.

¿Se está frotando contra mí?

Me echo para atrás en la cama y acabo de espaldas en el suelo.

—¡Joder! Josh, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?

—Me he dado la vuelta demasiado rápido, estoy bien —le digo y tiro de mi almohada para taparme.

«Suerte que hay dos».

—¿De verdad que estás bien? Conmigo no tienes que fingir.

—Sí, tranquila. Sigue durmiendo que es muy pronto todavía.

—No creo que pueda dormir, ya me has despertado —me dice y sonríe.

Se estira como una culebra y se le levanta la camiseta dejándome ver más carne de la necesaria.

Ya vuelvo a estar empalmado.

Desayunamos en silencio, yo porque no sé qué decir después de mi despertar, y ella porque supongo que piensa en ese soplapollas de Freddy. ¿Que tío con casi cuarenta años se hace llamar Freddy?

—¿Me estás escuchando? —me pregunta sacándome de mis pensamientos.

—Sí perdona. Dime.

—Necesito que me acompañes hoy al médico —me dice y dejo caer la cuchara sobre el bol de fruta—. No quiero estar sola cuando vea por primera vez a mi bebé.

—¿Yo?

—Claro. Es un momento muy importante y no quiero estar sola. ¿Vendrás?

Esto sí que no me lo esperaba, yo en la consulta de un ginecólogo, es un momento demasiado íntimo incluso para mí.

—Esto... ¿estás segura? ¿No prefieres decírselo a Patty o Mel?

—Claro —contesta y gira la cabeza hacia otro lado—. Perdona, es que aún no sé lo he dicho a nadie más.

—No, está bien. Te acompañaré.

—De verdad, no te molestes. Entiendo que es una situación un tanto rara para ti. Déjalo. No te he dicho nada.

Baja del taburete y la cojo de la mano antes de que se aleje. No quiero que piense que no me importa lo suficiente. He dicho que haría cualquier cosa por ella, y eso haré.

—Peque, perdóname. Me ha pillado por sorpresa, pero si me necesitas, allí estaré.

—De verdad, ¿estás seguro?

Asiento con la cabeza y ella salta sobre mí, rodea sus largas piernas en mi cintura y el roce de estas en mi estómago desnudo me empalma otra vez.

Tengo muy poca fuerza de voluntad cuando se trata de ella.

—Significa mucho para mí Josh, en serio.

—Somos amigos, y los buenos amigos estamos para eso, ¿no?

—Em, sí claro.

Carraspea y se baja, la suelto muy despacio porque necesito su contacto aunque no pueda decirle todo lo que me gustaría.

Después de desayunar ella entra en la ducha y yo empiezo a recoger la cocina, pero cuando Meg cierra la puerta me apoyo en la pica y miro por la ventana.

¿En qué lío me he metido?

La quiero, pero, ¿de verdad voy a ser capaz de hacerme cargo de un niño que no es mío? ¿Y si después de todo vuelve con ese gilipollas de Freddy?

Ahora mismo no estoy seguro de nada.

—¿Podemos pasar por mi casa primero? Necesito cambiarme de ropa.

—Claro peque, no hay problema.

—Gracias por todo, no sé qué haría sin ti.

—No es para tanto pequeña —le contesto con una sonrisa y se aleja, pero en el último segundo vuelve corriendo y me planta un pico en la boca.

«¡Joder!».

Después de esperarla media hora en el coche Meghan baja las escaleras de su edificio bastante seria, tiene los ojos enrojecidos aunque secos, ¿ha estado llorando?

—¿Qué ha pasado? —le pregunto preocupado.

—Nada, vamonos.

—Meghan —exijo.

La puerta de su edificio se abre y aparece Freddy, y todo mi cuerpo se pone en alerta.

—¿Qué coño hace este subnormal aquí? —pregunto a nadie en concreto y rodeo el coche hasta estar a su lado.

—Mira, si ya estamos todos, ¿qué tal Josh?

—Eres un...

—Déjalo —me interrumpe Meghan y me coge del brazo cuando ve que doy un paso hacia ese capullo—. No merece la pena, ya es historia.

—No te hagas ilusiones machote, ella todavía es mía.

—Yo no soy de nadie. No quiero volver a verte Freddy.

—Eso ya lo veremos.

Ese gilipollas no sabe de lo que soy capaz, si sigue insistiendo en querer joderla se las verá conmigo.

Abro la puerta del copiloto y ayudo a Meghan a subirse, luego rodeo el coche mientras miro a ese idiota y sin palabras lo amenazo, él sonríe, pero puedo ver que no está muy seguro ahora mismo.

«Haces bien en tenerme miedo, cabrón».

Arranco el coche y en quince minutos llegamos a la consulta, tenemos que esperar otros veinte hasta que una enfermera sale y la llama.

—¿Usted es el padre? —me pregunta la chica.

—Sí —responde ella antes de que a mí me dé tiempo a abrir la boca—. Sí, viene conmigo.

—Exacto.

—En ese caso, acompáñenme.

La seguimos por un pasillo hasta una sala, allí hay un hombre de mediana edad que estrecha mi mano y luego la de ella, nos pide que nos sentemos y ella me coge la mano, esta está húmeda y fría, se nota que está nerviosa.

—Bien, lo primero que haremos será hacerle unas cuantas preguntas de control para rellenar su historial clínico, y después haremos una ecografía, ¿de acuerdo?

—Sí doctor —le responde ella y yo me quedo callado.

Aunque vengo acompañándola esto no tiene nada que ver conmigo, así que prefiero quedarme al margen.

Aprieto su mano para demostrarle que estoy aquí con ella y me devuelve el apretón, una pequeña sonrisa asoma en su cara a pesar de que está temblando, toda ella es como gelatina.

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