Capítulo 1: Meghan

TENGO SUERTE DE PODER contar con Josh. Desde la guardería siempre ha estado a mi lado, ojalá... no, es igual, eso nunca ocurrirá.

Recibo una llamada a las diez de la noche, al mirar la pantalla un nudo se me pone en el estómago, creía que él podría hacerme olvidar mi pasado, pero lo único que ha conseguido es hacerme un bombo y pasar de mí, ¡menudo cabrón!

—¿Qué quieres? —le pregunto sin molestarme en ocultar mi enfado.

—Nena, perdóname. No debí decirte esas cosas.

—¿Ah sí? ¿Y eso? ¿Has cambiado de opinión?

—Este no es el momento, nena. Primero tengo que divorciarme, pero podemos intentarlo más adelante.

«Que poca vergüenza, quiere que me deshaga de nuestro hijo, pero que sigamos juntos».

—Si es así no te molestes. Se ha acabado Freddy —le digo, ya estoy cansada de sus mentiras sobre dejar a su mujer. Llevamos así dos años.

—Pero nena...

Cuelgo antes de que diga nada más, no quiero escuchar como intenta convencerme para que aborte.

—¿Quién era? —pregunta Josh mientras sale del baño secándose las manos.

Aún no me he ido de su casa, no puedo afrontar esto sola en mi casa, además, seguro que Freddy se presenta allí.

—El capullo de mi ex. No quiero volver a verlo en la vida.

—Si quieres puedo ir y encargarme de él, los chicos me deben un favor —me dice y no puedo evitar reír ante su oferta. Es un buen amigo.

—Te lo agradezco mucho, pero te necesito aquí conmigo, no en una celda encerrado.

—Si cambias de opinión solo tienes que decirlo.

Me da un beso en la cabeza y se deja caer en el sofá a mi lado. Yo me acurruco contra su cuerpo musculoso y fibrado, he de decir que está tremendamente bueno, como un Dios griego caído del Olimpo.

Lo he visto en acción y he de reconocer que desnudo gana muchos más puntos que con la ropa puesta, y hablo de desnudo integral, pero esa ya es otra página de la novela erótica que tendrían que escribir en su honor.

Tal vez sean las hormonas, o el hecho de que llevo semanas sin sexo, pero empiezo a ver a Josh de manera diferente.

—Gracias lo tendré en cuenta.

—Sabes que por ti haría lo que fuera peque. No quiero que ese imbécil te haga daño —sus palabras me reconfortan, sé que lo dice en serio y me siento orgullosa de ser su amiga.

Levanto la cabeza de su pecho y lo miro a los ojos, estos brillan más que nunca y por un momento un pensamiento viene a mi mente. Si no fuera porque sé que no es verdad, pensaría que aún sigue colgado de mí.

«Vamos Meg, has olvidado que ya tuvisteis vuestra oportunidad y la cagaste», me recuerdo.

—¿Tienes hambre? —me pregunta.

—Me muero de hambre. ¿Podemos pedir pizza?

—¿Ya empiezas con los antojos pequeña? —me pregunta con una ceja levantada.

—Creo que es pronto para eso, llevo solo unas semanas de retraso —le contesto y se levanta—. Pero a Freddy le gustaba mucho la comida sana y no me dejaba comer carbohidratos.

—Que gilipollas que es, me alegro de que le hayas dado la patada.

—Más bien creo que me la ha dado él a mí —digo con una mezcla de melancolía y rencor.

—Estás mucho mejor sin él Meghan, es mejor que te olvides de ese capullo.

Sé que tiene razón, pero no puedo evitar pensar en él, le he querido mucho —a pesar de ser un tremendo gilipollas— y me hacía feliz. A ratos.

Coge el teléfono y pide dos pizzas medianas, una cuatro quesos —mi favorita— y una de pollo y aguacate para él.

Cuando cuelga se mete en la habitación y sale al rato solo con unos bóxers y una camiseta en las manos.

—Ten, solo tengo esto para dejarte —me dice y me los entrega.

—Gracias, eres un encanto Josh.

Me mira de arriba abajo y se muerde el labio inferior antes de alejarse hacia la cocina con un suspiro.

¡Joder!

De verdad que estoy muy desesperada, acabo de imaginármelo empujándome contra la pared y follándome sin piedad.

Creo que empiezo a desvariar.

Desde la última vez que vi a Freddy hace dos semanas que no he vuelto a tener sexo con nadie, ha estado muy ocupado llevándose a su mujer de crucero para celebrar seis años de matrimonio, y desde esa última vez en su coche en el aparcamiento de la oficina, no he vuelto a follar con nadie. Creo que por eso estoy tan cachonda.

Llama con los nudillos a la puerta y doy un bote sobresaltada.

—Han llegado las pizzas —me dice a través de la puerta del baño donde me encuentro.

—Ya salgo.

—No tardes demasiado, están medio frías ya.

Hace más de cinco minutos que estoy aquí encerrada, sino hubiera llamado a la puerta creo que aún estaría en el baño. O se pone algo de ropa encima, o al final tendré que tomar una ducha de agua bien fría.

«¡Madre mía, que calores!».

Cuando salgo Josh está de espaldas a mí, no puedo evitar recorrer toda su longitud, desde los hombros, pasando por la cintura, y ese culo tan prieto que dios le ha dado.

«¡Basta Meghan, ya está bien!», me riño.

—Ya creía que me las iba a comer yo solo.

—¿Perdón?

—Las pizzas —me dice y se gira para mirarme—. Hablo de las pizzas, Meghan.

—Sí, lo sé. Claro que hablabas de las pizzas, ¿de qué sino?

—No lo sé. ¿Te pasa algo?

Niego con la cabeza y lo rodeo, me siento delante de él en la isla de la cocina y cojo un trozo de pizza, me la llevo a la boca y le doy un gran bocado. Estaba tan acostumbrada a comer sano, que esta pizza me sabe a gloria.

Como echaba de menos la comida b****a.

—Mmm, que rica.

—Un poco más y nos las comemos frías. ¿Que hacías tanto rato en el baño? —me pregunta y me atraganto con un trozo de queso.

«Será mejor que no preguntes».

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo