EL RUISEÑOR
EL RUISEÑOR
Por: LápizAmarillo
Capítulo I: No puedo más

Mi despertador sonó. Abrí los ojos.

Desearía no abrirlos nunca pensé

Me di la vuelta y apagué la alarma, miré la hora en mi celular.

—Es hora de ir al colegio —me levanté de la cama lo más despacio posible. Tomé mi ropa que estaba en mi pequeño sofá y caminé directo a la regadera, cerré la puerta del baño y aventé mi ropa en el suelo, luego me recargué en el lavamanos y me miré al espejo; en aquel me vi reflejada, vi mi pasado, miré mi presente y noté que cada vez me cansaba más. Me pregunté ¿qué había pasado con la niña que siempre reía? ¿En dónde quedó mi felicidad? y lo más importante ¿Volvería a encontrarla? Mis ojos se pusieron rojos y comenzaron a soltar lágrimas, podía sentir un dolor en mi corazón, estaba hecho pedazos, toda yo era un caos. Sentí deseos de gritar, de desaparecer, quería arrancarme la ropa, quería desgarrar mi piel.

—Desaparéceme por favor... haz que todos me olviden, mi familia, mis amigos, mi novio. Destrúyeme, destruye los recuerdos, haz que yo no haya existido nunca, por favor... —mencioné llorando —Solo hazlo.

Cerré los ojos y los apreté esperando que él pudiera oírme, pero no. 

Suspiré.

—Genial... otro patético día más. Aquí vamos de nuevo —. me resigné.

Me preguntaba cuál era la razón de mi existir y si existía una, deseaba saberlo ya. La niña de hace 13 años atrás había desaparecido, se había ido con una parte de mí, con una parte de mi alma, estaba incompleta. 

Había terminado de bañarme y ponerme cada prenda se me hacía muy pesado, pensaba en cómo hacer para no existir más, pensaba en morir. 

Salí de mi habitación agarrando la mochila que se encontraba en el suelo. Mi madre estaba abajo preparando mi desayuno antes de irme al colegio; le sonreí. Sentía que no debía merecerla y que ella no merecía a una persona como yo, sino a alguien mejor. 

—Está listo tu desayuno —lo ponía en la mesa con una sonrisa

—Gracias mamá, pero...

—Pero nada —interrumpió —Come, te hará bien hacerlo. 

—Está bien. No puedo resistirme a tus deliciosos hot cakes.

—Son irresistibles —recalcó

Tomé asiento y comencé a comerlos, su rico sabor me hacía olvidar todo. 

—¿Ya está el desayuno? —preguntó mi padre tomando asiento y mientras veía su celular. 

—Sí —contestó mi mamá.

El simple hecho de mirar a mi papá, hacía que mi desayuno fuera amargo. No podía verlo, ni estar cerca de él. 

—¿Te llenaste? —me preguntó mi mamá

Miré a mi papá y él me estaba viendo, luego devolví la mirada hacía mi madre. 

—Sí —respondí

—Pero casi no probaste bocado 

—Ya no tengo apetito. Se me hace tarde —. tomé mis cosas, me levanté de la mesa y salí de la casa. Caminaba rápido para alejarme lo más pronto posible de allí. Saqué mis audífonos de la mochila y los conecté a mi celular para escuchar música, quería desconectarme del mundo, de la realidad. El tiempo pasó muy rápido y cuando me di cuenta, había llegado con 30 minutos de anticipación al colegio; me quedé parada por unos segundos y luego me dirigí al parque que se encontraba a cinco minutos del instituto. Tomé asiento en una banca, miraba los árboles y las hojas caer, me olvidé de todo. 

A unos cuantos centímetros de mí, vi que algo se movía, caminé hacia el lugar y era un pequeño pajarillo, parecía haberse caído del nido, pero no podía ver de dónde provenía. Cuando había decidido tomarlo, mi celular sonó. 

—¿Aló?

—Alanna ¿dónde estás?

—Estoy en el...

—No importa dónde estés, te necesito ahora... —mi amiga me interrumpió. 

—¿Q... qué sucede? —pregunté preocupada.

—Mi novio... —hizo una pequeña pausa —Murió —. dijo sollozando.

Yo no sabía que decir, me había dejado helada con la última palabra y no podía creer que una semana antes lo había visto, que al siguiente día lo habían internado, que ayer aún me había platicado que podía mejorar y que hoy simplemente ya no respiraba. 

—Voy para allá 

—No tardes, por favor... —sollozaba

—No, no lo haré. 

Colgué la llamada y me di la media vuelta para ir a verla, pero me detuve. ¿Qué pasaría con el pajarillo? Es solo un bebé. 

Seguramente su mamá vendrá por él pensé

Tomé mis cosas y me fui rápido a ver a mi amiga. Al llegar, Tara se encontraba sentada en una de las bancas fuera de la universidad. 

—Tara... —mencioné

Ella me miró, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar y tenía ojeras, también se veía cansada. 

—Alanna... —mencionó sin energía —Murió —. me senté al lado de ella y la abracé. 

—Lo sé...

—Lo extraño, lo extraño mucho —se recargó en mí.

¿Qué se supone que digas en estos momentos? ¿Qué podía decirle a mi amiga? Decirle que dejara de llorar o un "no llores" era como decir "no lo recuerdes más, nada pasó aquí" y ¿cómo no lo recordaría? si fue su amor. Podía imaginarme el dolor, aunque mi novio estaba conmigo, la verdad es que parecía que no tenía y era un dolor en mi corazón ver que no tenía su atención, ambas estábamos mal, las dos éramos un caos. 

—Me duele verte así. Siempre estaré contigo, si tú caes yo te levantaré, si tú no puedes caminar yo seré tu muleta para que sigas adelante, estaré contigo sin importar dónde me encuentre, no dejaré que tu brillo se apague. Lamento por lo que estás pasando. 

Tara se levantó, se secó las lágrimas con sus manos.

—Gracias Alanna, eres mi mejor amiga —. me abrazó

—Y tú la mía —respondí.

La hora de clase había comenzado y Tara no estaba bien para entrar, así que se marchó a casa y yo había quedado con ella para pasarle la tarea y trabajos que la profesora dejara. 

Aun estando en clase, no podía dejar de pensar en Tara, escuchaba que mi profesora hablaba, pero no podía entender que decía, mi mente divagaba cada minuto. Miré a la ventana y vi como una pajarilla volaba a su nido, llevándole de comer a sus pequeños polluelos, recordé al pajarillo que me había encontrado en el parque, era vulnerable, se veía débil. Agaché mi mirada, debía ir por él si aún seguía vivo. 

La clase terminó y yo guardé rápido mis cosas, salí corriendo del salón. Cuando llegué al parque me detuve, mi corazón latía rápidamente y caminé lento, el polluelo seguía allí, parecía que estaba muerto; me agaché y lo moví delicadamente con mi dedo. 

—He venido por ti 

El pajarito solo soltó un pequeño sonido. Lo tomé en mis manos y lo envolví en mi sudadera.

—Cuidaré de ti. 

La noche comenzaba a caer y las estrellas empezaban a dejarse notar por el cielo. 

Durante el camino no podía entender como me había tomado la responsabilidad de cuidar a un pajarillo. 

No puedo ni cuidar de mi vida ¿cómo cuidaré de él?

Pensé en dejarlo, pero sabía que me necesitaba, estaba solo. Lo lleve conmigo en todo el camino. Al llegar a mi casa mi madre estaba lista para preparar la cena.

—¿Aún no llega mi papá?

—No. ¿Vas a cenar? —preguntó

—Sí. Solo subiré a mi cuarto a hacer algo.

—No tardes

—No lo haré —decía mientras subía las escaleras. 

Prendí la luz en mi habitación y cerré la puerta, agarré una caja de zapatos y unas prendas que ya no utilizaba e hice una casa improvisada, luego tome una tapa de una botella y la llene de agua. Tomé al pajarillo de nuevo e intenté hidratarlo. 

—Toma agua, me preocupas 

El pajarito tomó poquita agua y yo sonreí. 

—¡Alanna, baja a cenar que ya llegó tu padre! —gritó mi mamá

Acomodé al pajarito de una forma que no sintiera la ausencia del calor de su mamá y que pudiera beber agua sin hacer mucho esfuerzo. 

—No tardo. 

Bajé los escalones y mis padres estaban sentados en la mesa, serios. Tome asiento. 

—¿Me darás el dinero para hacer de comer mañana? —preguntó mi mamá a mi papá

Mi padre golpeó la mesa fuerte.

—Nada más me pides dinero, a ver si ya comienzas a trabajar —. abrió su cartera y aventó el dinero. 

—No tienes por qué desquitarte conmigo —mencionó mi madre. 

—¿Qué?

—Venías enojado y te has desquitado conmigo

—¡Cállate!

—No tenemos la culpa —mencioné

Mi padre volteo a mí, enojado y yo también lo miré.

—Mi mamá no te pidió dinero para comprarse joyas, ropa, o alguna cosa innecesaria, ella te pidió dinero para comer, si te duele dar el dinero solo dilo —mencioné molesta. 

En unos cuantos segundos mi mejilla me ardía y mi cabeza estaba volteada de la bofetada que mi padre me había propinado. 

—¡Cállate! o te ira peor! —mi padre estaba cerca mí

—¡No le pegues! —gritó mi mamá

—¡No te metas o también te toca a ti! Esto es lo que provocas con tus tonterías —. mi padre salió de la casa. 

Miré a mi mamá y sus ojos estaban rojos... sentí un nudo en la garganta.

—Lo siento... —mencioné y luego comencé a llorar.

Mi madre caminó hacia mí y me abrazó. 

—No tienes que sentirlo, dijiste lo correcto. No tiene por qué venirse a desquitar con nosotras —. mencionó sollozando.

Subí a mi habitación y me dejé caer de rodillas. Estaba cansada, no físicamente, desde el alma estaba cansada. Dentro de mí, ocultaba una desesperación por salir, por huir, lo único que quería era ser otra persona, cambiar de vida. 

Fingía ser feliz.

Fingía reír.

Yo solo fingía ser alguien que no era. 

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