CAPÍTULO 4: Desaparecido.

-¿Estas segura que no quieres que los lleve?, ya te dije que no tengo ningún problema con hacerlo. –Insistía Thomas nuevamente.

-Y yo te dije que sé manejar, no te preocupes. –Repetí por séptima vez mientras rodaba mis ojos. Desde que anuncie que ya debíamos marcharnos Thomas había comenzado a insistir en que él podía llevarnos, debido al estado de ebriedad de mi padre. A decir verdad tenía algo de encantador su gesto, además de que su preocupación se veía genuina, sin embargo no había necesidad de eso, yo podía hacerlo sin ningún problema, mi padre me había enseñado a manejar a los catorce, incluso ya había conseguido mi licencia de conducir. Además, no quería dar la impresión, por mucho que me gustase la idea, de que entre él y yo podía surgir algo, una situación así podría afectar el puesto que del cual mi padre recién se iba a hacer cargo.

-Está bien, si quieres puedes manejar tú, pero entonces ¿Me dejas acompañarte? –Pregunto con cierta ternura, había en sus ojos algo que nuevamente no podía descifrar.

-Thomas, lo siento, no creo que sea lo correcto… –Dije mirándolo a los ojos mientras negaba con mi cabeza. Comenzaba a sentirme cansada y ya quería marcharme a casa.

-¿Por qué? –Pregunto extrañado y desconcertado. Podría jurar que incluso le había dolido mi comentario, a lo cual no le veía sentido alguno.

-Podría enumerar una variedad de motivos si gustas. –Comencé a marcar con mis dedos cada una de las cosas que iba diciendo. –A ver… Eres el hijo del jefe de mi padre, mi padre es el nuevo gerente de la empresa de tu familia, y creo que la más importante es que en realidad no te conozco. –Finalicé con crudeza. Note como sus ojos se abrieron de par en par, esta vez pude notar perfectamente lo que ellos reflejaban: Dolor. De inmediato me arrepentí de lo que había dicho.

-Ja, ¿Sabes?, ese el segundo golpe bajo de la noche. –Dijo bajando su mirada al suelo. Después de un corto silencio volvió a mirarme. –Es que, pensé que… –Pareció dudar de lo que quería decir, luego soltó un suspiro de resignación mientras negaba con su cabeza. Por ultimo añadió. –Está bien, tienes toda la razón, no me conoces y obviamente no te conozco, pero dame la oportunidad de hacerlo, una sola oportunidad, y te aseguro que no te vas a arrepentir. –Dijo con firmeza, hablaba con seriedad y determinación, había algo en su tono de voz y su postura que me decía que no aceptaría un “no” como respuesta, y a decir verdad, sin importar los motivos que acababa de mencionar, yo tampoco quería darle una respuesta de ese tipo. 

Presente.

Al salir de la consulta con Emma me dirigí al cementerio para visitar la tumba de mi madre, había tomado por costumbre hacerlo después de cada terapia. Estar allí me daba una tranquilidad inexplicable, en el fondo sabía que ella estaba ahí conmigo, me acompañaba y consolaba mientras yo pasaba las tardes mirando el cielo de Manhattan, pensando una y otra vez “¿Por qué eso era lo último que recordaba?”, “¿Por qué, a tres meses del accidente, aún no podía recuperar la memoria?”, “¿Qué carajos sucedió en esos seis meses?”, por desgracia aún no obtenía respuestas. 

Mi padre era de poca ayuda para mi memoria pues, por lo que él mismo me contó mientras estaba en el hospital, luego de recibir de manera oficial su asenso comenzó a viajar con más frecuencia de la que imaginaba y pocas veces se hallaba en casa, esto logré corroborarlo en el último mes transcurrido. Él no pasaba ni siquiera dos noches seguidas en casa, siempre tenía que salir a reuniones o debía viajar de un lado a otro sin previo aviso. Lo que más me dolía era que ya no teníamos la misma comunicación, e incluso sentía un gran abismo en la confianza que durante tantos años habíamos construido. 

Emma tenía razón al decirme que de no querer recodar entonces habría dejado de asistir a sus consultas, la verdad era que sí quería hacerlo, necesitaba hacerlo, necesitaba entender porque mi padre había cambiado tanto conmigo, o si había sido yo quien lo había hecho, necesitaba obtener respuesta a muchas cosas, y esas respuestas solo las conseguiría con mis recuerdos.

-Si tan solo estuvieses acá... –Dije con un gran nudo en mi garganta en dirección a la tumba de mi madre. Luego de esto di media vuelta y me marché a casa.

Me encontraba acostada en el sillón viendo tv, mientras comía un tazón de cereal de chocolate, cuando tocaron la puerta principal de la casa. No recordaba haber quedado con alguien en particular y por lo que sabía mi padre no llegaría hasta el día siguiente, así que me dirigí a abrir con gran curiosidad para ver de quien se trataba. Quede sorprendida al verlo parado frente a mi puerta, vestía un jean oscuro y su chaqueta del equipo de futbol americano del instituto. 

-Que mal te ves. –Dijo Noah frunciendo el ceño– ¿Sabías que hay mascaras que dan menos miedo que tu cara?

-Se dice “Hola” antes de insultar a una persona. –Dije rodando mis ojos mientras me daba media vuelta y entraba de nuevo a mi casa. –Además, ¿Qué haces aquí?, ¿Tú no tenías juego hoy? –Pregunte confundida en lo que caminaba hacia el sillón. 

-Y aparte de verte mal también cargas un pésimo humor, terrible combinación. –Dijo cerrando la puerta detrás de él. –Tú lo has dicho, “tenía”, fue suspendido porque a todos del equipo adversario les dio mala digestión. –Respondió encogiéndose de hombros. Por ultimo añadió–Traje papas fritas, ¿Quieres?, ¿O prefieres lanzármelas a la cara?

-Te las acepto solo porque ya me cansé de comer cereal. –Dije mientras me volvía a sentar en el sillón. Noah soltó una pequeña risa mientras abría su bolso, de allí saco una bolsa de McDonald’s y se sentó a mi lado. 

-¿Tú padre tampoco está hoy? –Pregunto extrañado mientras tendía en mi dirección una cajita con papas. Dios, hasta él notaba la ausencia excesiva de mi padre. 

-No, me llamo temprano para avisarme que llegaba mañana. –Respondí encogiéndome de hombros. Tome una de las papas y la lleve hacía mi boca. –Por Dios, McDonald’s es lo mejor del mundo. –Dije degustando el sabor de la papita frita. 

-Yo soy lo mejor del mundo. –Corrigió Noah dándome un guiño acompañado por una sonrisa. 

-A veces me pregunto cómo es que elegí de mejor amigo a alguien tan egocéntrico como tú. –Dije negando con mi cabeza mientras llevaba otra papa a mi boca. Él solamente lanzó una carcajada. 

-Sabes que me amas, no lo niegues. –Dijo aun riendo. –Y hablando de amor, termine con Madison. –Añadió con cierta indiferencia mientras llevaba un puñado de papitas a su boca. 

-Primero, claro que te amo, idiota. –Dije golpeando suavemente su hombro. –Y segundo, ¿Cómo que terminaron?, ¿Por qué? –Pregunté– Pensé que todo estaba bien entre ustedes. –Añadí frunciendo el ceño.

-Todo estaba bien, o al menos todo lo estaba hasta que descubrí que también salía que Stuart Evans. –Dijo encogiéndose de hombros. 

-¿Ese no es el corredor de tu equipo? –Pregunte confundida, a decir verdad era el único Stuart que conocía, y además se suponía era gran amigo de Noah. 

-Ese mismo. –Dijo soltando un suspiro mientras dejaba caer su cabeza en el espaldar del sillón. –Hoy llegue temprano al campus y los vi besándose en las gradas. 

-Mi-er-da. –Dije realmente sorprendida. –Jamás pensé algo así de ella. –Añadí desconcertada. Madison y Noah habían sido novios desde el segundo año de secundaria, eran la pareja favorita de todos en el instituto. Su relación era tan formal que en más de una ocasión había escuchado a Noah hablar de que estaba buscando una habitación que pudiesen alquilar para vivir juntos después de graduarse. ¿Qué tantas cosas más habían cambiado en estos últimos meses?

-Yo menos. –Fue todo lo que Noah respondió, su tono de voz era algo apagado, lo cual era realmente entendible: Él la consideraba el amor de su vida, y ella lo había traicionado. –Pero bueno –Dijo recomponiéndose–, dejemos de lado mis desgracias amorosas, las tuyas son más divertidas. ¿Aún no sabes nada de Thomas? –Pregunto mirándome con curiosidad, había algo más en su mirada que no logré descifrar.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo