Capítulo 2

Bianca miró a la mujer que estaba en el recibidor. Usaba un vestido demasiado escotado para su gusto y que le llegaba por encima de sus rodillas. Era la imagen de la sofisticación y elegancia. Comparada con ella, Bianca parecía más niña de lo que ya se sentía gracias a Valentino.

—Lo siento, ¿se encuentra Valentino? —preguntó la mujer. No le pasó desapercibido la mirada que le lanzó con el claro desprecio en su rostro.

—Sí, está —respondió tratando de enmascarar su incomodidad—.  ¿Tiene una cita?

—Solo dígale que… —La mujer se interrumpió y una sonrisa se extendió en sus labios mostrando su dentadura blanca y perfecta.

Siguió con la mirada hacia la dirección en la que la mujer tenía puesto los ojos y allí estaba Valentino. Él era muy silencioso cuando se movía, no era la primera vez que no lo escuchaba acercarse.

>>Oh, hola cariño —la mujer corrió hasta él y lo besó.

Por un segundo se quedó petrificada sin saber qué hacer y luego inclinó la cabeza. Fingió concentrarse en la pantalla de la computadora frente a ella.

—Vamos a mi despacho —escuchó decir a Valentino—. Bianca, que nadie nos moleste.

Ella asintió incapaz de levantar la mirada. Tantas preguntas rondando su cabeza, la principal era saber cuándo él había comenzado a salir con esa mujer. La idea que hubiera sido antes de que los dos se acostaran la atormentó.

Su tensión desapareció solo cuando ya no escuchó sus pasos y soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo. El pecho le oprimía con fuerza y las ganas de derrumbarse eran incontrolables. Últimamente las cosas parecían estar empeorando para ella.

Valentino la había estado ignorando por más de una semana desde lo sucedido en la boda de Lia. Él no le había dirigido una mirada durante todo ese tiempo incluso cuando le hablaba. Y ahora, como si no fuera suficiente, él traía a una mujer y la restregaba en sus narices sabiendo lo que ella sentía. Trató de convencerse de que no era su culpa, él no podía detener su vida por ella; sin embargo, eso no calmó su creciente ira.

Siempre se había considerado alguien incapaz de guardar rencor hacia alguien, pero las cosas estaban cambiando y no estaba segura de si le gustaba. 

—¿Todo bien? —preguntó Leonardo. Había estado tan concentrada en sus pensamientos que no escuchó cuando se acercó.

—Sí —se las arregló para responder. Aún tenía un nudo en la garganta.

Era más que seguro que él no le creyó, pero no dijo nada

—Estoy deseando que mi nueva oficina esté lista cuanto antes —dijo él con tono jocoso. Bianca esta vez no pudo evitar soltar un par de lágrimas al recordar a la mujer que había venido a visitar a Valentino—. Oh, hermosa. Lo siento no quise hacerte sentir peor.

Leonardo se dio la vuelta por el costado del recibidor, al llegar a su sitio la levantó y la abrazó. Bianca se permitió llorar un poco más mientras él la sostenía y acariciaba su espalda.

>>Es mi hermano, pero seguro es un estúpido. No sé de donde lo sacó porque yo soy muy inteligente —bromeó y eso le sacó una sonrisa.

Él la tomó por los hombros y la alejó para mirarla, la preocupación estaba marcada en sus facciones.

—Gracias —dijo haciendo un esfuerzo por sonreírle.

Leonardo se había vuelto en un gran amigo para ella. Era como un hermano cuidando siempre de ella y de que estuviera bien.

—No te preocupes —dijo sacudiendo sus cabellos. Él llevaba una buena diferencia de altura y a su lado lucía más pequeña de lo que ya era.

 —No hagas eso.

Él solo sonrió con diversión. Sabía que lo volvería a hacer de todas formas.

—Por cierto ¿quiero que me ayudes con un archivo?

Sonrió por el cambio de tema. Lo menos que quería hacer en ese momento era pensar en Valentino y la mujer. El trabajo sería una buena distracción.

—Sí, claro. ¿Cuál es?

—El de nuestro último trabajo, necesito hacer un informe para las personas que nos contrataron.

—Está bien, lo buscaré.

Regresó a su silla y comenzó a buscar en su computadora los archivos. Leonardo cogió su laptop que había dejado sobre el recibidor y luego se sentó en la silla junto a la de ella.

Los dos trabajaron por la siguiente hora, por momentos en completo silencio y a veces bromeando. Eran un buen equipo y avanzaron bastante en tan poco tiempo.

Nunca se había imaginado trabajando como asistente en una empresa de construcción, pero seguro que le representaba un reto del cual aprendía cosas nuevas. El aprendizaje nunca había sido un problema para ella. Bianca era lo que las personas llamaban una superdotada. Era por eso que sus padres se sorprendieron bastante cuando les dijo que no quería ir a la universidad.

Leonardo y ella estaban sumergidos en el trabajo cuando los trabajadores regresaron. Eran cerca de las cinco de la tarde y el lugar se llenó de bulla. Todos los saludaron y fueron a los vestidores a dejar sus cosas. Al ser una empresa de construcción casi todos trabajaban fuera. Solo los veía por la mañana y las tardes. Le gustaba cuando ellos estaban cerca. Aunque era reservada y callada, la mayoría la trataba con cortesía y siempre la incluían.

—Bueno, creo que llegó la hora de que te vayas —dijo Leonardo.

—Eso es muy bueno, porque estoy cansada.

Bianca se tensó al escuchar un par de pasos viniendo por el pasillo. Sabía de quienes se trataban.

Miró a un punto en la pared cuando la pareja llegó. No tenía el valor para ver una demostración de afecto como la de antes.

—Casi terminé el informe de nuestro último proyecto —le dijo Leonardo a su hermano—. Trabajaré hasta tarde hoy para tenerlo listo lo más pronto posible.

—Tengo los documentos de respaldos en orden y firmados —informó a su vez Valentino.

Mientras los dos hermanos se pusieron a hablar de negocios Bianca aprovechó para alistar sus pocas pertenencias. Tenía que mantenerse ocupada para no mirar a la mujer que estaba a lado de Valentino.

—Disculpa que interrumpa, cariño, pero ya podemos irnos —musitó con voz melosa la acompañante de Valentino—. Nuestra cita espera.

Ella casi dejó caer el bolso que tenía en su mano ante esas palabras. De alguna manera se las arregló para parecer serena, eso supuso un enorme esfuerzo para alguien como ella que no sabía disimular muy bien sus emociones.

—Está bien —respondió Valentino. Él se despidió de su hermano y luego llevó a la mujer fuera.

Los vio salir y no perdió detalle de como él la acompañó hasta su auto y abrió la puerta del copiloto para ella. Luego el carro arrancó y desapareció.

—Yo también me voy —informó Bianca aun con la mirada fija donde antes había estado el auto de Valentino.

—Te acompañaré —dijo Leonardo.

—No —dijo demasiado fuerte—. No es necesario —repitió con más calma—. No vivo demasiado lejos —trató de bromear, pero estaba segura que la sonrisa en su rostro se parecía más a una mueca.

Leonardo la miró con duda por un rato y luego asintió.

Ella se colgó el bolso al hombro y salió del lugar.

Las dos cuadras de regreso a casa le dieron suficiente tiempo para pensar.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visto a Valentino con una mujer. Fue en la época en la que Bianca lo seguía a donde fuera, por ese entonces ya había transcurrido cerca de un año desde la primera vez que lo vio. Un día de los tantos que lo miraba por su ventana antes de ir tras de él lo había visto acompañado. Creyó que se trataba de una única vez, pero la misma chica siguió apareciendo. Desde el primer momento ella tomó la decisión de dejar de seguirlo. No quería inmiscuirse en su vida más de lo que ya lo había hecho y además le dolía verlo con ella.

Todavía solía observarlo por su ventana cuando él se iba y cuando regresaba. Pero no volvió a salir detrás de él. Podía gustarle y ella podía ser una adolescente; sin embargo, entendía que su presencia no sería bien recibida.

Valentino se siguió encontrando con la chica durante los fines de semanas por casi cinco meses. Él día que lo vio solo de nuevo casi sonrió, pero no se apresuró a sacar conclusiones. Esperó un tiempo prudente antes de volver a seguirlo. Si el notó su ausencia no se lo dio a conocer, aunque para ser exactos no solían acercarse demasiado ni intercambiar demasiadas palabras. Para ella siempre fue un problema su timidez.

La única vez que habían conversado más de lo usual fue cuando él le hizo la promesa. Aquella a la que se aferraba con menos fuerza cada día. Ella tenía un poco más de 14 años para entonces y de alguna manera fue una despedida.

—Mi hermano y yo empezaremos un negocio —había dicho mientras los dos estaban sentados en la arena. Ella había lo había estado observando trotar por la orilla del mar de ida y vuelta. De repente él se había acercado a ella y sentado a su lado—. No sabemos qué tal resultara, pero esperamos que nos vaya bien.

Bianca fue consciente que él le contó aquellas cosas solo porque necesitaba hablar con alguien. No le pasó desapercibido que él había tenido preocupaciones que necesitaba sacar. Se consideró afortunada de ser la persona que él eligió para contarle sus proyectos.

—Todo irá bien. —había respondido Bianca.

—Eso espero, pequeña. —El apodo le encantó de inmediato. No le importaba que tuviera que ver con su edad o su tamaño.  Le gustó porque era él quien se lo puso.

—Eres bueno en lo que haces y he visto como tú y tu hermano se esfuerzan cuando quieren algo.

Mientras lo seguía no solo se había fijado en su apariencia sino también en otros aspectos. Él amaba a su familia, era educado con todo el mundo y siempre luchaba con todo por lo que quería. Fueron esos otros detalles que lo hicieron más difícil de superar.

—Confiare en lo que dices. Gracias.

—Te extrañaré —había confesado después de un silencio prolongado.

—Eres especial —Él había sonreído causando que su corazón latiera acelerado.

—¿Puedes prometerme algo? —Bianca tuvo que armarse de mucho valor para hacer esa pregunta.

—Vaya al parecer puedes hablar. Nunca has dicho mucho hasta hoy —había bromeado él. Inevitablemente ella se sonrojó—. Habla, pequeña. ¿Qué quieres?

Su rostro se calentó aún más, respiro profundo y se obligó a hablar.

—Si un día en el futuro nos volvemos a encontrar me darías una oportunidad.

Él había permanecido en silencio por tanto tiempo que creyó que no respondería, pero luego habló.

—Está bien, pequeña, lo prometo. —Ella nunca sabría si lo dijo por ser cortés o si realmente fue sincero. Con cada día que pasaba pensaba que se trataba más de lo primero.

—Gracias —había dicho depositando un beso en su mejilla antes de salir corriendo. Luego se había detenido un poco más allá y lo había mirado sobre el hombro—. Nos casaremos —había declarado con tanta convicción.

Él la había mirado con una ceja arqueada. Ella no había esperado una respuesta y continuó con su carrera de regreso a casa. Aun recordaba que esa noche no había podido dormir de la emoción.

Tantos sueños se habían construido en ella después de aquella tarde. Sueños que creyó que algún día se harían realidad y ahora se desplomaban como un castillo naipes. Tal vez necesitaba poner distancia.

El sonido de su celular sonó desde su bolso devolviéndole a la realidad. Lo buscó y vio el nombre de Lia en el identificador. Esa fue casi como una señal y la ayudó a tomar una decisión.  

Si tan solo alguna vez hubiera tenido un poco de sentido de auto preservación no se habría metido ni en la mitad de líos en los que había terminado a lo largo de su vida. Pero era hora de hacer algunos cambios en su vida.

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