Capítulo 1

Bianca se fue del complejo donde se había realizado la boda de Lia y Matteo tan pronto como puedo encontrar movilidad. Con la llegada del día, la poca valentía que había adquirido despareció en un pestañeo.

Su corazón se mantuvo acelerado en todo el viaje de regreso. Su mente estaba hecha un completo desastre y no dejaba de recriminarse por haber actuado en base a un impulso. Aunque amaba a Valentino esa no era justificación suficiente para haberse acostado con él. Debía haber salido de su habitación después de dejarlo en su cama. Debía haberse resistido, era ella quién había estado sobria.

Durante el resto del fin de semana se mantuvo encerrada en un penoso intento de evitar encontrarse con él. No le sorprendería que Valentino estuviera furioso. Él había tratado de contactarla por teléfono el mismo día que ella escapó y por primera vez había actuado más conforme a una persona de su joven edad. Había cogido su celular y lo había apagado y se aseguró de no salir. 

A lo largo de su vida siempre había procurado actuar con sensatez. Las personas siempre le estaban diciendo que debía relajarse un poco y actuar como una chica de su edad. Bueno al menos en ese momento estarían orgullosos de que, aunque involuntariamente, lo había hecho.

El lunes llegó más rápido de lo que esperaba y no podía evitar sentirse intimidada. La idea de reportarse enferma sonaba tan tentadora, pero no podía hacerlo de improvisto.

Apenas había pegado ojo en toda la noche porque no había podido dejar de pensar en lo que sucedería en cuanto viera a Valentino. Se repitió más de una vez que todo estaría bien, pero en ninguna de ellas se sintió convencida.

Miró el reloj sobre el buró y vio que era cerca de las seis de la mañana. Soltó un suspiro de frustración y se quitó de encima las cobijas. No tenía mucho sentido quedarse en cama mirando el techo.

Si tan solo Lia no habría estado ocupada con el tema de la boda, habría insistido con el trabajo que le ofreció. Aunque siendo sincera, lo había dejado pasar porque no quería marcharse. Bueno ahora tenía  que enfrentarse a Valentino a causa de su falta de sentido común.

Levantarse temprano después de todo fue una buena idea porque de lo contrario el tiempo no le hubiera alcanzado. A su mente le costaba concentrarse y con frecuencia se detuvo a pensar dejando en pausa lo que estuviera haciendo en ese momento.

Después de un largo tiempo por fin logró terminar de alistarse. Al mirar el reloj vio que iba tarde, ni siquiera corriendo iba poder llegar a tiempo. Sería la primera vez que llegaría tarde desde que había empezado a trabajar para los gemelos. Si había algo que le gustaba era la puntualidad, pero dada las circunstancias era lo último que tenía en mente.

Cogió su bolso y salió de su cuarto. Leonardo lo había conseguido para ella cuando se mudó para este lugar. Estaba en el segundo piso de una hermosa casa que pertenecía a Greta, una mujer de edad que nunca se había casado y que vivía sola. Con frecuencia la visitaba para saber cómo estaba. En el transcurso de su tiempo allí había llegado a quererla.

Caminó las dos cuadras que la separaban de su lugar de trabajo. Cuando llegó se detuvo unos segundos, inhaló profundo para calmarse y entró. 

Leonardo fue el primero con el que se encontró al atravesar las puertas.

—Buenos días —saludó avergonzada—. Lamento llegar tarde. —Leonardo la había tratado con cortesía y se había mostrado muy solícito durante sus primeros días de trabajo. Lo menos que quería era quedar mal con él.

—No te preocupes —la calmó él—. ¿Cómo estuvo tu fin de semana? —preguntó con una sonrisa en el rostro. Ese gesto nunca tuvo en ella el efecto que tenía la sonrisa de su hermano. A veces se preguntaba porque entre los dos gemelos su corazón había elegido al más testarudo y terco.

Su rostro se sonrojó al recordar lo sucedido con Valentino. Imágenes de él empezaron a llenar su mente y no eran precisamente de aquellas que son aptas para todo público.

Sacudió la cabeza y se enfocó en Leonardo que aguardaba por su respuesta expectante.

—Bien, gracias —respondió atragantándose.

—¡¿Dónde rayos te metiste?! —El gritó de Valentino la hizo dar un brinco. Él había aparecido de improvisto.

Él la fulminó con la mirada, parecía un toro embravecido.

—Apenas tardó diez minutos más de lo usual y es la primera vez que llega tarde —la defendió Leonardo—. Tranquilízate.

Valentino fulminó a su hermano con la mirada. Si se hubiera tratado de otra persona, él habría comenzado a temblar. Pero los gemelos sabían lidiar muy bien con todos los cambios de humor del otro.

—A mi despacho —ordenó Valentino sin dejar de mirar a su hermano como retándolo a decir algo. Él pareció entender el mensaje y levantó las manos en señal de rendición.

Valentino se dio la vuelta y regresó a la oficina que compartía con su hermano. Parecía muy seguro de que ella lo iba a seguir. No es que tuviera otra opción.

Bianca miró una última vez a Leonardo antes de seguir a Valentino a la oficina.

—Bianca —llamó Leonardo. Ella lo miró sobre el hombro—. Llámame si se sale de control.

Asintió, aunque era más probable que no lo hiciera. No quería que ellos tuvieran problemas por su causa.

—Toma asiento —ordenó él apenas entró en la oficina.

Se dirigió hasta el asiento que Valentino le había señalado y se sentó. No era muy buena para decirle que no, se había dicho más de una vez que debía aprender a hacerlo; sin embargo, le resultaba difícil.

>>¿Dónde te metiste el fin de semana? —preguntó de golpe.

—Estaba en mi cuarto.

—¿Y por qué rayos no contestabas el teléfono? —preguntó entre dientes.

—Se le acabó la batería y me olvidé de recargarla. Lo haré en cuanto pueda, si eso es todo lo…

—¿Qué estabas pensando? —interrumpió Valentino.

—No sé de que estás hablando.

—¿Por qué estúpida razón considerarías prudente ayudar a alguien ebrio a llegar a su habitación? Sobre todo, tratándose de un hombre.

—Solo quería ayudarte.

—Ambos sabemos cómo terminó eso. —Si acaso Bianca había creído que él no recordaría lo sucedido, estaba equivocada—. No quiero que pienses que lo que sucedió cambia algo de lo que siento por ti. Lamento que las cosas sucedieran como lo hicieron, pero ya no hay vuelta atrás. Espero que esto no incentive más tu comportamiento atrevido e infantil.

—Lo siento. —Quería decir tantas otras cosas, pero no encontró el valor necesario para hacerlo.

—Fingiremos que eso nunca pasó. Es la única manera de que conserves tu trabajo. Jamás me gustó la idea de que trabajaras aquí y aun así lo acepté. Pero ten por seguro que, si tengo que despedirte, lo haré. —La firmeza en su tono de voz le dijo que él hablaba muy en serio.  

Bianca hizo acopio de todas sus fuerzas para no romperse a llorar.

—¿Puedo retirarme? —preguntó con un nudo en la garganta.

Mantuvo la mirada hacia abajo porque no quería que el viera el daño que le estaba causando. La opresión en su pecho no hacía más que aumentar sino salía pronto se iba a derrumbar y no quería que él la viera así. Ya era suficiente no poder controlar su amor cada vez que lo veía. Y vaya que lo había intentado.

—Está bien.

Bianca se puso de pie y casi corrió hacia la salida, no paró hasta que llegó al baño. Una vez allí apoyo sus manos sobre el lavabo y dejó las lágrimas fluir.

No podía entender que es lo que había hecho para que Valentino la tratara así y no se refería a ese momento en específico. Él la había estado tratando con frialdad e indiferencia desde que había empezado a trabajar allí.

Bianca era consciente de que él nunca la vería como ella quería, pero había pensado que al estar allí al menos podrían ser amigos. Sin embargo, esa posibilidad parecía más lejana ahora que en el pasado.

Se preguntó que había sucedido con aquel joven que conoció una vez en la playa. Más de una vez en los últimos meses se dijo que lo había idealizado, pero luego lo veía interactuar con sus hermanos u otras personas y descubría que, a excepción de con ella, trataba al resto con amabilidad y se mostraba carismático. Bianca no podía recordar una sola vez que le hubiera sonreído en todo el tiempo que llevaba allí, al menos no estando sobrio.

Cerró con fuerza los ojos y a su mente vino aquella tarde cuando conoció a Valentino. Ella tenía apenas 13 años por aquel entonces. Por aquel entonces él y su hermano ya estaban en la universidad, pero habían ido a pasar vacaciones con sus padres.  

Los padres de Bianca se habían mudado al pueblo donde Valentino vivía durante ese año, así que no conocía a nadie en la zona y debido a su timidez le era difícil hacer amigo. Además, nunca tenía de que hablar con chicos de su edad.

En las tardes ella solía salir de casa a dar una caminata con su cuaderno de dibujos bajo el brazo y muchas veces se quedaba dibujando en la playa hasta que la luz del día desaparecía. A veces dibujaba el paisaje y otras veces a las personas que estaban allí. Fue así como lo conoció. Valentino estaba jugando con los que luego se enteró eran sus hermanos y por alguna razón desconocida de todos los presentes su vista se enfocó solo en él.

Sus cabellos brillaban con el sol y en su mejilla aparecía un hoyuelo cada vez que sonreía. Antes de pensarlo demasiado ya se encontraba dibujándolo. Ella estaba lo suficientemente lejos para que él no se diera cuenta de su intenso escrutinio. Después de unas horas él y sus hermanos se marcharon.

Bianco lo había seguido asegurándose de guardar una distancia prudencial. Se sintió afortunada cuando descubrió que él era su vecino. No tardó en sacarle información a sus padres. Ellos no tomaron su interés por nada más que curiosidad.

Pasaba bastante tiempo pegada a su ventana y cuando lo veía salir, ella también lo hacía. Algunas veces iría hasta la playa, otras a un café y a veces solo se dedicaría a caminar. Sin embargo, nunca había sido demasiado buena para disimular y, aunque siempre se aseguraba de no acercarse demasiado, todos, incluido Valentino, se dieron cuenta de que a donde sea que él fuera, ella aparecía.

No entendía que la había llevado a fijarse en él, mucho menos con tantos años de diferencia. Al principio fue como un amor inalcanzable, ese del tipo que todo adolescente tiene. Pero cuanto más tiempo pasaba cerca de él más fuerte se hacía ese sentimiento.

Esperó por mucho tiempo que él se sintiera incómodo o hasta agresivo con su presencia; pero, por lo contrario, él la dejo ser. Si alguien decía algo él solo sonreiría con tranquilidad y si pasaba su costado sacudiría sus cabellos.  

Buscó en su memoria algún momento que hubiera ocasionado un cambio de actitud tan drástico hacia ella, pero su mente estaba en blanco. Solo sabía que, desde que se habían vuelto a encontrar, él no la trataba como en el pasado.  

Bianca se miró en el espejo, agradeció que no usaba maquillaje porque hubiera terminado todo un desastre. Bastaba con tener los ojos rojos e hinchados.

Había pasado demasiado tiempo desde que había entrado al baño, pronto alguien vendría a buscarla y no quería que nadie la encontrará llorando sin parar. Abrió el caño de agua y se lavó el rostro por un buen rato. Tenía la ciega esperanza de que eso ayudara a mejorar su apariencia porque nada la ayudaría a sentirse mejor por dentro. 

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